¦ IX ¦ La Cuna del Arte ¦
| Música de Multimedia: Manic - Michael Sembello |
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"El mundo está lleno de pequeñas alegrías; el arte consiste en saber distinguirlas".
Li Tai Po—.
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La clase de Historia pasó tan rápido y yo terminé emocionada, Karen me observaba de reojo después de contestarle todas las preguntas que lanzó el profesor, la clase me observó con curiosidad. A que las rubias sí tenemos cerebro, tomenla.
—¿Acaso eres una genio? —preguntó Abigail, al salir de últimas del salón de clase, negué divertida—. ¿Cómo supiste todas las respuestas?
—Cuando vivíamos en Yorkshire, junto a mi mamá veía mucho History Channel —declaré mientras nos encaminabamos a nuestras taquillas—. Antes de que fuera un canal solo de ovnis y reality shows.
Mientras bajábamos, varios chicos nos esquivaron y pidieron perdón. De hecho, observé al chico de gorro de pescador y lo saludé sin que Chuleta se diera cuenta. Llegamos a la última planta y cada una abrió su casillero.
—¿Todos los estudiantes de la Academia caben en el comedor? —pregunté, sacando mis libros y metiendo los materiales para mi Taller Artístico en mi mochila. Karen sacó su cabeza, observando de reojo—. Solo veo a gente de nuestra edad.
—El primer día siempre es el más relajado y extraño de todos —señaló Chuleta, cerrando la puerta de su casillero—. Me refiero a que los de primero se concentran en meter sus solicitudes con los profesores de Artes, ahí te dan un tutor personal para que destaques en tu estadía.
»Los alumnos que fueron seleccionados de las inscripciones, tienen por delante las Audiciones y la Noche de Navidad, dos recitales que les brindan la oportunidad de obtener los mejores lugares para los retos de segundo —siguió Karen mientras ingresabamos a la enorme cafetería—. Si logras superar eso, al siguiente año, te tienes que enfocar en pulir tus habilidades con tu tutor para así poder meter sus solicitudes en la Expresión Urbana y aspirar a las Pasantías Artísticas en todo Ment Valley.
—¿Y qué ocurre con los que fallan? —pregunté, formándome detrás de la pelinegra—. Lo que dices suena muy pesado.
—Lo es —declaró Abigail, tomando una charola—. La Academia de las Artes es la escuela más competitiva en el mundo artístico pero no son unos monstruos, ellos te dejan seguir en la escuela pero solo continúas con las materias de tronco común, las ciencias y eso. —Tomó dos charolas y me tendió una a mí, la fila siguió avanzando—. Por eso, conforme avanzas, va quedando poca gente, muchos optan por abandonar la Academia e ir a otros bachilleratos de la ciudad.
»Menos exigente y más lugares para nosotros. —Tomó un pequeño flan napolitano y lo dejó en su bandeja, yo opté por frutilla—. Suena elitista, lo sé, me he quejado de ese sistema desde que ingresé pero si demuestras ser un prodigio en el tronco común y reprobaste alguna de las pruebas académicas, tienes derecho a un tipo de Repechaje. —Ella escogió una hamburguesa vegana, yo me decanté por una pasta—. Ahora que lo pienso, ¿cómo ingresaste?
—Presenté una prueba artística a la directora y varios de los artistas más importantes de la ciudad —dije mientras tomaba un tenedor. El bullicio de los estudiantes era ensordecedor—. Lo hice mientras mi hermano menor presentaba el examen, él es de primero, poesía.
—Ya veo —susurró Chuleta, llevando una cucharita a su boca—. Creo pasaste por el Repechaje, debes de ser muy buena... —Observó su reloj inteligente y tiró la cucharada de flan al piso, yo me hice hacia atrás, evitando ensuciarme—. ¡Demonios! Se me olvidó que tenía que ir al Auditorio, ¡me avisaron ayer!
Abigail se disculpó y salió corriendo sin poderle preguntar cuáles era las pruebas de los alumnos de tercer grado. No sin antes, prometerle que debía de guardarle su hamburguesa, yo gustosa asentí.
Me quedé sola en medio del Casino, intentando buscar una banca libre o alguien con faz amistosa, cada uno de sus rostros me veía con los ojos de un depredador a punto de devorar a su presa. Respiré profundamente y cerré mis ojos, necesitaba encontrar un lugar seguro. Porque con lo que me había contado Karen, era un lugar lleno de buitres.
Después de unos minutos escaneando los sitios, di con la cara de un chico conocido, no recordaba bien su nombre ni el lugar donde lo observé hablar animadamente con otro. Comencé a caminar sin darme cuenta.
—¡Hola, hola! —exclamé sonriendo, llamando la atención de ambos chicos—. . ¿Podría sentarme con ustedes? No hay bancas solas.
—Claro —respondió el chico de rasgos italianos con una extraña sonrisa. El chico que se me hacía conocido lo miró descaradamente, decidí pasarlo por alto.
Agradecí y comencé a comer con ellos.
Después de aquella presentación extraña con Jaiden y Tristán, este último me acompañó a mi Taller Artístico porque por destino divino, nuestros salones quedaban en la última planta.
Tristán me dio un recorrido y una vez que él se despidió, entró a su salón. Agradecí mucho su ayuda, era la segunda vez que me salvaba en el día. Acomodé el contenido de mi bolso para que la hamburguesa de Karen no se abriera y toqué la puerta del salón G-208. Una voz masculina me indicó entrar.
Dentro, se encontraban varios caballetes de los seis distintos tipos: de trípode, con marco en H, de sobremesa, de estudio, de campo y de exposición. En su mayoría, las paredes estaban pintadas de blanco y al fondo, se encontraban varias firmas de los diversos artistas que habían pisado el salón, enfrente de la puerta, se encontraba un enorme ventanal que permitía el flujo de luz y aire fresco. Ahí, en el salón G-208, se respiraba el arte.
Entré con una enorme sonrisa esbozada en mi faz con el recibimiento de un hombre un hombre no mayor a los siete lustros, pelirrojo con rulos, unos enormes ojos verdes y un perfil perfecto. Al verlo, me sorprendí demasiado, era el gran artista ucraniano Artem Kaminzki, el mayor pintor en la última década.
Él me sonrió y yo me sonrojé, ¡estaba muerta de nervios!
—Tu debes de ser la maravilla del Repechaje —dijo el Señor Kaminzki, arremangandose su camisa blanca, Yo asentí mientras jugaba con la correa de mi bolso—. Toma asiento, este año solo hay otros tres estudiantes conmigo, en cuanto lleguen, podremos comenzar.
Volví a asentir y mientras me dirigía a uno de los primeros Caballetes a lado de la ventana, Cecilia entró al salón; ella me observó y yo la saludé por educación. Decidí observar a través del ventanal, el día se estaba aclarando y el sol nos daba una visita. Sonreí, estaba enamorada de la Academia de las Artes.
Después de casi tres horas y media intensas de práctica, la Srita. Tereshkova ordenó que nos detuvieramos, yo la observé extrañado. Ella era una mujer que siempre quería maximizar todo el tiempo posible, por eso, siempre me esforzaba al máximo.
Durante el Taller Artístico, Beth dejaba de existir, así como todos mis problemas amorosos, económicos y académicos. Era yo en unión con Snow, el primer y único saxofón que mi mamá me regaló cuando cumplí los diez años, era uno con las notas musicales.
—¿Ocurre algo, Señorita Tereshkova? —pregunté, dejando a Snow sobre su pedestal. Ella se limitó a observar el reloj mecánico que se encontraba encima de su escritorio.
La mujer se incorporó y sonrió. Eso siempre indicaba que la clase había terminado.
—Durante este año, saldrán media hora antes —comenzó a decir, los murmullos de los demás compañeros no se hizo esperar así que alzó sus manos para que mantuviéramos el silencio—. No es motivo de alarma, solo es una orden directa de la Dirección, ya que ustedes están en el último año de la Academia y deben de presentar las típicas dos pruebas.
»Uno es su recital y otro. —Hizo una pausa y abrió la puerta, haciendo su clásica reverencia que nosotros correspondimos—. Lo descubrirán en el Auditorio, cada año es diferente así que, disfrutenlo. Por favor, recojan sus cosas y vayan, ahí los estará esperando la Directora de la Parra.
Todos los presentes asentimos y comenzamos a recoger las cosas, yo me detuve y me limité a observar a Beth durante un minuto, ella transmitía tranquilidad y elegancia. Negué rápidamente y guardé mi instrumento en su funda, lo coloqué al hombro y siendo el último en salir, me despedí de la Srita. Tereshkova.
Afuera, encontré el tumulto de estudiantes de último año salir de sus respectivos salones, saqué mi celular y le mandé un mensaje al italiano, quedando de vernos a las afueras del Auditorio. Esperé unos segundos a que la turba de alumnos avanzara y me percaté de nueva cuenta de la chica rubia saliendo de su salón mientras conversaba con el profesor ucraniano, sonreí, tuvo una suerte increíble para tener a uno de los mejores pintores como maestro.
Una vez que vi a Cecina y Sam bajar por las escaleras, me acerqué y me detuve a un par de metros de la rubia y el profesor me saludó, yo le correspondí amablemente. Me gustaba conocer a distintos artistas. Ella se dio la vuelta.
—¿Cómo te fue con el ucraniano? —pregunté, señalando las escaleras, ella flexionó sus rodillas, exagerando un agradecimiento inglés—. ¿Es tan estricto como parece?
—Para nada —respondió Kira, bajando las escaleras, incapaz de ocultar su sonrisa—. ¡Es el mejor! ¿Sabías que fue el artista más joven en recibir el Premio Turner, además de ganar el Premio Marcel Duchamp cuando residía en Francia?
—Supongo que son ¿premios para pintores? —pregunté, intentando entender lo que decía. Ella asintió mientras seguíamos bajando.
—No solo eso, tiene obras en el Tate Britain, en el Centro Pompidou y en el Louvre —añadió emocionada. Y siguió hablando mientras escuchaba atentamente.
Sin saberlo, llegamos a las afueras del Auditorio y nos encontramos con Alessandro, él nos saludó y entramos al recinto. Era momento de conocer la verdad de la Prueba definitiva de la Academia de las Artes.
N. de A.
Y que quede constancia, que no hay novela juvenil en Wattpad (que yo conozca, claro xD) que tenga tantas referencias al arte como esta historia ^^
¡Volvimos! No sé por cuánto tiempo tenga esta inspiración para continuar con regularidad pero les prometo que los que vienen de la Lista oficial de los Embajadores, no los defraudaré.
¡Nos vemos al rato con otro capítulo! 🥰
Pd. La de los guioncitos.
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