TOMÁS


Incluso allí, en medio de una situación diplomática más que complicada, se permitió preciados segundos para pensar en aquella mujer que siempre tenía una palabra justa para ayudarlo a tomar las decisiones más difíciles. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza considerar si había estado mal al ocultarle lo que estaba sucediendo. Al menos no todavía.

Suspiró, exhalando los pensamientos sobre su amada. Y le habló a Fadis:

— A Faerig-Er-Dowe-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe le dimos una máquina para crear agua. Eso lo va a convertir en el gobernante más poderoso del continente. Quiero hacerles a ustedes un regalo igual de importante. Y creo que ya sé qué va a ser.

La extracción del deuterio había sido un éxito rotundo. Raúl informó que ya disponían de los medios suficientes para poder volver a sintetizar sus propias provisiones de deuterio, antimateria, micropartículas de Vohnn y otros recursos primordiales para el correcto funcionamiento de la nave sin tener un balance negativo en la producción de energía. Lo que podía traducirse en que había llegado el momento de partir.

Tras recibir la noticia, Tomás se levantó de su silla. Debía despedirse de Faerig-Er-Dowe-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe, de Zowedo-Er-Alawa-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe y también de Fadis y los suyos. Enrique le pidió autorización para abandonar su estación y acompañarlo. Tomás aceptó.

Habían pasado cinco días. En aquel tiempo el Gobernante Gaudiro les había interrogado por el paradero de sus sirvientes. Y Tomás había sido sincero a medias. Le había dicho que los Gorems estaban en su nave, pero nada más. Aquella reunión de despedida iba a ser bastante difícil y Enrique sintió que le correspondía estar junto a su Capitán, siendo que había sido él el causante de lo que fuera que fuese a suceder.

Habían pasado la mayor parte de aquellos cinco días educando a los Gorems en disciplinas tan disímiles como la filosofía, las tácticas militares y las reglas básicas de convivencia que debían asumir cuando la Libertad abandonase su mundo.

Raúl se les unió en el trayecto. Tomás le preguntó si había podido hacer "aquello". El Ingeniero hizo una sonrisa orgullosa. Le entregó un artefacto.

Al llegar a la bodega donde se habían ubicado los Gorems, Tomás se les acercó. Mientras les entregaba el aparato creado por Raúl les habló:

— Esto es una réplica en miniatura de la máquina que los dotó de inteligencia. Usenla para darle conciencia a los demás Gorems.— Fadis y Denia lanzaron un leve aullido de asombro. Tomás buscó en sus bolsillos y sacó otro artefacto, que les entregó. — Y esto es un lector de libros electrónicos. Tiene cargadas cientos de obras de filosofía, ciencia, ficción, política e ingeniería. Porque de donde venimos dicen que cuando se lee poco se dispara mucho. Y no queremos que tengan que llegar a una guerra para lograr liberar a los suyos.

Fadis aceptó con fervor.

— ¡Esto es mucho más de lo que podían darnos! ¡Ya con nuestra conciencia solamente tenemos toda una vida para agradecerles!

Enrique le palmeó el hombro.

— ¡Ojo, que puede ser un don, pero también una maldición! — El Gorem no entendió. Tomás sí y asintió.

En ese momento llegó la comitiva del Gobernante. Al ver a sus sirvientes, se le escapó un suspiro de alivio.

— ¡Así que allí estaban! ¡Me alegro mucho de verlos a salvo! ¡Por un momento pensé que se los fueran a llevar!

— ¡Ganas no me faltaban! — Exclamó Enrique. Tomás lo fulminó con la mirada, pero al joven encargado de las Comunicaciones pareció no importarle. Seguramente, para él poder ver el rostro de Faerig-Er-Dowe-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe cuando descubriera qué tan diferentes eran los Gorems ahora iba a ser recompensa suficiente. El Gobernante lo miró sin comprender. Prefirió cambiar de tema.

— ¡Espero que mis Gorems les hayan sido de ayuda! — Luego se dirigió con tono gentil, aunque autoritario, a sus sirvientes. — ¡Fadis! ¡Denia! ¡Vayan para casa! ¡Preparen la cena!

Fadis se adelantó. Caminaba erguido, orgulloso. Su "amo" notó ya en sus movimientos que algo había cambiado en él.

— ¡No! — Respondió, a secas, el esclavo liberado. Los Gaudiros dieron un paso hacia atrás, aterrorizados.

— ¡Hablan! ¡Pueden hablar! ¡Los Gorems...!

— Puedo hablar y también pensar. ¡Y razonar! ¡Podemos hacer esto y mucho más! ¡Como luchar por la libertad de nuestro pueblo! ¡E impedir que sigan matándonos para comernos!

Tomás se encontró pensando sin quererlo en "El Planeta de los Simios". No la película, sino la parodia musical que había visto varias veces en la televisión. Se forzó a no tararear la pegadiza canción: "He can talk! He can talk! He can talk!" "I can sing!". Comprendió que estaba nervioso. Aquellos pensamientos absurdos sólo se le venían a la cabeza como una especie de mecanismo de defensa, cuando estaba bajo demasiada tensión.

— ¡Pero esto...! ¡Esto es...! ¿Qué es esto?

— Esto es un nuevo comienzo. — La voz de Fadis producía escalofríos en su antiguo amo. — ¡Esto es dejar de postergar el debate acerca de si está o no está bien comerse a los de mi clase! ¡Esto es, Faerig, el comienzo de una nueva era! ¿Cómo esperas iniciarla? ¿Con guerras, o con diálogo?

Faerig-Er-Dowe-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe no ocultó su ofensa cuando escuchó al Gorem abreviar su nombre. Aquello era, en aquel mundo, una de las mayores faltas de respeto.

— ¡No deseo ser recordado como el Gobernante que trajo de regreso la guerra a nuestro mundo! — Se dirigió a los humanos — ¡Pero tampoco deseo que me recuerden como el tonto que se dejó engañar por traidores venidos desde más allá de nuestras estrellas! — Tomás intentó sostenerle la mirada, pero al final bajó la vista. Enrique seguía observando los hechos con la cabeza en alto. Cuanto más evidenciaba su furia el Gobernante, mayor parecía ser su alegría.

— ¡No debes recordarlos como traidores, sino como gente que reaccionó al ver una injusticia! — Denia los defendió.

— ¡Nos hacían trocear y cocinar a nuestros parientes! ¿Puedes hacerte un mínimo de idea de lo que es recordar algo semejante? — La paciencia de Fadis alcanzaba un punto crítico.

— ¡Pero nunca lo recordarían de no ser por estos... traidores! — Faerig señaló a los humanos. Aquello fue demasiado. Tomás se adelantó. Pateó el suelo, furioso. Gorems, Gaudiros y humanos se apartaron, asustados.

— ¿Traidores? ¿Nosotros, traidores? ¡Te dimos una máquina que va a convertir a tu país en una potencia mundial! ¡Dimos los primeros pasos para inculcarle la diplomacia y el diálogo a una especie que tiene todo el derecho a hacer con tu gente lo que se les cante! ¡Traidores habríamos sido si les hubiésemos dado armas! ¡Y creeme que tenemos armas que podrían hacer que en menos de una generación todo tu especie termine siendo sirvientes de los Gorems! — El Gobernante suspiró de asombro. — ¡Esto podría haber terminado de mil maneras diferentes, todas ellas muy malas para ustedes! ¡Elegí el menor de los males! ¡O más bien el mayor de los bienes! ¡Elegí darles conocimiento! ¡Cultura! ¡Sabiduría! ¿Sabés hasta dónde pueden llegar si en lugar de pelearse entre ustedes se dedican a buscarle una solución pacífica a este dilema y empiezan a trabajar juntos? ¡Piénsenlo! — Faerig y Fadis se miraron. Luego se estudiaron de arriba a abajo.

— Supongo que podemos intentarlo. — Dijo el líder Gorem. El Gobernante Gaudiro parecía más escéptico.

— ¡No será fácil! ¡Los veo allí parados y no puedo evitar pensar en cuánto dinero perdido representan!

— ¡Algo así será la ruina para granjeros como yo! — Opinó Zowedo-Er-Alawa-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe. — ¡Entiendo el planteo, desde luego! ¡Pero tienen que entender que criar Gorems es nuestra forma de vida y nuestro único sustento!

— ¡Es la base de nuestra economía! — Informó Faerig-Er-Dowe-Er-Gutara-Er-Goragan-Er-Dowe, visiblemente preocupado. Parte de su mente ya no estaba allí, se había marchado a intentar descubrir una solución.

— Se me ocurre algo — Intervino Enrique. Tomás ya no sabía con qué cara mirarlo. — Ya que tienen la máquina de hacer agua, y un montón de territorio que pueden transformar en terreno fértil, ¿Por qué no cultivan comida y hacen que los granjeros de Gorems se conviertan a granjeros de verduras?

Tomás asintió, complacido.

— No es mala idea. Va a ser difícil, porque es un cambio muy grande, pero me parece que vale la pena intentarlo. En el lector de ebooks tienen un montón de libros sobre nutrición saludable. Y también de ciencia, para saber identificar qué plantas y frutas son aconsejables para una buena alimentación.

— Además, los Gorems podríamos trabajar en las plantaciones. — Sugirió Fadis — ¡Eso sí! ¡Por un sueldo!

— ¡Y condiciones dignas de trabajo! — Acotó Denia.

— ¡O incluso podríamos manejar nuestras propias granjas!

Enrique se acercó a Tomás y le susurró, complacido:

— ¿Vos les estuviste leyendo algo de Marx?

Tomás se lo quedó mirando, con sorpresa genuina.

— ¡Te juro que no! Les puse un par de libros en el lector de ebooks, ¡Pero todavía no lo pueden haber leído! ¡Esto es un planteo propio de ellos!

— Bueno, mejor así, ¿No? — Tomás estuvo de acuerdo. Era un alivio saber que los Gorems podían pensar por su cuenta. Teniendo esa tranquilidad, Enrique y Raúl se despidieron del grupo y volvieron al puente. Tenían mucho trabajo que hacer antes de poder reactivar todos los sistemas de la Libertad y reanudar su viaje.

Tomás permaneció allí, asegurándose de que se establecieran las reglas básicas para un diálogo estable y duradero. Cuando lo consideró oportuno, invitó a los miembros de ambas especies a abandonar su nave y se dirigió hacia el puente. Los preparativos para el despegue ya habían comenzado.

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