PUENTE DE MANDO


Durante el trayecto, Tomás había dejado de lado su papel de diplomático, para oficiar de anfitrión o más bien de guía turístico. "Por aquí se va al hospital de a bordo. En este hangar montaremos un cine. Por allí se va hacia nuestro buffet". Le cambió la voz al oírse hablar tan naturalmente del buffet. ¿Cómo estaría Florencia? ¡No veía la hora de poder terminar con aquellas negociaciones, para volver a verla!

Todos aquellos a quienes se habían cruzado en los pasillos se habían quedado petrificados al ver a la unidad ambulante de Zatche. Más que un androide, daba la sensación de ser la mitológica Medusa.

Lo mismo sucedió al llegar al puente. Raúl no alcanzaba a entender qué pretendía hacer Tomás con aquella actitud tan extraña, pero eligió confiar en él.

— Esta es la consola de control. Desde aquí, Noelia estudia la posición de las estrellas y otros cuerpos celestes, para aprovechar las corrientes gravitacionales. También traza los planes de vuelo y ejecuta las mejores maniobras que puedan imaginar.

Noelia se sonrojó. Siempre había sido sensible a los elogios. Sobre todo porque en su vida anterior pocas personas habían sido amables con ella.

— Aquí tenemos los sensores externos. Gonzalo no habla mucho, pero si perdiste una aguja en medio de un cinturón de asteroides, él la va a encontrar. ¿No es así, Gonza?

El tímido joven apenas asintió. También estaba desacostumbrado a los halagos.

— Bueno, esta de aquí es la silla de mando. En mi ausencia la ocupa el Señor Culbert, quien ahora regresará a su estación.

Benjamin captó un cierto matiz en la voz de su nuevo Capitán. Aquella era una orden encubierta. Tomás se traía algo entre manos. Obedeció de inmediato.

Aquí la consola de Ingeniería, donde Raúl trabaja cuando no está en la sala de motores. ¡Raúl, por favor, volvé a tu puesto y contame cómo van las reparaciones.

— ¿Reparaciones? — Preguntó Zatche.

— ¡Sí! ¡Por el ataque que sufrieron defendiendo a mi Cápsula! — Proclamó Sgalf, pero Tomás lo hizo callar con un gesto.

— No entiendo el punto de todo esto, Capitán. Pero ya que estamos aquí, ¿Qué es lo que hace aquella consola? ¿La del señor Culbert?

Tomás sonrió. Una sonrisa de loco enajenado.

— ¡Me alegro mucho que pregunte! ¡Vamos a mostrarle! —Caminaron hasta rodear a Culbert. Tomás y Sgalf por la derecha, Zatche por la izquierda.— Esta es la consola táctica. Desde aquí, el señor Culbert controla todo nuestro arsenal bélico. ¡Déjeme mostrarle! ¡Señor Culbert! ¡Prepare una bomba planetaria! ¡Apunte a Jiop y dispare!

— ¿Señor?

— Lo que oíste. Argarios y Eghar se están peleando por ese planeta. Y para peor, tenemos a un Eghar fugitivo en busca de venganza. Adiós planeta, adiós pelea. Y podemos enfocarnos en capturar a Deragh.

Sgalf protestó.

— ¡Nos está condenando a la extinción! ¿Está loco?

Zatche coincidió.

— ¡Su forma de actuar es errática, extremista e irracional! ¿Destruir todo un mundo para poder enfocarse en atrapar al hermano de nuestro explorador? ¡Nosotros le ayudaremos a atraparlo, si nos cede el control de Jiop!

Tomás sonrió con malicia.

— ¿Así que el tal Deragh por quien preguntábamos era el hermano vengativo de su explorador muerto?

La máquina, inexpresiva por fuera, pero con una notoria agitación en su voz, respondió:

— ¡Lo supe cuando lo nombraron! ¡No antes! ¿Podemos enfocarnos en no lanzar su bomba sobre Jiop?

Tomás indicó por señas a Culbert que interrumpiera el lanzamiento.

— ¿Promete en nombre de los Eghar cooperar pacíficamente con los Argarios en la explotación de los recursos y esfuerzos de colonización de Jiop?

El cuerpo artificial de Zatche permaneció inmóvil, como cuando había analizado la información sobre Deragh. Seguramente estaba consultando con sus superiores. Finalmente habló:

— ¿Qué tiene en mente?

Sgalf torció su cabeza, intrigado. El destino de su pueblo se estaba decidiendo allí.

— Dejen a los Argarios habitar Jiop. Nosotros nos encargaremos de evacuar su mundo. Ellos extraerán los recursos que ustedes necesiten. A cambio, ustedes les darán conocimiento: sobre minería, tecnología y eventualmente tácticas militares, para poder defenderse en caso de un ataque de la Hegemonía Bd'aal. Ustedes ganan los recursos de Jiop. Ellos ganan la supervivencia de su especie. Nosotros, la satisfacción de haberlos ayudado. Y su amistad, desde luego.

Sgalf pareció estar de acuerdo con el trato. Zatche, por su parte, era imposible saberlo. El cuerpo permanecía allí, inerte, mientras su mente debatía las implicancias del trato con sus superiores.

— Aceptamos la propuesta, Capitán Rivera.

—¡Me alegra muchísimo escuchar eso, señor Zatche! — Su cara era realmente una alegoría de la felicidad. Extendió el brazo, en señal de amistad.

Zatche le estrechó la mano.

Sgalf envolvió las manos de ambos con dos de sus lenguas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top