Capítulo 11
Fin de semana. Ser shinigami y oficial no tiene días de descanso, eso lo aprendí al poco tiempo de estar de este lado. Aunque sí se les daba un día de franco, no necesariamente coincidía dentro del fin de semana. Por eso, me sorprendió cuando el sábado por la mañana –o más bien cercano a mediodía, esa es mi mañana– toda la familia estaba en casa.
–¿Qué haces en esa facha? –exclama Kimiko al verme en pijama –Es el setsubun de otoño.
Cierto. Akane lo había mencionado y, quizás, lo había olvidado convenientemente…
–Shiba-kun –me alcanza cuando voy saliendo de la academia, me volteo con cara de perro –Me preguntaba si mañana… –guardo silencio –Mañana es el festival de otoño e iré con mi familia… quizás podríamos vernos allí… –dice toda sonrojos.
–No lo creo, Yukimura-san –respondo metiéndome la mano dentro de la ropa y rascándome esa parte del brazo interior casi llegando a la axila, pica como demonios, es la puta mugre que no sirvió de nada.
–¿Tienes otros planes? –su voz parecía temblarle, es tan dorama por Dios.
–De hecho sí –me sigo rascando –Planeo enfermarme justamente mañana. Es como un don.
Antes que pueda analizar lo que dije y decirme algo más salí veloz, pero con dignidad. No olvidemos que desde hoy soy el más cool de toda la academia. Tengo que siempre estar calmado, en onda… muy chill. Huir de mi fanaticada no anota puntos positivos.
–Lo había olvidado… –respondo con sinceridad –¿Tengo que ir? –pregunto con un tono quejumbroso.
Rukia me presta atención y suspira.
–Todos iremos, pero si prefieres quedarte en casa. Entiendo que estés cansado, ha sido una semana pesada para ti.
–Claro que va –Ichika apareció tras de su madre, era ligeramente más alta. Estaba vestida con una linda yukata rosa… era como un degradé de sus propios colores –Vete a la ducha, no voy a pasearme frente a todos los habitantes del Seireitei contigo luciendo como un gato callejero.
Suspiro y obedezco. Paso a su lado y acerco mi boca a su oído.
–Miau –le susurro en tono agudo y juguetón.
La veo fruncir el ceño y casi siento sus dientes crujir. Salgo pitando al baño, no vaya a ser que tenga un arranque de furia –totalmente provocada y justificada– le dé por darme otro de sus certeros puñetazos. Claro que eso jamás lo haría frente a su madre, procuraba comportarse.
El festival reunía a todo el Seireitei. Todos con sus mejores trajes de salida, hasta yo andaba de lo más tradicional. Los chicos se largaron a buscar los juegos apenas llegamos. Ni Renji ni Rukia parecían preocupados por ello. Kimiko buscaba algo en su bolso. Los padres nos adelantan un poco, los veo charlar de algo que no escucho. Me gusta la relación que tienen… si bien a veces discuten parece que hasta lo disfrutan.
–Dejémoslos solos –dice Kimiko logrando que nos detengamos –Un momento para que paseen como cuando eran novios… sin niños a su alrededor.
Veo a Ichika seguir a sus padres con la mirada. Sabía que era su shipper número uno. La había escuchado hablar de la relación que ellos mantenían hace tanto, como comenzaron siendo amigos, compañeros de batalla hasta llegar a dar un paso más. Para Rukia, en palabras de Ichika, Renji era el mejor amigo que pudiera tener.
Pude ver a varios de mis compañeros con sus familia y amigos. Procuraba mantenerme atento a escurrirme de Akane. Pronto Kimiko se encontró con unas amigas y nos abandonó también. Ichika caminaba a mi lado y me miraba de tanto en tanto.
–Te ves algo… nervioso –me dice de pronto caminando por los puestos que se habían instalado –¿Algo que me estés ocultando, Shiba-kun? –pregunta con su vocecilla molesta.
Cavilo.
–Tenía planeada una gripe para este fin de semana –respondo con total sinceridad.
Nos detenemos en un puesto. Hay varias chicas a nuestro alrededor revisando unos kazanshi, Ichika toca uno de pequeñas flores con atención.
–¿Por qué ibas a enfermarte? –me pregunta levantando el kazanshi para verlo bien –¿Acaso alguien te invitó a pasar el día con ella, Shiba-kun? Has calado hondo en el corazón de esa chiquilla –rió –No puedo imaginar lo que ve en ti…
–Yo tampoco –bromeo, Ichika vuelve a dejar el kazanshi en el puesto –Está muy bonito –caviló –Por qué no te lo pruebas.
–Claro, puedes probártelo, linda –le dice la mujer del puesto, tengo un espejo.
Ichika lleva sus manos a la cinta de su cabello tirando de ella. Luego retira la gomita con la cual lo ata realmente y deja caer su melena. No puedo evitar quedarme mirándola con cara de baboso, así la veo cuando suelo imaginármela en… ¡alto ahí! Vuelve a tomar su cabello en un tomate con habilidad. Tomo el adorno y se lo coloco al tiempo que ella retira sus manos. Cruzamos miradas un instante, se mira al espejo. Se ve hermosa… soy un maldito babas.
–Lo llevamos –le entrego el dinero a la mujer y seguimos nuestro camino.
–Gracias, Ikari…
Asiento en silencio. Puedo distinguir a la distancia a Renji y Rukia charlando con un tipo alto, hasta yo reconozco que se ve guapo… estúpido Tontoru. Nos acercamos a ellos, obvio. Ichika es su novia después de todo, claro que no puedo evitar que me moleste profundamente.
–Con que aquí estabas –Toru le habla a Ichika –¿Qué tal, Shiba-san?
–Hola –respondo, asumo que Ichika le ha comentado de mi cambio de apellido, una deferencia de su parte.
–¿Y eso tan bonito? –pregunta Rukia llevando sus manos al kazanshi de Ichika –Te queda muy bien.
–Es cierto, te ves hermosa –la adula el imbécil ese y ella le sonríe –Tengo a la novia más bella del Gotei.
–Es mucho más que eso –salto –Decir que Ichika es solo atractiva es no darle crédito… –la miro –Tiene siempre las más certeras palabras, una manera única de hacer reír, es generosa y un gran apoyo… es simplemente, la mejor amiga que podría tener.
Toru frunció el ceño por un momento, pero luego pasó a gesto relajado.
–Tienes toda la razón –concluye.
Puedo notar la mirada sorprendida de Rukia a mi lado, Renji pasa un brazo por sus hombros. Me excuso para dejarlos. Verlos juntos me provoca indigestión y unas ganas enormes de fumar. En este tiempo he tomado la costumbre de alejarme y ocultarme cuando lo hago. Quizás por algo de respeto a la familia, o porque lo he asociado a un tiempo fuera. Me desvío de la feria, camino al sector del santuario. Sin adentrarme del todo, sino quedándome en el comienzo de los jardines, me siento bajo un árbol y enciendo un cigarrillo. Mira hacia el follaje y boto una columna de aire que va moviéndose suave hacia arriba haciendo algunas ondulaciones.
–Miren a quién tenemos aquí… –escucho a mi espalda –El hijo del gran Ichigo Kurosaki… –me volteo para ver a Souh Mizushima y tres otros tipos, el tono del tipo es claramente provocativo –Y el miembro oculto de los Shiba.
Me vuelvo hacia adelante nuevamente ignorándolo, pero se plantan frente a mí.
–No nos han presentado adecuadamente, soy Souh Mizushima. Miembro del clan Mizushima… –indica a sus compañeros –Y mis siempre fieles representantes de las casas menores relacionadas. Kudilio, Kimura, Ishinomori…
–¿Qué quieres? –le pregunto mirándolo fijo.
–Ese no es un tono amable, Shiba –me reprende con una voz burlezca –Acaso tu papi no te enseñó a tratar a tus superiores.
–En la academia eres mi superior –me pongo de pie y apago el cigarrillo contra el suelo –Aquí no eres más que un igual.
–¿Un igual? –se lanza a reír y los otros también –He sabido que no heredaste de tu padre sus habilidades. Incluso se están pensando bajarte a la clase normal a fin de mes… y eso que llevas solo una semana. Has causado una gran impresión… negativa. Aunque si ingresaste en la clase avanzada fue solamente por quien es tu padre, nada más. ¿O acaso crees que impresionaste a alguien? –me da con un dedo en el centro del pecho.
–Una lástima –bufo –Pero si me quieren bajar de clase no me importa mayormente. ¿Quién soy yo para cuestionar las decisiones de los viejos de la academia? –utilizo el mismo tono burlón –Me tienen sin cuidado. Además, ¿por qué estás tan interesado en ello?
–Verás, Shiba… –acorta aún más la distancia, retrocedo un par de pasos para quedar contra el árbol –Creímos, mi clan y yo, que nos habíamos desecho de todos ustedes… Tu presencia en este lugar no es grata. Deberías considerar ir a perderte con la manca y el gordo a su porqueriza en el rukongai. En el Seireitei no hay lugar para traidores y asesinos.
–Eso es parte del pasado –gruño.
–La Sociedad de Almas no olvida, niño –su tono era amenazante –Te crees gran cosa porque tu padre tiene el poder suficiente para estar catalogado dentro de los shinigami más poderosos de la historia y su protagonismo en los últimos acontecimientos… Por vivir de allegado en un clan que no ha hecho sino humillarse desde que Byakuya Kuchiki se casó con esa basura del rukongai y adoptó a esa enana muerta de hambre que solo ha traído a más mierda del rukongai a la nobleza. Pronto serán expulsados también, solo deja que Byakuya muera… ¿crees que los clanes menores aceptarán a Abarai como el heredero o alguno de esos sucios niños?
–No te metas con ellos…
–¿Por qué? ¿Me estás amenazando?
Miró a sus amigos quienes se largaron a reír, por un segundo. Empuño la mano y le doy a la nariz con todo. Se lleva la mano al rostro y aprovecho aquello para salir de ahí dando por finalizada la discusión. Pero siento que me dan alcance y me toman de los brazos para tirarle al suelo. Siguiente, Souh está a horcadas sobre mí y me da un golpe en la cara. No alcanzo a reaccionar cuando viene otro… y luego otro. Trato de defenderme, pero son cuatro contra mí. Cada vez que trato de incorporarme hay alguno que me hace caer. Cuando ya la ventaja la llevan ganada, me rematan con un par de patas en las costillas quitándome el aire de los pulmones de una sola vez.
–Aprende tu lugar, Shiba –me escupe a la cara, solo puedo sentir su baba resbalar por mi mejilla –Abandona la academia, el Seireitei… si sabes lo que te conviene.
No puedo moverme, los escucho reírse. Uno de ellos me da un último golpe en el costado. Sus pisadas se alejan, así como sus risas. Me quedo allí respirando costoso, sintiendo que no hay parte de mi cuerpo no duela. La boca me sabe a sangre, la siento en mi nariz, en mi garganta. No sé cuánto tiempo estoy así, una hora tal vez, para cuando otras pisadas llegan. Alguien me levanta para ayudar a sentarme. Abro los ojos.
–¿Quién te hizo esto? –Renji me mira con preocupación y visible ira.
Quiero responder pero tengo un nudo en la garganta. No insiste. Veo una luz amarilla en sus manos y me la acerca a la cara. Es kidou, ya lo había visto en Kimiko.
–No soy muy bueno, pero al menos te ayudará un poco… –me dice con voz ya más calmada, sé que intenta tranquilizarme.
Sigue con ello, me pregunta dónde más me golpearon. Le indico que en las costillas con un murmullo. No es fácil estar así frente a Renji, totalmente derrotado, pero no hubiese querido que fuera alguien más. Él ha estado en batalla, se debe haber visto en estas condiciones… me imagino que también ha perdido algunas y ha sentido lo mismo que siento en este momento.
–Fue Souh Mizushima… –digo cuando puedo respirar mejor –Y sus matones.
–Cuántos eran?
–Cuatro en total…
–Ya no existe el honor –masculla.
–Fue mi error, yo lo golpeé primero.
–Seguro te provocó bastante –me dice con tono conciliador –Los Mizushima han tenido muchos problemas con tu familia, no solo con ella sino que también con los otros clanes. Por diversas razones –asiento dándole a entender que estaba al tanto… al menos por lo de los Shiba –El que un miembro del clan Shiba esté en el Seireitei es provocador para muchos detractores del clan. Claro que no hay motivo para comenzar una carnicería, menos con desigualdad de número –me mira fijo –Vuélvete más fuerte. Demuestra que éste es tu lugar… –vuelvo a asentir –Vamos…
–No quiero ir a casa, Abarai-san… –murmuro. No quiero que nadie me vea así, no quiero preocupar a nadie.
–¿Quién dijo que vamos a casa? –me tiende una mano para ayudarme a ponerme de pie –Cuando el ego llora, un hombre tiene que darse una inyección de seguridad… y conozco la mejor manera.
Lo miro intrigado, me golpea suave la espalda en gesto de complicidad. Me guía de regreso a la feria, voy con la cabeza cacha, escondiendo el labio partido y la nariz rota. En uno de los puestos no detenemos y veo que hay una especie de puerta disimulada tras un cartel. Renji me guía al interior. Alzo la vista para ver una mesa y cinco sujetos alrededor. Unas cuantas botellas vacías y otras a medio beber. Al vernos llegar dejaron su charla.
–Veo que encontraste a tu muchacho –dice uno de los hombres, moreno de melena hasta los hombros y un curioso accesorio que parecían plumas en sus pestañas –Se ve muy mal… ¿te duele? –me pregunta. Niego –Un rostro tan bonito así de dañado es una lástima.
–Vas a asustarlo con tus comentarios amariconados –interrumpió uno calvo de sonrisa socarrona, tenía el mismo gesto de Renji.
–Seguro el otro quedó peor –bromeó un tipo grande de gafas y un curioso jopo –Una pelea más en la vida de un shinigami en formación. Un poco más o un poco menos de sangre, solo hace que se forje el carácter.
–Las peleas nunca son la manera –uno rubio cuyo pelo le cubría medio rostro comentó con una voz suave. Otro moreno a su lado con un tatuaje en la mejilla y una horrible cicatriz en la otra asintió en silencio.
–¿Qué esperan para sentarse? –pregunta el calvo.
Renji me indica que me siente entre el rubio y el del tatuaje, y él frente a mí, en el que debió ser su puesto. Los dos tipos me hacen un espacio y el de las gafas me alcanza una copa. Le doy una mirada de refilón a Renji esperando que me diera la autorización, aun soy menor de edad. Pero no lo veo complicado con el tema. Bebo un poco y me escuece el labio. Me paso la lengua. No es la primera vez que bebo, no voy a tener una reacción novata como toser frente al sake.
Los escucho retomar la charla, el de las plumas me mira de tanto en tanto. Prefiero mantener la vista en la copa repasando lo que había ocurrido… después de todo, mis vaticinios no se hicieron esperar. Ya tenía un enemigo y sus secuaces dispuestos con todo a lograr que eche atrás mis convicciones, que esperan verme caer y humillarme por culpas que solo he heredado.
–Se parece mucho –escucho nuevamente al de la pluma, me mira con un gesto curioso –Al teniente Shiba.
–¿Verdad que sí? –pregunta Renji bebiendo de su copa.
–Es inevitable pensarlo –dijo el mismo tipo –Soy Yumichika, por cierto. Tercer oficial de la décimo primera división.
¿Estaba con los amigos del Gotei de Renji?
–Kira –se presenta el rubio –Teniente de la octava.
–Hisagi –el del tatuaje –Teniente de la novena.
–Iba –el de las gafas –Capitán de la séptima división.
–Madarame –el calvo –Teniente de la décimo primera.
Estaba rodeado de los tipos poderosos del Gotei… y yo en estas condiciones de vencido y humillado. Continúan hablando de cualquier cosa, no entiendo mucho, así que supongo que son cosas de trabajo. Nadie pregunta tampoco por mi papá, cosa que sería esperable. Seguro Renji ya les había comentado que no estábamos en los mejores términos. Estos eran los compañeros de batalla del viejo… y más bien parecieran que fueran incluso menores que Kazui, excepto el capitán Iba. Ésta es la magia de la Sociedad de Almas… y una manera de tener tiempo para preparar bien a quien la defendieran. No debería haber tanta rotación, los más poderosos se mantendrían vigentes mucho tiempo. Tenía sentido. Dados los peligros a los que podía estar expuesta esta dimensión… o de los que había escuchado.
–¿Por qué te peleaste? –escucho a mi lado, el rubio me mira con curiosidad. Me alzo de hombros… si tuviese una buena razón la diría. Y responder: "me atacaron sin motivo" es una mariconada.
El tipo del tatuaje toma mi copa y la rellena, la deja frente a mí.
–Menos pregunta Dios y perdona, Kira –le dice a su amigo –Bébete eso, chico, hay más desde donde vino.
Le agradezco la intervención internamente. Vuelvo a beber, nuevamente escuece, me llevo un dedo para apretar el corte. Los escucho hablar, ahora trato de entender o hilar ideas. Noto que el rubio…¿Kira? es un tipo callado y parece preocupado. Entiendo ahora porqué Renji me indicó que me sentara junto a él, era por si en algún momento quisiera hablar. Era extraño pensar que estaba en un grupo de sujetos que habían vivido más de un siglo y que no se vieran tan mayores que yo. ¿Cuánto tardaría yo en crecer en ese lugar?
Kimiko me había hablado de ello. Dijo que el crecimiento es bastante similar en ambos lados hasta la adolescencia. Si el alma no poseía poder espiritual envejecería un ritmo más lento, pero lo haría de todos modos. El caso era diferente cuando había poder espiritual… Me comentó que el antiguo comandante llegó a tener alrededor de dos mil años. Sé que Renji tiene ciento ochenta, porque él mismo me dijo que, el día que llegó a la Sociedad de Almas, empezó a llevar la cuenta de los años que pasaban… y llegó de nueve años. Él calcula que Rukia debe tener la misma edad, y así lo han llevado desde niños. También sé que Ichika tiene 37, es cinco años mayor que Kazui, eso mi hermano alguna vez me lo comentó, cuando las pocas veces que veía a la pelirroja no la veía envejecer… hasta que un día pregunté. No ahondemos que tiene exactamente veinte años más que yo… y en los maliciosos comentarios de Mitsuki y las fotos que Ichika tiene conmigo cuando aun me cagaba en el pañal.
–Oye, chico –el calvo me saca de mis pensamientos, lo miro sintiéndome algo descubierto –¿Juegas futbol?
–No –respondo, lo veo quedarme mirando con curiosidad, como si acabara de decir algo descabellado. De acuerdo, el futbol es bastante popular del otro lado. Pero lo mío era el indoor, ojalá frente a la consola con un súper equipo con toda la formación de la liga europea –O sea… nunca he jugado.
–¿Nunca? –me preguntan los tenientes a mi lado y niego.
–¿Qué clase de vida llevabas del otro lado? –el tono del calvo es bastante burlón.
–Una muy aburrida, honestamente.
Creo que mi tono fue afable o divertido porque todos parecen relajarse ante ello.
–Deberías traerlo a los entrenamientos –continuó –Nunca sabemos cuándo nos falla uno. Hay que estar preparados… además, así todo queda en familia. Además, los de la división del kidou están entrenando arduo este año…
Renji me mira y asiento rápido.
–Claro, un poco de deporte no le hará mal, ¿cierto, Ikari? –niego con la cabeza –Muy bien, los miércoles después de la academia. Eso siempre que no tengas tarea.
Comienzan a hablar sobre el último partido contra el equipo conformado por los rondines del muro principal. Veo que, a pesar de ser combatientes de alto rendimiento, su fuerte no es el deporte. Porque el resultado no estuvo a su favor, de hecho fue bastante humillante.
–No somos tan buenos –me comenta Kira –A veces hay que tomarse las cosas con liviandad, después de todo es solo un pasatiempo.
–Pasatiempo será para ti –exclamó Ikkaku aireado –Nuestro honor como tenientes está en juego… ¿qué pasa con Iba? –el aludido lo miró deteniendo su copa frente a su boca –¡Es un capitán, rayos! No podemos dejarlo en esta posición. ¡No podemos dejarnos en esta posición!
Kira se alza de hombros en postura sumisa. La dinámica entre todos es graciosa, se nota que son muy amigos. Yo no tenía muchos amigos, y a los que consideraba como tales jamás los conocí en persona. Eran de lugares muy apartados, eran de mi equipo virtual. Nunca jugué futbol. Mamá me llevó un tiempo a karate "tu papá también lo practicaba". Pero resultó un desastre. Lo intentó también con la guitarra –hablando de pasatiempos– pero tampoco se me dio. Aunque a mi favor, debo decir que no canto tan mal… solo que se escucha horrible.
–No todo se trata de ego… –continúa el rubio hablándome –Hay cosas más importantes. El respeto, la integridad, la rectitud, la gratitud, la superación… No se trata de trabajar por ensalzarse, sino por querer ser la mejor versión de uno mismo. Créeme que he batallado con ello mucho.
Este tipo se parece un poco a Kazui, o me lo recuerda. Le sonrío leve, más para parecer amable que otra cosa. Esos valores los he escuchado tantas veces.
–Los golpes, la violencia… siempre es el último recurso –retoma.
–Eres un soldado… un shinigami… las batallas son parte de tu vida.
–Por eso mismo lo digo.
Las palabras del rubio me quedan dando vueltas. Me involucré en peleas varias veces antes. A veces resultaba victorioso, pero la gran parte de ellas peleaba con tanta vehemencia… y sin capacidades. Un tipo que se las pasa frente a un computador solo sabe pelear a través de otros. No soy rápido, mis reflejos son malos y tengo menos fuerza que Kouki. Para mí, claramente, la violencia siempre sería el último recurso.
–Busca reducirlo, no rematarlo, ¿vale? – ahora hablaba el del tatuaje… algún día le diría lo muy perturbador que era tener tatuado eso en su mejilla–El autocontrol es básico para ganar, si buscas reducirlo vas a ganador. Si pierdes el foco vas a rematarlo, pero es riesgoso, porque en ello pierdes el rumbo.
–Hazle caso, es una máquina –rió Kira.
–Eso cuando se atreve y no se pone a llorar, ¿verdad, Hisagi? –bromeó Ikkaku –Tengo miedo de pelear, capitán Muguruma
–Esa Mashiro –gruñó el moreno –Hacerlo público fue la peor de sus bromas.
Y mientras ahora era Renji quien tonteaba al pobre Hisagi, yo seguía rumiando las palabras de esos dos tenientes. Habían varias formas de enfrentarme a Mizushima: demostrarle que su amedrenamiento no iba a asustarme ni hacerme rendirme a su superioridad; enfrentarlo cuando se plantara frente a mí nuevamente; reducirlo si me atacaba… y rematarlo cuando pudiese hacerlo sin perder el control.
–Déjame ver esa cara –Kira me toma por la quijada y conjura un kidou –Renji es bastante malo… –agrega.
Cuando Kira terminó su trabajo perfecto –debo decir– era hora de partir, ya los golpes no me dolía tanto… en el honor. Pero me lo cobraría de la manera en que el ego le doliera más a Mizushima. Iba a ser mejor que él en todo aspecto. No solo más fuerte, ni más capaz, sino en mi comportamiento. Le iba a demostrar que aplastar al resto no lo hace mejor, sino un débil que usa el temor en lugar del respeto.
Renji no dijo nada en nuestro camino de regreso. Apenas ingresando a la residencia Kuchiki alza la voz.
–No le digas a Rukia que te llevé a beber… no queremos que se enfade.
–No, claro…
–Buenas noches.
Parto a mi habitación, me quito la ropa, tenía bastante sangre. Prefiero no pensar en ello, salvo meterme al futón y repetirme que esto no volverá a ocurrir… que no me dejaré pisotear una vez más. Nunca más. El sueño me vence.
.
.
Mientras tanto, en otro sector de la mansión Kuchiki.
–Señora Mitsuki, señora Mitsuki –una de las chica de las cocinas persigue a Mitsuki por el pasillo, trae un animalito entre sus manos, que se mueve como condenado. La mujer se la queda mirando con la vista fija en el jabalí –Hemos encontrado a este chico en la zona de la basura.
–Hazlo engordar, a Kuchiki-sama le encanta el jabalí.
–Sí, señora.
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