RAÚL


Hubo un tiempo, cuando Raúl aún vivía con su familia, que una zona de Perú pasó por una breve etapa de racionamiento de electricidad. Esto recordaba el Jefe de Ingeniería cuando había tenido que decidir qué sistemas apagar para conseguir la energía suficiente para poder mover la nave hasta el lugar de extracción.

Finalmente había cortado el soporte vital, por estar en una atmósfera respirable, las luces del ochenta por ciento de los corredores y de todas las habitaciones y todo lo referente a sistemas tácticos (armas, sensores y demás).

Así, la Libertad voló penosamente hasta las afueras de la ciudad. Fueron recibidos con suspiros de asombro y muestras de afecto y respeto. No como dioses, aunque tampoco como iguales, lo cual le hizo sentir un poco incómodo.

Una vez que pudo librarse de la multitud, buscó a los miembros de la expedición que se les habían adelantado. Le informaron su ubicación y hacia allí se dirigió.

Escuchó la voz de Tomás antes de verlo. Parecía enojado:

—... ¡Y no creas que no me importa!

¿Qué estaba sucediendo allí? Sabía que estaba mal hacer lo que estaba haciendo, pero se quedó escuchando detrás de la esquina.

—... ¡Es una decisión muy difícil, pero no me queda otra opción! ¿Entendido?

— ¡Entendido, Señor!

Alcanzó a ver a Enrique, alejándose furioso. Y luego escuchó claro como si estuviera a su lado cuando Tomás le dijo a Culbert:

— Benjamin... Esto va a ser para problemas. ¡Vigilalo, por favor!

Y aquello no le gustó nada. Nunca le habían agradado demasiado las fuerzas de seguridad. Ni en la Tierra, ni en el cielo.

Ahí nomás, sin saber siquiera qué estaba sucediendo, pero basado en la actitud que había visto en Tomás, decidió que primero escucharía la versión de los hechos de Enrique.

Cuando se encontró con Enrique no pudo creer lo que éste le contaba. Era verdad que no se le ocurría qué habría hecho de estar en el lugar de Tomás, pero estaba seguro de que nunca miraría hacia otro lado mientras los Gorems eran explotados, asesinados y devorados bajo la mirada condescendiente de sus amos Gaudiros.

— ¡Tengo una idea, Quique! Aunque no sé si te gustará.

— Cualquier cosa que se te ocurra me va a gustar más que no hacer nada en absoluto, chabón.

—Entonces déjame hablarte de lo que acabo de bautizar como "La iniciativa Tobermory".

Y mientras le contaba su plan, deseaba que con esto pudiera enmendar aunque fuera una mínima fracción del daño que había causado durante la epidemia en Olimpo.

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