NOELIA
Mantenerse al borde de aquella frontera era algo bastante sencillo. Los que habían puesto las boyas de advertencia habían hecho un buen trabajo. Prácticamente no había manera de atravesar el perímetro por error, comentó Noelia.
Prácticamente.
El primero en notar las boyas faltantes fue Gonzalo.
Segundos más tarde, Enrique captó la transmisión:
"¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda! ¡Somos la astronave señalera Artigas, del pueblo Erefi! ¡Tuvimos un accidente y estamos varados dentro de la zona de exclusión! ¡Nuestros sensores detectaron una nave Canérida a trece años luz de distancia antes de estropearse! ¡Corremos el riesgo de ser detectados! ¡Por favor envíen ayuda!".
Tomás permaneció en silencio, pensativo. ¿Y si el mensaje era una trampa? ¿Y si los que enviaban el mensaje eran estos misteriosos Canéridos? Y por otro lado... ¿Y si no era así? ¿Y si quienes pedían ayuda eran los mismos que se habían tomado el trabajo de señalizar toda aquella zona peligrosa, incluso bajo su propio riesgo? ¿No merecían al menos la oportunidad de un rescate? Quizás lo mejor sería discutirlo con los oficiales mayores. Hasta que se hicieran las elecciones, y para eso no faltaba tanto, quería compartir con ellos la responsabilidad de elegir las acciones a seguir.
Ordenó hacer un alto total y convocó una reunión en su oficina. Cinco minutos más tarde, Culbert, Raúl, Noelia y Enrique se sentaron frente a él.
Tras informar a Culbert de lo sucedido, Tomás hizo la pregunta que todos estaban esperando:
— ¿Y entonces? ¿Qué hacemos?
Culbert era la prudencia y opinó que debían alejarse de allí y hacer caso omiso al mensaje.
Enrique era el deseo impulsivo y consideró que si alguien estaba en peligro era su deber el ayudarlos.
Raúl era el sentido común, pero también la culpa. Su consejo fue mantenerse al margen e intentar ubicar a otra nave de la misma especie que había quedado atrapada para informar de la situación.
Y Noelia era la abnegación. Ella sugirió que sin importar lo que les pudiera suceder, si aquella gente se encontraba en problemas por intentar prevenir a otros de un peligro, lo correcto era devolverles el favor yendo a rescatarlos.
Tomás escuchó a cada uno de sus oficiales superiores. Finalmente dijo:
— Esto es una democracia. Los traje acá buscando llegar a una conclusión. Pero tenemos a dos personas que opinan que hay que alejarse y dos que aconsejan que deberíamos involucrarnos. Esta no es mi decisión. Éste es el resultado de una votación en la que yo tengo la obligación de desempatar. Quiero que esto quede claro.
— Está claro — Dijo Noelia, frunciendo el entrecejo. ¿Qué estaba sucediendo allí? — Pero decinos cuál es tu voto, entonces.
Tomás la miró, algo nervioso. Luego miró a Culbert. Su vista se dirigió entonces a una pequeña ventana, donde la oscuridad del vacío se mostraba interrumpida por varias estrellas. Finalmente respondió.
— Mi voto es el de siempre, Noe. Voto por ayudar al que lo necesita.
La reunión finalizó. Minutos después, la Libertad se adentraba a una zona prohibida de la que no saldría en varios años.
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