Parte 3: Cambio de vida
Han pasado dos días desde que perdí el duelo contra Yumeko Jabami, me siento abatido, débil y sin ánimo de nada.
Actualmente estoy en la cafetería de la escuela y como siempre, me encuentro solo.
— Así que aquí estás — me veo interrumpido por la dulce voz de Yumeko que está detrás de mí.
Volteo para dirigirle la palabra.
Al mirarla noto que está acompañada de Suzui y de Mary, además de otra chica: Itsuki Sumeragi, la chica de cabello corto castaño y ojos marrones, hija del dueño de una compañía de juguetes y ex miembro del consejo estudiantil.
— ¿Te molesta si te hacemos compañía? — pregunta Yumeko.
— Claro que no, adelante — muestro un leve rubor en mi mejilla.
Todos toman asiento en las sillas que acompañan la mesa.
Observo a Mary sentarse en frente de mí, notando que lleva un parche que cubre parcialmente su mejilla derecha.
— Te encuentras bien — pregunto genuinamente.
— Sí, no es nada — Me responde confiada en si misma.
— Me alegro mucho — muestro una sonrisa.
Hace mucho tiempo que no vivía una experiencia similar a esta, me sentí querido, el sentimiento de soledad estaba desapareciendo a medida que conocía a estas personas tan maravillosas.
Durante toda la tarde Yumeko no mencionó ni una palabra acerca de nuestro trato en las pocas veces que nos encontramos por los pasillos, dudo mucho que lo haya olvidado.
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Ya es tarde, el sol está bajando lentamente en el horizonte y se funde a medida que pasan los minutos con las nubes, creando así un hermoso color anaranjado digno de ser admirado.
Antes de que pudiera poner un pie fuera de la escuela, siento que alguien toma mi brazo impidiendo que pueda moverme.
Giro mi cabeza para saber quien es, pero para mi suerte es Yumeko que toma mi brazo con una de sus manos, mientras que con la otra sostiene su bolso.
— ¿Ya te vas? — pregunta dulcemente.
— Así es señorita Jabami, ¿Hay algún inconveniente con eso?.
— No, claro que no, pero por favor no me llames así, somos amigos, tan solo llámame Yumeko — ríe un poco.
— Está bien, como tú quieras.
— ¿Te importa si te acompaño?, desearía terminar el día contigo.
— Claro, sería un placer — mis mejillas se sonrojan ante tal petición.
Ambos caminamos uno al lado del otro sin decirnos nada, no había nada de que hablar. Puedo admirar a Yumeko centrarse en sus pensamientos, luce tan bella, su hermoso cabello negro hace que no pueda evitar mirarla.
Mientras caminamos, el viento azota levemente nuestro rostro, el invierno se acerca, las hojas se marchitan y las personas cada vez lucen más abrigadas.
— Bueno, aquí es — me detengo a la entrada del hotel.
— ¿Vives aquí? — mira sorprendida la estructura del hotel — ¿Cómo puedes pagar esto?… ¡Oh!, ya entiendo.
Yumeko ríe bobamente al entender la situación.
— ¿No deseas entrar?, hace frío — le ofrezco.
— ¿En serio?.
— Claro, somos amigos, ¿Recuerdas?.
Ambos ingresamos al hotel y tomamos el ascensor que nos dirigirá a mi hogar, tenemos suerte, no hay mucha gente aquí.
En el trayecto deja caer su bolso y se aferra de mi brazo como aquella vez en el pasillo de la Academia.
—¿Estás bien Yumeko? — pregunto alterado.
— Estoy bien, solo estoy disfrutando el momento — se sonroja un poco.
Lo único que puedo hacer en esta situación es abrazarla.
También disfruto el momento.
Al salir del ascensor, voy por el pasillo hasta la puerta de mi suite y deslizo la tarjeta en el lector que nos permitirá ingresar.
Al abrir, el rostro de Yumeko adopta nuevamente una reacción de asombro:
— Dios mio, ¡esto es maravilloso! — ingresa emocionada para admirar las estatuas del pensador de Rodín.
Como buen anfitrión, la invité a un pequeño recorrido por el lugar.
A medida que observaba cada rincón de mi hogar, le ofrecí una taza de café que aceptó gustosamente.
Finalmente llegamos a mi habitación, ella se recostó en mi cama con total libertad ignorando los detalles de esta habitación como lo son el armario y el escritorio.
La posición en la que se encuentra Yumeko, hizo que me sonrojara, se ve realmente sexy, podría decir que luce como una musa en un cuadro de una galería de arte. Intuitivamente giré mi cabeza hacía otro lado con tal de evitar mirarla.
— ¿Qué sucede (Y/N)?.
— ¡Nada! — respondo acelerado.
— ¿Acaso no tendrás vergüenza de mí?, ¿Verdad?.
Adoptando valor y respirando profundamente logré comentarle con titubeo mis pensamientos sobre ella:
— No, es que… luces muy hermosa.
Yumeko, se pone de rodillas arriba de mi cama y me mira afectuosamente.
No puedo evitar desviar la mirada de sus pechos, sé que no es correcto, pero admirar su bella figura le da sentido a mi vida.
—¿Te gustan? — la miro directamente a su perfecto rostro, advirtiendo que sus ojos cambiaron, lucen diferentes, lucen igual que esa vez que apostamos, su mirada demoníaca me invade por completo.
La tranquilidad surge entre nosotros, permitiendo que nos miremos mutuamente.
Yumeko se pone de pie e inesperadamente empuja mi cuerpo hacía mi cama para que me recline.
Mi corazón palpita aceleradamente, estoy sudando más de lo normal, Yumeko está encima de mi, sus manos realizan movimientos circulares en mi pecho.
— ¿Recuerdas nuestra apuesta? — me pregunta de manera seductora sin perder su mirada demoníaca — el que ganaba tendría la vida del otro.
Después de sus últimas palabras, deshace el nudo de mi corbata con total paciencia y desabrocha los botones de mi camisa blanca, pasando por alto mi chaqueta roja de la Academia.
Sus frías manos rozan mi piel, cierro los ojos para disfrutar de la situación.
Yumeko también comienza a desvestirse, retirando su corbata con seguridad, y lentamente se quita su saco de la Academia, posteriormente se desabrocha uno por uno los botones de su camisa, permitiéndome ver con éxtasis su brassier de color negro.
Mi respiración se vuelve cada vez más pesada.
Sin que me diera cuenta ella me besa con sus dulces labios rojos, cada vez que su lengua toca con la mía, siento su alma entrar dentro de mi ser.
En este momento somos uno.
Llevo mis manos a su cintura, para tocar su curvilínea figura y recorrer cada línea de su cuerpo.
Yumeko besa mi cuello y me susurra las siguientes palabras:
— Eres mío, eres mi mascota y nunca te dejaré ir.
Retomamos el beso con mucha lujuria, nuestras manos descubren cada rincón del otro. El tiempo parece detenerse y el sudor invade nuestros cuerpos excitados.
No hubiera deseado un mejor final que este.
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