Capítulo 4

-Solo tienes que concentrarte, Kurosaki-san -escuché la voz de Kimiko, aún estaba de baja, pero su mano estaba casi bien. Aunque le había quedado una marca bien fea.

Sí, me distraía. Pensando en la mano de Kimiko y cómo la debía afectar que tendría la piel de su índice y pulgar recogida. Ella que trataba de ser la chica noble perfecta.

O pensando en qué estaría preparando mamá para almorzar. ¿Papá iría a almorzar con ella o estaría demasiado ocupado con su nuevo puesto en el hospital? ¿Pasarían por casa Kazui y su familia de cuando en vez?

Estando con los Kuchiki-Abarai me daba cuenta que nunca había alguien realmente solo. Siempre había alguien en casa. Partiendo por los padres, solían llegar juntos y partir juntos al Gotei. No eran particularmente demostrativos entre ellos, de hecho parecían dos buenos amigos. Claro que Renji solía mirarla como si esperara el momento de lanzársele encima.

Luego estaban los chicos. Naota y Kouki eran buenos amigos, aunque discutieran y se lo pasaran tratando de jugarse bromas. Siempre podían ponerse de acuerdo para jugarle bromas a otros… en este caso a mí. La semana pasada cambiaron todas mis yukatas -ya no visto el negro de shinigami -por las de Ichika. Tuve que salir de la habitación con una micro yukata que me quedaba a medio muslo, llena de mariposas, flores y colibríes. Seguro a ella debía vérsele hermosa, pero en mí era un mamarracho. Lo peor fue toparme con Kuchiki Byakuya-sama en el pasillo cuando buscaba con desespero a Mitsuki. Simplemente me miró de arriba abajo y siguió su camino.

Pero dejemos esa broma de lado. También estaban las chicas. Se notaba que Kimiko tenía ciertos celos de su hermana mayor. Podía ponerme en su lugar y la entendía. Pero sus padres nunca hicieron diferencia entre ellas. De hecho, Kimiko fue más inteligente que yo, buscó dónde brillar sin estar a la sombra de Ichika. Además solían tener momentos muy hermanables, como cuando la menor jugaba a hacerle diferentes peinados a su hermana que siempre terminaban con un par de mechas que escapaban dándole su facha de planta.

Nunca había nadie realmente solo allí. Y cuando alguno estaba triste siempre estaba un hermano o hermana para consolarle. O joderlo hasta que terminara por vencer el mal momento. Como cuando Kimiko sufría por su mano y Kouki le ofreció pintarle las uñas. Fue un desastre, pero en lugar de enfadarse, su hermana se lo agradeció de corazón y mantuvo el desastre hasta que se comenzó a descascarar.

Entonces entendí que nunca estuve realmente solo, mamá siempre estuvo conmigo tratando de ayudarme a su modo. Con su dulce manera de ser… y yo solo la jodí. Las palabras de papá se me vinieron a la mente hacer las cosas bien esta vez.

-¿Kimiko-san? -abro un ojo.

-¿Sí? -pregunta esperando poder darme más de sus tips -Te lo agradezco, pero creo que es inútil.

La chica iba a responderme cuando otra voz se alzo tras de mí.

-Con esa actitud derrotista difícilmente lograrás algo -me dijo Ichika, era la primera vez en tres días que me dirigía la palabra. Estaba de brazos cruzados en su actitud de patear traseros -Quizás necesitas algo de motivación -miró a su hermana con una sonrisa perversa.

De pronto caí que estábamos en el sector de entrenamiento de la residencia. Y sabía perfectamente lo que planeaba Ichika.

-Hado 33… -invocó la pelirroja.

-No, el 33 no -supliqué antes que un rayo rojo pasara silbando junto a mi oído.

Otro pasó por entre mis piernas, salté del susto. Kimiko ni siquiera necesitaba invocarlo. Estaba en problemas.

-Defiéndete -exclamaba Ichika persiguiéndome por el campo -Hado 33 -me agaché justo a tiempo -Este es por ser un llorica, hado 33 -lo esquivo por el costado -Y este por tu falta de motivación, hado 33 -saltó para quedar a unos pasos, la imité para salvarme de su ataque. Salió veloz de mi rango de visión y la sentí tomarme de la yukata por la espalda, sus labios cerca de mi oído -Y este por ese beso, hado 33 -cerré los ojos esperando un ataque brutal, pero una ligera bola roja me exploto en plena cara. Lo suficiente para sentir olor a pelo quemado.

Me volteé hacia ella, quien sonreía triunfante.

-Supongo que me lo merezco -digo llevándome la mano al cabello y luego a la nariz.

Kimiko se reía a la distancia observando la escena.

-Vuelve a siquiera intentarlo -amenazó entrecerrando los ojos -Y te informo que tengo pendientes 99 hados para ti.

-No llegas ni al cuarenta -le dijo Kimiko risueña.

-¿Y tú que sabes? -exclamó Ichika.

-Simplemente lo sé -respondió con las manos en las caderas y actitud ganadora.

-Si serás… -gruñó la mayor de las hermanas.

Iban a seguir discutiendo, tomé el brazo de Ichika y se volteó.

-¿Estamos a mano entonces? -pregunté -¿Vas a volver a hablarme?

Me dio la espalda y se cruzó de brazos.

-De acuerdo -me miró sobre el hombro -Solo no vuelvas a hacerlo… -se volvió al frente -Tengo novio. Mis padres lo saben… todos lo saben.

-¿Y cómo que no lo he visto?

-Está de misión -respondió.

Bueno, hasta ahí llegaba mi especie de enamoramiento fugaz por Ichika. Seguro su novio era un tipo genial. Guapo, talentoso, una estrella del Gotei. Esa batalla no valía la pena siquiera librarla.

-No volverá a ocurrir, lo prometo.

La escuche soltar una espiración pesada.

-Podemos ser amigos… -agregó de pronto sin mirarme.

-Claro, seguro.

.

.

Había visto crecer a Ikari. Kazui tenía 15 años cuando Orihime-san anunció que llegaría un hermanito. Kazui estaba sorprendido y entusiasmado. Sabía que ese hermano le traería nuevos aires a sus padres, sobre todo a su mamá, quien ya anticipaba su partida a la universidad.

Lo vi crecer, desde que era un bebé que se chupaba el dedo, cuando ya caminaba, cuando aún se hacía en la cama en la noche. Cuando entró al jardín de infantes e iba con ese bolso de totoro, cuando lloraba porque lo molestaban por ser zurdo… y cuando comenzaron los problemas con su padre. Para mí era el hermanito de Kazui y siempre lo vi como un niño… hasta esa tarde en que me besó.

No estaba bien, no estaba nada bien. Podía ser que me viera incluso menor que él, pero soy mayor que su hermano. Y él no debía verme de otra manera que no fuera fraternal. Pensar en Ikari de otra manera es perturbador.

Además, ¿desde cuando soy una niña que una jugarreta pudiese incomodarme tanto? Las cosas estaban claras y si no cumplía las reglas… tendría que tomar acciones… severas.

.

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Con el paso del tiempo, y esperando que se cumpliera la fecha para rendir los exámenes, lograba algunos avances. Kimiko se había vuelto a integrar a su trabajo, por lo que tuve que empezar a entrenar solo. En realidad más que una práctica parecía una meditación, tratando de encontrar ese espacio en mi interior me permitiera alcanzar esas facultades que, se supone, yo mismo había encerrado. Patrañas de shinigami.

A veces, ya caída la noche Rukia o Renji me ayudaban con otras cosas como el acondicionamiento físico. Convengamos que mi máximo deporte era ir a la escuela y bajar las escaleras de mi casa para ir a comer, o caminar al baño. El resto del día me lo pasaba frente al computador comiendo basura. Soy un tipo delgado, pero de esos con barriga, claro que de ninguna forma me comparo con los sujetos del Gotei, al menos de los de alto rendimiento.

Pero esta noche Rukia no me llevó a correr alrededor de la mansión, me indicó que paseáramos por el jardín. Supuse que había algo importante que debía decirme… esperaba que no se tratara de mamá. No podría soportar que nada malo le sucediera.

Pero mayor es mi sorpresa cuando veo la imponente silueta de mi abuelo. Él me mira con esa gran sonrisa.

-Mi muchacho -exclama y me abraza fuerte de manera exagerada -Siempre supe que alguno de mi descendencia debía completar mi lugar en este sitio -me separa de él y veo lágrimas de emoción en sus ojos. Se voltea hacia una tranquila Rukia -Gracias, Rukia-chan, por cuidar de él.

-Ha sido un gusto -responde -Los dejo hablar. Esta es su casa Isshin-san, Mitsuki ha dispuesto una habitación para usted.

Y se retiró sin más. Veo que mi abuelo la sigue con la mirada. Hay algo de nostalgia en él. Se ve que le tiene mucho afecto. Tener a mi abuelo aquí es refrescante. Sinceramente, creo que es el único que siempre ha estado de mi lado. Mi apatía innata me impide demostrar la alegría que me produce verlo aquí. Pero seguro él lo sabe, suele leer a través de mí.

-¿Y bien? ¿Cómo se te da estar muerto, muchacho? -me pregunta con un relajo total frente a la situación -Es bastante diferente, pero ya te acostumbrarás. Rukia-chan me comentó que entrenas para ingresar a la academia. Es una noticia muy buena, siempre supe que tenías talento.

Lo miro extrañado.

-¿Siempre supiste…?

-Claro -exclamó -No era posible que no heredaras nada. Hasta tu tía Yuzu algo puede sentir. ¿Por qué tú no habrías de poder hacerlo? -me palmotea la espalda -Vamos a sentarnos a esa banca.

Se deja caer con ademán cansado. Ciertamente los años pasaban por él, con mayor lentitud, pero lo hacían.

-Los shinigami pueden esconder su poder espiritual y dejarlo a niveles de un humano corriente. Eso exige mucho control -alzo la vista al cielo -Tu padre nunca ha sido bueno en ello… tampoco Kazui -me miró de soslayo -El monstruoso nivel de tu padre puede hacer que otros niveles menores pasen… desapercibidos. Incluso, puede lograr que se repriman.

-¿Estas diciendo que mi papá logró encerrar lo poco de reiatsu que tengo?

-Puede ser una explicación… y la relación con tu padre tampoco lo mejoró -suelto un bufido -Tú y él se parecen mucho… claro que él se metía en problemas y tú simplemente te metías en tu mundo. Ichigo… no tenía realmente una razón para vivir. Solo dejaba que el tiempo pasara por él. La muerte de tu abuela le afectó mucho… Creo que tu padre simplemente no sabe cómo lidiar con su propio pasado. No sabía como sacarte de ese agujero si no tenías el recurso que él utilizó. El poder de proteger a los que quería. Piensa en lo difícil que debe ser ver reflejado tu misma apatía y revivirla a través de tu propio hijo. Y esa incapacidad hizo que te hundieras más, mucho más profundo de lo que él estuvo jamás… son culpas compartidas.

Nunca pensé en papá de esa forma. Suele ser bastante positivo, una persona despreocupada, o más bien, satisfecha. Las palabras de Ichika resuenan en mi cabeza.

-Lo sé -meneé la cabeza -Nunca tampoco tuve el coraje de sobreponerme y querer hacer algo que me hiciera sentir orgulloso.

-Pensaba que los videojuegos te hacían sentir bien…

-Sí, supongo que sí. Era muy bueno y extraño jugar. Acá es bastante difícil.

-Te traje un tetrix -lo saca del interior de su uniforme.

-Genial, gracias. Old school -admito que es un buen regalo -Abuelo… ¿papá te mando para que hablaras conmigo?

-¡Qué va! Ese idiota de mi hijo no me manda -volvió a palmotearme la espalda -Vine porque mañana iremos a ver a tus tíos. ¡Sorpresa! Tienes familia en este lugar… pero supongo que tu padre nunca te habló de eso -negué con la cabeza -Ese tarado y yo vamos a tener una seria conversación. Pues bien, mañana te quiero despierto y decente al alba. Nos espera un largo camino -se pone de pie.

-¿Acaso viven muy lejos?

-Me imagino que has escuchado hablar del rukongai… tras las paredes del seireitei. A Kuukaku le encanta mantenerse… alejada del mundo. Y no es precisamente amiga de los shinigami -me pongo de pie para seguirlo de regreso al interior de la residencia -No te asustes si discute con Ganju, su hermano menor. Son algo… violetos. Pero es con amor.

Creo que pongo un gesto de preocupación, porque mi abuelo se sonríe con un dejo de inocencia.

-La familia es la familia -dijo adquiriendo un tono solemne -Y se debe respetar. Nunca lo olvides.

Había una segunda lectura en ello.

Ingresamos al corredor, puedo ver que Rukia esperaba en una de las salas con el shoji abierto bebiendo un té. El abuelo me desea buenas noches e ingresa a la sala donde se encuentra Rukia.

Hago como que me alejo, pero me apego a la pared y afino el oído.

-¿Cómo crees que se lo tome Kuukaku-san? -escucho la voz de Rukia -Es un tema delicado para ella, aunque no lo reconozca…

-Estará feliz de conocer a su sobrino -responde mi abuelo con ligereza.

-¿Le has dicho? -insiste la morena, silencio. -¿Le has dicho que es idéntico? -silencio -Isshin-san…

-Tú no pareces afectarte por ello…

-Lo vi crecer, no fue algo de la noche a la mañana. Me temo que para ambos será una impresión ver que el hijo de Ichigo es tan parecido a Kaien-dono.

¿Quién? Nunca había escuchado nombrar a ese sujeto… ¿sería que papá no es realmente mi papá y mi papá es ese Kaien? No, eso no tendría sentido. Mamá no sería capaz de algo así.

-Es de muy mala educación escuchar las conversaciones ajenas, Ikari.

Me volteo hacia mi izquierda, Ichika menea la cabeza reprochando mi comportamiento.

-¿Quién es Kaien? -le pregunto.

Ichika parece descolocada.

-El exteniente de la división de mamá. Fue su mentor… murió hace varios años -responde tomándome de la muñeca para sacarme de ahí.

Me suelta unos pasillos más allá.

-Y fue tu tío. ¿No lo sabías?

-Ichika… piensa que soy como un alien en este mundo…

-¿Un qué?

-Olvídalo -suspiro -Todo lo que sucede de este lado es totalmente desconocido para mí. Lo único que conocía eran tus padres y a ti antes de llegar a este lugar.

-Bueno -sonrió y se cruzó de brazos -Ya conocías lo mejor -fanfarroneó y desvié la mirada -Ven -volvió a tomarme de la muñeca -Vamos…

Me guio por varios pasillos hasta llegar a una sala llena de libros. Me suelta e ingresa, la sigo impresionado de la cantidad enorme de textos.

-Es la biblioteca de los Kuchiki… -se puso a buscar algo -Y también donde mamá guarda las fotos. Debe haber alguna de sus tiempos de shinigami raso.

Sacó varios libros y nos sentamos en el suelo dejando los álbumes de fotos sobre una baja mesita. Uno a uno los fuimos pasando. Rukia era muy ordenada con ellos y estaba todo rotulado.

Ichika se detuvo a observar las fotos de la boda de sus padres. Se la veía ensoñada. La dejé que las mirara con detención.

-Esta es mi favorita -indicó una en particular -Mamá sale muy linda y papá muy guapo… mira la cara de tu papá, se ve muy chistoso. Allá atrás con cara de hastío -puso el dedo bajo su rostro. Mi madre estaba a su lado con una enorme sonrisa -Seguro papá le dijo alguna pesadez -se rio con malicia.

Siguió pasando las fotos. Siguiente álbum. Revisamos unos cinco hasta que ella se detuvo en una en particular. Yo estaba comiéndome los cueritos de mi dedo pulgar bastante concentrado en ello.

-Me lleva Aizen-sama -murmura y me indica la foto.

Al pie de foto puede leerse: Kiyone-san, Sentaro-san, capitán Ukitake, Kaien-dono. Miro hacia arriba.

-Esto es una mala broma… muy mala -murmuro.

-Salvo un par de detalles… pero te pareces mucho… aunque él es más guapo -reflexionó inspeccionando la foto -Veamos si hay otra más de cerca -siguió dando vuelta las páginas. Al verme silencioso me mira extrañada -¿Qué te pasa?

-Se me revolvió el estómago -confieso.

Pero Ichika sigue con su búsqueda. Da vuelta una página descuidadamente y una fotografía cae al suelo. La recoge y se sonríe con ese gesto socarrón.

-Helo aquí -pone la foto junto a mi rostro -Dos gotas de agua. Te espera un buen futuro… creo que me pensaré si te dejo besarme otra vez.

-Odiosa -gruño y me entrega la fotografía. La examino en silencio -Se parece a papá…

Ichika asintió.

-Te pareces más a tu papá de lo que quisieras. Vamos -me quitó la foto y volvió a guardarla.

La ayudo a dejar todo en su lugar. Caminamos en silencio hasta el ala de las habitaciones.

-Acá te dejo… Ikari Shiba -se rio y la quedo mirando intrigado -Ese es el apellido de Kaien.

-Eres una fuente de conocimientos, Ichika Abarai.

Me palmotea la mejilla y se pierde por el pasillo dando unos saltitos.

-Sin duda disfruta dejándome descolocado.

Entro en mi habitación.

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