Capítulo 16

–Con que no necesitaste caer a las manos –comentó Kuukaku bastante sorprendida al escuchar el relato sobre mi enfrentamiento con Suoh Mizushima –No sé si apelar a tu autocontrol o a que Byakuya te advirtió que te mantuvieras lejos de esa basura.

–La segunda lleva a la primera, supongo –respondo cavilando –No quiero arriesgarme a ser expulsado del Seireitei por las provocaciones de Suoh. Sería algo muy estúpido de mi parte.

–Igual le explotaste reiatsu en la cara –dijo Ganju con picardía.

–Solo fue un pequeño descontrol de miedo… no fue intencional –finjo inocencia, ellos se ríen ligero –Pudo pasarle a cualquiera.

Kuukaku ladeó la cabeza y fumó de su pipa pensativa. La imité.

–Que tu primer instinto sea utilizar tu energía espiritual es bastante decidor –el humo escapó entre sus labios –Debemos trabajar en ello…

–¿Está mal? El sensei raro de la academia dijo que era algo bueno… –interrumpo.

–Claro que es algo bueno, tonto -me da una colleja, me sobo la mollera –No has aprendido nada en esa academia. Si aun estuviésemos en el Seireitei podrías saltarte esa idiotez… es lo único positivo que rescataría de volver a ese lugar.

–Lo bueno es que no volverás –ahora yo dejo escapar humo.

–Ni en un millón de años –responde –Pero tú sí estás dentro.

–De momento… –habla Ganju.

–De momento –repite Kuukaku, se pone de pie –Suficiente cháchara. Vamos fuera, hay algunos trucos que quiero enseñarte.

–¿Sobre qué? –pregunto incorporándome.

–Vamos a asegurarnos que sigas teniendo esa calificación perfecta en artes demoníacas… Basta de teoría, no vas a combatir a nadie con un libro.

–¿Me vas a enseñar a conjurar?

–No, te voy a enseñar a nadar –respondió burlona –Claro que sí, tonto. Al menos podrás defenderte sin usar una katana… –se volteó –Y si es por mí, jamás tendrás que utilizarla.

–Mitsuki dice que las armas las carga el diablo –comenté saliendo de la casa hacia el jardín trasero… o más bien el terreno baldío.

–Sí y no. Un shinigami debe saber utilizarla… de hecho las liberaciones necesitan de un control mínimo de reiatsu, similar a lo que ya puedes hacer…

–Cool… ¿eso quiere decir que puedo tener un shikai?

–Y un bankai si practicas mucho.

–Turbo cool… –hago una pausa –Espera… ¿cómo es que mi papá sin saber nada de kidou puede hacer ambas cosas?

–Porque tu padre es la cosa más rara que ha pisado la Sociedad de Almas… –me miró –Y tú no –pateo una piedra en mi caminar -¿Algún problema con eso?

Levanto mi vista del suelo.

–Ninguno –aseguro –Prefiero entrenar doscientos años y lograrlo porque soy un shinigami de verdad.

–Noto cierta mala actitud –me dice seria –Servirá.

Me gusta tía Kuukaku. Es media bruta, pero ya voy creyendo que es algo de familia. Digamos que no soy el más sutil… Ganju tampoco lo es, pero tiene mejor carácter. A veces tía Kuukaku da miedo… de verdad.

–Lo primero que tienes que saber es que existen dos maneras de realizar un kidō –levanta una mano frente a mí –La primera es la correcta… y la segunda, la fácil. ¿Cuál quieres probar?

–La correcta.

–Buena respuesta, comencemos.

Nos sentamos en el suelo sobre la hierba. Corre una brisa helada, el invierno se deja entrever. Es inevitable pensar en los meses que han pasado… aun era verano cuando morí.

–Lo primero –tía Kuukaku me saca de mis pensamientos –Cada vez que realices, o quieras realizar un encantamiento debes dejar fluir la energía lentamente direccionándola a tu objetivo. Ya sea si quieres curar a alguien, protegerte de alguien o atacarlo. La concentración siempre debe estar allí. Si piensas en ti se descontrolará, porque tú no eres el objetivo. No es sencillo, ya que solemos concentrarnos en lograrlo que es algo centrado en uno mismo. ¿Me entiendes?

–Perfectamente.

–Sigue la misma lógica que cuando invocas tu reiatsu físicamente. Debes focalizar, no pensar en lograrlo. La ansiedad nunca es buen aliado –se golpeó el muslo y se puso de pie de un brinco –Arriba. Ganju –el aludido pegó un respingo –Ponte allí –le indica a unos pasos más allá frente a mí –Imagina que quieres inmovilizar a Ganju, ¿sí? De esta manera –lo apuntó con el índice y el medio e hizo un moviendo brusco hacia un lado. Pude ver que los brazos de Ganju se apegaron a su cuerpo para pasar a doblarse tras su espalda –Muévete –le ordena.

Ganju trata de moverse, pero es inútil. Es como si estuviera atado, sin embargo puede utilizar sus pies y piernas.

–Es un bakudo –me explica Kuukaku –Es el primero. ¿Notas cómo funciona? –asiento –¿Logras ver la atadura? ¿De qué está compuesta? –vuelvo a asentir. Realiza otro movimiento rompiendo el encantamiento, Ganju respira aliviado –Muy bien. Segunda parte… todo kidō tiene un encantamiento, un nombre y un número. A mayor número, mayor complejidad…

–¿Por qué pudiste hacer solo con tu mano? –pregunto con justa curiosidad.

–Una vez que tienen suficiente expertise ya puedes realizarlos sin siquiera decir su nombre. ¿Quieres intentarlo?

–No sé… ni siquiera sé qué decir.

–Vamos, chico –me animó tío Ganju –Solo sigue bien las instrucciones de Nee-san.

–Debes decir primero el encantamiento, que en este caso es "cuando el árbol se seca suspendido en la noche, crepúsculo otoñal permanece inmóvil".

–¿Qué rayos significa eso? –pregunto.

–¿Vas a aprenderlo o a criticarlo? –me regañó -Repite después de mí… Cuando el árbol se seca suspendido en la noche, crepúsculo otoñal permanece inmóvil.

–Cuando el árbol se seca… –digo y me quedo pensando, mi memoria no es mala, solo esta atrofiada de vagancia –la noche inmóvil… –frunció el ceño –¿la primavera…?

Recibo un coscorrón con tal fuerza que me deja con la nariz en el suelo. Saco la vista del suelo y escupo un par de pastos que tragué.

–Cuando el árbol se seca… la noche… las hojas… ¿las estrellas? –tiento.

Siento el pie de tía Kuukaku en mi cabeza y me hunde la cara en el pasto.

–Vas a repetirlo hasta que lo aprendas… –retira su pie y alzo la vista, me mira fijo agachándose a mi altura en el piso –Por cada vez que te equivoques deberás repetirlo bien otras diez. Así estés el resto del día en ello –sacó su pipa.

Pues bien, tendría que hacerlo a mi manera. Tío Ganju intervino proponiéndole a Kuukaku que me permitiera escribirlo, ese hombre lee mi mente. Cuando ya lo tuve en papel comencé a repetir frase por frase. El tema es que no tenía sentido para mí… si lo tuviese quizás sería más fácil. Pero si así fuera tampoco tendría gracia. Al cabo de unos minutos ya lo tenía memorizado.

–Cuando el árbol se seca suspendido en la noche, crepúsculo otoñal permanece inmóvil –digo en voz alta la décima vez de las cincuenta y algo que erré.

Kuukaku parece satisfecha.

–Luego agregas el tipo de kidō y número. En este caso es el bakudō 1, Sai.

–Solo una pregunta, Kuukaku-san –digo con sana curiosidad –¿Cómo existe tiempo para todo esto en medio de un enfrentamiento?

–Excelente pregunta –exclama –Es justamente por eso que debes evitar perder el tiempo con ello. Y la única forma es dominarlo tan bien que no necesites nada más que realizar el gesto, teniendo claro tu objetivo, el resto es solo protocolo –mira a Ganju –Ya sabes cómo debe verse, el encantamiento, el tipo y número y su nombre. Sin invocar nada repítelo todo junto.

–De acuerdo… –carraspeo –Cuando el árbol se seca suspendido en la noche, crepúsculo otoñal permanece inmóvil. Bakudō 1. Sai.

Miro a Ganju y me levanta el pulgar en aprobación. Me sonrío triunfante.

–Mírenlo como se pone todo contento –dijo Kuukaku con dulzura… eso no puede ser bueno –No has logrado nada –me regaña y suspiro pesado –Mira bien a tu objetivo –me indica a Ganju –No temas, el Sai es inofensivo. Y aun más si recién comienzas a entrenarlo. Los bakudō en general son más sencillos y menos peligrosos. Los hado tienen el objetivo de atacar, pueden incluso volverse en tu contra –me advierte y se vuelve hacia Ganju –¿Listo? –le pregunta.

–Claro –responde.

–Muy bien –Kuukaku asiente –Ahora es cuando, Ikari –me indica.

Entonces, imaginar que el bakudō ya está realizado. Debo llegar a ver alrededor de tío Ganju el conjuro. Me concentro dibujando en mi mente una réplica de lo que había observado.

–Cuando el árbol se seca suspendido en la noche, crepúsculo otoñal permanece inmóvil. Bakudō 1. Sai -realizo el mismo movimiento con la mano que hizo Kuukaku.

Me fijo en tío Ganju. Puedo ver algo… él se encuentra con los brazos apegados al cuerpo, los sellos son pocos y débiles.

–Tan importante como realizar un bakudō, es poder retirarlo. Es fácil. Realiza el movimiento contrario y retira tu atención retrocediendo tu energía –obedezco –Muy bien.

–Estuviste bien, Ikari –me dice Ganju aun manteniendo la distancia –Es práctica. Al menos puedes hacerlo.

–Hay gente que practica meses para lograr lo que tú en un par de horas… –agrega Kuukaku –Tienes talento… sí tienes pasta de shinigami después de todo. Pero… –me mira seria –No todo es el talento. Deberás esforzarte… muchas veces el talento es lo peor que puede ocurrirle a un aprendiz. Lo hace confiarse de ello. Sé tan riguroso con aquello en lo que eres talentoso, como en aquello en que no lo eres.

–Sí, señora.

–Sigue practicando, Ganju estará más que agradado de ayudarte.

–Claro –afirmó con entusiasmo –Ya cuando me aburra sigues con ese muñeco –indica tras de un cobertizo.

–¿Todo el tiempo hubo un muñeco? –pregunto –¿No debería hacerlo con él primero?

Veo a Kuukaku ingresar a la casa. La voz de Ganju me hace volver a prestarte atención.

–Nah, me siento más útil ayudándote –se me acerca con complicidad –¿Quieres aprender un hadō? –me lo quedo mirando –Puedo enseñártelo si prometes no decírselo a Nee-san.

–¿Y si se entera?

–Nos golpeará a ambos con una varilla.

–¿Vale la pena?

–Absolutamente –me indica al cobertizo –Trae al muñeco.

Voy veloz a tomar a esa especie de espantapájaros, de hecho también tenía un palo para ser clavado en la tierra. Pesa bastante. Lo dejo entre Ganju y yo. Me ayuda a clavarlo bien en el suelo. Lo palmotea en lo que sería la barriga de manera amistosa.

–No es algo genial, hay otros realmente impresionantes –me dice, se refiere al hadō –Pero comenzaremos con uno fácil.

–Seguro es muy cool –le digo.

Mira al muñeco y lleva sus manos al frente.

–Observa bien lo que sucede…los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, círculo de fuego cerrado. Hadō 1. Shō.

Pude ver una especie de puño de energía dirigirse directo al muñeco y botarlo bastante lejos.

–Cool… –soy honesto.

Ganju me mira orgulloso de haberme impresionado. Va por el muñeco y vuelve a dejarlo en su lugar.

–¿Quieres intentarlo?

–¿Debo repetir mil veces el encantamiento? –digo con voz de ruego no por favor.

–Si quieres hacerlo bien…

–Debo seguir fielmente las instrucciones de tía Kuukaku.

En fin, quizás es un poco tedioso de relatar, pero es mi primera experiencia con las artes demoníacas que no sea en los libros.

Bueno, como corresponde, aprendí el encantamiento. No tardé tanto como en el otro, quizás porque había despertado mi atrofiada memoria, o porque todo esto, si bien era nuevo, se me hacía sumamente natural. O se estaba volviendo natural.

–¿Listo? -me pregunta tío Ganju y asiento en silencio –Tu mano adelante empuñada, cuando estés listo, simplemente abre la palma y el conjuro saldrá disparado solo.

–De acuerdo… –miro fijo al espantapájaros concentrado –Los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, círculo de fuego cerrado. Hadō 1. Shō.

Bueno, digamos que lo intenté. Solo un pequeño puñado de energía salió despedida de mi mano y se desvaneció a la mitad. Me desmotivé, tengo que admitirlo. Ganju fue por el espantapájaros y lo trajo más cerca.

–Era una distancia ambiciosa –me consuela –Inténtalo otra vez.

Me gustaría decir que fui el amo del kidou y que esa tarde conjuré hasta el 50 con una potencia que ya quisiera un capitán, sin encantamiento y sin nombre. Pero no fue así.

No puedo evitar pensar en que, si bien tía Kuukaku decía que tengo facilidades… me gustaría poder haber sacado solo un poco, un poquito así minúsculo… de las capacidades de papá. ¿Por qué Kazui se lo llevó todo? ¿Sería porque papá ya estaba viejo? Punto aparte, siempre he pensado que resulté de la falla del método anticonceptivo… es lo que nos pasa a los hijos de padres mayores, por lo general es un descuido. Una compañera solía decirse a sí misma autogol.

Pero esto no se trata del cómo llegué intempestivamente al mundo con mi falta de poderes y ser pelinegro como los Shiba. Esto se trata de cierta envidia… Sé que dije que prefiero entrenar años para dominar la técnica. Hubiese sido turbo cool que hubiese salido badass deus ex machina overpower. Pero si así hubiese sido, no hubiera sido mi historia… esa historia se escribió hace alrededor de cuarenta años.

No puedo dormir, así que prefiero ir por un poco de aire. Mi paseo por el jardín me lleva hasta donde practicábamos por la tarde hasta que se puso el sol. Me siento en un tronco caído y miro al espantapájaros que dejamos clavado con tío Ganju. Pobre bicho, quién sabe cuántas prácticas ha tenido que soportar. Me pregunto cuántos ha se habrán desintegrado y cuánto lleva ese monigote vivo. Los Shiba eran conocidos por ser expertos en Kidō, eso es lo que dice tía Kuukaku… es por eso que se ha empecinado en entrenarme en ello. Eso y porque me gusta todo el tema de los encantamientos… Me pregunto si tengo más materia de Harry o de Draco… era inevitable pensarlo, además eran los únicos libros que alguna vez leí… a medias ya luego vi las películas. Y mientras pienso en eso me pongo de pie frente al muñeco.

Me imagino qué diría mamá si supiera que he logrado realizar, aunque sea malamente, un encantamiento de kidō. Estaría orgullosa… bueno, ella se enorgullecía hasta de mis horribles dibujos de clase de arte. ¿Qué diría Kazui?

Tienes que seguir trabajando arduo, hermanito –lo digo imitando su voz. Debo reconocer que siempre fue buena onda, era yo el idiota. Kazui tiene un poco eso de papá, de seguir presionando sin ser explícito en que le parece que haces un buen trabajo… pero es algo en su voz, en su mirada… que no es necesario que lo diga. Quisiera que no hubiésemos tenido tantos años de diferencia… Quizás, la historia hubiese sido diferente entonces.

Sigo pensando en mi familia e, inevitablemente, no puedo dejar de pensar en papá. Miro fijo al espantapájaros. Seguro me diría que el kidō es inútil, que él jamás lo necesito, que lo que hace a un shinigami es su zanpakuto. Que el kidō es un recurso para cuando no se tiene la katana, para salvar. Pero éstas no son más que palabras que yo pongo en su boca… él no sabe lo que hago, para papá yo ahora estoy haciendo lo correcto y estamos en buenos términos.

–Buenos términos, un carajo –llevo mis manos adelante –Cómete tus buenos términos. ¡Los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, círculo de fuego cerrado. Hadō 1. Shō!

Pegué un salto hacia atrás cuando vi que el muñeco salió despedido lejos. Me asusté, como cuando se atraviesa alguien en tu camino que no has visto, como cuando habla alguien a tu espalda sin haberlo sentido llegar y te pilla concentrado. Giro las muñecas y me miro las palmas de las manos. Vuelvo a mirar al muñeco. Me sonrío como idiota. Voy hasta el muñeco con la adrenalina de mi pequeño triunfo y me pongo sobre él a la altura de la barriga.

–Ahora pide por tu vida –le apunto a la cara con el índice, tomo una de las varas que lo rellenan y apoyo un extremo en el centro de lo que sería su frente –O te rebanaré con mi zanpakutō.

.

Dentro de la casa, Kuukaku y Ganju observaban a Ikari mientras intentaba rebanar al monigote con la vara.

–Debería darte con esa misma vara por enseñarle un hadō –dijo la mayor de los hermanos mirando severa a Ganju –Pero lo dejaré pasar –volvió su vista al frente con una sonrisa orgullosa –Aprende rápido, tal y como tú –le apoyó su mano en el hombro.

–Es un buen muchacho… –opinó volviéndose hacia Kuukaku –Solo… –su hermana lo miró –Me preocupa cuán contenido está. Parece una tetera a punto de pitar.

–La mejor manera en que una tetera no hierva de súbito y el agua no suba… es calentarla a fuego lento. No vuelvas a adelantarte, debe quemar todas las etapas antes. Nada de atajos –frunció el ceño –¿Me doy a entender? No queremos todos los ojos del Seireitei sobre él, no aún. Aprovechemos su innato autocontrol.

–Entendido, no más de lo que corresponde –asintió Ganju.

Kuukaku sacó su pipa y la encendió mientras escuchaba a Ikari quien seguía tonteando con la vara.

–Cómete mi shikai… y ahora mi bankai… –le decía al monigote.

–Es un tonto –Kuukaku se rió y tomó a su hermano del brazo –Ya es tarde, a la cama.

Ganju se volteó e inició la marcha hacia su habitación, Kuukaku se quedó un momento más mirando a su sobrino. No había apuro, tenían tiempo. Y, sabía, que Ikari estaba dispuesto a esperar y hacer las cosas correctamente… esa era su mayor virtud.

Un tintineo como de campanillas la sacó de su concentración, miró a su lado para ver una negra mariposa revolotear a su alrededor. Una mariposa demoníaca no era al común de ver en el rukongai, menos a tanta distancia del Gotei. Solo había una persona que enviaría una hasta ella. Se posó en su hombro y escuchó con atención.

–De acuerdo… –fue su respuesta.

La mariposa se alejó desvaneciéndose en la penumbra.

Quizás no tenían tanto tiempo después de todo. Los clanes habían establecido ya una fecha. Dos días, era todo lo que tenían… y la orden de Byakuya Kuchiki había sido clara: envía al chico de regreso a Seireitei. Solo confiaba que ese estirado supiera lo que estaba haciendo, porque el chiquillo no estaba listo. Podía tener todas las buenas intenciones, pero era un ryokatal como sus padres el día que llegaron a ese lugar. Esto iba más allá del apellido que cargara, era un juego de poderes y habían encontrado el mejor instrumento para jugarlo… un crío que con suerte se limpiaba el culo solo. Un chivo expiatorio para todas sus intrigas.

Descorrió el shoji que daba hacia donde Ikari ahora había vuelto a colocar el monigote y se disponía a volver a intentar su hadō. El muchacho se volteó y bajó la guardia al verla mirándolo fijo.

–No voy a felicitarte por desobedecer mis órdenes, aun cuando hayas hecho un buen trabajo –alzó la voz –Ven conmigo.

Ikari ingresó a la casa, escuchó a Kuukaku llamar en un grito a Ganju. Ingresamos a una sala que parecía la biblioteca familiar. Los dos sirvientes también se sumaron sentados al final del lugar junto a la puerta. La mujer sacó su pipa y la encendió dando una profunda calada. El ambiente se llenó del aroma del tabaco.

–He recibido un mensaje de Kuchiki –anunció mirando al chico –Dentro de dos días serás interrogado en el Concejo de Clanes –volvió a aspirar de su pipa –Me imagino que ya te habrá hablado algo de ello –Ikari asintió –La última vez que un Shiba estuvo allí fue la última también que pisaron el Seireitei como parte de los clanes principales –hizo una pausa –Chico, esto no es un juego de niños… Para ellos no eres un muchachito inocentón, eres una amenaza –se puso de pie –En los Concejos de Clanes no solo están presentes las cuatro casas y sus representantes, también está compuesto por las cabezas de los clanes menores que son leales a alguna de las principales. Hemos discutido mucho este tema con Kuchiki… Nuestra postura inicial era hacerles ver que no representas peligro alguno, que no tienes las capacidades de tu padre ni tampoco intenciones de algo más que ser un shinigami como tantos jóvenes que ingresan a la academia.

–¿Nuestra postura? –murmuró Ikari viéndola pasearse por la sala.

–Kuchiki cree que eso ya no es necesario… –continuó sin responder a la pregunta –Serás expulsado –miró al chico a los ojos y pudo ver como se quebraba en ese mismo instante, no dijo palabra, no lloraba ni nada, era su espíritu el que se venía abajo –Pero… me parece injusto que expulsen a un muchacho que no ha hecho absolutamente nada. No tienen motivos, ni razones… Están viendo algo que han imaginado y todas las razones que les demos no van a convencerlos de lo contrario… Solo hay una manera –lo miró severa.

Kuukaku parecía examinarlo. Era una jugada arriesgada, pero ella no tenía ya nada que perder. Salvo una cosa…

–Cuando Kaien murió no había nadie en el Seireitei que pudiese mantener al clan en su lugar. Yo había tomado el exilio huyendo del Gotei y llevé a Ganju conmigo. Cometí el error de mantenerlo lejos de todo ello –miró a su hermano –Estaba demasiado cegada por el odio como para pensar en lo que significaría para la familia y para los clanes menores que dependían de nosotros. Al menos tuvieron compasión con ellos y se les permitió jurar lealtad a otras familias… ninguno de ellos podría haber hecho algo para detener lo que se había precipitado. Mi hermano jamás hubiese permitido que algo así hubiese sucedido, jamás… –miró a su hermano menor –Ni Ganju ni yo tenemos interés en regresar al Seireitei, estamos bien aquí… y puedes venir con nosotros si así lo deseas y evitarte los problemas –observó a Ikari –Pero veo en tus ojos que no es lo que deseas. Ponte de pie –el chico obedeció –Esta familia estuvo al nivel de las otras cuatro, fueron aliados y enemigos, fueron y son la base de la Sociedad de Almas. Tienen el poder para destruir todo si así quisieran, pero aun tienen cierto honor… Pueden expulsar a Ikari Shiba, el hijo de Kurosaki, el protegido de los Kuchiki… pueden alegar que no eres un alma pura, que no tienes cabida allí por ser pariente de un clan en desgracia, que no tienes rango en el Gotei para permanecer allí… Pero no pueden expulsar al líder del clan Shiba.

Todos se la quedaron mirando con sorpresa.

–El poco honor que aún conservan se los impedirá. Mis errores nos llevaron a estar fuera del Seireitei, yo no puedo ni quiero volver. Pero tú sí puedes hacerlo…

–P-pero… –balbuceó Ikari –Yo…

Kuukaku enarcó una ceja.

–¿Qué parte de no me interesa regresar al Seireitei no entendiste? –preguntó dándole un toque con el dedo en la frente –Ser la líder de un clan en el exilio no tiene ninguna importancia…

–Pero… ¿y tío Ganju?

–A mí no me mires, chico –exclamó Ganju risueño –No me interesa el trabajo… –se volvió serio –Nee-san tiene razón. Jamás hubiesen expulsado a Kaien, no tenían razones para hacerlo. Expulsar a un líder de un clan es desatar una guerra de lealtades. No creas que no tenemos a nadie allí… Están, entre los clanes principales, en las familias menores. Existen historias, deudas de honor… Nadie expulsó realmente a los Shiba, simplemente dejaron que cayeran por las circunstancias. Y esas circunstancias son las que intentan mantener tratando de hacerte salir del Seireitei.

–Y… –Ikari alzó la voz –¿Kuchiki Byakuya-sama sabe esto?

–Claro, ¿de quién crees que fue la idea? Kuchiki conoce a esos desgraciados más que nosotros. No tomaríamos una decisión así si no supiésemos lo que conllevaría… –respondió Kuukaku.

Nunca bajes la mirada frente a un igual, chico.

–No será sencillo –continuó –Ya no que podrán expulsarte tratarán de hacer que renuncies de alguna manera. Te humillarán, su hostigamiento se volverá feroz, tendrás que aprender a moverte en un nido de víboras… tratarán de quebrarte el espíritu.

–No –dijo Ikari con seguridad –Nunca podrán hacerlo. La única forma de quebrar un espíritu es dándoles el poder de hacerlo. Y ellos no lo tienen… no lo tendrán jamás.

Los presentes intercambiaron miradas cómplices y satisfechas.

–¿Listo para llenarles el culo de arena, muchacho? –le preguntó con una sonrisa maliciosa.

–Creo… –se rascó la nuca nervioso.

Kuukaku asintió.

–Muy bien –exclamó –Deberás partir mañana al alba de regreso a la residencia Kuchiki –hizo una pausa –Solo hay una razón por la que quisiera regresar al Seireitei… y es para ver la cara que pondrán cuando te vean, Ikari Shiba, trigésimo líder del clan Shiba –el chico tragó saliva –¿En cuál clasificación de cool lo dejamos?

–Cool nivel Dios Espíritu…

–Vale –le sonrió con orgullo y le revolvió el cabello –Arreglemos todo para que parta antes del amanecer –ordenó a los sirvientes.

Ganju se puso de pie y puso una mano en el hombro del Ikari.

–Lo harás bien –lo palmoteó –Y recuerda que si quieres que las cosas salgan perfectas…

–Debo seguir las instrucciones de tía Kuukaku al pie de la letra –le sonrió –Gracias…

–No me las des, no sabes en lo que metiste –se rió.

.

.

Amanecía cuando ingresé a la residencia Kuchiki. Todo estaba en el silencio y paz que solía rodearla, imperecedera en el tiempo. Me preguntaba cuántas otras personas vivieron allí, qué historias se tramaban entre esas paredes, en los jardínes… alianzas, traiciones… Los guardias miraban al frente e inclinaron leve la cabeza al verme pasar, como siempre. Renji decía que no todos los que ingresaban a la academia ingresarían al Gotei, la división del kidō o fuerzas especiales. Algunos nunca lograrían despertar su zanpakutō… Muchos de ellos jurarían lealtad a alguna familia noble y serían parte de su guardia personal. Otros pasarían a formar parte de la protección básica del rukongai… algo así como la policía.

Hay tantas cosas que aún desconozco de este lugar. Ni siquiera conocía bien la historia de mi propia familia… del clan que ahora lidero. Uno que no vale su peso por la cantidad escueta de miembros, sino por la misma historia que desconozco.

Me llevo la mano al brazo izquierdo, aun tengo la piel hirviendo, el solo roce de la tela de la manga me molesta. Me arremango dejando a la vista la marca en espiral del clan en contrastante negro sobre mi piel más bien pálida.

Debemos impactarlos –dijo tía Kuukaku tomando un par de tijeras, me jaló del cabello y pegó un tijeretazo –Y nos aprovecharemos del parecido… haremos de ti el recordatorio de las injusticias cometidas al clan.

–Ikari…

La voz trémula de Rukia me hace quitar la vista de mi brazo y pasarla a su rostro. ¿Por qué me mira así? Como si… si hubiese hecho algo malo. Junto a ella está Kuchiki Byakuya-sama, quien pone una mano sobre su hombro.

–Esa mujer no conoce la palabra sutileza –dijo Kuchiki Byakuya-sama mirándome de pies a cabeza –Funcionará.

–Yo… –murmuro mirando a Rukia.

Su gesto se vuelve calmo y se me acerca. Lleva su mano a mi brazo y acomoda el doblez de la manga con concentración. La escucho soltar un suspiro.

–Estaría orgulloso de ti –la escucho decir.

–¿Papá?

Niega suave y me mira.

–Kaien-dono…

Kuchiki Byakuya-sama desvía la mirada a la puerta con un sutil gesto de desagrado. ¿Cómo podría estar orgulloso de mí alguien a quien nunca he conocido? Lo único que nos une son lazos de sangre y un absurdo parecido… los mismos lazos que me han hecho tomar cada decisión desde que llegué a este lugar. Quizás sí es posible sentir orgullo de lo que no conoces… solo basta que así lo sientas… que es lo correcto.

–Llegamos tarde, Rukia –llamó el líder del clan Kuchiki.

–Sí, Nii-sama –me soltó –Nos veremos más tarde, Ikari.

Asiento en silencio y los veo marchar. Retomo la marcha hacia mi habitación.

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