¦ XIII ¦ El Abrazo de una Madre ¦
| Música de Multimedia: Yo Te Esperaba - Alejandra Guzmán [Primera Fila - En Vivo] |
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"El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás el perdón".
Honore de Balzac—.
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Después de que mi hora de comida terminara y aprendiera ciertas cosas acerca de Chiflaculos, Alessandro tomó sus cosas y se dirigió a su casa a sabiendas que tenía que comenzar con sus tareas; yo terminé algunos deberes con mucho trabajo y seguí con mi trabajo, atendiendo las mesas y comensales de Campo Paraíso.
Como era de esperarse, la noche cayó lentamente, trayendo una paz reinante en la plaza central, las farolas antiguas se encendieron, dando paso a los músicos nocturnos que regalaban su talento a las parejas y demás personas que se atrevían a mirar el espectáculo nocturno de la fuente.
Y ahí estaba yo, limpiando la última mesa del exterior, observando a unos bailarines callejeros de hip-hop mientras conversaba con la Sra. Ackerman sobre cómo había estado el flujo en la cafetería.
—El primer día de regreso de las vacaciones ha estado algo movido —declaré, colocando tazas sobre una charola para limpiar las manchas de café—. No pensé que después de la remodelación viniera mucha gente.
—Eso estaba contemplado, Yadiel —dijo la dueña de la cafetería con calma mientras sonreía con sus ojos—. Después del enorme y precioso mural que pintaron tus compañeros de la Academia era más que seguro que vendrían. Te lo agradezco mucho.
—¡No me lo agradezca, Sra. Ackerman! —exclamé, rascándome la nuca y sonriendo nervioso—. Ustedes han hecho mucho por mi familia desde que perdimos a mamá y nos mudamos de Steavive. —Alcé la mirada hacia el cielo, algo que amaba de Ment Valley era que el cielo estaba tan limpio que las estrellas se podían observar con claridad. Era una tierra de ensueño—. Ustedes nos ayudaron demasiado.
—No digas eso, Yadiel —interrumpió Mara, acercándose y abrazándome por la espalda como si fuera su hermano menor—. No podíamos abandonar a la familia de la tía Mabel en su nuevo comienzo.
Dejé el trapo y cerré los ojos, embriagándome de la fragancia de Mara, ella tenía el mismo perfume que mamá Mabel. Era verdad, los Ackerman eran parte lejana de mi familia, nos cobijaron y ayudaron a explotar nuestros talentos, dándonos una mano junto a la familia de mi prima Casey, los Meza.
La Sra. Ackerman se acercó y se unió al abrazo, haciéndome sentir la calidez de los brazos de mi madre. Ella estaría en el océano del más allá sonriendo, viendome seguir creciendo como ella quería.
Eran casi las ocho de la noche, Mara y la Sra. Ackerman se habían ido a descansar a su casa después de cerrar por completo Campo Paraíso; yo me encontraba sentado en la fuente, esperando.
En este tiempo a solas, siempre me gustaba ver el cielo, imaginar que todo aquel lugar era un enorme océano donde mamá Mabel estaba surfeando con nuestros antepasados; ella era una increíble surfista, cosa que me fue inculcada y que épicamente fallaba en sus lecciones.
Pero había algo que seguía amando aún después de todo. El mar.
La tranquilidad del agua y el sonido del choque contra la costa era algo que me recordaba a ella, que me hacía imaginar que algún día nos volveríamos a reunir.
—¡Pececito!
Bajé la cabeza y vi una silueta a lo lejos, yo sonreí automáticamente al verla ahí, a lo lejos, abriendo sus brazos mientras dejaba caer su bolso. Sin pensarlo y como niño pequeño, me incorporé, acomodé mi estuche y corrí hacia sus brazos mientras los restantes de la plaza me observaban.
Poco a poco, la luz iluminaba su traje gris con blanco, su camisa estaba desatada y se iluminaba su cansado rostro y a los pocos metros, justo antes de que nuestros cuerpos chocaran y se fundieran en un cálido abrazo familiar, la vi.
Vi el rostro de mi mamá Leah.
Cerré los ojos cuando sus brazos me rodearon y mis oídos escucharon su corazón, mamá Leah había vuelto de su viaje de negocios y se quedaría por un largo tiempo.
Después de casi media hora en la que nos permitimos ser cursis y que todo mundo nos viera intercambiar muestras de cariño madre-hijo y después de entregarle la tarjeta que la Srita. de la Vega me había entregado, ahora nos encontrábamos sentados afuera de un restaurante de comida japonesa, riendo y contando anécdotas que nos habían pasado.
—Cuéntame más sobre esa chica, pececito —ordenó mamá Leah, deshaciendo el nudo de su corbata y quitándosela, soltó un ligero jadeo ante la libertad—. No sé por qué tienen el afán de que use corbata para los vuelos.
—¿Presentación? —dudé, tomando con los palillos uno de mis rollos—. ¡Esto está riquísimo! Gracias por traerme a cenar, ma.
—Lo mejor para mi niño —respondió, tocando la punta de mi nariz—. Pero responde, pececito, ¿quién es esa niña que te rompió el corazón? Y por favor, dime que Jaiden te ayudó mientras estaba lejos.
—Lo hizo —aclaré, recordando la noche de karaoke con jugos en copas de vino—. No me dejó ni él ni su familia.
—Les mandaré algo a sus padres —interrumpió mamá Leah, mordiendo su rollo California.
—Y ella... se llama Elizabeth pero ya quedó en el pasado.
Mamá Leah me observó y recargó su mentón en las palmas de sus manos con una sonrisa pícara.
—¿Acaso hay otra afortunada que le robó el corazón a mi niño? —se burló mientras yo negaba e introducía otro rollo a mi boca—. Me alegra saber que no necesitaste de...
—Siempre te voy a necesitar, ma. —La tomé de la mano, sonriéndole, ladeando mi cabeza—. Siempre voy a necesitarte en mi vida.
—Perdóname por irme mucho tiempo —musitó apenada mamá Leah, una lágrima rebelde salió de su faz. Fui lo suficientemente rápido para limpiarla con una servilleta, en nuestra complicada relación familiar, desde la pérdida de mamá Mabel, yo me convertí en el "hombre de la casa", siendo el fuerte. Aunque terminaba siempre en los brazos de mamá Leah. Sonrió apenada de nuevo y tomó el pedazo de papel—. Pero eso se acabó.
—¿Por qué lo dices?
—A partir de hoy, estoy de vacaciones —declaró, metiendo un rollo a su boca y cerrando los ojos, disfrutando del sabor—. ¡Esto está riquísimo! —Levantó la mano y un mesero llegó sin darme tiempo a reaccionar—. ¡Mis felicitaciones al chef! Por favor, ¿podría ponerme unos cuantos rollos para llevar?
El mesero asintió felizmente y se retiró aturdido.
Mamá Leah era una mujer de casi cuarenta y un años con unos hermosos ojos miel que aturdían hasta la persona más dura del planeta; así fue como mamá Leah enamoró a mamá Mabel. Ambas hicieron una conexión cósmica hace casi veinte años.
—¿Cuánto tiempo? —cuestioné alegre, jamás había tenido vacaciones desde la partida de mamá Mabel.
—Tranquilo, pececito —me calmó, sosteniendo mi mano—. Tendrás que cuidarme un buen rato en tierra, tengo un año y medio completo de vacaciones acumuladas, ¡por supuesto! Amo volar pero ahora que es tu último año en la Academia, tú y yo pasaremos mucho tiempo juntos, como una familia chiquita.
No podía con mi felicidad, me incorporé y abracé a mamá Leah por la espalda, atacándola a besos en la mejilla mientras reía.
—Disculpe —dijo un camarero, interrumpiendo mi ataque—. El postre.
—Pero nosotros no pedimos nada —dijo mamá Leah mientras volvía a mi asiento. Eran dos platos de témpura.
—Cortesía de la casa —susurró el mesero y se retiró, dejándonos solos, nos miramos mutuamente y alzamos los hombros.
No solo aturdía a la gente, la belleza física de mamá Leah siempre nos conseguía algunas cosas extras.
El regreso a casa fue demasiado intenso para nosotros, usualmente estaría callado de regreso a casa mientras escucho música, observando el paisaje que me ofrece el Metro de Ment Valley pero con mamá Leah todo era diferente. Eran conversaciones hasta por los codos bajo la atenta mirada de desconocidos.
Eran casi las once de la noche cuando llegamos a nuestro departamento, el 23-B, mamá Leah había ido a visitar a su amiga, la Srta. de la Vega —no sin antes recordarme que tenía que hacer mis deberes— mientras que yo, me encargaba de poner café en la cafetera.
Nuestro departamento era un cómodo departamento de dos plantas con vista hacia el mar, afortunadamente la fortuna de la familia Meza y el trabajo de mamá Mabel nos había dado la oportunidad de vivir nuestro sueño y como mamá Leah se la pasaba en el aire, yo me la pasaba a cargo de la atenta mirada de la Srta. de la Vega, ella se convirtió en mi tutora no-oficial.
Una vez que el café estaba listo, la puerta del departamento se cerró y serví dos tazas, una se la ofrecí a mamá.
—Gracias, pececito. —Tomó la taza y se sentó en la mesa, observando las olas a través de la ventana, deshaciendo su trenza y dejando su cabello al aire, cerró los ojos e inhaló el aroma del líquido—. Nunca pensé verte así, Tristán. —Ladeé la cabeza, sentándome a su lado—. Te estás convirtiendo en el hombre del que estoy orgullosa. Y pensar que hace dieciocho años te tenía en mis brazos.
—Mamá... —Me recargue en su hombro, sintiendo cómo su aroma me abrazaba—. Todavía no soy un hombre, sigo siendo un niño.
—¿Sabes qué fue lo primero que le dije a Mabel cuando te tuve en mis brazos por primera vez? —me preguntó, yo negué—. Toda la vida voy a estar para mi hijo, no habrá distancia que me separe de él. Yo siempre volveré.
»Porque desde aquella primera vez que vi tu rostro, te quise proteger. —Su mano se posó en mi cabello y lentamente, depositaba caricias circulares—. ¿Y sabes algo, Tristán? Aún sigo pensando lo mismo. No hay distancia ni fuerza en el mundo que me obligue a separarme de ti, pececito, eres mi vida, mi mundo, mi admiración y orgullo.
Una lágrima se asomó, rompiendo la dureza que había creado.
—¿Y si algún día no vuelves? —me atreví a preguntar, levantando mi cabeza, observándola directo a los ojos. Me miraba fijamente mientras limpiaba mis lágrimas y me besaba en la frente.
—Volveré por ti, pececito —susurró y me abrazó fuertemente, sentí su respiración lenta y pausada. Había tranquilidad en sus palabras y yo me rompí, no quería perder nunca a mamá Leah—. Ten por seguro que nunca te abandonaré...
—Porque si observo el cielo, encontraré un enorme mar de estrellas y a la Luna —recordé, grabando su voz en mi memoria.
—Y no importa la distancia, siempre que hables con la Luna.
—Me estarás escuchando y recibiré tus besos y abrazos.
Ambos nos quedamos callados y disfrutamos del momento. No queríamos separarnos nunca.
La noche siguió entre anécdotas y conversaciones banales hasta que llegó la hora de ir a dormir después de un primer día emocionante en mi último año de la Academia de las Artes.
Antes de irme a acostar, me acerqué a mamá Leah y la abracé fuertemente porque tenía el extraño y loco presentimiento de que no la volvería a ver en la mañana. Siempre pasaba cuando la veía y se tenía que ir a volar a otra parte del mundo.
—Te amo, mamá.
—Y yo a ti —musitó mientras me apapachaba—. Estoy orgullosa de ti.
Nos separamos y me metí a mi dormitorio, tenía que dormir con esa frase aunque sabía que mamá Leah estaba de vacaciones. Era como si fuese la última vez que escucharía su voz.
N. de A.
Hola, pipol. Esto... es duro y difícil.
Como verán, ahora todos los personajes de LMQNU han sido presentados y este ha sido el más doloroso porque no solo estoy compartiendo las últimas palabras que mi mamá me dio hace tres años, sino que también, es la primera vez que hago una madre con un hijo adolescente así que, por favor, espero sus comentarios.
No sé cuándo vuelva a actualizar seguido esta historia porque es dura pero sé que será algo muy hermoso.
¡Nos vemos!
PD 1. Capítulo un poco más temprano porque saldré, je.
PD 2. Junto con la de los guioncitos, les digo que el personaje de Leah ya está en su respectivo espacio ^^.
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