ENRIQUE


 Había dejado atrás los pasillos repletos de gente confundida y el claro en el que la nave había aterrizado. Había evitado manadas de tripulantes enloquecidos, buscando alguien a quien asaltar. Había encontrado hombres y mujeres que no podían hilar las palabras necesarias para ayudarlo en su búsqueda. Y también había dejado atrás el paralizante miedo que solía paralizarlo, gracias a dos pensamientos: que Valeria aún estaba allí, en el ojo de aquel huracán de violenta locura y que así debió sentirse Tomás durante su exilio en la cárcel del Conglomerado. Y al igual que su amigo y Capitán, esta experiencia lo estaba haciendo dejar atrás una parte importante de su ser. Aquella que nunca había estado verdaderamente en contacto con el peligro directo.

Ocultándose entre arbustos y follajes. Espiando desde depresiones del terreno. Avanzando de a un paso, sin hacer ruido. Sentía la adrenalina helando sus entrañas, poniéndolo en un estado de alerta como ninguna droga ni bebida energética lo había hecho jamás. No temblaba. No titubeaba. No se apartaba de su objetivo.

Sintió un ruido cerca suyo. Como un gato, se sobresaltó. Sus ojos buscaron con frenesí aquí y allí. Alla y aquí. Y entonces distinguió algo. Parecía ser un cordón de zapatilla, sobresaliendo de una pila de ramas emplumadas. Las ramas se movían, temblando. Se acercó, curioso, pero prudente. Alguien se había ocultado, haciendo una especie de nido o refugio con lo que tenía a mano.

— ¡No tengas miedo! — Susurró. — ¡Y no grites! No voy a lastimarte. Quiero ayudarte.

Corrió las ramas. Una chica estaba tirada en el suelo, temblando en posición fetal. La reconoció por su ropa. Era Florencia.

—¡Tranquila, Flor! ¡Vamos, que no hay nadie cerca! — Extendió la mano para ayudarla a levantarse, pero ella no se movió, así que tuvo que ayudarla a incorporarse. Cuando ya estuvo de pie, Enrique le preguntó: — ¿Y Valeria? ¿Y Noelia? ¿Viste para dónde se fueron?

Ella no respondió. Miraba para todos lados, con una expresión ausente en su rostro. Era inútil volver a preguntar. Y necesitaba seguir buscando a Valeria. Pero no podía dejar en aquel estado a Florencia. Y supo apenas lo pensó que tampoco iba a ser seguro continuar buscando con ella a su lado. Parecía estar demasiado asustada como para lograr sobrevivir. Tenía dos opciones: acompañarla a la nave, lo que representaba recorrer un camino peligroso, pero breve, o abandonarla allí y continuar con su búsqueda.

Volvió a mirar a Florencia. Luego al horizonte que tenía frente a él.

"Espero que algún día me lo pueda perdonar", pensó, al tomar su decisión.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top