Capítulo 25
Me despierto sobresaltado, como cada noche desde que se me entregó mi katana. Mientras estuve en la academia, mi zanpakuto estuvo al cuidado de Kuchiki Byakuya–sama. Pero ya llevaba una semana sin clases y la orden había sido la misma que sería para cualquier shinigami al que se le entrega su asauchi: cargar todo el día su espada, meditar con ella, dormir con ella. Y eso había hecho todos estos días, sagradamente.
Me gusta mi katana, se ve bastante genérica para ser honesto, pero me gusta. Creo que es muy elegante y peligrosa. Creo que me veo muy cool cuando la cargo, además. Aunque, que vaya a todos lados con mi katana, trae a tía Kuukaku de malas pulgas –más de lo normal –porque odia las espadas… y todo lo que se relacione con los shinigami… en fin.
Me incorporo en la cama y llevo una mano al futón. Está completamente empapado… como ha sido la tónica todos estos días. Voy a confesar que sí soy de los que suda un poco en la noche, mamá decía que eso pasaba porque me abrigo en exceso cuando no es necesario porque soy calientito. Me acuerdo de esas noches, cuando era más niño, que papá hacía turnos en el hospital. Luego de cenar mamá me decía que viéramos una película en su habitación y nos metíamos a la cama. Mamá decía que le gustaba dormir conmigo porque era calientito, a mí me gustaba dormir con mi mamá porque olía bien… olía a mamá. De eso ya muchos años.
Me levanto y busco otro futón en el armario, pero no tengo repuesto. Debí fijarme en ello antes de irme a la cama. Me pongo la yukata y salgo de la habitación rumbo a donde guardan las cosas de lavandería. Las luces están apagadas y me guío en la penumbra con una ligera bola de kidou que convoco sin dificultad. Aquellas sencillas cosas me eran inimaginables hacía medio año… es inevitable pensar lo mucho que he avanzado en tan poco tiempo. Pero aun no es suficiente, no es suficiente para lograr impresionar a los clanes y forzar mi ingreso al Seireitei, no es suficiente para demostrar mi valía como shinigami, no es suficiente para justificar mi nombramiento como el líder del clan Shiba. ¿Qué clase de líder de clan no tiene poder suficiente para imponerse por sí mismo y tener que caer en la diplomacia para ello? No quiero ser ese tipo de líder… quizás lo pensé en un momento, pero ya no quiero serlo. Lo pensaba cuando creía que era un shinigami promedio, pero no lo soy… no lo soy.
Un frío se cuela por uno de los shoji entreabiertos. ¿Quién ha dejado algo abierto con un día como éste? Han anunciado tormenta y no era la mejor de las ideas. Me volteo siguiendo el brisa hasta llegar a un shoji bastante alejado del sector principal. Conozco ya cada rincón de esta casa, sé perfectamente donde estoy. Ingreso a la habitación y compruebo que la puerta que da al jardín está abierta. Sin encender la luz cierro el acceso y recorro la sala con la vista. No es grande, solo tiene un pequeño altar donde mis tíos rezan a la memoria de Kaien. Hay una fotografía de él, otra con su esposa y otra con sus hermanos. Unos inciensos a nuevos a un lado y su katana dispuesta en la pared sobre el altar. Me quedo pegado mirando su fotografía y un hielo me recorre el espinazo. ¿Pueden ser los parecidos familiares tan espeluznantes?
Tomo un incienso y las cerillas a su lado. Lo enciendo y me siento frente al altar. Nunca he levado una plegaria por el alma de Kaien, y creo que debo hacerlo. De alguna manera me siento robándole la identidad… y haciéndolo muy mal.
–Supongo que no esperabas que fuese yo quien tomara tu lugar –murmuro mirando a su fotografía –No me he presentado formalmente, soy Ikari… tu sobrino… y tu clon oficial –agrego con una risa nerviosa –¿Cómo se le habla a un muerto? –me pregunto aun nervioso y sintiéndome algo ridículo –Bueno… te comento que Isshin no estaba muerto, escapó al mundo de los vivos, se casó y tuvo hijos. Uno de sus hijos es Ichigo. Me imagino que debes saber de él… todos lo hacen –bajo la vista a mis manos y hurgueteo mis uñas –Ichigo es mi padre –suspiro –Pero él no es importante en realidad, solo un tipo muy over power que salvó a la Sociedad de Almas dos veces y rescató a Rukia Kuchiki… Sí, la de tu división. Ahora es la capitana… Dicen… dicen que ella te asesinó. No creo que sea verdad, pero no he querido preguntar. No se me hace preguntarle a tía Kuukaku o tío Ganju. Menos lo haría a Rukia directamente, o a Renji… su esposo. Y, no, no le hablo a mi padre. Y si lo hiciera tampoco le preguntaría por nada que tuviese que ver con Rukia. Pero si hubiese sido culpa de ella… ninguno de tus hermanos le hablaría, ni tampoco lo haría el abuelo Isshin –miro nuevamente la fotografía –Todos te extrañan, se nota. Cuando he ido a tu división se me quedan mirando como si fuese una aparición. Es divertido, pero al mismo tiempo… Verás, no soy el mejor tipo del mundo. Normalmente, antes, cuando estaba del otro lado, odiaba todo. Ya no es así… pero aun así, todos te recuerdan como el tipo más encantador y genial del mundo… y yo no soy nada así. Tengo mal humor, soy respondón y grosero… Del otro lado… del otro lado no fui el mejor hijo del mundo. Acá he tratado de hacer las cosas bien, pero… Estoy en un gran lío. ¿Cómo lograste mantener a un clan en miseria aun dentro del Seireitei? Porque yo no sé cómo hacer para regresar a él. Y si no puedo hacerlo… nada de esto tiene sentido.
Me quedo en silencio y mi vista sube hasta la katana de Kaien. Me pongo de pie y acerco mis manos a la funda. Sé que no debo hacerlo, sé que no debo tocar las cosas de Kaien… Pero, vamos, no soy apegado a las reglas y solo quiero echarle un vistazo. La saco de su lugar con cuidado. Es pesada, más pesada que la mía. Llevo mi mano hasta la empuñadura y sin pensarlo demasiado la desenvaino. Un intenso calor me invade la piel y en mi cabeza pasan una serie de imágenes que llegan como una ventolera. Lugares, personas a quienes no reconozco… mis tíos, Miyako… Rukia… un hollow… el corazón me da un brinco cuando por mis ojos veo a Rukia huir, se la ve más joven, una adolescente. Alza su espalda al frente, solo veo el terror en sus ojos… el terror, la miseria… la enorme tristeza. Son los recuerdos de la katana, los recuerdos de Kaien impregnados en ella.
"Lo siento, debes estar sufriendo… Gracias, Kuchiki, gracias a ti… puedo dejar mi corazón aquí"
La palma de la mano me hierve y suelto la katana de súbito, el sonido invade la habitación y retumba por el pasillo. Bajo mi vista a mi mano, está completamente roja y al tratar de moverla me escose. Aun tengo la funda de la espada en mi otra mano, me agacho para recoger y guardar la katana, cuando siento unos pasos tras de mí.
–¿Qué haces aquí? –me volteo para ver a tía Kuukaku, viste una yukata sencilla y lleva el cabello en una coleta baja, seguro dormía –¿¡Qué haces aquí!? –insiste bajando la mirada a la mano que sostiene la funda de la espada –¿Con qué derecho tocas las cosas de mi hermano? –su voz me hiela el cuerpo, a pensar de la penumbra puedo ver la furia en sus ojos.
–Lo siento… –murmuro –Yo solo…
Me arrebata la funda de la mano y toma la katana para envainarla. La deja de regreso en su sitio, se queda mirándola totalmente detenida.
–Vete –me ordena con voz seca.
–Tía Kuukaku, lo siento… Solo quería… lo lamento.
–Vete, maldito mocoso –gruñe, pero no me muevo –¡Vete!
Salgo rápido de la habitación hasta perderme en la mía al final del pasillo. La cagué… la cagué tan feo. Kuukaku está muy dolida y molesta. Es cierto… no tengo ningún derecho a meterme en sus cosas… en las de Kaien. Yo… yo no soy uno de ellos. Un día simplemente aparecí aquí y me creí con el derecho de tomar su apellido, su lugar y su apariencia. Yo… solo soy una mala copia. El ardor en mi mano me distrae un segundo, la miro. Está completamente quemada. Me toco un poco con un dedo ensalivado a ver si eso minimiza el dolor… algo alivia. Repito ello una y otra vez, pensando en las imágenes que la katana me mostró… Nejibana. También escuché su nombre entre toda la información.
–Dejar el corazón… –murmuro mojándome la mano –¿Qué rayos significa eso?
Lo único que sé es que mi intromisión solo logró remover la tristeza en el corazón de tía Kuukaku. ¿Cómo no pensé en lo complejo que debe ser para ella tenerme aquí? No me conocían, ni ella ni tía Ganju, y llego con todo desparpajo creyéndome merecedor de un espacio en su familia… un espacio que no me merezco. No soy como Kaien, no soy nada como él… No soy como mi abuelo… ni como Kazui… ni como mi papá… Cualquiera de ellos debería estar en mi lugar, no yo. ¿Por qué tengo que parecerme a él? No quiero estar aquí… no quiero…
–Si dejaste tu corazón… –me sale algo quebrado de la garganta –Si dejaste tu corazón aquí… ¿por qué no estás aquí? ¿Por qué no puedo ser un poco más como tú? Soy un idiota… siempre lo arruino todo… Todo…
Se me hace un nudo en la garganta y no puedo evitar que los ojos se me llenen de lágrimas al repetir las palabras de tía Kuukaku en mi cabeza, en volver a ver la ira en sus ojos. Aprieto los dientes con fuerza tratando de acallar el estúpido llanto de culpa. Lo arruiné, lo arruiné todo. No soy más que un intruso en esta casa, ellos no me deben nada, al contrario, yo les debo todo… y falto al respeto involucrándome en lo que no me corresponde. Soy un imbécil… mi papá siempre tuvo razón… no puedo hacer nada bien. No es solo que sea medio estúpido y lento, no es que sea desobediente y una vergüenza… es que… es que no sé si quiera porqué estoy aquí… porque todo… todo siempre lo hago mal… Me limpio las mejillas con las manos mientras sigo llorando, porque es lo único que sé hacer bien, llorar… meter la pata y luego llorar. Soy un imbécil, no sé porqué se esmeran conmigo… no vale la pena.
–Si dejaste tu corazón aquí… dime qué tengo que hacer… –apenas sale de mi garganta.
Siento a alguien sentarse a mi lado y apenas tengo el valor de ver quién es. Me topo con el rostro compungido de tío Ganju y no puedo hacer más que volver a llorar. Me rodea con un brazo y siento que me acaricia la espalda.
–Kuukaku es algo sensible cuando se trata de Kaien –me dice tío Ganju –Sabe que reaccionó mal y que tú solo tenías curiosidad. No hay nada malo en ello. Ya me preguntaba por qué nunca habías tratado de saber algo más de él… y hurgar entre sus cosas. De hecho pensaba que ya lo habías hecho, pero sé que no. Es inevitable, Ikari. Todos siempre recalcan lo mucho que te pareces a él, te lo dicen, lo puedes ver en sus caras cuando los conoces. Cualquiera en tu situación hubiese hecho lo mismo…
–Lo siento… –hipo y me limpio los mocos con la manga de la yukata –No debí hacerlo… no tengo ningún derecho…
–¿No tienes derecho? Claro que lo tienes, eres un Shiba, eres parte de esta familia. Quizás no conociste a Kaien, pero tienes todo el derecho del mundo de querer saber más de él. Claro que, para la próxima vez, podrías decírmelo y nos evitamos que Nee–san se enfade. Se le pasará pronto, tranquilo. No te odia, no creas eso, ¿sí? –asiento en silencio y me suelta, veo que busca algo tras de él –Las zanpakuto son personales –lo veo sacar de tras la katana de Kaien y la deja frente a mí –Normalmente no puede tomarlas otra persona o comunicarse con ella, se defienden –bajo la vista a mi mano quemada –Pero noto que, a pesar que se defendió, pudiste ver en ella –asiento lento –Es algo que yo quisiera poder hacer, pero Nejibana solo me deja cargarla enfundada, nada más… –miró a la zanpakuto –Es tuya.
–¿¡Qué!? ¡No! –exclamo –No merezco algo así, es la zanpakuto de tu hermano, es mucho más preciada para ti que lo es para mí. Yo tengo mi zanpakuto –miro hacia donde está mi katana –La de Kaien es de…
–Una zanpakuto debe ser útil… ¿cómo sigue tu mano? –me pregunta y extiendo la palma frente a él –Nada mal. Sanará en un par de días –le resta importancia –Tómala.
Este es uno de esos momentos en que uno se pregunta: ¿Qué hago? Ya metí las patas a fondo tomando a Nejibana y hurgando en sus recuerdos –sin quererlo, claro–, pero de ahí a tomarla nuevamente sabiendo que no corresponde, que no me corresponde. Pero sé que si no obedezco estaré despreciado a tío Ganju y su generosidad.
–No es como que planee quedármela, ¿de acuerdo? No la estoy aceptando de esa manera… –murmuro acercando mi mano a la empuñadura.
La tomo y me pongo de pie para desenvainarla una vez más. Al hacerlo no noto más que un ligero calor en la mano que se siente intenso sobre mi piel chamuscada. Un especie de comezón me invade el brazo y un golpe de imágenes vuelven a mi cabeza, pero solo por una fracción de segundo. Acomodo los dedos y tanteo el peso. Me volteo hacia tío Ganju, noto cierta malicia en su rostro, algo de picardía y una cuota importante de orgullo.
–Veo que le agradas –comenta cruzándose de brazos –Hazlo.
–¿Qué cosa? –pregunto extrañado.
–Libérala. El código de activación es agita los mares y los cielos…
–¿Debes estar bromeando? –chillo –Ni siquiera puedo liberar mi propia zanpakuto. ¡No! Esto es ridículo. Una cosa es ir a hurtadillas al cuarto de Kaien, otra impropia es tomar su katana… pero esto raya en lo absurdo. ¡No es mi zanpakuto! Mi zanpakuto está ahí –la indico con la punta de la katana –Y nos llevamos bastante mal de momento.
–¿No lo intentarás ni siquiera por jugar? –me picó poniéndose de pie para quedar frente a mí –¿Cuántas veces has tratado en broma de liberar tu zanpakuto sin éxito? Te he escuchado inventarle códigos de activación.
–Ya… pero… –murmuro bajando la vista a Nejibana, suelto un suspiro –¿Solo por jugar? –lo veo asentir risueño.
He visto a Renji activar su shikai. Es una de las mayores manifestaciones de compenetración entre un shinigami y su zanpakuto. Parece ser fácil, pero sé que no lo es. Como lo he visto, llevo mi mano derecha –recordando que soy zurdo– al nacimiento del filo. Miro a tío Ganju un segundo antes de volver a mirar al filo brillante.
–Agita los mares y los cielos –digo moviendo la mano hacia el fin de la katana –¡Nejibana!
Nada. Escucho una risa desde la puerta. Tía Kuukaku niega con una sonrisa pícara desde su lugar.
–¿Acaso creíste por un instante que te haría caso? –exclama en tono socarrón ingresando a la habitación –Ya es gran cosa que hasta ahora no te haya matado de un golpe de energía residual. Eso es lo que rechaza el contacto –bajo la katana y llega hasta mí –Te pareces mucho a Kaien, más de lo que cualquiera esperaría –bajo la vista avergonzado –Nejibana lo sabe también. Kaien decía que si, al morir, alguien estaba contigo podría dejar su corazón en ese lugar, en manos de esa persona –lleva su mano a mi pecho logrando que alce la mirada para clavarla en sus ojos –De alguna manera parte de él vive en ti. Honra eso. Honra a mi hermano, Ikari –miró a la katana –Quédatela, puede que eso que tanto buscas puedas hallarlo en ella. Puede que solo tenerla contigo te dé el valor que necesitas.
–Lo siento, tía Kuukaku…
–¡Cuántas veces tengo que decirte que no me digas tía, demonios! –exclama con molestia y me golpea con fuerza en la cabeza. Me llevo una mano y me sobo –Ganju, a dormir –ordena saliendo de la habitación.
Ganju pasa junto a mí y me palmotea en el hombro, cierra el shoji por fuera. Bajo la vista a Nejibana. Parte de Kaien vive en mí… o la katana reconoce que, de alguna manera, tengo las ganas de arreglar el entuerto y tratar de recuperar lo que se perdió en cuanto Kaien murió. Tal vez sea simpatía o apoyo… Veo mi katana y la tomo para quedar con una en cada mano.
–Cool –me fijo en mi katana –No me vengas luego que te bajan los celos, Hageshiraiu –le advierto –El día que me confieses tu código de activación hablamos.
Guardo ambas armas en sus fundas. Noto que hay un futón limpio sobre uno de los muebles. Tía Kuukaku… Prometo que nunca más faltaré el respeto a la memoria de Kaien, ni a ti ni a tío Ganju. Extiendo el futón en el suelo, tomo a Hageshiraiu para dejarla bajo la almohada –como me indicó Yoshida–sensei– y me quito la yukata para meterme dentro de las tapas. Antes de terminar de acomodarme me quedo mirando a Nejibana. Sin pensarlo demasiado la tomo y la dejo junto a mi zanpakuto… Me siento como cuando era niño y dormía con todos mis peluches de totoro.
–Buenas noches… –murmuro y cierro los ojos.
.
.
Llevaba ya una semana en casa de mis tíos desde mi salida triunfal de la academia. Pero si alguien pensó que "vacaciones" para los Shiba tenían algún significado similar a lo esperable, están muy equivocados. Tío Ganju se encarga de entrenarme por las tardes, en las mañanas debe ir con tía Kuukaku al negocio familiar. La verdad tenía curiosidad por ello, pero mi tía fue bastante categórica cuando mencioné mi interés en involucrarme.
–Tú concéntrate en tus estudios
Pues bien, como ya dije, llevo una semana con mis tíos, mañana es navidad… y no voy a poder cruzar el Senkaimon. Ya me había hecho a la idea conforme pasaban los días y yo sin obtener una respuesta de parte de los clanes. Kuchiki Byakuya–sama me había confirmado la información que los hermanos Yukimura me hicieron llegar, pero hasta donde él estaba informado, Ayakama, el líder de las familias menores, aun no llamaba a concejo. Ya no está en mis manos, ni en las de Kuchiki–sama. Supongo que no me queda más que esperar y confiar en las palabras de Ayakama hijo y en la fe de los Yukimura.
En fin, como iba diciendo, llevo una semana en casa de mis tíos y mañana es navidad.
No es necesaria la decoración –bufo mientras veo a tío Ganju entrar un pino a la sala y lo deja pesadamente caer al suelo –No es como que sea imprescindible…
–Déjalo –murmura tía Kuukaku masticando su pipa –Le encanta. Lo hace cada año…
Recuerdo, mientras veo a mi tío feliz preparando el ambiente, cuando ayudaba a mi mamá a regañadientes a decorar la sala. Siempre mencionaba que a papá no le gustaba la navidad, pero ella se empeñaba en dejarlo todo impecable. Mamá decía que mientras hubiera niños en casa, había que decorar. Espero de todo corazón que Kazui pueda estar con ella… ya que yo no podría.
Me jodía de sobremanera la situación, pero en mi cabeza tenía las palabras de Kuchiki Byakuya–sama: "Solicitar la apelación es un paso importante y solemne. Sé prudente a partir de hoy".
No había mucho que hacer al respecto dadas las circunstancias.
–¿Llego tarde? –la voz de Ichika me hace voltear a la puerta –Tuve una horrible reunión… lo siento.
Saluda con una venia y sus ojos se posan en mí. Veo que carga un bolso que pronto uno de los sirvientes lo toma y lo lleva fuera de la habitación. Había pasado solo un par de días de la última vez que nos vimos, para la cena de los viernes, pero ya la extrañaba. ¿Cuánto se puede querer a alguien? Soy nuevo en estas cosas del amor, pero solo sé que no pasa un solo día en que no piense en ella. De alguna manera me hace sentir… feliz. Tan solo saber que la quiero y ella también me quiere… así tanto como yo a ella. ¿No es tonto?
–Llegas justo a tiempo para robarle una sonrisa al idiota de tu novio –bromea Kuukaku mirándome –Ahí está, la sonrisa de bobo –me pica.
Ichika se sienta a mi lado y me besa breve. Por inercia frunzo el ceño ante la burla de Kuukaku.
–¿Mañas? –se sonríe Ichika maliciosa –¿Mañitas? –enreda sus manos en mi pelo –No seas aguafiestas, cariño. Navidad es super cool.
–¿Tú también? –vuelvo a bufar y ella se ríe –Veo que no puedo huir, ¿verdad?
–Ni pensar en ello –responde de buen humor y me besa en la mejilla y retira sus manos de mi pelo –Debemos dejar todo impecable. No quieres que tu mamá vea que no tienes su espíritu navideño, le romperías el corazón.
–¿Mi mamá…?
Todos se me quedaron mirando risueños. Con que de eso se trataba todo. El corazón me dio un brinco de solo saber que podría ver a mi mamá después de tanto tiempo. La última vez que nos vimos solo fue por una hora y todo lo arruinó…
–Tus padres vendrán para navidad –Kuukaku alza la voz.
Mis padres. No solo mi mamá. Claro, es inevitable que papá viniera con ella. ¿Por qué no se queda de su lado? No quiero verlo. Menos cuando aun tengo los recuerdos de mi mundo interno tan recientes. No quiero ver a papá… no quiero recordar a ese niño… no como lo vi, obsesionado con ver a los shinigami, presionado por la obsesión de mi padre de no querer un hijo diferente. No quiero verlo, no quiero que sepa que he avanzado tanto, no quiero que cuando lo sepa lo encuentre "mínimo". Ojalá y le salga una cirugía de emergencia como en la última navidad. Aun recuerdo cómo la cena se enfriaba esperando que llegara… Y mamá, ella siempre tan comprensiva, insistiendo que podía recalentarla mientras pasaba ya de medianoche. Maldito… siempre poniendo sus temas por sobre todos…
–Y todos nosotros –agregó Ichika sacándome de mis pensamientos –A que va a ser una fiesta bien movida. Por lo mismo –se arremangó el uniforme en actitud resuelta –Vine a ayudar. No es justo que Kuukaku–san y Ganju–san se lleven todo el trabajo, ya que hay alguien que solo se dedica a refunfuñar –me pica.
No respondo, tampoco Ichika insiste. La veo ponerse de pie y preguntar a Ganju en que podía ayudar. Ambos salieron por el pasillo, seguro en búsqueda de adornos y luces, o eso alcancé a escuchar. Tía Kuukaku sigue fumando divertida en hacer figuras con el humo que suelta por la boca.
–Entiendo qué te gusta de ella –dice mi tía rompiendo el silencio –Además de ser guapa –me la quedo mirando –Tiene actitud. Los Shiba son todos calzones, necesitan una mujer con cojones.
–Oye –exclamo –No soy un calzones… –la veo enarcar una ceja burlona –Que no lo soy.
–Si tú lo dices –canturreó y le dio una honda calada a su pipa.
–Además, mi mamá no tiene cojones –digo ofendido –Ella es una mujer hermosa y dulce.
–Dije los Shiba, no los Kurosaki. Y tú, mi querido sobrino, eres todo lo Shiba que tu padre no es.
Por la puerta veo ingresar a tío Ganju con un par de grandes cajas. Ichika trae las luces en sus manos y las deja sobre la mesa como le indica Ganju.
–¿Solo esto? –pregunta Kuukaku sorprendida –¿Y el resto?
Ganju se sacude las manos del polvo.
–No creo que podamos instalar la decoración exterior, está comenzando a llover –nos informa.
–¿Llover? –me pongo de pie y camino hacia el shoji que da al jardín. Lo descorro y me asomo a la solera sacando una mano fuera, caen un par de gotas –Debería nevar…
–Quizás si baja la temperatura más tarde –comentó Kuukaku sin darle mayor importancia –El clima es impredecible en este lugar.
–El año pasado no nevó –comenta Ichika mientras vuelvo al interior y me quedo de pie junto a ella y tío Ganju –No es como del otro lado… –parece haber cierta disculpa en su voz.
–Que nieve o no, no tiene mayor importancia –comento con honestidad –Lo importante es… –todos me miran fijo. Quise decir algo como "lo importante es que estemos juntos" o "el espíritu navideño". Pero no va conmigo y no quiero parecer calzones –… es que nadie muera electrocutado –me cruzo de brazos –Así que nada de luces fuera de la casa si llueve.
–La seguridad ante todo –me secunda Ganju –Quizás mañana ya mejore el tiempo o, si contamos con suerte, nieve.
Lo veo abrir una de las cajas y meter las manos dentro para ir sacando varios adornos. Me acerco y tomo el pino del suelo para apegarlo a la pared. Es bastante grande y pesado, cuando mi tío lo traía parecía más liviano.
–Hay que ponerle un pie o algo –digo y pateo suave el tronco –Y que sea firme, no vaya a caer sobre alguno de los niños…
Ganju deja el resto del contenido de la caja sobre el suelo.
–Muy bien, iré por el pie –dice y sale de la habitación.
Escucho a Kuukaku crujir su cuello y volteo a verla.
–Háganse cargo de eso –se levanta de su sitio e indica las cosas con la pipa –Yo iré a mis asuntos –se estira haciendo crujir el cuello y mira a Ichika –Te quedas hasta mañana supongo…
–Claro –responde Ichika como si fuese lo más normal del mundo.
Tía Kuukaki asiente y se retira de la sala. Tío Ganju aun no regresa y veo a Ichika desenvolver unos adornos y dejarlos sobre la mesa.
–¿Hay algo que no sepa? –pregunto al tiempo que ella deja un papel dentro de la caja. Me mira intrigada –Tanta familiaridad…
–¿Te molesta que me lleve bien con tu familia, Shiba–kun? –pregunta en tono odioso.
Le revuelvo la cola de caballo en la que lleva su cabello.
–Todo lo contrario –respondo y ella se lleva las manos al pelo para acomodarlo –Solo me sorprende… para bien.
–¿Sí?
–Mucho… –la veo desenvolver otro adorno –Por Dios, deja eso y abrázame, mujer.
Le quito el adorno de las manos para dejarlo en la mesa y tomándola de las muñecas la obligo a rodearme con sus brazos. La apego y apoyo la mejilla contra su sien. La diferencia de estatura es notable, es chiquita y menuda, y se siente tan bien abrazarla.
–¿Y este arranque? –me pregunta sorprendida.
–Cállate y disfrútalo –ordeno y la escucho soltar un suspiro –Te extrañé mucho… y no me digas nos vimos el viernes –pongo la voz chillona, la escucho mascullar –Te extraño siempre. Pueden pasar un par de horas y ya me haces falta. Mañana… no te apartes de mi lado, ¿sí?
.
.
Repetí las últimas palabras de Ikari en mi cabeza. "Mañana no te apartes de mi lado". Lo abrazo con más fuerza y lo siento soltar un suspiro. Tiene miedo, lo sé. Yo también tengo miedo. A veces, estando de este lado, cuando Ikari aun estaba vivo, podía sentir ese miedo… tal como ahora.
Recuerdo la primera vez que ocurrió. Estaba entrenando con tío Byakuya, no era algo difícil y él siempre lo hacía ameno, a pesar de su seriedad. Me estaba divirtiendo mucho con un hadō cuando sentí esa opresión en el pecho. No entendí en ese momento el porqué, pero mi primer impulso fue pensar en Ikari. Él tendría unos cinco años entonces. No pasó demasiado tiempo para cuando volví a tener esa sensación angustiosa y decidí cruzar el senkaimon.
Mis padres no entendían mucho el porqué. Porqué yo insistí tanto por cruzar esa vez, pero como siempre, respetaron mi decisión sabiendo que en ello no había nada malo. Recuerdo que aquella vez utilicé un gigai. No los suelo usar porque me siento como si estuviese en una bolsa, enguantada. Pero esa vez lo hice. Ese era el tiempo en que Ichigo y Orihime comenzaron a notar que Ikari no tenía poderes. No era difícil de adivinar, su energía espiritual no se diferenciaba de un humano corriente, pero supongo que esperaban que comenzara a desarrollarlos de algún modo. Isshin, tal como ellos, estaba esperanzado. Hablaba de como Yuzu y Karin mostraron esas habilidades tardíamente, sobre todo Yuzu, quien jamás los desarrolló del todo tampoco.
Solo estuve una tarde y vi que todo estaba en orden. Recuerdo haber jugado con Ikari, era por lo que usé el gigai, para que pudiese verme… porque quería que pudiese verme. Debo admitir que incluso yo misma creí en la posibilidad que Ikari desarrollara algún tipo de habilidad y no vi mal en que lo forzaran un poco. Claro que no sabía que eso mismo se volvería una especie de obsesión para Ichigo.
Aquella sensación desagradable volvió a ocurrir en innumerables ocasiones y, en cada una de ellas volvía a preguntarme porqué lo relacionaba con Ikari si, cuando cruzaba el senkaimon, todo parecía estar bien. Todas aquellas veces utilicé un gigai. Hasta que Ikari tenía unos once años… esa fue la última vez que utilicé un gigai.
–Hola –dije abriendo la puerta de la habitación que ya estaba entreabierta. Lo vi sentado en el escritorio de su cuarto con la mirada fija en el ordenador –¿Qué haces?
–Juego –respondió seco.
Se había vuelto huraño hacía un tiempo. Orihime decía que era la pubertad. Que estaba pasando por una etapa rebelde, que ya la superaría. También confiaba en eso. Pero sabía que llevaba ya bastante tiempo en ello.
–¿Y a que juegas? –pregunté ingresando en la habitación.
–Kazui no está –respondió e hizo desaparecer la ventana del juego. Se volteó a verme.
–No vine a ver a Kazui, vine a verte a ti –dije en el tono más amable que podía frente a su odiosidad –¿Quieres hacer algo?
–Sí –respondió –Jugar.
–Genial, ¿a qué jugamos?
–Yo voy a jugar –se volvió a la pantalla –Allá tú lo que haces. No me interesa.
No sé qué le dije en respuesta. Ya no lo recuerdo, pero debió ser feo porque decidí no volver a aparecerme frente a él. Pero eso no impidió que siguiera yendo a checkearlo. En un comienzo creí que era porque me sentía comprometida con Kazui.
–Cuando puedas… –me había dicho luego de esa última vez –Dale un vistazo. Está teniendo muchos problemas con papá. Pero ni él ni papá ni menos mamá me hablan de ello. ¿Podrías hacerlo tú?
Quise decirle que no me interesaba lo que pasaba con el grosero de su hermano menor. Pero pronto entendí porqué se comportaba así… y cuando lo supe ya no pude dejar de visitarlo, aunque él no lo supiera. Sobre todo cuando comencé a notar que cada vez que sentía esa garra rasgarme el pecho, era una señal de que algo estaba sucediéndole. Aprendí a leerlo rápido.
Sin que me viera pude lograr conocerlo un poco más y saber qué le ocurría. Me convertí en una especie de escucha de sus problemas, de su rabia y su pena después que discutía con su papá. Ikari no tenía amigos, no tenía a nadie. Kazui ya trabajaba y vivía con su esposa, Orihime intentaba apoyarlo a su modo. Y yo no quería aparecerme para que me rechazara como lo hacía con todos. Sobre todo porque yo era de lo que él más odiaba: los shinigami y todo lo que él no podía ver haciéndolo diferente a su familia, la oveja negra.
A veces quería creer que, aunque no me pudiese ver, sentía mi presencia y que no estaba solo. Tuve que presenciar aquella vez que le dio un puñetazo a la puerta y la medio hundió. Me pasé toda la noche curándole la mano mientras él seguía llorando, no sé si porque le dolía la mano o el corazón. Hubo tantas… tantas. Hasta que un día se detuvieron. Ese día supe que Ikari había dejado de pelear contra su suerte. Ese día que empezó a pensar que ya nada importaba… eso fue un año antes de morir.
–¿Por qué…? –murmuro y él se aparta ligero para verme –¿Por qué no quisiste jugar conmigo? –le pregunto y me mira extrañado –¿No recuerdas…?
–Me temo que no –se aparta aun más y pone su mano en mi mejilla –No sé de qué hablas…
Un trueno resuena y ambos nos volvemos hacia el shoji. Afuera comienza a caer la lluvia con intensidad resonando en el techo.
–¿Recuerdas la última vez que me viste del otro lado?
Me mira extrañado.
–No, Ichika. No recuerdo.
–Pero me recordabas…
–Sí, te hubiese reconocido donde fuese. Ibas mucho a casa cuando era niño y no cambiaste mucho que digamos –enreda un dedo en uno de los mechones que caen bordeándome el rostro –Me gustaba mucho tu pelo, aun me gusta mucho. Ni muerto hubiese olvidado tus ojos, ni esa naricita –frota su nariz contra la mía, vuelve a alejarse –¿Qué pasa?
–¿Nunca te preguntaste porqué dejé de ir a verte?
–No –responde extrañado ante mis preguntas –Supuse que era porque Kazui ya no estaba en casa. Ahora sé que ibas seguido… eres una acosadora –me bromea –Estabas esperando que creciera para ponerme tus manos encima, mujer pervertida. No es que me queje precisamente, puedes hacerlo cuanto quieras.
No respondo. Está actuando como suele hacerlo desde que llegó aquí, relajado, distendido… y casual. Sé que está nervioso, sé que teme enfrentarse a su padre mañana. Sé que tiene miedo de arruinar el día si no se controla cuando Ichigo apriete los botones incorrectos. Porque lo va a hacer, aun cuando no quiera. Ya era su naturaleza el pelear…
–Ven –se aparta de mí y me toma de la mano. Descorre el shoji –Veamos llover…
Salimos a la solera protegidos por el techo y nos sentamos con la espalda pegada al muro. Un farol que cuelga de una esquina ilumina el suelo del jardín bajo él y puedo ver las gotas esparcirse en un pequeño charco que ya se ha formado.
–Me gusta la lluvia… –dice cuando me acomodo en su costado y me rodea con el brazo.
–Lógico que te guste, es mi elemento –me vanaglorio y se sonríe mirando al jardín –También me gusta mucho. Me trae paz –me recargo en él y me toma la mano –Algo similar me pasa contigo… –me mira extrañado –¿Qué? ¿No puedo devolverte las palabras?
–Claro que sí… Me gusta escucharlas –responde y noto cierto sonrojo, no es el momento de burlarme ni siquiera por tontear –Hoy pensaba en cuánto se puede querer a alguien…
–¿Y eso por qué? –le pregunto intrigada y ahora sí quiero picarlo un poco –¿Cuánto me quieres?
Se ríe, pero no responde. Recuerdo aquella noche en que me robó ese beso. No llevaba mucho de este lado cuando lo hizo. No sé a qué jugaba cuando tuvo ese arranque, pero sí sé lo que me provocó. Fue como si, finalmente, todo cobrara sentido. Como si las veces que sentí su dolor, que lo acompañé en su soledad, tuviesen sentido. Ikari tal vez bromeaba entonces, tal vez no, pero sin duda la posibilidad que solo jugara me llevó a tomar la determinación de detener cualquier tipo de avance en el ámbito romántico. Porque no estaba bien que aquello ocurriese…
–Estás muy pensativa –me dice apartándose un poco para poder verme bien a la cara –No quise preocuparte por lo de mañana. Solo necesito saber que estarás cerca. Recuérdame, cuando esté a punto de mandar a la mierda todo, recuérdame que ya no soy ese que murió del otro lado. Recuérdame que soy más que eso… más que esa desesperación y melancolía. Si tan solo puedo verte sonreír, aun cuando mi papá esté tratando de hundirme en su maldita mierda, solo verte sonreír será suficiente para recordarme que él ya no tiene poder sobre mí.
–Lo haré, descuida.
Vuelve a abrazarme y mira al frente. Está serio, preocupado.
–Ichika…
–Dime…
–¿Por qué mi papá me odia? –me pregunta con cierta angustia –¿Por qué temo que mañana solo me odiará aún más? No quiero que arruine todo… pero sé que lo hará…
Lo atraigo hacia mí y apoya su cabeza en mis piernas, enredo los dedos en su cabello mientras escucho la lluvia caer y un trueno a lo lejos.
–Cuando las personas mueren y llegan a la Sociedad de Almas, sus recuerdos del otro lado se van desvaneciendo de a poco… Sé que no puedo pedirte que dejes ir tus recuerdos, pero esta es otra existencia y todo lo que ocurrió en tu vida ya es parte del pasado. Sé que quizás no es suficiente, pero… me tienes a mí… y yo no te odio. Todo lo contrario…
Se movió para quedar mirando hacia arriba y clavar sus ojos castaños en los míos.
–Cuando sea un imbécil con nuestros hijos recuérdame esta conversación.
Los colores se me subieron al rostro y podría jurar que entre mi pelo y mi piel no hay diferencia alguna en este momento. ¿Hijos? ¿Nuestros hijos? No era una posibilidad que me esté ni remotamente planteando, soy aun demasiado joven y él también. Hay muchas etapas que quemar antes de ello, Ikari tiene muchas cosas que resolver aún. Y durante al menos cien años a ojos de la Sociedad de Almas, no seremos más que un par de críos. Pero el hecho que él considere que puedo ser la madre de sus hijos me conmueve, sin duda es lo más lindo que alguien me ha dicho.
–Lo haré –respondo tocándole la punta de la nariz con un dedo antes de volver a acariciarle el cabello.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top