Capítulo 2
Abro los ojos y me veo rodeado de mi familia y sus amigos. Ichika no está en mi rango de visión. Solo alzo mi mano y veo como la manga negra se desliza por mi brazo. No, no era un sueño perverso.
-¿Puedes ponerte de pie? -me pregunta Rukia, pero no sé qué contestar.
Desvío la mirada a mi madre. Sus ojos están vidriosos, sus mejillas surcadas de lágrimas y sus labios tiritan.
-Mamá… -murmuro aún sin saber qué decir ni qué hacer.
-Cariño… todo va a estar bien, bebé -su voz es trémula, casi un susurro, me acaricia la cabeza -Todo estará bien, ¿sí?
-Mamá… -vuelvo a repetir.
La veo mirar a papá, él no tiene ninguna reacción. Solo me observa como si me examinara.
-No puedo… -susurra mamá, entonces noto uno una especie de mosquitos gigante giran sobre mí -No puedo…
-La muerte no es reversible, Inoue -escucho a Renji alzar la voz.
-No -exclama ella volviendo a llorar -¿De qué me sirve esto si no puedo hacer que mi hijo vuelva a su cuerpo?
Me incorporo y miro a mi padre. Ahora observa a mamá, noto que no sabe qué hacer.
-Abrázala, maldita sea -le grito y se voltea hacia mí -¿Qué clase de esposo eres?
El silencio cayó sobre nosotros. Sin embargo veo a papá rodear a mamá por los hombros.
-Ikari… -ahora es Rukia quien habla, me volteo hacia ella, pero calla. Nadie sabe qué decir. Tampoco yo.
La muerte. Miro a mis manos y siento los brazos de mamá rodearme. Reconozco su tacto, su aroma. Lo tengo grabado en mis sentidos… desde siempre.
-Mi bebé… -murmura respirando profundo. Intenta calmarse -Perdóname… no puedo…
-Orihime… tranquila -es la voz de papá, por un momento se quiebra -Tranquila.
Un chirrido de neumáticos se detiene en la calle, alzo la vista y veo a unos sujetos de azul acercarse. Papá voltea a mamá para que se dirijan a mi cuerpo. Lógico, pienso. Ellos no pueden ver lo que está ocurriendo. Papá se pone de pie y habla con ellos. Rukia abraza a mamá. Renji se queda a mi lado, entonces es que veo a Ichika, está de pie tras él de brazos cruzados.
Los sujetos cubren mi cuerpo con una bolsa y llaman por un comunicador. No entiendo lo que dicen, solo escucho el chicharreo de la máquina. Solo escucho el llanto desconsolado de mamá.
Papá sigue hablando con los sujetos. La escena transcurre rápido a mis ojos. Llegan otros tipos, con chaquetas azules, sacan fotos, marcan la zona y la rodean con una guincha amarilla. Mamá se voltea por un instante hacia mí parece más tranquila. Rukia le habla, no escucho lo que dice.
Unos camilleros cargan mi cuerpo y lo dejan en la camilla, lo levantan con facilidad. Recuerdo lo enjuto que soy. Introducen la camilla en una camioneta que tiene la consigna forense.
-Orihime, debemos ir con ellos -dice papá -Rukia, acompáñala. Voy en un segundo.
Lo veo acercarse a mí mientras mamá es guiada por Rukia a la camioneta sin dejar de voltearse hacia mí.
-Tu madre… La muerte para nosotros no implica más que una transición. Nada más -mi padre me habla de pie, yo aun estoy sentado en el suelo -Solo espero… que hagas las cosas bien esta vez.
Se volteó y caminó hacia la camioneta. Me pongo de pie y corro hacia él.
-¿Qué clase de sermón es ese? -le grito -Aun así, aun ahora… -lo veo subirse a la camioneta, finge que no me escucha. No puede responder tampoco. Nadie puede verme, solo ellos -¡Ni siquiera tienes unas palabras buenas que decirme! ¡Siempre es igual contigo!
Las puertas de la camioneta se cierra. Las golpeo con las manos con fuerza.
-¡Dime algo! ¡Dime algo!
Pero solo me mira. Leo tristeza, sí. Pero él siempre ha sido así, de pocas palabras… o al menos conmigo. Si hubiese sido Kazui seguro lo empalaga en halagos, le diría lo orgulloso que está de él… como siempre. Y a mí, también, lo de siempre. No puedo ni debo esperar nada más.
-¡Papá! -lo llamo, pero no me mira. La furia se apodera de mí. Siempre es igual con él. Pareciera que todas las buenas palabras se agotaron con Kazui. No le importo y nunca lo he hecho. Soy una vergüenza para él. Nunca me quiso. Nunca… lo detesto… lo… lo… -¡Te odio! ¡Te odio!
Baja la vista, apoya los codos en las rodillas y se toma la cabeza. Mi mamá me mira angustiada.
-Mamá, no te vayas… -el motor se enciende. Mamá apoya sus manos en el vidrio -¡Mamá! ¡Quédate conmigo! -la camioneta arranca -Mamá… -pongo las manos sobre las de ella y comienzo a caminar junto con la marcha del vehículo -¡Mamá! -trato de seguirle el paso, mis manos se alejan del vidrio, sigo corriendo a todo lo que dan mis piernas -¡Mamá! -se aleja… se va… -Mamá… -murmuro una última vez.
Me quedo estático en mi lugar. Siento un tacto suave en mi brazo y volteo al lado. Rukia me mira con una calidez que nunca había visto en ella.
-No es la última vez que los veas… te lo prometo. Ven -le jala suave para quitarme del camino -Ichigo tiene razón… para nosotros, para ustedes, este no es un adiós. Es solo un hasta pronto.
Solo pienso en mi mamá… en mi papá… en Kazui… En mi vida. Respiro entrecortado.
-Rukia, debemos irnos -habla Renji -Si seguimos aquí su estado atraerá más hollows.
-Déjalo -exclama su esposa -¿Acaso no ves cómo está? Que vengan esas bestias, puedo darles batalla cuando quieran -repuso con seguridad.
Renji no la rebate. Guarda silencio. Escucho una suave voz, un murmullo trémulo.
-Es mi culpa… mi culpa…
Dejo de pensar en mí por un instante y me vuelvo. Veo a Ichika tras de su padre. Trata de permanecer tranquila, pero se la ve afectada. Había dejado esa postura imperturbable. Seguro nunca había visto morir a nadie… o a nadie que le importara.
-No, cariño -le dijo su padre -No es tu culpa, hiciste lo que pudiste.
-No, miré en menos las capacidades de ese hollow. Me confié en mis habilidades… no debí hacerlo.
Giro hacia la pelirroja. Me mira algo asustada. Quizás espera que la cargue contra ella. No, no podría. Ahora solo pienso en mi madre y su desconsuelo. Y en mi padre y su total falta de afecto.
-Gracias, Ichika… hiciste lo que pudiste, lo sé.
-Ikari… -murmura suave.
Renji se acerca a mí y pone sus manos sobre mis hombros. Se inclina para quedar a mi altura. Me mira tal como mi padre, me examina.
-Dos cosas, muchacho -me dice bastante duro -Primera, a partir de ahora eres un miembro de la sociedad de almas. Podemos visitar a tus padres y tu hermano cuando quieras y lo necesites -asiento lento -Segundo, no vuelvas a hablarle así a tu padre… menos frente a tu madre. Solo logras romperle aún más el corazón. Piensa en ella la próxima vez.
Se irguió y quitó sus manos de mis hombros.
-Renji… ahora no. ¿No ves que no entiende lo que está pasando? Insensible -le dice Rukia en tono de reproche.
Ichika se acerca a mí y me toma el brazo.
-Prometo que cuidaré mejor de ti… te lo prometo -ya no hay rastro de tristeza ni de duda. Lo dice segura, desde el fondo de su corazón con una convicción que, extrañamente, me tranquiliza -Papá tiene razón. Puedes volver cuando quieras. Y si quieres… si lo necesitas, estaré a tu lado.
Frunzo el ceño. No tengo necesidad que nadie me cuide. ¿Para qué? No es como que vaya a morir otra vez. Pero no le respondo. Si algo había aprendido de mamá era agradecer los gestos de bondad.
-Volveremos más tarde a chequear a Ichigo e Inoue. Ahora vamos a casa… -finalizó Renji. Rukia suspira dándose por vencido -Ichika, abre el portal.
Veo a la pelirroja desenvainar su katana y clavarla en la nada. De pronto el espacio se abrió y ante mis ojos un shoji se dibuja claramente. Cuatro mariposas negras y siniestras salen de tras la puerta corredera. Suenan como campanitas.
-¿Listo? -me pregunta Rukia. No, no lo estaba. Pero asentí de todos modos.
.
.
No recuerdo bien como llegué a la habitación en la cual despierto. Es muy grande. Me incorporo y me veo aún vistiendo el negro del uniforme de los shinigami. Me siento y tomo un hondo respiro.
Nunca pensé realmente en la muerte… o quizás sí. Bueno, sí. Hasta el día antes de morir pensaba en cómo sería la vida de mi familia sin mí. Claro que no sopesé la tristeza que le traería a mamá. Papá seguro estaba más tranquilo sin tener que ver mi cara de hastío las pocas veces que nos veíamos. Mi papá… Recuerdo cuando todavía trataba de agradarlo. Esa vez que traje ese trabajo de arte en el que obtuve una buena calificación. Estaba tratando de mostrárselo cuando Kazui llegó de la universidad. Ellos solo se sentaron a hablar de operaciones y pacientes… casos, les llamaban. Papá a penas si miró mi trabajo. Se limitó a decirme muy bien. Pero volvió a su conversación mucho más interesante con mi hermano mayor. Creo que fue la última vez que le mostré un trabajo… fue también la última buena calificación que obtuve. Nunca sería mejor que Kazui, para qué esforzarme.
El ruido de varias pisadas corriendo por el corredor me sacaron de los pensamientos depresivos adolescentes, o eso decía mi psicólogo. Son etapas, Ikari. Tu familia te ama. Mamá me ama… Mamá… Sin duda iba a extrañarla.
Afuera seguían las pisadas y se sumaban unas risas. Una voz les llama la atención.
-Vayan a lavarse los dientes, pequeños demonios -era casi una súplica.
Me pongo de pie y me acerco al shoji para descorrerlo. Lo primero que llama mi atención es el perfecto e imponente jardín tradicional. Me quedo sin habla, olvidando lo que me había hecho levantarme. El prado, las piedras que limitaban unos arbustos… ¿Era lo que corría al centro un riachuelo? Vaya…
-Hola -escucho a varios centímetros de mi altura y bajo la vista.
Un niño de unos ocho años me sonríe. Tiene el cabello oscuro, pinchudo y lleva una bandana. Tiene un aspecto gandul, tiene actitud.
-Soy Kouki -agrega -¿Y tú?
-Ikari…
-Ah, tú eres el niño que se murió -deja caer como si nada. No me queda más que asentir bastante descolocado.
Otras pisadas se acercan. Otro chico, pelirrojo de grandes ojos claros, rostro redondo y sonrojado. Me recuerda a Ichika. Respira acelerado como si llevara corriendo horas. Se ve mayor que Kouki, unos diez años tendría quizás.
-Con que ya despertaste. Ya desayunamos -avisó como si tenerlo en casa fuera de lo más normal -Pero vamos a la cocina -mira al que supongo su hermano -Podemos tomar doble ración -su mirada era maquiavélica, como si fuese el plan perfecto, el menor asintió con mirada cómplice -Soy Naota, por cierto -dio un par de pasos -¿Vienes?
Los sigo, aun estoy algo perdido. Los pasillos de esa enorme casa son intrincados y debo acelerar el paso para seguir a los niños. De pronto una mujer sale al paso y ambos frenan tan de prisa que Kouki, el menor, cae sobre Naota y se van de bruces al suelo. Me rio abiertamente.
-Con que aquí están, par de bestias -dijo la mujer, una robusta y alta tan grande que parecía un armario. Pronto deja su atención de ellos para pasarla a mí -Joven… no sabía que estaba en pie… -hace una leve venia -Soy Mitsuki, para servirle. ¿Desea algo?
-Bueno… -dije.
-Vamos a darle desayuno -anunció Kouki saliendo sobre su hermano poniéndose de pie de un brinco. El mayor lo hizo con algo más de esfuerzo y se sobó las rodillas.
-¿Van a servirle el desayuno ustedes? -preguntó Mitsuki achicando los ojos -¿Y ustedes creen que nací ayer? A lavarse los dientes -ordenó -Revisaré esas bocas más tarde y si es necesario meterles la nariz dentro lo haré -ambos niños pusieron cara de asco -Joven Kurosaki, sígame -me indicó.
Los chicos se perdieron por el pasillo y sigo a la mujer hasta una puerta. La descorre y me indica que pase. Veo a una chica bebiendo el té y leyendo algo que parece ser un manga. Mis pasos la alertan y levanta la vista. Se pone de pie de un brinco y hace una venia.
-Buenos días, Kurosaki-san -me saluda, pero no sé cómo responderle. Me queda mirando con sus ojos castaños y un visible sonrojo. Detecto cierto parecido al menor de los niños, compartían los colores. De pelo negro, cara redonda y una pequeña nariz. Se ve mayor que Naota, pero menor que Ichika. En mi mundo ella tendría unos trece años. Aun no tenía senos… bueno tampoco Ichika.
-Buenos días…
-Kimiko -se indica al pecho -Soy hermana de Ichika.
-Lo imaginé -respondo.
-Siéntate, por favor -me indica de buenas maneras y obedezco, desvía su mirada a Mitsuki que aún estaba ahí y la mujer se pierde fuera de la habitación -No sé qué desayunabas del otro lado, pero acá… es tradicional -antes que pueda preguntar alza el manga -Estoy bien informada -tenía esa actitud socarrona de Ichika, pero dulcificada por una voz calma y profunda -¿Y bien? ¿Cómo estás?
-Es una buena pregunta -respondo, ni yo sé la respuesta -Bien, supongo.
-Mamá está preocupada por ti -deja caer con simpleza -Y eso es raro en ella. Mamá es de las que no se preocupa. Dice que en lugar de preocuparse, hay que ocuparse de las cosas. Lo leyó en un libro. Está en la biblioteca de tío Byakuya, puedo pedírselo si quieres.
Negué.
-Yo no leo -respondo con un bufido.
-Mal haces -dice con actitud sabelotodo -La lectura es uno de los talentos que toda persona debe cultivar.
El silencio cae entre nosotros. Una sirvienta trae el desayuno. Arroz, pescado, una especie de sopa. Huele bien, pero claramente no es a lo que estoy acostumbrado.
-¿Dónde está Ichika? -pregunto antes de probar bocado.
-Trabajando -responde como si nada. Nota que la miro con curiosidad -Estoy de baja momentánea -explica y noto que trae una mano vendada hasta debajo del kimono -Un hado salió mal -me sonríe avergonzada -Pero el hollow quedó peor -se vanaglorió -Claro que yo no voy al mundo de los vivos. La división del kidou se encarga de otras cosas… de mayor complejidad -otra vez ese tono altivo, pero le caía en gracia.
-No entiendo ni carajo de lo que hablas, Kimiko-san -dije de buen humor -Tendrás que explicarme muchas cosas…
-De acuerdo -bebe de su taza -Tengo tiempo.
Los hermanos se suman a la conversación tras un rato. Discuten por algo que no entiendo, pero tiene que ver con katanas. Kouki le tira una oreja a Naota, Kimiko le tira el pelo para que lo suelte y los regaña. Se arma la bataola, ella trata de seguir la conversación adoptando nuevamente su postura calma y flemática. Los otros dos parecían sacados de un árbol lleno de monos.
Y mientras la escucho e intento comprender todo ese nuevo mundo, el vacío que sentí al despertar comienza a desaparecer. Extrañamente siento que en este lugar… con esta gente… es donde siempre debí estar.
.
.
Pasaba ya de mediodía y termino de recoger el papeleo que la oficial dejó en su escritorio. Odio el trabajo de oficina, prefiero mil veces las rondas, pero tras el ascenso era imposible zafarse de ello. No es fácil ser la sexta oficial de la sexta división. Así es, trabajando para tío Byakuya.
Quiero dejar todo listo para hablar con mamá. Y así lo hago. La veo terminar de timbrar unos papeles y los deja a un lado.
-Sé que estás preocupada, cariño -me dice llevándose las manos al cabello -Pero hay que darle tiempo. Solo lleva un par de días y se la ha pasado durmiendo.
Cavilo antes de responder. Por un lado siento una responsabilidad y culpa enormes por haber propiciado la muerte de Ikari, y por otro no podía creer lo que había en su corazón. Tanto odio, tanta tristeza.
-Mamá… ¿qué crees que tiene Ikari? -ella me mira intrigada -¿Por qué odia tanto a su papá? Sé que no se llevan bien…
-Solo puedes odiar lo que alguna vez has amado… -me responde arreglándome la cinta del cabello -Además, Ikari no odia a Ichigo. Solo no saben comunicarse de verdad. Ya lo superarán. Este tiempo fuera les hará bien -dice relajadamente.
-Mami… Ikari murió…
-¿Y? Eso para su familia no es nada realmente. No te asustes por la reacción de Orihime. Ella valora mucho la vida… la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. Ya deberías saberlo bien.
-Sí… lo sé… pero…
-Escúchame bien, cariño -me mira a los ojos con la profundidad que solo ella logra -Ikari nunca se sintió parte de ese mundo, tú misma me lo comentaste muchas veces. Que haya resultado ser un shinigami es solo el destino hablando… si tuviese que estar vivo ahora mismo lo estaría. Créeme que sé de lo que hablo…
-Sí, lo sé… -respondo en tono de cháchara -El keikaku.
-Exacto -me dice tomando nuevamente el lápiz, pero sin volver a sus documentos -Solo… -suelta un suspiro -Dale tiempo, ¿sí? No presiones sus botones, le tomará tiempo hacerse a la idea -me mira un segundo y se sonríe como si planeara algo -¿Por qué no vas a darle una vuelta? Ya casi es hora de almorzar.
Hago caso a la sugerencia de mamá y parto a casa. Mitsuki me pilla en la entrada y me avisa que Ikari ya despertó y se encuentra con mis hermanos en el jardín. Solo espero que no lo estén agobiando. Al acercarme escucho la voz de Kimiko, siempre tan seria… mientras no le pisan los callos. Me asomo tras el corredor.
Ikari está sentado en la hierba. Kouki a su izquierda y Naota a la derecha. Se ven graciosos. Él tan alto y desgarbado, mis hermanos tan pequeños y derechos, todos unos futuros oficiales. Kimiko de pie frente a ellos con unas tarjetas en sus manos.
-Veamos -mi hermana alza la voz -Senkaimon -su mirada se dirige a Ikari.
-La puerta para cruzar del otro lado… -responde y mis hermanos aplauden.
-Era fácil -dice Kimiko y revuelve las tarjetas -Zanpakuto
-La katana, obvio -responde jactándose y se cruza de brazos en actitud displicente. Me sonrío, ese es el Ikari que conozco, ese que jugaba a ganador en su computador, dando órdenes a su equipo virtual.
-Shikai…
Ikari guarda silencio. Bufa y chasquea la lengua. Me rio bajito. Fanfarrón, le tocó difícil. Salgo de mi escondite.
-Primera liberación -digo fuerte y claro.
Mis hermanos se voltean, Kimiko se cruza de brazos con las tarjetas bajo la axila.
-Hazlo, hazlo -dicen mis hermanos a coro, veo que finalmente Ikari se voltea a verme.
Desenvaino mi zanpakuto. Junto ambas manos en la empuñadura.
-Canta… amemizu
Mi katana se duplica y brilla como si tuviera el arcoiris en ella. Es linda, lo admito. Tampoco es tan destellante, es solo un brillo bonito. Demasiado lindo para mi gusto, pero a Kimiko le gusta y me encanta picarla con ello. Las hice girar en mis manos con la habilidad que solo dan los años de práctica. Kimiko estaba roja de la ira. Le saqué la lengua, casi podía ver humo salir de sus fosas nasales.
-Creo que no lo olvidaré -murmura Ikari bastante impresionado, lo leo en su cara.
Repliego el shikai y guardo mi zanpakuto. Justo a tiempo, Mitsuki nos llama a almorzar. Si me hubiese descubierto con el shikai me gano un jalón de orejas que no olvidaría hasta el festival de primavera.
-Andando -insiste Mitsuki -Y guarda esa arma, las armas las carga el diablo.
-Sí, Mitsuki-san -suspiro.
Puedo ver a Ikari siguiendo a mis hermanos por el pasillo. Lo veo voltearse y verme, sigo mi camino hasta mi habitación. Debo dejar a amemizu allí antes de presentarme en el comedor. Y cambiarme el uniforme. Esa Mitsuki es peor que la teniente Ise.
.
.
Los chicos son geniales. De alguna forma han logrado distraerme toda la mañana. Noto por el sol que ya debe ser mediodía y estoy en medio de un examen de vocabulario auspiciado por Kimiko Abarai-sensei.
Iba muy bien con las respuestas hasta que menciona esa palabra. Shikai… ¿qué carajo era eso?
-Primera liberación -escucho a mis espaldas.
Me volteo. Es Ichika. No me saluda ni me presta atención simplemente dice unas palabras en respuesta de la petición de sus hermanos sacando su zanpakuto que en un segundo se duplicó. Una en cada mano. Brilla muy cool. Se ve toda una fiera, una sonrisa orgullosa, un brillo en los ojos que daba la idea de una victoria segura. Hace girar las katanas en sus manos. Quizás debería decir que es hábil, que es poderosa… mierda esa hembra es sexy. Me recuerda a algunas personajes de los juegos en línea. Parece frágil, pero es letal. Claro que en esos juegos las chicas salen con poca ropa. ¡Al diablo! Ichika no lo necesita. La veo guardar la katana de regreso en su vaina, ha vuelto a ser una. Estoy sin habla…
Y me quedo idiota bastante tiempo, ni sé cómo llegué al comedor, solo sigo pensado en Ichika jugando con su zanpakuto duplicada. La veo llegar al comedor, se cambió de ropa. Se sienta a mi lado.
-Debí activar el shikai… ya sabes, el otro día… -parecía una disculpa.
-Si lo hubieras hecho, nunca lo hubiera visto -respondo sin darle importancia a su falta.
Parecía que iba a responderme, quizás algo no muy amable por su cara. Creo que no controlé mi tono ganoso.
-Parece que no te importara -murmura para cuando los platillos llegaron a la mesa.
-¿Qué no me importa? -pregunto metiéndome unas cuantas verduras hervidas en la boca.
-Morir, claro -casi podría decir que gruñó.
-Si te digo que no, me tomarás por un idiota… y si digo que sí te culparás por no realizar bien tu trabajo. ¿Qué quieres que responda?
Frunció el ceño.
-Sigue comiendo -me responde con un bufido y no vuelve a dirigirme la palabra. Sigo siendo el mismo bodrio -Idiota…
Al menos eso me hace sentir mejor. Definitivamente ella y yo nos íbamos a llevar bien.
-Culposa.
Me mira de reojo y frunce los labios. Se controla de responderme algo y se concentra en su almuerzo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top