¦ VI ¦ Zumo de Talento ¦
| Canción de Multimedia: Plural siendo Singular - José Madero |
Contadas son las veces en las cuales la vida no ha sido tan mala conmigo y justo ahora puedo decir que estoy en uno de esos momentos. ¿Quién iba a pensar que me estaría divirtiendo con una chica, la cual apenas conozco, enfrente de la persona que me rompió el corazón? Digo, no es que esté mal porque ambos nunca llegamos a una relación.
Pero es extraño que esté sonriendo y que Beth me esté observando esporádicamente... Aunque también puede ser que mi cabello esté hecho un desastre.
¡Por la Santa! ¿Será eso posible?
—¿Cuál es tu talento? —preguntó Kira, usando su tenedor para llamar mi atención.
Llevaba más de cinco minutos pensando, ¿creerá que estoy loco?
—Llevo un instrumento. —Elevé mi funda y recargué mi cabeza sobre mi mano izquierda—. Adivina cuál es.
La rubia comenzó a morderse el labio y torciendo la boca, uno de los gestos más infantiles y clásicos que todos hacemos cuando pensamos. O cuando intentamos aparentar que lo hacemos.
—¿Guitarra? No, es demasiado pequeño para ella —susurró jugando con su comida, su pasta pappardelle sufrió su pensamiento—. Mmm... Veamos.
»El instrumento es pequeño pero no tanto como para ser un ukelele —continuó y yo bebí de mi malteada. Sus intentos me parecían lindos, al igual que sus expresiones e inflación de melijjas—. Y es muy gordo, así que no es una flauta...
Sonreí y reí a causa de su expresión. Aquellos gestos no eran propios de las personas de nuestra edad.
—¿Te rindes? —pregunté volviendo a mirar de reojo a Beth, sus ojos reclamaban sangre. Ella negó y sonreí.
—¡No! —exclamó y dio un pequeño golpe en la mesa,clavando el tenedor en la madera. Este hecho hizo que Cecina girara hacia nosotros.
—¡Eh, Tristín! —exclamó la rubia oxidada, Kira giró su cabeza al escuchar el pésimo apodo, ladeó la cabeza y achicó los ojos con molestia—. ¿Volviste a traer tu saxofón para impresionar? ¡Sabes bien que debes dejarlo en el casillero!
—No lo hago para impresionar, al contrario de ti, Cecina, tengo la meta de intentar llegar temprano y poder encontrar un buen lugar —respondí molesto, me incorporé y tomé mi bandeja, incliné mi cabeza en dirección de la chica—. Lamento que esto haya acabado así, ¡ha sido un placer almorzar contigo, chica nueva! —Me erguí, cerré mis ojos y contuve la respiración, sabía que no debía enojarme. Me acomodé el instrumento y solté la respiración. Volví a ver a Beth y Cecilia—. Ha sido un placer como siempre, Cecina. ¡Nos vemos en clase, Sam!
Caminé hacia el cesto de basura y tiré los residuos de comida. La malteada la bebí de un sorbo y coloqué los platos lavables sobre su lugar. Seguí mi trayecto bajo la atenta mirada y molestos murmullos de los demás, así que apreté el paso para salir de aquel lugar mientras veía el reloj de mi teléfono, quedaban diez minutos para que comenzara la clase.
—¡Hey, espera! —Un grito se escuchó por el pasillo, haciéndome voltear. Cerré el grifo del bebedero y vi a una chica correr por el pasillo.
—Hola de nuevo —respondí, guardando mi botellita de agua. Kira se acercó a un lado de mí—. ¿Sucede algo? ¿Te está molestando Cecina?
—¿Qué? No, claro que no —contestó la rubia, controlando su respiración—. Solo quería reconocer que perdí. —Alcé mi ceja, al no comprender lo que decía, señaló el estuche—. Tu instrumento, interrumpieron nuestro pequeño juego y no pude adivinar,
—No te preocupes. —Me relajé y comencé a caminar—. Era un saxofón, nada especial.
—Cualquier instrumento es especial. —añadió mientras me seguía y sacaba una hoja doblada, imaginé que era su horario—. Yo quisiera tener un talento así...
—¿Cuál es el tuyo? —pregunté, habíamos llegado a las escaleras principales. Ella me observó directo a los ojos—. Todos tenemos un talento especial.
—Pintura—respondió mirando la hoja—. Nada especial, muchos aquí tienen ese talento...
—Cada uno es especial —contraataqué con calidez, usando su frase un poco modificada—. ¿En qué salón te toca?
—Gracias, aunque todavía no encuentro mi especialidad. —Leyó la hoja e hizo una mueca—. Salón G-208
—¡Eso se encuentra en el mismo piso que el mío! —exclamé señalando las escaleras—. Es por ahí, ¿vamos juntos? —Asintió y comenzamos a caminar.
La Academia de las Artes es una de las escuelas más grandes del país, debido a su matrícula especializada. Todos los estudiantes debían de completar dos ramas, la común —la que involucra Ciencia, Literatura y Deportes—, en los cuales soy terrible, y la especialista.
Por lo cual, tenía muchos edificios entre los cuales se podía perder fácilmente. Y yo, como el tonto con modales que fueron inculcados por sus madres, debía de acompañar a los nuevos. Y más aún si la conversación era interesante. Lo digo en serio.
—Ahí está tu salón —señalé la puerta del fondo y luego giré al otro lado—. Mi salón está en el otro, si necesitas otra cosa ahí me encontrarás.
—¡Gracias! —respondió y metió la hoja en su mochila. Observamos el reloj, quedaban dos minutos para el inicio de clase.
—Es extraño, jamás había convivido tanto con una persona nueva —razoné. sacando un pequeño dulce de mis bolsas—. ¿Gustas uno?
—No, gracias. —Me rechazó el dulce con elegancia—. No soy fan de los caramelos, el dentista se pone paranoico cuando encuentra restos de dulce entre mis encías... —Hizo una pausa y guardó sus papeles en su bolso—. ¿Eres de pocos amigos?
—Eso quisiera decir, la gente se me acerca por tener pinta de "buena persona" —analicé mis palabras—. En muchos momentos quisiera la vibra que mantiene Jaiden, por no saber rechazar las pláticas siempre llego tarde por las mañanas.
—Bueno, al parecer aquí en América tengo un competidor en eso. —Estiró la mano con una sonrisa juguetona—. Espero que mi acento no me haya delatado antes de darte esta revelación monumental...
Antes de que pudiese decir algo, la campana sonó y Kira dio un brinco debido al sonido, cosa que me hizo reír.
—Perdón. —Me apresuré a decir, antes de un reproche—. No es extraño que alguien se asuste por el primer timbre, la chicharra de la Academia es muy vieja y asusta un poco si te agarra desprevenido, pero es la primera vez que alguien, además de mí, se asusta. ¿En Europa no hay timbres?
—Campanas —recordó Kira, viró sus ojos hacia la derecha para rememorar más—. Sí, solo una campana muy molesta, al menos eso puedo decir de Inglaterra. —Antes de que pudiese decir algo más, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su salón—. ¡Hablaremos después, Tristán! Quiero llegar temprano, ¡adiós, adiós!
Me despedí mientras parpadeaba perplejo, habían sido las interacciones más raras y divertidas que había tenido en mucho tiempo. Kira era extraña y moría de ganas de saber más de ella.
Una vez, después de un concierto en el que me llevó mamá Leah, quedé embelesado ante el saxofón y, desde esa vez, siempre soñé con todas mis ganas tocar aquel instrumento. Y la Academia de las Artes fue el lugar donde pude perfeccionar aquel sueño infantil.
Al ser la mejor amiga de mi mamá, la Srita. de la Vega logró contactarme con la maestra más flexible y amorosa de todo el mundo. La Srita. Tereshkova era una mujer de cuarenta y tantos años con unos increíbles ojos azules y cabello dorado. Con una enorme sonrisa que adornaba su hermosa faz.
El talento que emanaba como artista era indudable, aprovechando su belleza lograba encantar la vista y con su increíble instrumento, encantaba el oído.
Desde el primer momento me adoptó como su pequeño hijo, vio mi potencial y me ayudó a pulir todo. Gracias a ella, logré pasar las pruebas de selección y hacerme un camino en la final.
Es por eso, que no podía abandonar su Taller Artístico, ella era la única que me hacía ser mejor; me motivaba y eso se notaba en los recitales.
—¿Puedo pasar? —pregunté, dando unos pequeños golpes a la puerta de roble.
—¡Tristán! —exclamó la Srita. Tereshkova con ánimo, mientras acomodaba los asientos en círculo—. ¡Pasa! —Feliz, ingresé al salón vacío e inhalé profundamente—. Toma asiento.
Como todos los salones de la Academia, este era especial; los profesores de los Talleres Artísticos tenían carta blanca sobre las acciones y decoraciones de los salones, en el caso de la Srita. Tereshkova no era la excepción.
Una pequeña estancia blanca con triángulos grises esparcidos de forma homogénea, con un ventanal en el fondo que dejaba ver el estacionamiento de la Academia y los terrenos de la misma, además de mantener el lugar bien ventilado.
Se respiraba una increíble paz, algo que pocos lugares creaban.
—Llegaste temprano, Yadiel —señaló la Srita. Tereshkova, parándose en el centro del círculo de sillas—. ¿Qué te parece?
—Sí, sabe que no puedo llegar tarde a su clase, ¡no puedo! —recordé con emoción, dejando mi mochila en el pequeño ropero que fue adaptado como guardarropa—. Parece que esperamos a más estudiantes, ¿tiene nuevos?
—Siempre siendo el mismo buen niño. —Suspiró y se sentó en medio. Yo saqué a Snow de su estuche y senté en una de las bancas frente a ella—. Y sí y no. Me refiero a que este año nos dieron más matrícula.
»Los directivos pensaron que sería más "barato y ahorraría costos" si algunos Talleres fueran unidos, por ende, ahora somos más.
—Ya veo, pero al parecer nadie ha llegado.
—No te precipites —me calmó y sacó su pequeña libreta—. Muchos vienen de comer y otros vienen de las canchas. No todos son como tú.
—Tengo una deuda y quiero pagarla, Srita. Tereshkova.
—Dime Alyssa —Me volvió a recordar mientras se ponía sus lentes de lectura—. Nos conocemos desde toda la vida y siempre me has dicho así.
La puerta se abrió antes de que pudiera responder, giré la vista y ahí estaba otra vez. Lancé un evidente suspiro al ver aquellos ojos cafés, que la Srita. Tereshkova decidió ignorar.
—¡Beth! ¡Me alegra que sigas con nosotros! —exclamó Srita. Tereshkova con felicidad, señaló una silla a mi derecha—. Siéntate a lado de Yadiel, ¿siguen siendo duo, no?
Tragué en seco y vi cómo se tensaba Sam; cuando nos conocimos decidimos ser un dueto, nuestro sonido se compenetraba muy bien. Pero desde el final del semestre pasado, no practicamos ni una sola vez, no hablamos hasta aquel intercambio breve en la clase de la Srita. de la Vega.
—Claro —respondí seguro, di una pequeña palmada en el asiento contiguo, invitandola a sentarse—. Le prometí un dúo antes de graduarme, Srita. Tereshkova.
Beth expulsó el aire aliviada y procedió a dejar sus cosas, mientras yo miraba el piso intentando calmarme.
Va a ser un largo y divertido semestre.
N. de A.
Cinco meses han pasado, ¡lo lamento! Creo que en parte hay culpa de que esta novela nació para volver a intentarlo con alguien.
Peeeeeero, eso quedó en el pasado y ahora tengo que mirar hacia el futuro.
Bien, ¿qué les pareció el capítulo? Estoy algo oxidado porque hace mucho no escribí en primera persona.
¡Vayan a leer "Dioses Decadentes"! Que ahí soy más activo y los capítulos son más prontos xd.
¡Nos vemos en la próxima! Que no tengo idea de cuándo será.
Pd. La clásica posdata de los guincitos.
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