TOMÁS


 La noticia del hallazgo del nuevo planeta había llegado no mucho después de haber terminado la reunión con Culbert. Para cuando había llegado al Puente, ya Noelia lo había bautizado. Olimpo. Le gustaba el nombre elegido y la felicitó.

— ¿Vamos a verlo más de cerca, Capitán? — Preguntó Noelia. Y Tomás recordó la gran frustración que ella había sentido durante el descubrimiento de Irupé, cuando Stern les había prohibido bajar de la nave, por un capricho.

— No. No vamos a verlo de cerca. — Se aguantó la sonrisa al notar la mueca que ella hizo para contener su decepción. — ¡Vamos a bajar a explorarlo!

Hubo aplausos en el puente. Aquello se sentía bien. Era necesaria una distracción, aparte del cine e Internet. Él mismo necesitaba un poco de aire fresco. Y entonces tuvo una idea. Se acercó a Noelia y por lo bajo se la comentó:

— Creo que nos podríamos tomar un pequeño descanso en este planeta. ¿Qué te parece si Vos, Raúl, Enrique, Valeria, Flor y yo hacemos un picnic?

— ¡Dale! — Levantó la voz por puro entusiasmo. Todos la miraron. Tomás vio sus mejillas pasar del blanco al rojo en meros segundos. Luego, como si recién hubiese comprendido el total de la propuesta, preguntó: — ¿Por qué Raúl y yo?

Tomás empezó a tartamudear. Había dejado de ser el Capitán, para convertirse en el joven algo torpe que había sido casi toda su vida.

— Porque ustedes... ¿Ustedes no...?

Noelia le golpeó cariñosamente el hombro.

— ¡Nuuuu! ¡Con Raulo somos amigos! Yo... — No pudo evitar bajar la mirada. — Yo no me enamoro. No sirvo para estar en pareja. — Tomás no supo qué decir. Era obvio por su cambio de actitud que estaba guardándose algo. Y entonces volvió a ser la Noelia alegre y añadió: — ¡Pero soy una amiga buenísima!

— Lo sé. Me consta.

Ambos sonrieron.

— ¡Me gusta la idea! ¡Andá a decirle a Quique!

No había que caminar mucho para ir desde el timón hasta la estación de comunicaciones. Eran unos diez o doce pasos. Enrique se quitó los auriculares al sentir que Tomás le palmeaba el hombro.

— ¡Perdón! Estaba monitoreando a Olimpo, para ver si detectaba alguna transmisión. Los escaneos dieron negativo a vida inteligente, pero nunca se sabe.

Tomás sonrió, complacido.

— Bien ahí. Escuchame, Estoy organizando un picnic de parejas. O algo así. — Se corrigió, mirando de reojo a Noelia. — Me gustaría que vos y Valeria vengan. ¿Qué te parece?

— ¿Honestamente? — La expresión en el rostro del joven DJ era una respuesta en sí misma. De todas maneras se expresó. — No sé si sea una buena idea. Ella todavía se siente culpable por todo lo que hizo mientras estaba con... Con él.

Tomás tardó en comprender.

— ¿Vos decís con Stern? — Enrique asintió levemente, como con vergüenza. — Quique, el pasado es el pasado. Y no me interesa conocer a esa Valeria del pasado. Quiero conocer a la Valeria que hace feliz a mi amigo, para sacarme de encima ese prejuicio que tengo, y poder considerarla mi amiga también.

Enrique se mordió el labio inferior.

— ¡Chabón, sos de lo que no hay! ¿Cómo hacés para convencerme tan rápido?

Ambos se rieron.

— No te sientas obligado, ¿ok? ¡Y tampoco la fuerces a ella! Si no se sienten listos, ya habrá otra oportunidad. ¡Hay un montón de planetas allá afuera en los que podemos organizar una salida. ¿Dale?

— ¡Dale! — Había verdadero entusiasmo en su voz. Ya se le había contagiado.

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