Capítulo 9

Orihime levantó los platos de la mesa, Ichigo la miró en silencio. No había dicho una palabra desde que Ikari se había marchado. Él mismo tampoco tenía ganas de hablar.

Aún recordaba el profundo odio que invadía los ojos castaños de su hijo. Los mismos de su madre, pero que no tenían en ellos la candidez de Orihime. Ikari siempre había tenido una mirada penetrante, desde niño. A veces le daba la impresión que lo traspasaba… su cuerpo, lo físico, como si estuviera viendo muy profundo en él.

Desde muy pequeño notó las diferencias con Kazui. Ikari era voluntarioso, desafiante… y muy débil. Detrás de esa actitud defensiva iba construyendo una pared, una que cerró todo acceso, no solo para él… para todos. Aunque, por momentos, bajaba la guardia… sobre todo con su madre. Si lo hubiese podido ver en ese momento no hubiese cometido los errores que tuvo con él.

Sintió algo quebrarse en la cocina y se puso de pie de la mesa, se asomó por la puerta y vio a Orihime recogiendo los trozos de un plato del suelo. Tiritaba. Se agachó junto a ella y tomó uno de los trozos. Ella se volteó a mirarlo. Tenía los ojos húmedos y su respiración era trémula.

-Gracias -dijo con un murmullo y tomó el trozo de sus manos.

Botó todo en el basurero y volvió a los platos.

-Orihime…

La vio apoyarse en el borde del lavaplatos con fuerza y apretó los labios.

-Está bien… -murmuró apenas audible -Ikari está bien… -Ichigo no dijo palabra -Me alegra… me alegra que esté bien… solo… -se volteó hacia él -¿Por qué con ellos? ¿Por qué está bien con ellos?... Estoy agradecida con Rukia y Renji… pero mi hijo debió estar bien conmigo.

-Con nosotros -Ichigo alzó la voz.

Entonces vio como la mirada de su mujer cambiaba a una expresión que jamás le había visto. Era la mirada de Ikari.

-¿Nosotros has dicho? ¿Nosotros? ¡Destruiste a mi hijo!

Ichigo se quedó de piedra.

-Nunca… nunca tuviste una palabra cálida para él. Demasiado ocupado con tu trabajo, tan ocupado en enorgullecerte de Kazui que olvidaste completamente que Ikari te necesitaba también.

Años de silencio salían a la luz. Había callado lo suficiente, intercedido entre ambos, buscando que Ichigo entendiera… que lo viera.

-No puedo ser madre y padre cuando mi hijo tiene un papá, un papá que no lo veía, que a cada problema da vuelta la cabeza, haciendo como si nada pasara.

Su esposo iba a abrir la boca.

-No te atrevas… no te atrevas a decir nada de él… nada -su voz y su gesto era amenazante -Lo conozco, al contrario de ti. ¿Qué sabes de él? ¿Estuviste cuando estaba herido? Es un muchachito voluntarioso, sí. Pero en lugar de intentar saber qué pasaba, seguías presionándolo… Que las calificaciones, que las peleas en las que se metía, la rebeldía… ¿nunca pensaste que solo era un grito por algo de atención? Solo quería que lo notaras. Y lo intenté, sola… pero no quería mi atención, quería la tuya… ¡Y nunca se la diste! ¡Nunca!

-Yo… necesitaba disciplina.

-¡Disciplina! Déjame decirte que necesitaba: que lo abrazaras, que le dijeras que estabas orgulloso de él… que lo trataras con comprensión. Pero solo se encontró con un padre severo, que lo comparaba con su hermano mayor. Provocaste que odiara a Kazui, que lo envidiara porque tenía de ti lo que quería para él… un poco, solo un poco.

-¿Te lo dijo?

Orihime negó.

-Pero al contrario de ti, yo lo supe ver. Cada vez que respondía insolente, cada vez que me insultaba, cada vez que golpeaba la puerta y se encerraba en esa maldita habitación con su maldito laptop a perderse y esconderse de todo. ¡Mataste a mi hijo! ¡Lo mataste en vida! -se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas con el canto de la mano -¿Quieres saber porqué está feliz con Rukia y Renji? ¿Quieres saber porqué me duele? Porque ellos le han dado una familia… ¡una que debió encontrar aquí!

-Orihime, cálmate… -la tomó por los brazos -Está bien… si vino fue porque te extraña… has hecho todo bien con él.

-No, le falle. Porque debí tener esta discusión contigo hace años, y ahora es tarde para remediarlo. Mi pequeño ya no vive en esa habitación -indicó hacia arriba -Lo enterramos, ¿te acuerdas? Su cuerpo está seis metros bajo tierra… y su alma del otro lado buscando el lugar que acá nunca encontró.

-¡Lo siento! Lo siento. Actué mal y debí hacerlo todo diferente. Pero hice lo que creí correcto -la acercó a él -Me equivoqué, lo aparté, lo hice porque no sabía afrontarlo. Lo siento…

-No deberías decirme esto a mí, díselo a él… pero no ahora. Déjalo que encuentre en él lo que pisoteaste todos estos años. Y cuando eso pase… admite tus errores. Tú y yo sabemos que eso te cuesta… pero lo tienes en la cabeza carcomiéndote, lo tienes en el corazón apuñalándote… Pero déjalo en paz. No vayas a ir a darle un sermón, porque es la única manera en la que sabes hablar con él. Y créeme que si lo haces ahora vas a destruir lo que ha ganado, no destruyas a mi hijo otra vez.

Se apartó de Ichigo hasta la puerta de la cocina.

-Nuestro hijo, Orihime…

-No, tú tienes un solo hijo… y me duelen las entrañas cada vez que lo recuerdo… que eres un cobarde que no es capaz de mirar a ese chico problemático que tú mismo eras y darte cuenta que Ikari es tal y como tú -se quitó el delantal -Iré a ver a Tatsuki.

Salió de la cocina.

.

.

Encendí el reproductor de música, me puse los audífonos y me tendí en medio del campo de entrenamiento. Agradecía que nadie preguntara nada… No quería hablar de ello. No quería dar razones que pudiesen parecerles irracionales.

Voy pasando las canciones sin detenerme en ninguna en particular. No quiero escuchar ninguna de ellas, de pronto que quien escuchaba esta música era otra persona… una que se quedó encerrada en esa habitación.

Las letras, la música… eran agresivas, resentidas… tristes finalmente. Sigo pasando una a una. ¿Cuán mal estaba? ¿Así de mal? Parecían siglos desde ello… pero hoy tuve una muestra que ese reciente pasado aún estaba presente y que, en algún momento, tendría que enfrentarlo.

¿Enfrentar a mi propio padre? Alzo la mano izquierda frente a mis ojos. Mamá diría que tengo que hablarle desde mis sentimientos… pero mi papá es incapaz de sentir algo. Quizás mi problema fue que confundía sentimientos con ira y desesperación. Debí haberlo intentado de otra manera… ¡Pero qué estoy pensando! Era un niño… ¿Cómo iba a reaccionar un niño ante la indiferencia de su padre? El problema es que ese mismo niño vuelve a aparecer estando papá frente a mí.

La conversación nunca ha sido nuestro fuerte, jamás nos entenderemos. Con papá los hechos valían, el resto eran excusas.

Pero había otra manera de enfrentarlo… Me concentro un segundo en mi mano y la bola celeste aparece. La miro sin mirarla, traspasándola.

-Tengo que demostrarle que no soy un inútil…

¿Cuánto podría llegar a tomarme eso? Graduarme de la academia, ingresar al Gotei… estudiar, entrenar, trabajar… estudiar, entrenar y trabajar… Hasta poder… poder enfrentarme a él. Hasta poder vencerlo en su propio terreno…

¿Vencerlo yo? Dejo escapar una risa burlona ante mi propia ingenuidad. Nunca sería rival para mi padre. Contando que no sería capaz de alzar su katana contra mí… era un padre que dejaba bastante que desear, pero no era un animal. No importaría cuando lo provocara, jamás lo haría, preferiría dejarse vencer. Y esa no es la manera. Volvería a ser el Ikari que no se controlaes agresivo, arisco… necesita apoyo profesional. Esas sesiones con el psicólogo eran una mierda… gracias a Dios mamá entendió que no sacaba nada con ir. Yo solo era la mitad del problema…

-¿Cómo? ¿Cómo puedo vencerte, Ichigo Kurosaki?

Cierro el puño y la bola desaparece.

.

.

-Déjame verte…

Habían pasado dos semanas desde el examen y era mi primer día en la academia. Rukia me obligó a darme una vuelta para ver como me quedaba el uniforme. No me queda otra opción que darle en el gusto, pero debo parecer un tomate.

-Te ves muy bien -me hace un gesto de aprobación con el pulgar hacia arriba.

-Que se cuiden esas chicas de la academia -bromeó Renji.

Me alzo de hombros restándole importancia. Rukia se acerca a mí para acomodarme el cabello, instintivamente me hago hacia atrás. Así lo hacía con mamá. Pero Rukia no es de las que se de por vencido. Me toma del uniforme obligándome a agacharme mientras intenta arreglar el desastre.

-¿Siquiera te lavaste el cabello? -me pregunta.

-Claro que sí -respondo avergonzado.

-Pues no se nota -¿me está regañando? ¿Rukia Kuchiki me está regañando? Esto es el cielo. Puedes regañarme todo lo que quieras guapa -Ve a pasarte una peineta.

Salgo de la sala. ¿Una peineta? ¿Dónde carajo encuentro una peineta? Escucho una tos fingida. Naota lee en el pasillo. No levanta la vista de su lectura pero levanta su mano para entregarme una peineta. La tomo, Naota no me mira. Ese chico es todo un caso.

Entro a mi habitación y trato de desenredarme el pelo mirándome al espejo. No iba a salir nada bueno de esto, lo sé.

El shoji hacia el jardín está descorrido y siento unas pisadas suaves.

-Gordo… ¿Dónde te metiste ahora?

-Kimiko -la llamo y veo asomarse su cabeza -¿Qué haces?

-Gordo ha vuelto a escaparse… y hoy oji-sama estará en casa todo el día. Está indispuesto -informa con su tono ceremonioso -¿Y tú? ¿No deberías ir camino a la academia? -meneo la peineta -Mamá te mandó a peinarte -se largó a reír -Me temo que estás en el punto exacto entre que te cortes el cabello o lo dejes crecer.

Me miré al espejo y fruncí los labios.

-A Ichika le gusta el pelo más largo -me confidencia en susurro.

-¿Y eso me importa por…? -pregunto y ella se ríe.

-Los vi -confiesa -El otro día en el jardín… estaba buscando a Gordo y los vi -tiró un par de besos al aire burlona. Me hago el desentendido -No sé porqué volvió con Toru-san si es obvio que le gustas.

Ignoro eso.

-A veces las relaciones merecen una segunda oportunidad -comento por sentido común, no he tenido una novia. Si con suerte salía de mi habitación y cuando lo hacía ni siquiera pasaba por el agua.

-No, no entiendes… Ella y Toru-san estaban separados hacía varios meses, aunque él seguía buscándola… volvieron después que llegaste.

-No lo sabía…

-No tendrías porqué. Ella no anda publicando su vida privada. Y, además, a papá no le agrada Toru-san. Dice que es muy mayor para Ichika. Debo coincidir.

Me vuelvo al espejo para seguir con mi labor.

-Soy muy buena cortando el pelo… -tentó.

-No, gracias. Lo dejaré crecer -cerré el tema.

-Buena elección.

El ruido de unas pesuñas contra la madera de la solera hacen que ambos nos volteamos hacia afuera.

-¡Gordo! -exclamó Kimiko y salió convertida en una flecha -¡Gordo! ¡Ven aquí! Ven con tu madre… -la escucho alejarse.

.

.

El corredor del primer piso era una locura. Todos los estudiantes de todos los años revisaban sus horarios. Hubiese deseado tener mi celular para sacarle una foto y ahorrarme el método clásico.

-¡Shiba-kun! -escucho a mi lado una voz chillona, temo voltear -Akane Yukimura, nos conocimos el día de la examinación.

-Hola -vuelvo a anotar en el cuaderno.

-Ya me ubiqué con las salas, podemos ir juntos… ya que somos compañeros de clase.

-¿Y tus hermanos?

-Me están haciendo la ley del hielo. No sé porqué.

La miro de reojo, pero sigo anotando. Tengo dos opciones: 1. Ser amable, ir juntos al salón y no me la despego el resto del semestre… o 2.

Cierro el cuaderno y parto rumbo a mi primera clase.

-Espérame, Shiba-kun -exclamó Akane.

Iba a apresurar el paso cuando choco brusco con alguien. Un tipo rubio de ojos oscuros me mira de mala forma, como si me estudiara. Me da mala espina.

-Lo siento -digo rápido para seguir en mi huida de Akane.

-Shiba-kun -me da alcance -¿Te hiciste daño?

-No.

Sigo por el pasillo mirando la numeración de las salas. No hace falta que busque. Akane ya me tomó por la manga y me arrastra con ella. Parece que voy a tener que aplicar la técnica del no-baño para librarme de ella.

Ingresamos a una sala. Todos se miran entre ellos. Algunos ya se encuentran en grupos. Busco un lugar desocupado y me siento. Dejo el morral sobre el pupitre. Akane se deja caer en el puesto de junto con sus cosas.

-¿De verdad no te hiciste daño, Shiba-kun?

-Que no -gruño y finjo buscar algo en el bolso.

-Debes tener cuidado con Mizushima-senpai…

Me volteo a verla. ¿Con quién? Pero no necesito preguntar en voz alta.

-Suoh Mizushima-senpai es alumno de tercer año. Es muy hábil combatiente, tiene buenas calificaciones y tiene éxito con las chicas…

-¿Y se supone que estamos en una película de instituto donde por un golpe me gano su odio por el resto de la vida? -ella me mira extrañada -Olvídalo.

-¿No sabes quienes son los Mizushima?

-Ni idea…

Akane suspira con desespero, como si yo fuera el ignorante más grande de la vida… o la muerte, en este caso.

-La Sociedad de Almas se divide en castas…

-La gente del rukongai, los comerciantes, los shinigami, los nobles y los cuatro clanes principales -repito lo que Kimiko me enseñó.

-¿Cuáles son los cuatro clanes?

-Kuchiki -ella asiente -Shihoin -vuelve a asentir -Furukawa… y Mizushima -ella asiente otra vez -¿Ese Suoh es del clan?

-Así es -responde -Y ese es el clan que sacó a los Shiba del Seireitei -agregó -Y odian… profundamente y abiertamente a los Shiba.

-¿Y tú como lo sabes?

-Mi familia trabaja para ellos -comenta como si nada.

-¿Y porqué nos odian tanto? -pregunto sin mayor interés… habladurías seguro.

-Porque el líder de los Shiba envió a la yakuza a asesinar a todos los herederos del clan Mizushima.

-¿¡Qué!? ¿Kaien?

-No -bufa, insisto en que cree que soy idiota -Su abuelo, Daichi Shiba.

Me va a dar algo. Me doy en la frente contra el escritorio. Menuda suerte. Se me ocurre salvar a un clan hundido hasta la mierda. Pero no voy a echar pie atrás.

-Yukimura-san… ¿sabes porqué Daichi-dono envió a matar a los Mizushima?

Se llevó un dedo al mentón pensativa.

-Si mal no recuerdo, su mujer se involucró con el líder de los Mizushima y tuvo un hijo de él. Pero luego los mataron a ambos también. Ya después se casó de nuevo y tuvo a los otros.

-Soy Shiba muerto… -suspiré.

El profesor ingresó a la sala y comenzó con la clase. Teoría sobre la muerte I. Akane toma apuntes de manera prolija, mientras que yo siento que éste va a ser un semestre muy largo… y no por las clases precisamente.

-¿Shiba-kun? -me llama en medio de la lectura, la miro de reojo -¿Almorzamos juntos?

Miro el reloj. Son las diez de la mañana. ¿Ya está pensando en comer?

-No me gusta almorzar en el comedor…

-Podemos almorzar en el jardín…

-Me gusta almorzar solo.

-A mí también. Almorcemos solos juntos.

Este iba a ser un semestre muy largo… muy largo.

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