Capítulo 5

Miro a mi abuelo caminar a mi lado a paso ágil, claramente tiene mejor estado físico que yo, lo cual es humillante. Él me habla sobre el seireitei y su origen, de los distritos del rukongai. Ahora es cuando lamento no ser un shinigami, tal y como Isshin. Había visto moverse a los shinigami de la familia que me había aceptado como uno más. Era veloces y saltaban de muro en muro, techo en techo como si fuese lo más natural. Y yo con suerte puedo subir tres escalones a la vez.

-Abuelo -interrumpo su monólogo -¿Me explicas quién es Kaien Shiba y qué relación tiene conmigo?

Directo al hueso. Ya no estaba para indirectas, ni para sonsacar información. Quería respuestas y las quería ya. Todo lo que tenía que ver con la Sociedad de Almas también era algo que me pertenecía, era mi historia. Pero una tan lejana…

-Kaien Shiba fue el hermano de Kuukaku y Ganju. Era el mayor. Ellos son mis sobrinos… mi hermano mayor era su padre.

Asentí, no era el momento de interrumpir.

-No sé como has sabido de él, pero no quiero pensar que tienes la costumbre de Yuzu de escuchar tras las puertas… -me mira de reojo. No respondo -Los Shiba solíamos ser una familia importante… como los Kuchiki.

-¿¡Qué!? -exclamó impresionado. ¿El abuelo había sido millonario y un estirado como Byakuya-sama? No me cuadra con el perfil.

-¿Impresionado? -rio -Nunca tuvimos el garbo ni el palo en el culo de los otros clanes principales. Éramos y seguimos siendo algo así como los pueblerinos entre los nobles. Eso fue algo que siempre les molestó, eso junto con algunas malas gestiones de mi hermano quien se fue ganando la antipatía del resto de las casas principales.

-¿Qué gestiones? -no puedo no preguntar.

-Lo único que puede hacerte ganar enemigos en esta existencia es el dinero y los líos de faldas -había algo de buen humor en ellos -Itachi era experto en meter la pata en ambos aspectos -se alzó de hombros -El clan arrastraba muchas deudas y su nombre se relacionaba ya con asociaciones con la yakuza en el rukongai. Y eso nunca es bueno… -giró en una calle, lo seguí -Luego de la muerte de Itachi, Kaien tomó su lugar como líder. Era un muchachito aún y con una gran responsabilidad. Él y Kuukaku ya formaban parte del Gotei…

-Creí que dijiste que a ella los shinigami no le agradan.

-Hace muchos años, un capitán fue acusado de traición. Urahara-san… el de la tienda. Lo conoces… -asiento, sabía que algo tenía que ver con estas cosas -Junto con él hubo dos otras personas que renunciaron al verse vinculadas con él. La capitana de la segunda división, Yoruichi Shihoin y la tercera oficial, Kuukaku.

-¿Qué pasó con Kaien? ¿No hiciste nada para ayudar a Kuukaku?

El abuelo suspiró y se pasó las manos por el cabello.

-Las cosas en el Gotei no son tan flexibles como ahora. Un traidor no tenía perdón y era mejor huir a enfrentarse a un juicio con la cámara de los 46… una vez en ello, ya estabas perdido. Pero sí intercedí… por Kaien. Él no tenía nada que ver con los movimientos de Urahara, además era la cabeza del clan y lo único que aún nos mantenía en pie.

Guardó silencio. Repasé las calles que transitábamos con la mirada. Parecía que íbamos ingresando a un sector más rural. Al fondo podían verse unas colinas verdes con distintos tonos por los árboles que allí crecían. Quizás debería venir de paseo… podríamos venir con los chicos…

-Mi huida al mundo de los vivos no mejoró la situación. Claro que yo perdí total contacto con mi familia. Era mejor que no supieran nada, cuando a mí se me dio por muerto.

La historia de mis abuelos sí la manejaba bien.

-Pero… de alguna manera…

-Urahara siempre me mantuvo al tanto. Supe que mi supuesta muerte terminó por debilitar al clan. Después de todo, solo quedábamos nosotros cuatro. Ya con Kuukaku fuera del Gotei de mala manera y mi supuesta muerte, Kaien se vio con el peso de un clan sin dinero y sin honor. Vendieron de a poco lo que tenían y compraron una casa en el rukongai. Kaien se preocupó de saldar las deudas que Itachi había adquirido con otros clanes… entre esos los Kuchiki. La única posibilidad de salvar a los Shiba era que Kaien se casara con una chica noble… pero eligió a una de sus compañeras de división. Todo se venía abajo… y terminó cuando Kaien y su esposa murieron luego de enfrentarse a un hollow. Esa era la oportunidad que los clanes principales estaban esperando… sacaron a los Shiba de las casas nobles. Así, sin más.

¿Qué clase de mundo era este? Dejaban a dos hermanos que lloraban la muerte de uno de ellos… los dejaban a su suerte. ¿Qué harían en el rukongai? ¿Sobrevivir como dice Rukia? No, no era justo.

-Ganju era un niño… fue una jugada muy perversa. Al menos siempre han contado con la ayuda de dos fieles sirvientes desde la época en que los Shiba aún era un clan respetado… Kuukaku es una mujer inteligente. Comenzó a trabajar en una tienda de fuegos artificiales, aprendió a fabricarlos y se ganó la confianza de muchos compradores -me abrazó por los hombros mientras seguíamos caminando -Una mujer inteligente es mucho más tenaz que un hombre. Eso que se te quede en la mente, muchacho -me dio una par de palmadas y me soltó -Ahora es la principal proveedora de fuegos artificiales de la Sociedad de Almas.

-Resiliente supongo.

-Esa no es una palabra que esperaría escuchar de ti -bromea y me alzo de hombros -Pues sí, Kuukaku pudo sobreponerse al destino cruento al que los otros clanes la habían arrojado.

Guardo silencio mientras bajo la vista al suelo. No es justo. Una familia no podía ser alejada de todo lo que conocen solo porque alguien toma malas decisiones, o porque tiene juntas poco apropiadas, o alguien se presume muerto… o realmente muere. Ya me lié. El tema es que arrojaron a dos personas a la calle. A una mujer y su hermanito. Y eso es una mariconada. ¿Acaso ninguno de esos estirados pensó en darles una mano? ¿No tenían un poco de compasión ni bondad?

-¿Por qué nadie los ayudó? -pregunto con frustración.

-Porque en una sociedad de castas a nadie le importa el otro… mientras no te afecte.

-Los Kuchiki me han ayudado…

-Porque eres hijo de Ichigo. Tu padre salvó este lugar… Tenerte con ellos es elevarlos a la categoría de super casta. Eres un Kurosaki…

-Técnicamente… soy un Shiba, ¿o no?

-Pero ese apellido no vende… es una vergüenza. Es la deshonra para los nobles. Decir que eres un Shiba no significa más que engaños, estafas y deserciones. Este no es un mundo como el del otro lado. La Sociedad de Almas no olvida… Tu padre está orgulloso de llevar el apellido de tu abuela. No tiene vínculo con los Shiba. No iba a andar por el Seireitei proclamándose de una familia que no es la que reconoce como propia.

-¿Y no te importa?

-Dejé de ser un Shiba hace mucho tiempo. Pero es mi familia… pero ese nombre ya no es mío.

Quizás sí era un ignorante en las condiciones de una sociedad de castas. O creía que dejar a dos huérfanos desprotegidos era una aberración… o que esos nobles eran unos idiotas. Pero una familia noble, con historia… no merecía ese fin.

Caminamos bastante. No seguí preguntando nada, cada vez que sabía algún otro detalle me entraba la ira. Decidí dejar de comerme el coco con ello. El abuelo Isshin logró conseguirse con un tipo que llevaba unos jarrones de agua, que nos diera un aventón. Fue un descanso para mis pies.

Tardamos cerca de otra hora para cuando llegamos a un sector completamente despoblado. Al final de un camino perpendicular a la ruta principal se divisaba una extraña casa con un largo cañón. Mi abuelo golpeó el costado de la carreta. El hombre se detuvo. Nos bajamos.

-Gracias, buen hombre -se despidió Isshin -Muy bien, muchacho. Frente a ti, la casa de tus tíos -le empujó por el hombro -Andando, a Kuukaku no le gusta que la hagan esperar.

Sin duda a mi familia le iba bien, no sabía que esperar. Quizás creía que estarían en condiciones paupérrimas. Pero en su lugar me encontré con una casa amplia con una fachada muy… interesante. A pesar de vivir alejada de la sociedad, los Shiba se hacen notar.

Recorremos el camino a paso ligero. Casi llegando mi abuelo se detiene, me lo quedo mirando con curiosidad.

-Tu tía Kuukaku… ella perdió un brazo cuando comenzaba con esto de la fabricación de fuegos artificiales… -pongo cara de lástima -Esa cara es la que no debes poner… y no le quedes mirando el muñón. Lo odia.

Seguimos el camino y puedo escuchar el sonido de… ¿cerdos? El abuelo se voltea hacia mí y se ríe.

-Tienen una debilidad por los animales grandes y peludos…

No necesito más señal para cuando noto unos jabalíes olisqueando con su hocico el suelo. Alzan la mirada al vernos, para luego seguir en lo suyo.

-Tío Ishhin -escucho un grito a lo lejos.

Un hombre corpulento hace señas alzando la mano, lo acompaña uno de los jabalíes y lo sigue como un perro mientras el hombre viene a nuestro encuentro.

-¿Qué significan esos gritos, Ganju? -una mujer morena se asoma por la puerta y se voltea hacia nosotros al tiempo que su hermano nos da alcance.

Noto que está sorprendida de verme, ella y su hermano. Pero ella cambia su gesto a uno de completa naturalidad en un segundo.

-Isshin, siempre es un gusto verte -dice la mujer, Kuukaku claramente, veo de refilón su muñón. Ganju asiente a su lado -Y tú debes ser Ikari… -ahora me toca asentir.

-Es un gusto conocerlos, tía Kuukaku, tío Ganju.

El jabalí me olía con insistencia. Le toqué la cabeza con un dedo con curiosidad, pero reticente. Tenía el pelaje duro. Como si fuera una escoba.

-Ahórrate los títulos, chico -su voz era seca y dura -Pasen…

-Es Bonnie, la sexta en su línea -me comenta Ganju acariciándole el lomo. Asiento en silencio.

Ingresamos a la curiosa morada, puedo ver ambos guardias, de los que me habló el abuelo. Noté la misma sorpresa en su mirada, pero no hicieron más que realizar una ligera venia.

Kuukaku nos dirigió hasta una sala. Tomamos asiento y se nos sirvió té. Lo necesitaba después del viaje. Los escucho hablar, Ganju pregunta por mi padre, mi abuelo responde. Hablan sobre Kazui y su familia. Luego pasan al negocio familiar de los Shiba…

-¿Y a éste le comieron la lengua los ratones? -dijo Kuukaku, me la quedé mirando -¿Y qué? ¿Te tratan bien los Kuchiki?

-Sí… son amables -respondo, no en un tono apático, más bien tímido. Esa mujer da miedo.

-¿Amables? Vaya sí les ha hecho bien mezclarse con la plebe -lo último cargado de sarcasmo. Supuse que se refería a Renji y no me gustó… pero tenía razón -¿Cuánto llevas aquí?

-Unos dos meses…

-¿Y en dos meses no lo trajiste con su familia? Bien, Isshin -lo regañó.

-Mi culpa, lo admito.

-O debió hacerlo Ichigo…

¿Mi papá? Si ni siquiera había tenido la deferencia de hablarme de ellos. Ni siquiera había ido a verme… al menos podría haber traído a mi mamá.

-Pues no lo hizo -respondo con un tono de molestia.

-Y tiene carácter -Kuukaku se ríe -Y bien, ¿tienes pensado qué harás en este lado? Esta existencia es larga -busca algo entre su ropa y saca una pipa.

Con habilidad, aun cuando solo tiene una mano, la enciende y el aroma a tabaco inunda el ambiente. Ella nota que me comienza la ansiedad por fumar.

-Ganju, tráele la otra pipa antes que se ponga verde -bromeó.

Mientras fumamos -algo que solo podía hacer a medianoche y escondido. Había encontrado un almacén cerca de casa y Renji me daba algo de dinero para mis gastos personales, o sea cigarrillos- comento con bastante tacto que ingresaré a la academia. Sí, tengo tacto, aunque parezca extraño.

Ganju miró a su hermana, quizás esperando una mala reacción de su parte, pero no. Se sonrió ladeado.

-Supongo que no se puede luchar contra ello, ¿verdad? -ni rastro de agresividad en ella -Lo harás bien. Te sentará el uniforme del Gotei.

Había nostalgia en ese momento y lo noté. Isshin cambió el tema de súbito. El día se pasó veloz. Ganju me llevó a dar una vuelta por los terrenos y me presentó a sus jabalíes. También me enseñó como montar sobre ellos, yo ni siquiera había andado en un caballo. Así que di contra el suelo varias veces. También me habló de papá y sus aventuras… aunque en un principio quise decirle que no me interesaba, me vi momento a momento más interesado en ello. El rescate de Rukia, la guerra sangrienta de los mil años… Me había perdido muchas historias. Quizás debí escucharlas cuando alguna vez papá quiso contármelas o cuando lo hablaban con Kazui.

Y hablando de sus aventuras… ¿rescatar a la morena? Eso se me hacía a esos juego donde debes ir por la princesa y enfrentarte a todos. Todo por el amor de esa chica… Papá tenía sus secretos, jaja. Era un culista después de todo.

Cuando ya caía el sol era hora de marcharnos Kuukaku me instó a visitarlos cuando quisiera, se lo agradecí. Aunque estaba bien con los Kuchiki-Abarai, los Shiba eran mi familia… y después de enterarme de su historia, después de conocerlos… Más me involucro con ellos. Y en eso me quedo pensando todo el camino de regreso. Mi abuelo respetó mi silencio, debía saber que estaba digiriendo todo eso.

Era mucha información, claro. Pero… estaba… va a sonar extraño, pero estoy feliz de haberlos conocidos, de haberme enterado de todo, o casi todo. Yo era parte de ellos, más allá de ser parecido a Kaien… y eso me recordaba… ¡tengo que contarle a Ichika!

A penas regresamos dejé a mi abuelo atrás. Siquiera saludé a Rukia y a Renji, quienes se quedaron con sus preguntas en la boca. Mi abuelo se alzó de hombros.

Corrí por el pasillo y me topé con Mitsuki.

-¿Dónde está Ichika? -le pregunté acelerado.

-En el jardín del estanque…

Retomé mi raudo caminar.

-Espere, joven Kurosaki… -la escuché decir mientras la dejaba atrás.

Ichika se iba a morir cuando le contara todo lo que había conocido de mi familia. Seguro ni ella lo sabía, le daría una cátedra de la historia de los Shiba… de mi propia historia. Llegando a la solera pegué un salto al perfecto césped y enfilé al estanque. Pero mientras me acercaba mejor reconocía que habían dos personas allí. Seguro Renji se me había adelantado y quería escuchar primero lo que había sucedido en mi viaje. Pero cuando estuve a unos cuantos metros me detuve en seco.

No era Renji.

Un sujeto alto, moreno, de estampa elegante e imponente estaba junto a ella… demasiado juntos para mi gusto. Ichika se volteó hacia mí y entonces noté que sostenía la mano de ese tipo. Fruncí el ceño.

-Ikari… -la escucho decir -Ven, quiero presentarte a Toru Forusawa. Teniente de la tercera división.

Teniente… era un puto teniente. Su maldito y estúpido novio era un puto teniente.

Me acerco tratando de disimular el como aprieto con fuerza mis dientes. Sé que debo tener el rostro deformado en este momento, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.

-Ikari Kurosaki, es un gusto conocerlo teniente Furosawa -una leve venia mientras siento mis manos empuñadas y las uñas clavárseme en las palmas. No debía ser grosero… por Ichika.

-El gusto es mío Kurosaki-san. Ichika me ha hablado mucho de ti -la miró con una sonrisa.

Silencio. Nadie cruzaba palabra. Ichika parecía nerviosa, me miraba angustiada.

-¿Cómo te fue con tus parientes? -me pregunta finalmente con voz suave -¿Lo pasaste bien?

-Fue interesante…

Quise ser más elocuente, pero tengo un nudo en la garganta. Esto es como que me hubiesen pegado una patada en la boca del estómago. Ese tipo era… era… como Kazui. Inalcanzable.

-Pero podemos hablarlo mañana, no sabía que estabas ocupada. Mis disculpas, teniente.

-No hay por qué -me responde con un estúpido tono paternal. Un niño, eso soy para él. Un niño que no representa ningún peligro, ninguna amenaza.

-Que disfruten la noche -digo y me volteo sin más.

Trato de caminar casual, pero siento mis pies hundirse con fuerza en la hierba. Vuelvo a la solera, pero no tengo ánimo de volver al interior de la casa. No quiero hablar ni con mi abuelo, ni con Rukia, ni con Renji ni con nadie. Corto por el pasillo bordeando la construcción hasta llegar a un jardín interior. Un enorme árbol de cerezo al centro. Si no fuera por la luna llena ese lugar estaría completamente a oscuras. Me siento bajo el árbol y apoyo la espalda en el tronco. Respiro profundo. Juego un poco con las flores que habían caído al césped y suelto un bufido. Ni siquiera me quedaba un maldito cigarrillo.

Todo es una puta mierda. Lo que les sucedió a los Shiba era una mierda. Que mi papá no viniera ni una vez a ver si estoy bien era una puta mierda. Que esté muerto es una puta mierda… Golpeo el césped con la palma de mi mano izquierda y presiono con fuerza… El novio de Ichika es una puta mierda. Me siento enfurecer.

-Todo esto vale verga -gruño.

Mi mano se ve levantada de la hierba con un plop. Presiona algo, pero es blando como un globo, mi mano descansa sobre él. Miro con curiosidad. Una brillante bola de energía está bajo mi palma. Giro la muñeca dejando esta vez la palma hacia arriba. El globo celeste sobre ella.

-Vaya -murmuro.

-¡Muy bien! -escucho desde el frente.

Los otros tres hermanos Abarai aplauden y me vitorean. No pasa más de un segundo para cuando me veo tendido en el césped con los dos chicos sobre mí tal como se felicitan los jugadores de futbol tras un gol brillante. Sigo con mi mano hacia arriba.

-Felicitaciones, Kurosaki-san -escucho la voz de Kimiko mirando desde arriba.

Kouki la miró y la jaló de la manga del kimono para obligarla a caer en el bollo. Me quejo ante el peso, pero la escucho reír.

.

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-Me temo que es tarde -me dice Toru logrando que desviara la mirada desde donde había perdido de vista a Ikari -Si no es por tu amigo no caigo en la hora. Tu padre debe estar molesto.

-No es nada… -respondo tratando de parecer natural, pero no podía borrarme el gesto amargo de Ikari de la mente.

-Te extrañé mucho.

-Y yo a ti…

Lo siento besarme en la mejilla. Los colores se me suben al rostro. No acostumbramos a estas demostraciones en casa, no es de buena educación o eso dice tío Byakuya. Su casa, sus reglas.

-Nos vemos en el Gotei…

Se despide y le sonrío, reconozco que algo forzado… la intromisión de Ikari me dejó nerviosa. Veo a Toru ingresar a la casa. Cierro los ojos y me concentro un segundo. Muchas cintas rojas aparecen frente a mí. Tomo una y otra y las voy pasando como si fueran las páginas de un libro.

-Mamá… -la paso -Isshin-san -la paso -Kimiko -la paso y tomo otra -¡Te tengo!

Volteo hacia de donde proviene y la descorro. Mis pasos me llevan hasta el jardín de Hisana-sama. Frunzo el ceño. Nadie debería estar ahí. Pero al acercarme al viejo árbol de cerezo veo a mis hermanos uno sobre el otro y una brillante bola de energía.

-¿Qué significa esto? -pregunto ya junto a ellos y todos me quedan mirando, Ikari está abajo -¿Creen que pueden hacer un bollo sin mí?

Me tiro encima de todos, sin importarme que traigo un kimono nuevo o si aplasto al resto. Kouki se queja, también Ikari, Naota comienza a picarle los costados a Kimiko y pega un par de respingos… pero lo más importante, nos reímos.

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Isshin y la pareja de esposos observan cuando los chicos comienzan a ponerse de pie. Ichika ayuda a Kimiko, quien se sacude su kimono prolija. Ikari se sienta con algo de esfuerzo logrando que los chicos caigan al piso. Se siguen riendo.

-Creo que tendremos un nuevo estudiante en la familia -comenta Rukia.

Isshin pasa un brazo por sus hombros.

-Mi tercera hija -le dice con el afecto de siempre -Y mi yerno -Renji se ríe -Siempre supe que la familia que han formado era el mejor lugar para mi nieto.

-Me alegra verlo así… -Rukia observa como la esfera celeste se eleva en el aire y todos se la quedan mirando hasta que se extingue de a poco -Fue una buena idea llevarlo donde los Shiba.

-Parece que logró destrabar el flujo de energía -reflexionó Renji.

-Yo diría que es una sumatoria de cosas -comentó Isshin con picardía viendo como Ichika le lanzaba un puñado de flores de cerezo a Ikari en la cara -Recordemos que en los sentimientos reside el poder de cada uno.

Renji se apoyó en la pared y cruzó los brazos viendo como Ikari salía tras de Ichika en busca de venganza.

-Me agrada más que Furosawa -dijo volteándose hacia la casa -Diles que salgan de ahí antes que el capitán Kuchiki los descubra, Rukia…

-¿Y porqué no lo haces tú?

-No quiero espantar a mi futuro yerno -bromeó adelantándose al interior de la casa.

Isshin volvió a mirar a los chicos. Sin duda había un destino, era intrincado y confuso. Pero ahora parecía cobrar cierto sentido.

-Me agrada ese esposo tuyo, Rukia-chan -le dijo Isshin -Aunque hubiese preferido que eligieras al idiota de mi hijo.

-Ay, Isshin-san -negó risueña. Pasó a fruncir el ceño viendo a los muchachos en el jardín -¡Chicos, saben que no pueden estar aquí! Vayan a jugar a otro lado.

Al verse descubiertos salieron disparados fuera.

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