CAZ

A pesar de todo, del atentado, de los muertos, de haberse quedado varados hasta reparar los daños más severos, del mal humor general ante las adversidades y también de los inesperados hechos de solidaridad que las mismas generan, a pesar del miedo y a la vez la valentía que las tragedias hacen surgir en las personas, a pesar de agradecer por haber sobrevivido y también sentir culpa ante la propia supervivencia, a pesar de todo lo vivido tras lo que ya se empezaba a conocer como "El choque de Deragh", Caz seguía sintiendo rencor por las mentiras que Culbert le había dicho.

Lo que le carcomía la existencia, mientras había permanecido en silencio, junto a la camilla, durante los dos días que Culbert estuvo inconsciente, era el motivo para mentirle. La sociedad Graahrknut casi no mentía, con la notable excepción de la Gente del Lago de Sangre, una nación que Caz nunca había visitado, que creían que la Grraknknck, la Verdad No Real, era una más de las estrategias de caza a utilizar.

Pero la gente de Caz era enemiga de la Gente del Lago de Sangre. Él había crecido despreciando a los mentirosos. Y ahora descubría que el Dueño de su Vida, ni más ni menos, lo había estado engañando.

Y así, el Graahrknut se encontró ante una disyuntiva. Por un lado, sus deseos de abandonar la nave humana habían quedado atrás. Florencia había hallado sabiduría en el arte culinario, al conseguir carne con alma sin tener que sacrificar al portador de dicha alma. Por el otro, si bien su cultura le decía que estaba unido a Culbert hasta que alguno de los dos muriese, lo cierto es que haría lo imposible por romper aquel vínculo que ahora sentía contaminado.

Lo vio despertar, y con eso le alcanzó. Se había alegrado por el hecho de que su amigo sobreviviese. También se había decepcionado, ya que la supervivencia del mentiroso significaba para él prolongar aquella relación que los unía.

Aquella noche les tocó compartir habitación. Sus horarios de descanso habían coincidido. Culbert intentó establecer un diálogo un par de veces, pero Caz apenas respondió entre dientes. Finalmente supo cómo encarar aquella situación.

— Bufanda-de-Intestinos, dime, ¿Qué es eso que ustedes llaman "honorrr"?

Culbert se tocó la cabeza. Le dolía aún. Tomó aire antes de hablar. Finalmente respondió:

— El honor es un concepto humano. No es fácil de explicar, porque no siempre significa lo mismo. Para mí, por ejemplo, es un honor servir en esta nave. Pero honor también es un sentido del deber. Es sentir tan fuerte la necesidad de proteger a los demás incluso con más fuerza de la protegerse a uno mismo. El honor es lo que lleva a los guerreros a luchar las guerras, y a los pacifistas a impedirlas o teeminarlas.

Caz gruñó. Luego preguntó:

— ¿Dirrrías que el tal Batman tiene un sentido del honorrr?

— ¡Sí, sí! ¡Yo diría que sí!

El oído del Graahrknut estaba preparado para distinguir las más leves pisadas de una presa oculta a varios metros de distancia. Nada le costó identificar la inflexión en la voz del humano cuando le mentía.

— ¿Dirrrías que Han Solo, James Kirrrk y Hattorrri Hanzo son hombrrres de honorrr?

— Sin lugar a dudas, Caz. — Respondió evasivamente. Se frotó la sien con rapidez. Otra vez podía oír la mentira en su voz. Era el momento de atacar.

— ¿Y dirrrías que son gente de honorrr... a pesarrr de serrr perrrsonajes ficticios?

— ¡Por supuesto! ¡En especial porque...

Y su sangre se llenó de escarcha. Los ojos de Culbert y su compañero de cuarto se cruzaron. Unos desbordaban de miedo. Los otros, de furia. Y sin embargo, a pesar de su enojo, sentía aquella satisfacción que su especie sentía cuando se logra atrapar a un contrincante en una cacería verbal.

— ¿Crrreíste que soy estúpido? ¿Una pobrrre bestia inculta que sólo desea conseguir víscerrras parrra adorrrnarrr sus rrropas? — Culbert empezó a responder. Cazador-de-Presas-Ágiles no lo dejó. — ¡Desde que llegué a esta nave no he hecho más que intentarrr conocerrr mejorrr a los tuyos, como especie! ¡He estudiado su historrria, sus costumbrrres y sus forrrmas de pensarrr! ¡Me he esforrrzado mucho en intentarrr comprrrender qué significa serrr un humano! ¿Y parrra qué? ¿Parrra que tú, mi herrrmano de vida, me trrrate así? ¿Acaso alguna vez tuviste un mínimo deseo de comprrrenderme? ¿De entenderrr cómo pensamos los Graahrknut? ¿De averrriguarrr si soy o no soy la amenaza que crrrees verrr en mí? — Culbert no respondió. Bajó la cabeza, apenado. Cazador-de-Presas-Ágiles volvió al ataque. — ¿Qué pensabas? ¿Que al descubrrrirrr que los humanos no errran los prrrodigios que yo crrreía verrr me dedicarrría a cazarrr a cada trrripulante de esta nave y volverrría a mi mundo parrra convencerrrlos de invadirrr la Tierrra? — Al no responder, Culbert le estaba confirmando que en efecto ese había sido su temor. — ¡Qué poco me conoces, Benjamin Culberrrt! — Su nombre humano en los labios del Graahrknut le sonó a una cachetada, y le dolió aún más. — ¡Nunca harrría algo así! ¿Sabes porrr qué? ¡Porrr dos motivos! ¡El prrrimerrro, que aprrrendí a amarrr a los tuyos! ¡Y no grrrracias a tí, desde luego! ¡Y el segundo... — Se le acercó, hasta que sus fauces quedaron a escasos centímetros del rostro de su compañero de cuarto. — El segundo es porrrque los Graahrknut tenemos honorrr, Benjamin Culbert.

Y dicho esto, abandonó la habitación que hasta aquel momento habían compartido. Le pediría al Capitán que lo reasignara.

La cacería había salido tal y como la esperaba.

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