NOELIA
Los motores de la nave, como todo en este universo, tenían un límite. Y en términos de velocidad, se hacía muy difícil mantener la marca de diez años luz por hora por más de diez minutos. Esperaba la comunicación de la Sala de Motores para desacelerar un poco. Y aquella comunicación llegó. Se lo comunicó a Raúl, quien en ese momento estaba a cargo del puente.
— Raulo, me dicen de Motores que ya estamos en el tiempo límite de aceleración máxima. Si seguimos así podemos freír los motores.
— Comprendido. Baja la velocidad a seis sobre diez durante un cuarto de hora, para darle un descanso a las máquinas, pero a la vez seguir alejándonos. Luego acelera a nueve sobre diez, si en la Sala de Motores te dan el visto bueno.
La timonel se quedó mirándolo, confundida por aquel tono tan... técnico y formal. Hacía ya varias semanas que Raúl se mostraba distante con ella, pero nunca tanto como en aquel momento. Y hacía tiempo que quería hablarle, pero cada vez que lo intentaba, su antiguo amigo estaba en servicio y no deseaba ser interrumpido. ¿Había sido culpa suya? ¿Sería que finalmente había sucedido lo que solía pasar con sus amigos varones y se había confundido? Ella lo veía como a un hermano mayor, pero... ¿Y él? ¿Cómo la percibía a ella?
Tras bajar la velocidad y hacer las correcciones de rumbo pertinentes, giró su silla. Su intención era preguntarle allí mismo, frente a todos, qué le estaba pasando.
— Raulo, escuchame...
El Jefe de Ingeniería la miró con sorpresa. Era evidente que se esperaba que algo así podía suceder y lo temía. Pero lo salvó del knock out emocional la proverbial campana. Las puertas del Puente se abrieron. Tomás y Culbert habían regresado. Raúl aprovechó el relevo para retirarse.
— Perdón, Capitán, pero quiero comprobar de cerca el funcionamiento de los propulsores. Estuvimos exigiéndolos bastante.
"Dale, pensó Noelia, la verdad es que no querés hablar conmigo. ¿O no? ¿Qué te anda pasando, amigo?".
— ¡Noelia! ¡Gonzalo! ¿Alguna señal de los Canéridos?
La había tomado por sorpresa. Se dio cuenta de que había estado guiando la nave por reflejo, mientras su mente no dejaba de pensar en la extraña actitud de Raúl. Por suerte para ella, Gonzalo sí estaba atento y respondió por los dos.
— Todavía nada, Capitán.
— Bien, aseguremonos de que esto siga así.
Tomás estaba por sentarse, cuando Noelia lo llamó con un gesto disimulado. Él se le acercó. Ella le dijo en voz baja:
— Ya sé que no es el mejor momento, pero... ¿Sabés qué le está pasando a Raulo? ¡Hace un rato ya que no me da más bola!
Tomás sonrió. Le puso una mano en el hombro.
— Noe, siempre es buen momento para que hablemos. Que eso nunca te preocupe. Mirá, Raúl está raro con todos, no con vos sola. Yo creo...
— ¡Capitán! — Aquella era la noche de las interrupciones. Esta vez era Enrique. — ¡Estoy captando una especie de eco! ¡Creo que puede ser una nave!
Noelia revisó su pantalla. No se veía nada.
— ¿Estás seguro Quique? — Preguntó. No estaba seguro, pero tampoco podía descartarlo. Volvió a observar su consola de trabajo. Ahora sí.
— ¡Veo algo! — Intentó ajustar la vista. Pasó del infrarrojo al monitoreo de radiación, pasando por las variaciones gravitacionales y hasta realizó mediciones de la Constante de Boltzmann, sin obtener resultados. Se le ocurrió entonces hacer una medición de las moléculas de hidrógeno en los alrededores de la nave y extrapolar la información con los valores gravitacionales de los cuerpos celestes que allí flotaban. Así pudo descubrir que el movimiento de un cúmulo de átomos de hidrógeno no era el esperado. Aquello sólo podía significar que algo los estaba moviendo.
— ¡Capitán! ¡Los veo! Mejor dicho... no los veo, pero... ¡Bueno, hay algo ahí! ¡Justo detrás nuestro!
Gonzalo gritó:
— ¡No los veo! ¿Por qué no los veo!
Tomás intervino:
— ¡Tranquilo, Gonzalo! ¡Noelia! ¿Qué tan cerca están?
— ¡Tres mil Unidades Astronómicas y acercándose! ¡Son muy rápidos! ¡Van a ocho sobre diez!
Culbert dio su análisis.
— A este paso nos alcanzarán antes de que podamos volver a acelerar a máxima potencia.
Noelia giró si asiento para mirar de frente a Tomás.
— Tengo una idea. No te va a gustar, pero tengo una idea.
Y se la explicó.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top