Capítulo 1

No es fácil vivir una vida a la sombra de un fantástico hermano mayor. Un excelente estudiante tanto en la escuela como en la universidad. Presidente del centro de estudiantes, el mejor de su generación. Popular, deportista. Que terminó su carrera sin reprobar una sola asignatura, que ahora sigue los pasos de papá en un hospital de la capital. Uno que se casó con su novia de secundaria, una linda chica, dulce y bondadosa… casi tan perfecta como él. Además de tener un grandioso secreto, uno que oculta las mejores aventuras y un reconocimiento solo por ser hijo del salvador de la sociedad de almas… Un lugar al que no puedo siquiera acceder, porque nunca he tenido ni asomo de haber heredado las capacidades del resto de mi familia.

Supongo que fui una especie de decepción desde el primer momento, cuando al nacer no tenía el brillante cabello zanahoria que era el sello personal de mis padres y hermano mayor. Sino que oscuro, como el del abuelo, como el de tía Karin. Fui un chico mimado, sí, lo reconozco. Mis padres eran ya mayores cuando se enteraron que vendría al mundo. Bordeaban los cuarenta años. Creo que nunca esperaron tener otro hijo, pero ahí llegaba yo. Diferente a ellos en todos los aspectos, y eso tampoco tuvo una influencia positiva. Odio ser diferente, odio no compartir nada con ellos, odio que Kazui se lleve toda la atención, odio solo recibir críticas todo el día. Odio mi vida, en simples palabras.

Mi nombre es Ikari Kurosaki, tengo 17 años y no tengo ninguna aspiración a nada. Soy un estudiante mediocre, aunque en los videojuegos soy bastante bueno. Tengo un canal en una red social donde enseño a otros a ganar los juegos y me hecho bastante popular por ello, al menos en un medio virtual donde a nadie le importa nada más que seas funcional. A nadie le interesa tu vida personal. Solo soy un pseudónimo fuck-with-shinigami, ingenioso, ¿verdad? Recibo una mesada que es cada día más escueta, aunque el abuelo Isshin siempre me da algo extra y me compra los juegos. Creo que él es el único que me entiende.

–Ikari, cariño. ¿Puedes bajar a saludar? –escucho la voz de mi madre desde la planta baja.

Apago el cigarrillo que me fumaba colgando de la ventana. Ya llegaron esos amigos de mis padres. Son esos del otro lado, de la sociedad de almas. Esos que nunca envejecen, el pelirrojo malgeniado y la pelinegra buenaza. Siempre me he preguntado porqué mi papá nunca le puso el ojo a esa mujer, es de las que me gustan, tiene carácter, esa voz grave y es tan delgada. Me recuerda a las chicas de las revistas. Dicen que existen dos tipos de hombres: los culistas y los tetistas. Y yo soy de los primeros. De gustarme las pechugonas me parecería estarme liando con mi madre… guacala. No soy del complejo de Edipo precisamente.

Bajo las escaleras, descalzo, con esos pantalones que me quedan demasiado anchos, con una polera gigante de esas que le quité a un gordo de la escuela solo porque me gustaba el estampado. ¿Me duché hoy? Me paso la mano por el pelo, como siempre sin peinar y demasiado largo. Levanto el brazo y me huelo la axila. Sí, me duché.

Llego a la sala y veo a los dos tipos. Como siempre, tal y como los recuerdo. No representan más de veinte años. La morena viste jeans, le pego una mirada disimulada al trasero y asiento agradado por lo que veo.

–Hola –digo simplemente.

El pelirrojo es buena onda, siempre me saluda con entusiasmo. Trata de hablarme cosas que supone que pueden interesarme, al menos trata de hablarme. Papá dejó de hablarme hace tiempo y mamá siempre me mira con compasión. Odio que lo haga.

La pelinegra discute con papá como siempre y se van a la cocina. Alguna vez, de más niño, recuerdo que le llamó la atención por cómo me trató en la mesa. Me agradan en realidad, no sé porqué por soy tan apático con ellos… supongo que es porque soy el típico adolescente odioso. Recuerdo que ellos tienen una chica, hace tiempo que no viene con ellos. Era muy amiga de Kazui y solían salir a hacer lo que los shinigami hacen. Ni idea, nunca me ha interesado.

Nos sentamos a la mesa y, como siempre, hablan de Kazui, de su adorable esposa y su lindo retoñito.

–Quita los codos de la mesa –me ordena papá.

–Cariño, eso es de mala educación –agrega mamá en su tono dulce.

Obedezco sin olvidar un bufido que denota lo muy desinteresado que estoy en parecer educado. Los escucho hablar de ese lugar que no conozco. Odio cuando lo hacen… es como si me refregaran en la cara que no tengo nada en común con ellos.

–¿Puedo retirarme? –pregunto cuando termino la cena.

Mamá mira a mi padre con sus ojos llenos de calidez, rogándole que no me regañe ni me haga permanecer ahí.

–Sí, vete –responde papá.

Me levanto, subo por las escaleras y me encierro en mi cuarto. No sin poder sacarme las palabras que mi padre dijo cuando me pensó lejos Es insoportable, tiene un carácter horrible, me supera. Y tiene razón, pero no sé tampoco cómo cambiarlo. A veces quiero hacerlo, pero siempre pareciera que hago algo mal. Meto los cigarrillos y el encendedor en una chaqueta, tan desaliñada con el resto de mi facha. Vuelvo a bajar y sin decir nada salgo de la casa apenas calzando las zapatillas. Enciendo un cigarrillo fuera de la casa y camino, da lo mismo donde, siempre termino en el mismo lugar. La plaza de juegos. Me siento en uno de los columpios.

–Soy un bodrio… –suspiro mirando el cigarro entre mis dedos.

Y sin saber muy bien porqué, me pongo a llorar. No es demasiado raro, suelo hacerlo seguido, sobre todo cuando me avergüenzo porque sé que papá se avergüenza de mí. Porque él quisiera que yo fuera como Kazui, porque entristezco a mi madre… y porque todos estarían mejor si yo no estuviera…

.

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No me gusta verlo así. Lo veo fumar, o más bien, como se consume el cigarrillo entre sus dedos mientras solloza. No sabía porqué, pero siempre que visitábamos a su familia él terminaba así. No debía ser fácil saberse diferente del resto. Sin embargo no había nada que hacer al respecto, Ikari siempre sería diferente a su familia. Me preocupa, cuando puedo vengo a darle un vistazo, después de todo lo conocía de toda la vida, aun cuando yo no me viera mayor que él. Fui testigo de cómo su alegría se iba apagando de a poco hasta reducirlo a esto.

Nunca entendí porqué Ichigo era así con él. Recuerdo haberlo hablado con mamá y papá, la primera vez que lo vi regañarlo frente a todos. No fue un grave error de su parte, solo reaccionó mal cuando todos hablaban de los viejos tiempos en la sociedad de almas. Kazui no lo hizo mejor hablando de sus propias aventuras allí. Ikari no tendría más de ocho años entonces.

–No llores –le digo aunque sé que no puede escucharme. Paso una mano por su espalda y suelta un suspiro –Al menos hoy te aseaste –bromeo –Hueles bien. Aunque esa ropa no te sienta nada bien. Un chico guapo como tú debería estar con sus amigos, viviendo su vida con alegría.

Vuelvo a mirar al frente, una brisa me alerta. Frente a nosotros, a unos cien metros… un hollow. Me pongo de pie y desenvaino mi zanpakuto. Lo examino un segundo, nivel de dificultad: medio. Hago crujir el cuello y sonrío segura de mi victoria. Me lanzo hacia él alzando mi katana, pero desaparece frente a mis ojos. Me volteo y lo veo acercarse a Ikari con una lentitud que solo le daba la seguridad de poder hacerse de su pobre y triste alma. Doy un salto para atravesarlo, pero me aparta de un solo movimiento de su cola. Me pongo de pie, pero no lo suficientemente rápido. Le ha dado alcance y lo aprisiona entre sus garras. Me lanzo nuevamente sobre él, esta vez con éxito. Lo atravieso por el centro y lo veo desvanecerse en el aire.

Veo el cuerpo de Ikari a unos pasos boca arriba, un gesto de terror en el rostro, me acerco de una zancada y me dejo caer junto a él de rodillas.

-Despierta -le toco la mejilla -Despierta… No me hagas esto -lo remeso por el hombro -Ikari… -pongo una mano sobre su pecho. No siento nada, ni su espíritu, ni su corazón, mi el vaivén de su respiración.

-¿Ichika?

Escucho a mi espalda. Conozco esa voz. Mi mayor miedo se convertía en realidad. Cierro los ojos y suelto una respiración trémula. Me volteo.

-¡Me lleva Aizen-sama! -exclamo mirándolo sin dar crédito a lo que veo.

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.

Un hielo me recorre y dejo caer el cigarrillo al suelo. Nada… no veo absolutamente nada más que los juegos frente a mí. Miro a mis brazos descorriendo la chaqueta. La piel de gallina.

Una fuerza invisible me levanta de donde estoy. Me veo alzado en el aire, los brazos aprisionados contra mis costados. No puedo respirar. Esa fuerza me rodea. Me siento desvanecer y parpadeo. Lo último que veo frente a mí es un horrible monstruo con un cráneo de lo que parecía una vaca, sacaba una enorme lengua y le olía el aliento.

Desperté en el suelo. Ni rastros de aquella visión. A unos metros una menuda figura vestida con lo que parecía un uniforme de entrenamiento de kendo negro. El cabello rojo largo, un listón blanco lo sostenía en una alta coleta dejando unos mechones tiesos dándole el aspecto de una planta.

-¿Ichika? -la llamo inseguro de que sea realmente ella.

La veo voltearse, era ella. Sus ojos claros, su rostro redondo, su nariz pequeña. Estaba igual que siempre… igual de buena, debo agregar.

-¡Me lleva Aizen-sama! -exclama.

-¿Quién? -pregunto caminando hacia ella -¿Qué haces aquí? ¿Por qué te ves así?

-Puedes verme… -balbucea y se pone de pie -Que estúpida, claro que puedes. Ikari… mantén la calma, ¿si? -dice con una voz suave que no le conozco, suele ser gritona y exagerada. Solo su tono ya me inquieta -Mírate las manos.

Obedezco y veo que no traigo mi ropa. Visto de negro. Subo la vista hasta ella, quien da un paso al lado. Un cuerpo está tendido en el suelo, boca arriba. ¡Oh, por Dios!

-¿Estoy muerto? -pregunto tiritando -No debería verte, ¿verdad? -ella niega -¿Estás en modo shinigami?

-Y tú también… -me sonríe ladeado nerviosa.

Me tiro de la ropa sin creerlo, negro. Veo mi cuerpo tendido en el suelo. Veo a Ichika…

.

.

-Y tú también…

Lo veo tirarse el shikakusho, desvía la vista a su cuerpo. Me mira y se vuelve muy pálido.

-Tran… -digo y lo veo caer al suelo de espaldas levantando mucho polvo del suelo -…quilo. ¿Y se supone que éste es hijo del gran Ichigo Kurosaki? -bufo acercándome y me siento junto a él -Bienvenido al otro lado, Ikari.

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