¦ XXIII ¦ El Pingüino de la Vergüenza Suprema ¦

| Música de Multimeda: Freaks - Surf Curse |

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"El fútbol es el único amor que no decepciona."

Eric Cantona—.

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. . .

Tristán


—¿Tristán, estás bien? —La voz de Jaiden sonaba lejana, como si viniera desde un túnel interminable de mi propia vergüenza.

Yo seguía allí, hundido tras mis brazos cruzados sobre la mesa del consejo estudiantil. Sentía que Kira me miraba de reojo, y cada vez que lo hacía, el calor en mi cara aumentaba como si me hubieran metido en un horno. Seguro pensaba que soy el mayor idiota de la Academia. ¿Ya aclaré que estaba rojo de la pena? Creo que sí.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Jaiden, dándome un golpecito en el hombro.

—Amm... es complicado.

—Te ves más derrotado que yo cuando pierden mi Trópico —añadió con tono dramático, obviamente buscando molestarme.

—No solo tienes pésimos gustos en el amor, también en el deporte —repliqué sin levantar la cabeza. Giré lo justo para que pudiera ver el rubor en mi cara—. ¿Cómo sigues siendo fanático del Trópico?

—No cambies de tema, Yadiel —insistió, rodando los ojos con exageración—. Yo soy un romántico empedernido con buen ojo para las mujeres y, por supuesto, trópical de corazón.

—Ya, claro, el casanova que nunca logra cerrar el trato —murmuré. Eso logró arrancarme una pequeña sonrisa; su expresión ofendida valía la pena.

—¿Qué dijiste? —preguntó, entrecerrando los ojos.

—Nada, nada —mentí, apoyando de nuevo la frente en mis brazos. Suspiré—. ¿Alguna vez has sentido que hiciste algo malo, aunque la otra persona no lo sepa?

Jaiden me miró fijamente, como si intentara descifrar un acertijo imposible.

—¿Qué hiciste ahora?

—Creo que... hice algo malo.

Su expresión cambió a una mezcla de incredulidad y preocupación, como si acabara de confesar que robé una obra de arte de la galería de la escuela. Quizás eso le hubiera molestado más a Kira... ¿si lo hiciera olvidaría la escena subida de tono que ofrecí?

—No... —dijo lentamente, como si temiera mi respuesta.

—Sí.

—Pero, ¿cómo?

Suspiré, me levanté y tiré de él hacia fuera de la sala. La Presidenta, Kira y Karen nos miraron con curiosidad, pero yo murmuré una disculpa rápida antes de desaparecer por la puerta.


. . .


Nos sentamos en una banca de acre, lejos del bullicio. Jaiden cruzó los brazos y me miró con una ceja alzada.

—Dime que no lo hiciste —insistió.

—¿Caer ante Beth? —admití con una sonrisa nerviosa—. Digamos que fui... atacado.

—¡Por favor! —exclamó, llevándose las manos al rostro—. ¿Qué parte de olvídala fue tan difícil de entender?

—¡No fue intencional! —me defendí, levantando las manos.

—¿Qué fue esta vez? ¿Se tropezó y aterrizó en tus brazos?

—¡No! —mentí, aunque su tono sarcástico me arrancó una pequeña risa—. Solo estábamos teniendo una plática de pasillo, y de pronto se acercó más de la cuenta, me miró con esos ojos... una cosa llevó a la otra... y...

—Y tú caíste como siempre —terminó, soltando un suspiro teatral—. Tristán, amigo, ¿por qué no aprendes? Beth tiene un máster en desarmarte. Es como si fueras un castillo de arena y ella, el maldito océano.

Me reí, pero todavía sentía el peso del rubor en mi cara. Al menos, hasta que Jaiden me miró de nuevo con esa sonrisa traviesa que siempre traía problemas.

—¿Qué pasa? —pregunté, desconfiando.

—Nada, es que no puedo dejar de pensar en cómo te imagino entrando al consejo, todo derrotado, con el aura de un exiliado. —Llevó el dorsal de su mano directamente a su frente, dramatizando sus palabras y acciones—. "Deshonra, desgracia, en su cara se ve la maldad".

—¡Jaiden! —exclamé, golpeándole el hombro mientras él se reía a carcajadas.

—¡Es la verdad! —dijo, levantando las manos como si se defendiera—. Aunque, claro, tu versión de la maldad es tropezarte con tus propias emociones.

—Tonto... —mascullé, aunque no pude evitar sonreír.

—Ya, en serio. ¿Qué pasa?

Suspiré y desvié la mirada.

—¿Crees que Kira sabe lo de Beth?

—¿Por qué lo dices?

—Porque siento que me mira raro. Como si supiera algo. —volví a mentir, esperando que pinocchio no hiciera una magistral aparición en mis genes.

Jaiden evitó mi mirada y se rascó la nuca, lo cual no auguraba nada bueno.

—¿Jaiden? —pregunté, estrechando los ojos.

—Bueno... tal vez le mencioné algo a Chuleta —admitió, alzando las manos en un gesto de rendición—. ¡Pero solo un poco!

—¡¿Qué hiciste?! —exclamé, llevándome las manos al cabello—. ¡Claro! Decidiste usarme para llevarte bien con ella de nueva cuenta.

—Nada grave, lo juro. —se intentó excusar, juntando sus índices y aplanando sus labios—. Solo le dije que habías tenido "complicaciones" con Beth. Abi sacó sus propias conclusiones cuando te vio cómo te llevabas con Cecina y Beth... y ya sabes cómo es ella. —Hizo otra pausa y negó—. ¡Claro que no! Jamás te usará... sin tu permiso.

—¡Jaiden! —Me dejé caer contra el respaldo de la banca, cubriéndome la cara con las manos—. ¡Por eso Kira me ve raro! Seguro piensa que soy un desastre.

—Bueno, técnicamente no está tan equivocada —dijo, encogiéndose de hombros.

Le lancé una mirada asesina, pero él solo se encogió de hombros con esa sonrisa que siempre parecía salirse con la suya.

—Vamos, no te pongas así. Seguro Kira lo entiende. Además, ¿qué importa lo que piense? ¡Es solo una compañera! —dijo, tratando de sonar convincente.

—¿No que hacíamos buena pareja? —repliqué, cruzándome de brazos.

—Eso era antes de que te pusieras paranoico —bromeó, riéndose entre dientes.

Pese a mi vergüenza, una risa involuntaria escapó de mis labios. A veces odiaba lo fácil que era Jaiden para hacerme olvidar mis problemas... aunque fuera por un rato.

—Lo pensaré —murmuré finalmente.

—Eso es un comienzo, supongo. —Jaiden me dio una palmada en el hombro y se puso de pie—. Anda, volvamos antes de que Chuleta decida ponernos un nombre sádico o gótico como los que les gusta.

—Un poco estereotipado de tu parte.

—Detalles.

Regresamos al consejo, aunque una parte de mí seguía pensando en Beth... y otra, en Kira. Tal vez Jaiden tenía razón; tal vez ya era hora de cambiar de melodía.

. . .


Kira


—¿Pingüinos? —repitió Tristán, ladeando la cabeza mientras me observaba con una mezcla de confusión y diversión. Su humor parecía haberse estabilizado tras su charla con Jaiden, aunque todavía parecía estar procesando lo que acababa de escuchar. Asentí con entusiasmo, ignorando cualquier señal de escepticismo.

—Sí, pingüinos —aseguré, tomando un plumón y acercándome al pizarrón. Dibujé un boceto rápido de un pingüino sonriente, aunque con la prisa y poco detalle parecía más un pollo en smoking.

—¿Propones que seamos los pingüinos? —preguntó nuevamente, esta vez con un tono que denotaba incredulidad.

—Exactamente. —Me giré hacia ellos, lista para defender mi idea—. Investigué sobre equipos deportivos en Europa y estadísticamente, tener un animal diferente como mascota aumenta la popularidad. Además, el nombre tiene... ¿cómo dicen aquí? —Chasqueé los dedos una y otra vez intentando buscar un símil—. Ah, sí, "gacho".

Jaiden soltó una carcajada desde su rincón, donde estaba recargado contra la pared como si fuera el rey del drama.

—Me gusta cómo piensa la rubia —dijo, levantando una mano como si estuviera aprobando un decreto—. Pero si vamos a ser pingüinos, que sea con estilo. Nada de pingüinos comunes.

—¿Estilo? —pregunté, arqueando una ceja.

—Sí, estilo. Clase. —Jaiden se incorporó y caminó hacia el pizarrón con esa seguridad tan suya que parecía diseñada para causar caos—. ¡Seremos los Reales Pingüinos!

Hubo un momento de silencio.

—¿Reales? —Tristán lo miró con una mezcla de lástima y diversión.

—Claro, Yadiel. Los pingüinos somos nobles por naturaleza. ¿No viste Happy Feet? —Jaiden sonrió como si acabara de dar la lección más importante del día.

—Claro, Ramón —respondió Tristán, sacudiendo la cabeza con una referencia a la película—. Con lógica así, mejor dedícate a la poesía

Chuleta soltó una risa escandalosa desde la mesa.

—Espera, espera... ¿pingüinos reales? ¡Esto se pone bueno!

—Oh no, ahora Carmen está de su lado —Tristán se llevó las manos a la cabeza.

—Pero sigamos subiendo la apuesta —dijo, ignorando la referencia, con esa chispa en los ojos que siempre indicaba que estaba a punto de convertir algo absurdo en una obra maestra del caos—. ¿Qué tal "Pingüinos Mafiosos"?

—¿Mafiosos? —pregunté, incapaz de seguirles el ritmo.

—¡Exacto! —Jaiden golpeó la mesa con el plumón, señalándome dramáticamente—. Soy italiano. Todo el mundo aquí ya cree que mi familia es parte de la mafia, ¿cierto?

—Y también creen que eres un fuckboy, —añadió Yadiel, con una sonrisa de lado—, así que no sé qué reputación es peor

—¡Por eso es perfecto! —Alessandro ignoró el comentario y comenzó a dibujar en el pizarrón, añadiendo un sombrero de ala ancha con una extraña forma de corona y un puro al pingüino. Ahora parecía un gánster con plumas—. ¡Los Reales Pingüinos Mafiosos serán temidos en esta Academia!

—Esto es ridículo —murmuró Tristán, pero no pude evitar notar la pequeña sonrisa que luchaba por ocultar.

—Ridículo, sí. —Jaiden lo señaló con el plumón como si lo desafiara a contradecirlo—. Pero también memorable.

—No sé si esto es una broma o una genialidad —dije, mirando el dibujo, que ahora parecía sacado de una caricatura antigua. Estaba segura de poder realizar el dibujo.

—Es ambas —declaró Karen, levantándose para inspeccionar el pizarrón más de cerca—. Además, imaginen el logo. Un pingüino con un puro, un traje y tal vez una pistola de agua. Nadie olvidará a los Reales Pingüinos Mafiosos.

—RPM. —Jaiden escribió las iniciales bajo el dibujo con una caligrafía que parecía más elegante de lo necesario—. AFC

—¿RPM AFC? —pregunté.

—Sí. Reales Pingüinos Mafiosos. Suena poderoso y es un buen acrónimo, ¿no? —Jaiden sonrió, evidentemente orgulloso de su invención.

—¿Y AFC? —Tristán lo miró con una ceja alzada.

Atletic Futbol Club—respondió Jaiden, inflando el pecho como si acabara de crear el concepto del compañerismo—. Pero también podría significar Asociación de Fanáticos de Chuleta.

Cecilia le lanzó una bolita de papel, que Jaiden esquivó inclinándose dramáticamente.

—¿Y lo de "reales"? —pregunté, tratando de regresar a algo que sonara remotamente lógico—. ¿Cuál es tu explicación?

—Ah, eso tiene solución —respondió Jaiden, encogiéndose de hombros—. Solo necesitamos la bendición de alguien de la realeza, todos los equipos con "Real" tienen la bendición de un rey en su tiempo. Una bonita tradición pambolera.

Todos nos quedamos mirándolo.

—¿La realeza? —repitió Tristán, cruzándose de brazos—. Por favor, dime que no estás pensando en escribirle al rey de Inglaterra.

—¡Claro que no! —Jaiden puso los ojos en blanco, seguido chasqueó los dedos—. Pero tenemos a nuestra propia realeza aquí mismo.

De pronto, todas las miradas se posaron en mí.

—¿Qué? —pregunté, sintiéndome como si estuviera bajo un reflector.

—Tu hermana —dijo Tristán, señalándome con una leve sonrisa—. La Reina del Hielo.

Suspiré, recordando el infame baile de bienvenida donde mi hermana había ganado ese título por su impecable vestido, comportamiento y su mirada gélida.

—No puedo creer que estén pensando en esto en serio... —murmuré, aunque sabía que mi protesta no serviría de nada.

—Es perfecto —dijo Jaiden, sonriendo como si ya hubiera resuelto todos los problemas del equipo—. RPM AFC, bendecidos por la Reina del Hielo.

Me llevé una mano a la frente, preguntándome en qué clase de caos me había metido. Este festival deportivo sería una locura.


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