TOMÁS
Aquel lugar era verdaderamente un paraíso. Noelia no podía haber elegido una mejor ubicación para descender. El paisaje, el clima, todo era ideal. Por un momento temió que alguien lo relacionara con aquel "Planeta Paraíso" que Stern los había puesto a buscar, mientras en realidad escapaba de los carceleros del Conglomerado, pero afortunadamente nadie pareció hacer la asociación de ideas.
Iban tomados de la mano con Florencia y aquello le parecía mejor que cualquier paisaje en el universo. Ella no siempre accedía a ser tocada y aún así había sido ella misma quien le había tendido la mano, mientras caminaban hacia la salida.
Encontró al grupo con facilidad, los tripulantes estaban dispersos, pero el claro era muy amplio y había lugar para todos. Incluso se había organizado un concurso de pezca deportiva, bajo la advertencia de la Doctora de que nadie comiera frutos o animales hasta haber sido debidamente analizados.
Cuando llegaron al lugar del picnic, Noelia exclamó:
— ¡Menos mal que llegaron! ¡Me estaba muriendo de hambre!
— Perdón por la tardanza, — Bromeó Tomás, — ¡Pero ese Capitán es un pesado! ¡No me dejó salir hasta estar seguro de que todos los sistemas estaban en orden!
Estallaron las carcajadas, dando un preámbulo de lo que sin dudas iba a ser una reunión muy amena.
Florencia había preparado una ensalada de vegetales exóticos con una salsa especial inventada por ella a partir de especias, semillas y frutas, acompañada de unos sándwichs de pan casero y jamón de buey, que era una novedad, ya que nunca antes lo había cocinado. Comenzaron a comer y hubo tantos elogios para el jamón y la ensalada, que Florencia se puso colorada.
Sonaba la música en un reproductor portátil que había diseñado y construido Raúl. Se notaba el toque artesanal en cada borde, cada ribete y cada pequeño detalle. Había incluido un logo en la rejilla protectora de los parlantes, que según explicó sentía que representaba la comunidad entre las diferentes personas que convivían en la nave.
— No deseo llegar tan lejos como para afirmar que podría ser la bandera que nos representase como especie, pero sí me gustaría que lo consideraras como icono representativo de nuestra hermandad, de quienes viajamos juntos en la Libertad.
Tomás miró con atención al reproductor de música. En aquel instante sonaba la versión en español de "Wind of change", de Scorpions. El símbolo en cuestión era un círculo formado por varios círculos plateados interconectados entre sí, como en un diagrama de Venn, rodeando a una estrella dorada. La música atravesó el símbolo en el momento más apropiado:
"Se achica el mundo mas
Quien iba a creer
Que fuéramos Tu y Yo hermanos
El futuro ya se ve
Se puede hasta tocar
Soplando con los vientos nuevos."
— No sé qué te parece, Tomás.
Y en lugar de responder, dejó el equipo en el suelo y comenzó a aplaudir. Los demás lo imitaron. Raúl se sonrojó y bajó la vista con humildad. Luego le palmeó el hombro.
— Creo que a todos nos parece perfecto.— Y todos estuvieron de acuerdo.
El resto del almuerzo transcurrió sin novedades por un tiempo. Valeria quería agradarle a todos, y por momentos se hacía bastante obvio. Intentó hablar con Noelia, pero al ser de personalidades tan opuestas y no tener temas de conversación en común, pronto se aburrieron. La piloto prefería conversar con Tomás, Raúl o Enrique sobre asuntos espaciales antes que hablar con ella de consejos de maquillaje, peinados y vestimenta. Sólo se sintió cómoda hablando con Florencia, y esto era porque ella le daba la razón en todo, como si no la estuviera escuchando cuando hablaba.
Entonces alguien llamó pidiendo ayuda. Tomás y Raúl corrieron a ver qué sucedía. Uno de los pescadores parecía haber tropezado y casi se había ahogado. Afortunadamente, sus compañeros lo habían rescatado.
— ¡Les juro que no me tropecé! ¡Quise caminar para atrás y terminé saltando para adelante! — Dijo el hombre, aún espantado.
— ¡Dale, Julito! ¡No te hagas drama, no te vamos a cargar! ¡Admití que te caíste por nabo y listo! — Le gritó uno de sus amigos, entre carcajadas. El hombre, Julito, bajó la cabeza, avergonzado. Luego dijo una frase en un idioma que sonaba a ruso. Y se marchó a la nave, visiblemente enfurecido.
— Tendría que avisarle a papá. — Pensó Tomás en voz alta. Enrique se lo quedó mirando.
— ¿A quién?
— ¡A Culbert! — Respondió Tomás, levantando la voz con violencia. Enrique se quedó absorto ante su imprevista reacción. Afortunadamente, Valeria apareció justo y le tomó la mano.
— ¿Volvemos al picnic? ¡Flopi dijo que pudo usar unas plantas extraterrestres para hacer chocolate! ¡Preparó bombones!
Y así, la brusca respuesta de Tomás no pasó a mayores. Aunque nada pudo sacarle a Enrique de la cabeza que algo no estaba del todo bien.
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