ENRIQUE
"¿Por qué no lo pude encontrar yo a ese planeta?", se preguntaba Enrique. No porque deseara haber sido el autor del descubrimiento, sino porque le llamaba la atención. Había escaneado cada frecuencia de radio, transmisiones televisivas, telefónicas, de radar y otras. ¡Y sin embargo allí estaba! Primero lo vio como un distante punto de luz azul. Luego fue creciendo hasta convertirse en un mundo bastante parecido a la Tierra, aunque, claro está, con otros continentes.
Enrique volvió a escanear en busca de algún tipo de señal, pero no halló nada. Gonzalo le dio la respuesta:
— Hay dos masas continentales. Una de ellas habitada por una civilización, la otra aparentemente en estado salvaje. Ambos continentes están separados por un pequeño océano, pero en el interior de las masas terrestres el agua es muy escasa. ¡Casi todo el planeta es un desierto! Las zonas habitadas son principalmente costeras. Por lo que puedo concluir, según las lecturas de su atmósfera, estamos ante un pueblo en plena época de desarrollo industrial.
— ¿Desarrollo industrial? — Preguntó Enrique. — ¿Qué querés decir con eso?
Tomás fue quien respondió:
— Algo así como Europa durante los siglos XVIII y XIX. — Se quedó pensando en algo. Luego agregó — Según lo que he visto en varias series, no es buena idea interferir o interactuar con una especie así. Podríamos alterar su desarrollo natural.
— ¿ Y dónde están los yacimientos de Deuterio? Si están en el continente deshabitado, nunca se van a enterar.
— Malas noticias. — Informó Gonzalo. — Están en las afueras de una de las zonas más pobladas del continente civilizado.
— Capitán, me temo que no tenemos otra opción. — Dijo Culbert. — Tendremos que hacer contacto con esta gente y pedirles que nos vendan el deuterio.
Tomás no respondió. Estaba evaluando lo que debían hacer. Sus pensamientos lo llevaron, por mero azar, a fijar su vista en alguna dirección. Que resultó ser la dirección en la que estaba ubicada la consola de Comunicaciones. Enrique interpretó aquello como que le estaba pidiendo su opinión. Así que opinó:
— ¿Dónde decía que era mala idea hablar con especies menos desarrolladas? ¿En una serie? Bueno, habrá sido una buena idea para escribir capítulos. Pero esto no es una serie, ni una película. Y tampoco somos mala gente. Así que no veo por qué no podemos ir y pedirles si nos pueden dar una tacita de azúcar. Después de todo, podemos darles algo a cambio, ¿O no?
Tomás levantó sus cejas, sorprendido. Se levantó y caminó hacia él.
— ¡Tenés razón, Quique! ¡Vamos a ir como amigos, no como conquistadores! Si hacemos las cosas con buena leche nada puede salir mal. ¿No les parece?
Enrique, Noelia, Raúl y Gonzalo asintieron. Culbert se mantuvo escéptico.
Tomás le palmeó la espalda y ordenó a Noelia acercarse de a poco a la ciudad cercana a los yacimientos de deuterio. Enrique sonrió mientras pensaba: "¡Qué contenta que se va a poner Valeria cuando le cuente!".
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