Capítulo 17
Ikari se encontraba con su familia, como todos los fines de semana desde hace un tiempo. Era un sábado como cualquier otro. Estaba en la oficina que comparto con otros oficiales de igual rango. Acababa de enviar algunos papeles donde papá… perdón, donde el teniente Abarai. Es tan difícil no llamarlo papá… Bueno, acababa de despachar los documentos cuando la imponente presencia de Oji-sama ingresó en el despacho. Mis compañeros de oficina se pusieron de pie de un brinco e hicieron una venia.
–Ichika –llama.
Imito a mis compañeros.
–Capitán Kuchiki…
–Acompáñame a la oficina.
Nada más. Oji-sama no daba explicaciones, menos frente a sus subordinados. Tampoco me parece preguntar, la prisa no es buena consejera ni compañera. No tardamos demasiado en ingresar a la oficina de Oji-sama, papá está allí, pero al vernos llegar se dispone a salir cargando unos papeles y me guiña un ojo. Le sonrío amplio y lo veo cerrar el shoji.
–Toma asiento, Ichika –me indica Oji-sama y obedezco –He recibido un mensaje desde los Shihoin hace una hora –comienza, frunzo el ceño, algo en su tono de voz me intranquiliza –Se ha citado a Concejo de Clanes para el lunes –hace una pausa –Irás conmigo.
Concejo de Clanes. La primera y última vez que estuve en uno fue cuando Oji-sama dispuso que yo sería su heredera en el caso que él ya no estuviera con nosotros. Sabía que ello conllevaba muchas responsabilidades y que mamá no podía asumirlas por haberse casado con papá. Si lo hubiese hecho con algún noble pudiese haber habido alguna concesión. Reglas de los clanes, reglas que no entiendo, pero que tampoco puedo ni debo cuestionar.
–Sí, Oji-sama –respondo asintiendo levemente.
–¿No vas a preguntar porqué se ha citado a Concejo? –cuestiona.
–¿Debo hacerlo? –contrapregunto, aun cuando sé que responder a una pregunta con otra no es de muy buena educación.
Oji-sama respira profundo.
–Me imagino que estás al tanto de las dificultades que ha tenido el muchacho Shiba con Suoh Mizushima… –comenta con tranquilidad.
Niego suave.
–No… no lo sabía.
¿Cómo saberlo? Si después de mis atinadoscomentarios sobre por qué mi relación con Toru es tan perfecta, a penas teníamos conversaciones con Ikari. De eso quizás un mes… Me siento miserable. Primero, por haber dicho lo que dije, es algo de lo que me he arrepentido desde que esas palabras salieron de mi boca producto de la impulsividad y las ganas de mantenerme lejos de Ikari… lejos de sus intenciones. Y, segunda razón, porque ello llevó a un quiebre entre nosotros. Odiaba mantener esa distancia, pero era necesario… o eso creo. Ya no estoy tan segura… pero…
–Pensaba que tú y ese muchacho eran cercanos –leo cierta picardía en su voz.
–Lo somos… amigos.
Oji-sama asiente.
–Ichika, los Mizushima han propiciado una especie de reticencia por parte de muchas clanes menores a la presencia del muchacho entre nosotros. Ya sea por su familia de origen, como por dudas respecto a sus intenciones de permanecer en el Seireitei. Planean… exiliarlo.
¿Qué? Un frío me recorre la espalda. No, eso no puede ser… Noto que Oji-sama puede leer mi indisposición. Las manos me tiemblan y las empuño. No pueden exiliar a Ikari. No pueden intervenir en las disposiciones del clan Kuchiki, no pueden intervenir en la academia… no tienen injerencia.
–¿Ikari lo sabe? –pregunto.
–Así es… Hemos hablado del tema, tanto con él como con tu madre y los Shiba. Lo hemos estado preparando para esto hace un mes… desde que el líder del clan Mizushima ha solicitado el Concejo.
¿Un mes? Un mes sin saber lo que ocurría en su propia casa. Ahora hilaba ciertas cosas… las veces que vio a Ikari salir del despacho de Oji-sama en la residencia, los fines de semana donde los Shiba. Pensó en que, cuando él estaba del otro lado, ella sabía lo que sucedía… sabía cuando estaba solo y necesitaba de cierto consuelo. Ella estaba allí… desde siempre.
–No es justo…
–Lo mismo dijo tu madre –dijo Oji-sama.
Pero yo no me refería solo a la situación, sino a mis errores. Me imagino que, en algún momento, necesitó hablarlo con alguien. No era del tipo conversador, aunque había desarrollado cierta capacidad comunicativa, sobre todo con papá. Ya tenía amigos y a su novia. Incluso sabía de la existencia de esa Sasaki, que parecía haber tomado mi lugar… y me alegraba que tuviese un círculo en quien apoyarse esta vez. Era la vida que debió llevar siempre, la que yo quise que tuviera. Yo… yo le había prometido que cuidaría de él y había incumplido mi promesa solo por el temor que la cercanía entre ambos me ocasiona, la reticencia de pensar en él de una forma que creía… que creo, sí creo, que no debe ser.
–¿Por qué debo estar allí si es algo de los clanes, de los líderes?
–Porque va a necesitar todas las caras amigables que podamos -hizo una pausa –Hemos… con Kuukaku Shiba, tomado una decisión que puede darle la oportunidad de permanecer en el Seireitei.
–¿La hay? –exclamo con demasiado entusiasmo que modero de inmediato.
–Ikari será nombrado el líder del clan Shiba.
Un silencio cae entre nosotros. Líder del clan… tal y como Oji-sama… pero sin lugar entre los clanes principales, sin lugar en el Seireitei.
–Existen deudas de honor que, espero, el Concejo no deje en el olvido. Tomaré su tutela de momento.
–¿Por qué haces esto, Oji-sama?
Guarda silencio y desvía la mirada a la ventana.
–El Gotei… la Sociedad de Almas… le debe mucho a Kurosaki. No puedo dejar a su hijo desamparado. Es, también, una deuda de honor –se puso de pie –Estoy consciente de las complicaciones de esto. Pero desde hace un tiempo me he acostumbrado a los problemas… y nadie se atrevería a desafiar al clan Kuchiki. Pero nunca podemos dar nada por sentado… ¿entiendes?
Asiento en silencio.
–¿Hay algo que pueda hacer? –pregunto ansiosa.
–Si no lo expulsan del Seireitei… –deja caer aun sin mirarme –Sería de mucha ayuda que lo ayudaras a establecer relaciones entre los jóvenes de los clanes. Sé que tienes bastante cercanía con tus parientes y miembros de los Shihoin y los Furusawa...
–Claro, por supuesto… lo que pueda hacer, en lo que pueda ayudar.
Oji-sama asintió.
–Espero que no te traiga problemas con ese teniente.
Me sonrió ladina.
–No me engañas, querido Oji-sama… esperas todo lo contrario –se voltea a verme por un segundo, de manera cómplice –Toru no es alguien por quien deberías preocuparte, Oji-sama…
Me mira con cierta curiosidad.
–Puedes retirarte, Ichika.
–Sí, Oji-sama.
Salgo del despacho con sentimientos encontrados. Por un lado muy enfadada conmigo misma, por poner por sobre mi promesa mis propias dudas. Y, por otro, feliz de poder ser de ayuda y demostrarle a Ikari que sigo preocupándome por él… y, tal vez, si él quiere, recuperar nuestra amistad…
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Desarmaba mi bolso cuando escucho el gong que llamaba para el desayuno. Termino de separar la ropa para el lavado antes que Mitsuki llegara de malas pulgas a retirarla y se la lanzara a la cara a la sirvienta para que la llevara a la lavandería. Decidí que, para variar, la llevaría yo. No era primera vez que iba a la lavandería, la primera vez fue para esa broma que me jugaron los chicos y tuve que ir por ropa limpia directo allí claro que a medio camino fue Mitsuki quien me quitó la ropa mascullando. Un real encanto esa bruja.
Corto hacia el comedor cuando siento que algo se enreda entre mis piernas como si fuera un gato. Bajo la vista para ver a Gordo olisqueándome, supongo que huelo a jabalí –ahora entiendo los refunfuñeos de Mitsuki– y se me refriega haciendo sus sonidos de bicho.
–¿Cómo estás? –me agacho para rascarle el cogote, cierra los ojos dejándose mimar –Tu familia te manda saludos, están todos muy bien. ¿Te has comportado?
–¿Comportarse? –exclama Kimiko a mi espalda –¿Cuándo se ha sabido comportar este travieso? –se sienta junto a mí y acaricia a Gordo en la cabeza –¿Por qué huyes de tu madre, Gordo? Rompes mi corazón… –finalmente me mira –Has regresado temprano, no te esperábamos hasta la cena.
–Sí… tengo algunos asuntos que hacer mañana que necesitan tiempo.
Kimiko toma a Gordo en brazos y se pone de pie.
–¿Asuntos? –pregunta con curiosidad. Enarca una ceja –¿Te cortaste el pelo?
–No, me creció la cabeza –bromeo.
–Muy gracioso, Ikari-nii –se burla de vuelta usando el apodo que me dio el día que nos topamos con Akane –Te queda bien, pero pensaba que lo dejabas crecer a ver si así convencías a Ichika de dejar a Tontoru –comenzamos a caminar hacia el comedor –Te tengo fe. ¿Por qué simplemente no la arrinconas contra la pared? Le gustará –se ríe maliciosa.
–Ya lo intenté –respondo con honestidad y Kimiko ladea la cabeza –Creo que tendremos que acostumbrarnos a Tontoru, por mucho que no nos agrade –me alzo de hombros –¿Qué clase de manga lees ahora que sacas esas ideas? No creo que a tu padre le guste saberlo…
–Los tengo bien escondidos… puedo prestártelos, puedes sacar ideas –levanta las cejas sugerente y niego con una sonrisa divertida, Gordo parece también levantar las cejas si eso es posible. A veces creo que ese bicho cree que es persona –Allá tú –ingresamos al comedor –¿Y qué son esos asuntos que tienes que tratar?
Nos sentamos a la mesa, Kimiko deja a Gordo en el suelo y le da una manzana que estaba en la frutera. La sirvienta ingresa con el té y se vuelve a perder en la cocina a buscar el desayuno. El shoji se descorre con algo de violencia, Ichika ingresa vistiendo una yukata que claramente es de dormir, trae el cabello suelto y medio enmarañado y un par de marcas de la almohada en la cara. Se estira y bosteza ingresando. De pronto nota nuestra presencia.
–¡Qué diablos estás haciendo aquí! –exclama y se esconde tras el shoji –Se suponía que llegarías más tarde, o eso dijo tío Byakuya.
–¿Tú sabías que llegaría antes? –le preguntó Kimiko.
–Claro, por eso me levanté antes… –respondió saliendo de tras del shoji con un alto moño, aun desordenado, pero con un toque descuidado que la hacía ver salvaje… con que así se veía al despertar. Sexy… Más material para mis… ¡ya para! –Tengo que hablar algunas cosas con Ikari.
La sirvienta volvió a ingresar con los pocillos de arroz, otra chica trajo pescado y verduras. Ya me había acostumbrado a ello, claro que extrañaba mis cereales, pero qué se le iba a hacer. Al país que fueres, haz lo que vieres… o eso dice Kazui.
–¿Conmigo? ¿Sobre qué?
–Sobre el Concejo… Iremos donde tío Byakuya después de almorzar.
–¿Al Gotei? –saltó Kimiko, miró a Ichika con un puchero –¿Puedo ir también? ¿Puedo, puedo?
–No –respondió seca.
–¿Por qué? –bufó con actitud consentida.
–Porque solo quieres ir para ver a…
–¡Sé que Ikari te acorraló contra la pared y te besó! –exclamó.
–¿¡Qué!? –gritó Ichika y toma un palillo en su mano como si fuese un cuchillo, se gira hacia mí roja hasta las orejas –¡Te voy a matar, Ikari Shiba!
Se puso de pie en actitud asesina, supe que era el momento de huir. Cuando se me iba a tirar encima para golpearme, salto por sobre la mesa y me largo a correr a todo lo que me dan las piernas. Ichika esquiva la mesa y sale tras de mí.
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Renji ingresa al comedor viendo a los dos chicos correr por el pasillo. Se sienta a la mesa junto a Kimiko en el lugar de Ikari y comienza a comerse el desayuno.
–¿Por qué discuten ahora? –preguntó a Kimiko, quien bebía de su té con tranquilidad.
–Ichika se molestó porque dije que sabía que Ikari la acorraló contra la pared y la besó.
–Ah… –respondió y se metió un trozo de pescado a la boca, lo masticó con calma –Ese chico sabe lo que hace –agregó con una cuota de orgullo.
Kimiko asiente no tan segura. Conocía de estas historias. Eran bastante comunes en el shoujo… aunque solían ser más las chicas que iban tras los chicos de manera fiel como un cachorrito… en este caso Ichika huía de Ikari por sus estúpidos pensamientos de que era incorrecto porque había visto crecer a Ikari y se sentía pervertida. Claro que no lo decía con esas palabras, pero esa era la traducción a sus circunloquios. Kimiko no le veía mayor problema a eso… después de todo a ella también la habían visto crecer y no perdía la esperanza en que, algún día, él la viera con otros ojos. ¿Cómo sus padres habían podido dejar de verse entre ellos como un par de niños y pasar a tener niños? No le parecía tan descriteriado… ¿o era algo feo? Bueno, quizás un poquitín.
–¿Y mamá? –preguntó a su padre quien estaba sumamente concentrado en zamparse la comida como si no hubiese un mañana. Reminiscencias del rukongai.
–Tenía reunión temprano con tu Oji-sama y el resto de los capitanes.
–¿Vas a contarme o no lo que están escondiendo hace semanas? -pareció sorprendido –No te hagas, papá…
–Termina tu desayuno, Kimiko.
–No te va el rol impositivo, papi –dijo con inocencia para que no le llegara la regañina –Pero te haré caso, solo porque lo intentas.
–A veces me recuerdas tanto a tu Oji-sama…–se sonrió volviendo a su desayuno, Kimiko sin duda tenía carácter y hace tiempo que había decidido con Rukia que era mejor dejarlo fluir… como todo en su familia.
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El día pasó veloz. Los chicos había pasado toda la tarde con Nii-sama con los últimos preparativos para mañana. La reunión sería a primera hora por la mañana. Ya había ido a la academia a dispensar a Ikari por ese día… solo esperaba de corazón que esa ausencia no se prolongara eternamente.
Parecían tranquilos al menos, aunque Ikari estaba bastante meditabundo. Había perdido cada partida de palitos chinos y se había vuelto muy bueno en ello últimamente.
Renji se sienta a mi lado con la misma expresión pensativa. Le tomo la mano con disimulo, antes que los niños lo noten y comiencen con sus puaj. Renji me mira.
–Va a salir bien –me dice tranquilo –El capitán Kuchiki dijo que debemos estar tranquilos.
–Lo sé…
–No te preocupes demasiado… alteras a frijolito –agrega y me da risa.
Los niños se voltean hacia nosotros. Nos soltamos de la mano. Ellos siguen lo suyo. Los miro en silencio. Nunca me imaginé con una gran familia, no era algo que hubiese planificado de ninguna manera. De hecho nunca pensé en casarme ni tener hijos. Lo mío era el Gotei. Pero esto no era algo que se pudiese controlar… los niños vienen cuando tienen que venir, eso decía Isane. Esos eran algunos eventos que se dieron y se seguían dando después de la batalla y la enorme cantidad de pérdidas de almas… y como solo los habitantes del seireitei por su alta energía espiritual eran capaces de concebir otras almas… era lo que debía ser.
Me adapté especialmente fácil a ello. Nunca pensé que me fuera tan fácil ni menos pensé que Renji fuese tan buen padre. No era que no le tuviera fe, es que es tan bruto. Y es un buen compañero… sobre todo cuando las cosas no resultaban bien.
Habíamos tenido varias pérdidas desde que nació Kouki. La primera fue mi responsabilidad… hubo un enfrentamiento especialmente difícil en el Hueco Mundo. Harribel no podía controlar todo lo que allí ocurriese y el acuerdo durante la batalla era algo momentáneo. Lo entendía… cada uno protegía sus intereses. Liberé mi shikai aun cuando Isane me había recomendando no hacerlo. Pero era eso o mi contingente caería. Luego de esa vez…
Trataba de no hacerme demasiadas ilusiones al respecto cada vez que volvía a quedar encinta… así era mejor. Pero nunca perdía la ilusión. Era imposible no hacerlo viendo a los niños.
Ya no me culpo, aunque lo hice mucho tiempo. Habíamos decidido con Renji dejar de ponerles un nombre y les poníamos apodos como frijolito… ya era suficientemente doloroso pasar por ello una y otra vez. Pero habíamos logrado superarlo… juntos, como tantas cosas antes y era precisamente esas cosas las que nos mantenían juntos. Éramos un buen equipo, es mi mejor amigo, es quien elegí tener a mi lado y no me arrepiento. No cuando lo veo con nuestros hijos, cuando es quien me apoya y quien me regaña cuando estoy siendo imposible. Si eso no es amor, entonces no sé lo que sea.
–¿Les decimos? –le pregunto a Renji, sabe perfectamente a que me refiero.
–¿Ya es seguro?
–Isane dijo que sí… que esta vez sí. Te lo dije –me cruzo de brazos –¿O tienes miedo, Renji?
–Claro que no –responde con un bufido –Si tú estás segura, yo también.
Era lo que necesitaba escuchar… siempre dice lo que necesito escuchar. O lo obligo a hacerlo, para ser sincera.
–Niños…
Los muchachos se voltean.
–Con su papá tenemos que contarles algo…
–No… no se divorcien –ruega Naota –Sé que papá es medio idiota, pero tenle paciencia. Es un esposo obediente, es buen papá y te quiere mucho.
–Gracias, hijo –Renji se sonríe feliz, aun cuando Naota lo insultó en primera instancia –Mi hijo me quiere.
–No he dicho eso, Renji…
–¡No me llames por mi nombre, demonios! –gruñe –Papá no es una palabra difícil –masculla.
Desde que Naota comenzaba a entrar en la pubertad tenían ese pequeño juego de poderes. No era en serio y no era grave. Aunque debo intervenir solo para parecer que no me hace gracia, pero lo hace.
–No llames a tu padre por su nombre, Naota. No es respetuoso…
–¡Estás embarazada! –exclama Kimiko con una enorme sonrisa.
–Tocaste a mi mamá –gruñe Naota –Voy a matarte… cuando menos lo esperes, llegará tu momento –su mirada es asesina –Renji se ríe malicioso.
–¡Turbo cool! –exclama Kouki –¡Yo sabía! ¡Yo sabía! –se puso de pie y saltaba dichoso.
Ichika me miraba feliz, pero con cierta preocupación.
–Todo está bien, cariño –le digo y asiente.
–Genial –responde.
–Felicidades –dice Ikari con una sonrisa amplia.
–Gracias, Ikari –respondo.
Kouki se lanza a mí y apoya su cabeza contra mi abdomen, comienza a hablarle a su hermano.
Todo irá bien esta vez, me repito mientras enredo mis dedos en el cabello oscuro de Kouki. Todo irá bien.
–Al menos ya no tenemos que explicarles de donde vienen los bebés –bromea Renji.
–Cállate, Renji –gruño.
–Sí, cállate Renji –agrega Naota sentándose junto a mí.
–Ahora me hace callar -exclama Renji –Dile algo, Rukia…
–Tú comenzaste –canturreo –Mi angelito –atraigo a Naota hacia mí.
Kimiko se pone de pie y se sienta en el posabrazo del sillón junto a Renji.
–Mi papi –se le cuelga del cuello.
La respuesta de Ichika no se hace esperar y se hace espacio entre Naota y Renji para imitar a su hermana. Cuando se ponían mimosos no había nada que hacer salvo disfrutar el momento. Antes que pueda notarlo, Renji llama a Ikari.
–No te quedes allí –le dice –Momento familiar.
Naota se pone de pie dejándole su lugar junto a mí y pasa a sentarse luego en sus piernas. No puedo evitar pensar que puede ser la última vez que estemos todos así, incluyendo a Ikari… mañana se definía su destino en el Seireitei. Llevo una mano hasta sus hombros y lo atraigo hacia sí, descansa su cabeza en mi hombro y lo escucho soltar un suave y disimulado suspiro.
–Todo va a salir bien, cariño –le susurro –Todo va a salir bien.
De esto se trata el ser familia, juntos en las buenas y en las malas, con avenencias y desavenencias, con compatibilidad y choque de caracteres… pero juntos, siempre juntos. No era lo que planeaba y no era lo que quería… o eso pensaba hasta que la tuve y, en ese momento, supe que mi existencia finalmente tenía sentido.
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Quizás me adelanto a los hechos, pero prefiero hacerlo ahora que tengo la determinación… puede que mañana no pueda siquiera con ello.
Disimuladamente, luego de salir de la sala familiar, pido un par de cajas a Mitsuki. Comienzo a sacar todo del armario con el dolor de mi alma. Repaso cada momento vivido en esta casa, con esta familia que me aceptó desde el primer momento sin cuestionarlo. Estoy inmensamente agradecido de todos.
De Kuchiki Byakuya-sama por preocuparse de mí y estar haciendo todo lo posible por que permanezca en este lugar. Por tomarse el tiempo de enseñarme lo básico de cómo no ofender a los nobles.
De Kimiko por ser la mejor sensei y hermana que jamás pude pedir. Se ha convertido en mi confidente y la madre de Gordo.
De Naota y Kouki por hacerme sentir parte de ellos, por sus vitoreos cada vez que logro algo, por incorporarme en sus juegos y dejarme ganar cuando soy Aizen-sama y dejarme patearle el trasero al muñeco que representa a mi papá en la batalla de Karakura.
De Rukia por su consuelo y tratarme como a uno más de sus hijos. Por hacerme dejarla de ver como la buenaza morena que es y convertirse en mi madre en este lugar, por abrirme las puertas de su familia sin siquiera por que papá se lo pidiera, aunque él dice que sí.
Estoy agradecido de Renji… porque… porque desde el primer minuto tomó el rol de padre, el rol que papá jamás tomó. Por escucharme, por apoyarme, por darse el tiempo de orientarme y entrenarme hasta altas horas de la noche. Por subirme el ánimo cuando me peleé con Mizushima, por instigarme a dar lo mejor de mí.
De Ichika… por cuidar de mí todos estos años, por no haber liberado su shikai ese día y permitir que pasara a este lado… Por… por sus palabras, su compañía… por ser mi mejor amiga hasta que confundí las cosas… por enseñarme, sin saberlo, que no existen razones para enamorarse de alguien, sino que simplemente pasa. Por, sin quererlo, impulsarme a querer dar lo mejor de mí…
Solo dejo fuera la ropa que vestiré mañana y nada más. Todo en ese par de cajas… Busco mis cigarrillos y los tomo en la mano. Abro el shoji.
–No me notaste… –dice Ichika frente a mí, como siempre chequeando tras la puerta. Echa un vistazo dentro –¿Y esas cajas?
–Mañana no tendré el valor de hacerlo.
Bufa y me da un palmazo en la cabeza, me sobo quejándome.
–Sí te pasas de idiota –gruñe –Ven, vamos por un paseo…
Me da la espalda y comienza a caminar. La sigo en silencio. Sus pasos me llevan al estanque. Se sienta en el césped y yo junto a ella. Enciendo un cigarrillo.
-Dame -me quita la cajetilla y se lleva uno a los labios. Lo enciende y tose un poco -Esta mierda es muy mala… -pero le da otra fumada -A veces lo hago… -confiesa -No le digas a nadie -asiento en silencio –No te preocupes, todo saldrá bien…
–¿Y si no? –pregunto. Lo temía, aun cuando las palabras de Kukkaku habían sido determinantes en que no expulsarían a un líder de un clan, aunque fuese venido a menos.
Ichika guarda silencio, pone una mano sobre la mía y aprieta suave. Si no logro imponerme frente a los clanes –o más bien si su tío Byakuya no lograba hacerlo– deberé salir de la casa y remitirme a los establecimientos de la academia y el Gotei en el mejor de los casos.
-¿Con qué derecho se creen esos nobles? -Ichika rompe el silencio -¿Que solo porque nacieron en una posición privilegiada tienen el derecho de coartar la libertad de otra persona? No está bien, nadie debería sentirse con ese poder de decidir sobre el destino de alguien. No lo permitiremos, ni yo, ni tío Byakuya, nadie...
–Si lo dices tú me veo en la obligación de creerte –respondo e Ichika ladeó la cabeza con curiosidad –Podrías decirme que las vacas vuelan, que la luna es de queso o que el cielo es verde y te creería.
–Eres tan tonto, Ikari –me empuja recargando su peso sobre mi brazo –Solo porque mañana es un día importante, no volveré a golpearte… aunque te lo mereces.
–Para ti siempre los merezco –bromeo retirando la mano de bajo la suya –Solo… ve a darme un vistazo de tanto en tanto, ¿sí?
–Es una muy mala costumbre que tengo y no creo que deje de hacerlo –me sonríe.
Guardamos silencio fumando y dejando que el humo se eleve formando figuras en la penumbra. Sé que está preocupada, pero intenta no dejarlo notar.
–A veces… –rompo el silencio –Había momentos en que no me sentía tan solo… no puedo dejar de pensar… ¿Estarías tú conmigo allí? –me mira algo triste –¿Cuántas veces estuviste ahí y yo ni siquiera lo supe? Eres quien mejor me conoce… sabes qué me pasa aun cuando trate de disimularlo. Y lo mejor, es que sabes cómo revertirlo. Eres el claro en medio de la tormenta…
–Muy poético –dice sin ánimo de bromas –Gracias… es lo más lindo que alguien me ha dicho. Sinceramente… –hace una pausa y mira al cielo –Cuando dijiste… en el festival de otoño… que soy la mejor amiga que pudieses querer… ¿realmente es así?
–Lo es… -respondo –Solo… quisiera no ser siempre yo quien se cargue en ti. Alguna vez, quisiera poder también compartir tus cargas…
–No tengo muchas… –responde –Pero puedo contarte algunas cosas… Como… hay una chica que me hace la vida imposible en el Gotei. Se llama Midori Tawakita. No es tan menor, pero actúa como una cría. Mi promoción la obtuve antes que llegaras… y desde entonces no hace sino llevar mis informes antes que los complete donde papá.
–Que feo… la muy zorra.
–Mucho –continúa –Al principio sufría… de verdad. Nunca he hecho algo como para que alguien me deteste así…
–Nadie es moneda de oro, siempre hay alguien que te va a detestar con cualquier razón…
–Lo sé. Lo hace porque quería el puesto y cree que lo obtuve por influencias… aunque sé que no fue así. Realmente me esforcé por ello.
–La golpearé –digo en actitud de héroe.
–No se golpea a las mujeres, bruto.
–Entonces planearé una broma con tus hermanos –voy en serio.
Se ríe suave. Vuelve a fumar. La imito.
–A veces me pongo celosa de Kimiko… –confiesa –Es una dama, la perfecta imagen de lo que Oji-sama quiere de sus sobrinas… aunque sé que soy su favorita… antigüedad constituye rango –bromea –Hay veces que siento el peso de ser una Kuchiki… aunque no lleve el apellido. Tengo miedo de pensar que algún día Oji-sama no esté…
–Lo harás bien… –le digo con seguridad –Tienes todo lo que necesitas. La actitud, la prestancia, la inteligencia… estás preparada para ello.
–Si lo dice el líder de los Shiba tendré que creerlo –se sonríe –Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no doy crédito a ello…
–Ni yo. De nadie, de bosta… a esto -digo con sinceridad –Y te lo debo… y no te culpes, fue lo mejor. Este es mi lugar. Estoy donde debo y asumo todas las responsabilidades que vengan con esto. No soy el mismo que el del otro lado. Pueden tratar de hacerme caer mil veces y nunca me dejaré vencer. Lo juré el día que ingresé a la academia y decidí ser alguien diferente, dejar mi pasado atrás y comenzar de cero. Mi papá dijo haz las cosas bien esta vez. Muy a mi pesar tuvo razón. Eso no quita que siga siendo un completo imbécil… pero no puedo cambiar eso, no puedo cambiar mi pasado, pero sí mi futuro y si sus palabras no me parecieron en su minuto, ahora hacen sentido…
–Has cambiado mucho –asiente mirándome fijo –Pero sigues siendo la misma persona… es la misma esencia que solo estaba doblegada. Quizás sí estuvo bien no liberar mi shikai.
–Más que bien –afirmo –Debe ser el mejor error que has cometido en la vida… ¿No te ha pasado que quisieras poder dejar atrás cosas y no volver a pensar en ello?
–Bastante seguido últimamente –me dice bajando la vista –A veces quisiera… olvídalo.
–Puedes decírmelo… somos amigos…
Abrazó sus rodillas y apoyó el mentón sobre ellas. Soltó un suspiro.
–Realmente me siento muy pervertida cuando recuerdo que te besé y luego me acuerdo de tu primer día en el jardín de infantes con tu bolso de totoro. Eras tan adorable, con un carajo –gruñe escondiendo el rostro.
–Sí… suena bastante mal ahora que lo dices –no puedo evitar reírme cuando la veo tan complicada –Me gustaba mucho ese bolso… fue un trauma cuando se rompió.
–No seas mentiroso, para entonces querías el de Goku –ladeó la cara hacia mí –Estabas algo grande para totoro.
–Nunca se es suficientemente grande para totoro –bufo.
Le da una última fumada al cigarrillo y lo apaga en el césped. Me lleva una mano a la cabeza y enreda sus dedos en mi cabello. Cruza sus piernas.
–Ven aquí –apoyo mi cabeza en su regazo y me dejo mimar. Cierro los ojos –A veces… quisiera olvidarme de esa vez que te escapaste de tu madre cuando te cambiaba el pañal y corriste en bolas por toda la casa…
Me largo a reír y abro los ojos. Ichika no ríe, está melancólica. Llevo una mano a su mejilla y la acaricio suave.
–Ya crecí, Ichika –le digo y ella asiente, bajo mi mano –Tú también fuiste niña… recuerda que he visto tus fotos y no por eso me siento pervertido. Es el curso natural de la vida… solo que tú creces más lento.
–No creo que siga creciendo –bromea con voz suave.
–Bueno, creo que yo también me estancaré un tiempo. Juventud divino tesoro, dice mi abuelo Isshin.
Ichika guarda silencio, cierro los ojos nuevamente. No puedo evitar pensar en que jamás me habían mimado así. Busco a tientas su mano libre y la tomo suave, pero seguro.
–Ya no estoy con Toru –dice en un murmullo, no puedo responder, no me sale la voz –Cuando… cuando buscábamos a Gordo –abro mis ojos –Dije cosas de las que me arrepiento –me perfila la nariz con el índice –No eres peor que Toru en ningún sentido… Y lamento haber dicho lo contrario –vuelve a poner la mano en mi pelo –Para mí… desde que eras un bebé llorón… siempre fuiste el más importante -hace una pausa –Mañana estaré contigo –me incorporo para quedar frente a ella –Sé que todo saldrá bien.
Quiero responderle algo, pero las palabras se enredan en mi boca. Ya no está con Toru… está disponible. Soy lo más importante para ella -asumo que después de su familia, claro- y va a estar conmigo mañana. Si trato de besarla arruinaría el momento… y digo algo más también, solo queda…
-Gracias, Ichika.
-Es tarde -dice mirando al cielo -Vamos a dormir.
Nos ponemos de pie. Tengo un último pensamiento sobre Ichika antes que no pueda dejar de pensar en el Concejo de mañana. Y es bastante tonto… solo que, espero, alguna vez ese vamos a dormir realmente sea vamos y no implique separarnos a mitad de pasillo. No estoy pensando en tener sexo con Ichika -esta vez… Sí, lo hago, tengo 17 años- sino en acurrucarme a su lado y conseguir más mimos en el pelo. El paraíso… sí, de los babosos.
En fin, mañana es el gran día. Solo espero que la suerte esté siempre de mi parte… Debería dejar de ver películas de hace mil años atrás. Pero es lo único que tienen en este lugar, con suerte encontré -y pude encender- la tele con el DVD. Así de arcaico…
Cuando vaya a casa para Navidad traeré algo más moderno. Ah, pero eso lo dejaré para después. Concejo, Ikari, concejo. Como sobrevivir a navidad con la familia, después.
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