¦ XI ¦ La Amargura del Chocolate ¦
| Música de Multimedia: Mentirosa - Elefante |
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"Lo más importante en el mundo es la familia y el amor".
John Wooden—..
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—... Contra la aceituna —comenzó a citar Jaiden, mientras Tristán huía del intento de cortejo del italiano—, no hay arte ninguna.
Ambos nos habían acompañado a nuestros casilleros, supongo que era porque Jaiden gustaba de Abi.
—¿No querrás decir "contra la fortuna, no hay arte alguna"? —corrigió Chuleta, cruzándose de brazos mientras lo observaba con altanería—. Para ser poeta, no se te dan bien los refranes.
—Es difícil concentrarse con una musa como tú —contraatacó Alessandro, yo estaba intentando controlar la risa—. Mi dulce, Beatriz.
Karen rodó los ojos y comenzó a negar. Se tocó el puente de la nariz y negó.
—Jamás cambiarás, ¿cierto? —preguntó la pelinegra con sarcasmo. El italiano alzó los hombros y sonrió con alegría—. Alessandro, ambos tenemos caminos diferentes.
—Te equivocas, Karen —señaló el poeta, pasando su brazo por el asa de su mochila—. Nuestros caminos se cruzan más de lo que esperamos, solo déjame...
Fue imposible, reí brevemente pero lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de ambos, abrí los ojos por completo y retrocedí mientras me mordía los labios.
—Lo siento —me excusé, intentando contener la risa. Pero las expresiones divertidas de la gótica me invitaban a reírme como si fuese una mala persona. Comencé a mirar hacia todos lados en búsqueda de algo creíble y mi alma regresó a mi cuerpo al ver a un chico de lentes y barba extraña caer al suelo junto con sus flautas—. Es que el chico de ahí cayó cómicamente y la risa fue sin querer —señalé, el pobre chico de barba comenzó a recoger sus alimentos con tristeza—. ¿Acaso ustedes...?
Ambos se observaron con los ojos abiertos y alzaron sus manos para defenderse mientras negaban rápidamente.
—¿Yo con él? —cuestionó Abi, tragando en seco—. ¡Claro que no!
—Un caballero no tiene memoria —añadió Alessandro, dando media vuelta—. ¡Nos vemos, guapas! Tengan una buena tarde.
El italiano comenzó a avanzar mientras la gótica abría su casillero y comenzaba a sacar los libros que necesitaba para los deberes mientras murmuraba. La observé de reojo preocupada, Karen no era una chica que hiciera eso.
—¿Tienes una pregunta? —preguntó, agachando la cabeza. Inmediatamente agaché la cabeza—. Vamos, sé que quieres preguntar algo.
—¿Ocurre algo? —cuestioné, sacando el libro la Historia del Arte—. En todo el día no te he visto así.
—Jaiden... Es un caso peculiar —respondió, rascándose la nuca—. Lo conozco desde que se mudó a Ment Valley en la infancia y es raro, antes éramos integrantes del "trío de oro" de la ciudad.
—¿Trío de oro? —volví a preguntar, ella cerró su casillero y dibujó una sonrisa en su faz. Ladeé la cabeza—. Supongo que no vas a responder la pregunta.
—En efecto —añadió mientras yo la observaba caminar por el pasillo, llamando la atención de más de un par de miradas de algunos chicos que quedaban guardando sus cosas. Se detuvo girando su cabello negro con puntas en morado y sosteniendo una mirada penetrante—. No hagamos esperar a tu madre —bromeó, guiñando un ojo—. Necesitan una guía en esta alocada ciudad.
Sonreí y cerré el casillero y me puse el bolso en mi hombro. La vibra de aquella chica me hacía sentir en confianza.
La enorme extensión de la Plaza Central de Ment Valley me hizo quedar estupefacta ante tanta belleza. Los puestos se acoplaban muy bien con las enormes jacarandas y árboles frutales que en unos cuantos meses florecerán y pintarán los senderos de morado.
—¡Cierra la puerta, cielo! —exclamó mi madre, sacándome del aparente trance. Yo la observé a lo lejos.
Mi madre, Mireia Andueza, era una mujer de treinta y nueve años que físicamente no los aparentaba. Conservaba la belleza de su plena juventud y la peligrosidad que le daban su merecido cinturón negro en artes marciales; todos decían que dos de sus retoños no habían sacado su rasgo característico y esos eran sus increíbles ojos verdes.
Ella fue la piedra angular para que yo siguiera los pasos de mi abuela Abi y la culpable de que nos pudiéramos mudar a Ment Valley e increíblemente, había hecho buenas migas con Chuleta, tanto que le pidió que le llamara por su nombre. Y eso es raro en ella.
—¡Voy, mamá! —exclamé, cerrando la puerta y acercándome a ellas, mientras mi madre le colocaba la alarma al coche—. ¿A que la plaza es muy mona?
—Bastante —confirmó mi madre, cerrando los ojos y suspirando—. ¿Cómo es que haya una plaza en plena naturaleza?
—En mayor medida es culpa de la Academia —respondió Abi, plantandose en el centro—. Hace cien años, el fundador de la Academia, el empresario Eliott Soto, decidió cambiar por completo el enfoque de Ment Valley, haciendo una ciudad dedicada completamente al Arte y gracias a que él era multimillonario, logró convencer a las empresas a tomar ese camino.
»Hoy en día, todas las construcciones tienen que pasar normas rigurosas que impuso Industrias Soto para poder modificar algo. —Hizo una breve pausa y señaló el estacionamiento subterráneo del que salimos—. Pero también, la mayoría de las cosas hechas, son arte puro y todo ayuda a los estudiantes de la Academia, es algo que todos agradecemos.
Asentí y comencé a observar las tiendas mientras seguíamos el camino, todas tenían fachadas vanguardistas y en acople con la naturaleza; las expresiones de los empleados eran de felicidad, disfrutaban su trabajo.
Una vez que estuvimos a unos metros del centro de la plaza, mi madre volvió al automóvil por unas cosas y mientras nos dijo que fueramos a comer algo y que ella nos alcanzaba.
—¡Ya sé dónde podemos ir! —exclamó Karen mientras me tomaba por la mano y comenzaba a arrastrarme con ella—. ¡Nosotros le avisamos, Mireia!
Comencé a caminar detrás de ella por inercia hasta que llegamos al centro de la Plaza, ahí se encontraba una bonita y llamativa cafetería.
—¿Campo Paraíso? —leí mientras nos sentábamos en las mesas de afuera para disfrutar de las vistas, sol y aire.
—Es la mejor cafetería del mundo —confesó Chuleta, señalando el falso muro que se encontraba a un lado de la cafetería—. Ahí está mi proyecto final de Segundo Año, fue increíble.
Una amable pelirroja vino a atendernos y pedimos nuestra orden, yo le mandé la ubicación a mi madre y comenzamos a hablar sobre la vida mientras disfrutamos de un chico que tocaba de manera increíble el teclado enfrente de la fuente hasta que una voz conocida me sacó del trance.
—¿Dos tazas de café y dos órdenes de pastel imposible? —preguntó la voz conocida de forma educada, sin levantar la mirada mientras colocaba los platos enfrente de nosotras.
Yo abrí los ojos por completo y me sorprendí al verlo ahí, Abigail alzó los hombros y comenzó a beber el líquido.
—¿Tristán? —cuestioné con sorpresa—. ¿Qué haces aquí?
—¡Kira! —exclamó el castaño con una sonrisa y alzando la mirada—. ¿Qué haces aquí?
—Vengo a conocer la ciudad —señalé a Karen—. Ella me trajo, no sabía que...
—Hola, Abi —reconoció Yadiel, negando—. ¿No sería mejor decirle que trabajaste aquí y nos conocimos por eso?
—Yo solo vengo por el café —dijo amablemente mientras escondía su segunda intención—. Además, quería preguntarte si vas a formar parte del comité para el baile de este año.
—Si vas a estar tú, lo más probable es que sí —confesó Tristán. Ladeé mi cabeza sin comprender, cosa que él se dio cuenta—. El italiano, me obligará a estar ahí para que su cerebro funcione; lo viste hace rato, no es bueno bajo presión ni bajo los encantos de una mujer.
—Discúlpenme. —Antes de que pudiera responder, mi madre llegó y me puso las manos en mis hombros. Tristán dejó la charola en una mesa vacía e hizo una reverencia—. Pero dejé mi bolso en la guantera. —Hizo una pausa y vio a Tristán—. Oh, ¿interrumpo algo?
—No, claro que no, señorita —respondió Tristán, colocando su mano en su pecho y haciendo una reverencia—. Bienvenida a Campo Paraíso, el único lugar en donde nuestros elixires la transportarán al paraíso, ¿gusta ordenar algo?
Mi madre se sorprendió y se sentó a mi lado con una cara de sorpresa.
—Lo mismo que mi hija y su amiga, gracias —respondió, señalándome y yo observé de reojo a mi madre—. ¿Se conocen?
—Vamos juntos en la Academia —confesó Abi, salvando la situación incómoda que estaba creando mi madre—. Tristán toca el saxofón y es muy bueno, compartimos algunas clases, ¿no compartía Matemáticas e Historia contigo?
—Así es —señaló el castaño, acomodándose los lentes—. Kira me salvó en la mañana, soy pésimo en las mates y ella, wow, simplemente una genio, un rasgo que presiento heredó de usted.
—Me gustaría recibir tu halago, muchacho. —Se sentó correctamente, con los brazos en la mesa sin tocarla con los codos—. Pero eso es de su padre, él es bueno con los números. Y dime Mireia, muy amable de tu parte decirme Señorita pero ese umbral lo crucé hace diecisiete años.
—Claro, Mireia —respondió Tristán, anotando algo en su libreta—. Y usted dígame Tristán, que me siento raro hablando semiformal. —Tomó la charola y guardó la libretita al darse cuenta que llegó otro cliente, su expresión cambió por completo—. Enseguida le traigo su orden y si tiene alguna orden más, solo apriete el botón que se encuentra en el centro de la mesa y vendré con gusto a atenderlos.
El castaño se retiró, no sin antes dar otra reverencia, y desapareció dentro del local.
—Es amable, me gusta para ti, Kira —confesó mi madre, haciendo que me ahogara con el café y Abi soltara una risita.
—¡Mamá! —exclamó, intentando controlar mi respiración—. Lo conozco desde hace menos de un día.
—Solo digo lo que parece. —Mi madre alzó los hombros y sonrió con malicia, una vez que el castaño dejó la orden se encaminó a la otra mesa—. Además, salir con chicos no te haría mal, conseguiste relacionarte con más personas en un día que en toda nuestra vida en Yorkshire.
Rodeé los ojos al notar que mi madre hablaba con sarcasmo, había días en los que sacaba su lado cómico mientras que de reojo, observaba a Tristán con los brazos cruzados observando a Beth.
¿Alguna vez sintieron que la vida es una comedia la cual si todo sale bien, te avientan un pastelazo? Eso mismo ocurre al tener a Elizabeth enfrente de mí.
—¿Qué haces aquí, Sam? —cuestioné, suspirando. Ella comenzó a jugar con sus pulgares—. ¿No estabas evitándome?
—¿No deberías de hacer la presentación de Campo Paraíso? —preguntó, observándome a los ojos, yo intenté controlar los sentimientos que su mirada me generaba—. Lo siento, solo quiero hablar.
—No puedo ahora —confesé, rascándome la nuca—. La Sra. Ackerman me da mi descanso en dos horas, no sé si quieres esperar.
—Puedo —respondió casi de inmediato, saltando—. Quiero explicarte todo...
—Te vi besándote con German —declaré con un poco de rabia—. ¿Qué me vas a explicar?
—Por favor...
—Bien, te invito el chocolate amargo que te tanto gusta —respondí mientras me incorporaba y hacía la reverencia que nos obligaba la Sra. Ackerman—. Y cuando esté en mi descanso te traigo el café...
Samantha asintió con una sonrisa, yo cerré mis ojos y me di la vuelta, no quería caer en sus mentiras de nuevo. Y mientras entraba a la cafetería, observé a Kira y le sonreí.
Necesitaba estar en calma para hablar con ella.
N. de A.
Sé que esta es la historia que menos actualizo y ya casi van dos años desde su creación y pues estoy seguro que les gusta bastante la historia, je, je, je.
Y sí, ya tengo planeados los siguientes tres capítulos que posiblemente venga hoy otro peeeero, les prometo que les van a gustar.
¡Nos vemos!
Pd. La de los guioncitos.
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