Una travesía


Era molesto.

Sabito contenía su rabia lo mejor lo que podía, pero no podía evitar dejar salir escharcha de sus manos en su camino.

— "Tu siempre estarás dentro de mi corazón, siempre tendrás tu lugar, espero tener un lugar en tu corazón hoy y por siempre; aunque eres el único ahora todavía es una triste canción de amor" — la octava vez que Shinobu cantaba esa canción.

Uno de los tantos talentos de la niña perfecta también era cantar para su disgusto. Tenía una fuerte pasión por ello, pues no había parado de cantar y tararear toda la cacería para el disgusto de sus acompañantes. Ahuyentado más de una presa para ellos con su vocecita cantora que nunca se detenía, siempre tenía una canción que cantar y aire para hacerlo.

— Sabes, el chiste de la cacería es hacerlo en silencio para no alertar a las bestias que estamos aquí — Sanemi trataba de tener tacto con su cuñada, pero se notaba lo irritado que estaba.

— Lo siento, pero caminar todo el día con dos personas tan aburridas no es la acción más emocionante del mundo y tengo que entretenerme yo misma — Dijo ella tan relajada y feliz con su sonrisa de siempre.

Una fuerte brisa paso por los árboles tirando los pétalos de las flores, un evento hermoso, pero era el obvio temperamento de Sanemi que estaba saliendo de sus casillas.

Insufrible.

No había otra palabra para describir a la señorita Kocho Shinobu a los ojos de Sabito, su nombre era el sinónimo que tenía para la palabra molestia también. Andaba en ese mundo como si fuera dueño de él, creyéndose más inteligente que ellos dos juntos. Además de su molesta sonrisa confiada que siempre cargaba en su rostro, la mirada en sus ojos podía verse claro el claro pensamiento de superioridad que tenía la pequeña mocosa que se había pegado a ellos en su viaje.

Estaban atados a ella solo porque Sanemi había sido débil. Sí, todo era culpa de su mejor amigo que también quería golpear por arrastrar ese problema con él. La señorita Kanae solo había tomado las manos de su prometido y batido sus lindas pestañas un poco para que Sanemi de pendejo dijera todo que "Sí" a lo que le mandará.

No había que subestimar el poder de una cara bonita que tenía en sus manos al hombre que movería montañas por ella. Él mismo sabia de eso bien, no podía tampoco culpar demasiado a Sanemi, si Giyuu hubiera hecho lo mismo, hubiera dicho "Sí" sin pensar a lo que fuera con tal de ver una sonrisa en su rostro como la que había puesto la hermana mayor de su problema.

Kocho Kanae por más que le agradará, empezaba a caerle un poco mal.

"Será un campamento donde las dos personas que más quiero formarán lazos familiares" comentó ella, Sabito la comprendía. Quería que su prometido y la hermana que obviamente viviría con ellos para siempre porque el de cabello rosa dudaba que alguien cuerdo se casara con ella, se llevarán bien.

Pero, ¿Por qué tenía que estar él de intermediario de todo eso?

Kanae no pudo esperar otro momento que no fuera la cacería para hacer algo tan importante sin incluirlo al parecer.

— Solo canta canciones variadas al menos y no cantes la misma mierda de siempre — el de cabello blanco trató de ser comprensivo.

— ¿Mierda? — la indignación en su voz era palpable — Utada Hikaru no ha tenido ni una canción mala en toda su carrera artística.

— ¿Crees que me interesa eso?

— ¿Quién carajos es Utada Hikaru? — murmuró Sabito, estaba seguro que ninguna cantante de ópera se llamaba así.

— ¡Oh, Jesús! — Soltó mirando al cielo — Déjenlo así.

¿Quién carajos era Jesús que siempre nombraba cada vez que se molestaba un poco?

Ella volvió a empezar a cantar otra canción, mientras colocaba una flecha en su arco y dio a parar en gnomo con facilidad. Sí, también tenía una puntería envidiable, algo que le gustaba restregarles en las caras para que de una u otra manera aceptarán el hecho de que era necesaria en el equipo. Una maga de luz con habilidades ofensivas tan buenas era imposible de ignorar por más que les doliera el orgullo a ambos.

No había manera de negarlo para ambos, estaban en una racha ganadora que superaba la de años anteriores desde que había entrado al bosque. Cabe destacar que lo hicieron corriendo porque Sabito casi se le sale el alma por la boca al ver la acción peligrosa de la familia real con su ángel, si no fuera porque desde lejos se vio y se escuchó la columna de agua que los salvo de una aparatosa caída, aún estaría en el bosque buscando a esos dos para sacar sus pulmones por su espalda.

Después de eso y un pequeño debate (pelea) para que abandonara sus planes de ir a cometer un asesinato real y sacar a Giyuu del Bosque, habían avanzado haciendo una masacre en su rumbo.

Al principio pensó que se debía solo a los malos humos que se traían Sanemi y él, descargando toda su rabia en las pobres bestias. Algo que si le decía a Giyuu seguro no estaría feliz, si tenía que trabajar en sus ataques de ira, se lo había prometido. Sólo que no era tan fácil como decirlo, en especial después de ver como dos idiotas casi lo matan, mandándolo a volar. Siguió así un buen rato él primer día y al llegar ya la noche limpiando sus manos y su espada a la sangre azul que le llenaba, se dio cuenta que Shinobu estaba curando las heridas de Shinazugawa. Ella había estado haciéndolo todo el día, lo que permitió que no se agotarán con facilidad y su ritmo de trabajo se incrementara.

Por mucho que en el pasado Tokito había sido de gran ayuda en el equipo con su habilidad impresionante de la espada y su sigilo. Kocho era tan buena como él para mantener el trabajo funcionado a su manera, sin mencionar que había matado una que otra bestia con una puntería perfecta. Aunque por una razón no parecía tan interesada en matar a las bestias, a veces dejaba escapar algunas y otras veces ni se preocupaba en ellas.

Esa chica estaba buscando algo por el bosque. Se notaba como veía entre las raíces de los árboles, por las rocas y entre las hojas.

Cuando llegó la noche después de curar la herida de ambos y colocar sus tiendas, paso algo inaudito.

— Yo no cocino — Mencionó para hacerla molestar — Es carne asada no hay mucha diferencia.

Ella miraba el trozo de carne que le ofrecían con un claro desprecio, si parecía más carbón que carne, pero comida es comida y más en una cacería ¿Acaso ella le veía cara de sirviente o qué?

— Es entendible, después de todos ambos son unos niños — Dijo ella negando levemente con resignación, para agarrar unos ingredientes que había recolectado todo el día — No se puede esperar nada menos, si no hay hombres adultos. Esta mujer tendrá que hacer el trabajo que ellos no pueden... Esto es una prueba más que ambos no están listos para ser hombres, pues si fueran uno, cocinarían algo decente. Pero si no pueden, no se puede hacer nada. — Cada palabra era una roca tirada a ambos, aplastando sus grandes egos y orgullo de hombres — Eso es realmente patético.

Aquellas palabras con esa ligera sonrisa en sus labios y esa mirada en sus ojos, decepción y superioridad encendieron una llama en ambos, que hizo que le quitaron todo de las manos y se pusieran hacer algo más decente.

Tal vez fue cuando ella estaba disfrutando de la comida que no tuvo que ni levantar un dedo para obtener, es que se dieron cuenta de la horrible trampa que habían caído.

— ¡Esta...! — Sabito había congelado un árbol atrás de ellos.

— Tiene agallas para hacer eso, me agrada — murmuró de mala gana Sanemi comiendo su cena.

Al menos estaban llevándose mejor, la única ganadora de todo eso sería la señorita Kocho Kanae. No sólo ganaría la corona de flores por parte de su hermana y su prometido, si no que lograría que ellos se llevarán bien a expensas de su sufrimiento.

Suspiro cansado en su tienda esa noche con ese pensamiento, él también quería darle una corona de flores a Giyuu, pero no podía. Estaba seguro que se vería de lo más precioso con flores adornado su hermoso cabello. Tal vez unas rosas azules combinando de una manera harmoniosa con sus ojos zafiros y en su hermoso cabello negro.

Suspiro nuevamente con esa imagen en su mente. Eso daba calidez a su pobre corazón frio que le hacía sentir como si se derretía.

En serio quería hacerlo, Giyuu se lo merecía después de todo era la persona que estaba en su mente en ese momento y le estaba ayudando a sobrellevar la gran carga de la cacería. Era la persona por la cual su corazón latía con tanta fuerza y tenía tanta suerte que sus sentimientos fueran correspondidos. Pues había noches como esa, de la cual se perdía su mente y solo dedicaba cada uno de sus pensamientos a su ángel. Se pellizcaba a veces, temiendo que todo era sueño, porque era demasiado bueno para ser real.

Amar y ser amado es una sensación que ni el mismo imagino que sería tan grande y abrumadora.

Tenía suerte, no todos conseguían eso.

Bueno... No tanta, después de todo Había un reloj que corría y le decía que tenía poco tiempo. Por más que trataba de evitar pensar en eso, ese problema no desaparecía y la marca de su gran pesar crecía cada día en la piel de su amado.

Un día muy cercano, él no estaría más a su lado.

Trataba de pensar en lo que le decía Giyuu, pensar en un futuro sin él. Pero no podía, simplemente como recordaba como todo en su vida cobro sentido cuando entro a la mansión, cuando por fin tuvo una familia y lo tuvo a él, a su lado. Una vida sin él, sonaba tan vacía y muerta como su tiempo antes de volverse un Urokodaki.

Si no lograba salvarle... Si no lograba hacerlo, Sabito no tenía ni idea de hacer ni como seguir respirando después de eso.

Trataba de hacer lo que Giyuu le decía, de seguir adelante. Pero no se imaginaba haciéndolo sin él, es que no podía.

Solo sacudió su cabeza para evitar ese pensamiento. No pasaría eso, no lo permitiría, encontraría la cura sin importar que, mientras estuviera respirando encontraría esa cura.

Lo haría hasta con su último aliento.

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— Esto es un asco — mencionó la señorita Kocho, mientras evitaba que sus botas tocaran la sangre derramada.

— Si no te gusta, damita. Pues regrésate por donde viniste — le respondió mientras sacaba su espada del cuerpo de Orco.

Sí, era asqueroso, esa bestia era horrenda. Con cabeza como un cerdo, pero negra llena de dientes y cicatrices. Apenas era el segundo día de la cacería y las cosas iban más amenas, al menos ella ya no cantaba tanto.

— Me refiero a que esa era una madre — Ella no parecía muy contenta del todo en que esas cosas desaparecieran — Y los que acaba de asesinar, Sanemi. Esos eran sus hijos, lo que explica una reacción de ese tipo.

— Shinobu, si no comprende estas son bestias que asesinan humanos — Expresó Sanemi señalando a la bestia con su espada — Si no los asesinamos, ellos lo harán.

— ¿Es así? — Preguntó ella levantado su delicada ceja — Me refiero, un par de tipos horrendos y llenos de cicatrices entran a mi hogar y matan a mis hijos. Yo también me enfadaría, después de todo son los mismos bastardos que destruyeron a las tierras donde vivía y ahora vivimos todos en un lugar que no es un cuarto del territorio anterior.

Eso calló a ambos, lo que decía ella tenía sentido. Era comprensible muchos comportamientos de esas criaturas hacia ellos, la lucha constante por la comida en esos bosques debía ser un infierno porque todos se tuvieron que vivir ahora en un lugar donde no había espacio. Era la supervivencia del más fuerte y tal vez aquella madre solo buscaba comida para sus hijos.

Nunca se había parado a pensarlo, solo le habían dicho que ellos hacían daño a los humanos y si ellos no los mataban, esas bestias lo matarían a él.

— Entiendo que es la supervivencia del más fuerte — Prosiguió ella tan calmada como siempre — ¿Pero ya no habíamos probado que somos los más fuertes cuando acabamos con los elfos y los acorralamos a todos ellos aquí? Me refiero a que esto no es mantener la población a raya, es extinguirlos silenciosamente.

— Esas son bestias, Shinobu — Fue lo que consiguió decir Shinazugawa — No esperes creer que ellos son seres pensantes, solo actúan por instinto y te matarían incluso si tuvieran el estómago lleno.

— Claro que lo harían, se llama instinto de supervivencia. Ve que soy uno de las razas que ha extinguido a otra y por medio me mataría — Shinobu hizo una mueca al ver a los jóvenes orcos muertos — Pero no estoy sorprendida de eso, los humanos siempre han sido un asco. Incluso yo si me atacara o a los que quiero los matarían.

— Hablas como si no fueras uno de nosotros.

Sacudió su espada sacudiendo la sangre de ella y todos siguieron caminando. Ingresar a la cacería siendo mujer era una cosa, ponerle fin era otra muy grande. No era algo que ni el mismo Rey podía hacer, así que menos una niña con privilegios por más bonitos que fueran sus sentimientos y bueno sea su racionamiento. Eso era una tradición que se había arraigado fuerte por el miedo de las personas después de la guerra, si dejaban de hacerla las bestias que los odiaban se podían expandir rápido y ellos serían los cazados, era algo muy arriesgado que no se podía dejar de hacer.

Los tres lo sabían bien.

— Lo soy, pero a veces siento que no hay nada de orgullo en serlo — Comentó ella con simpleza siguiéndolos — Me decepcionan con sus guerras y acciones desconsideradas. Ósea, ¿Era realmente necesaria la última guerra?

— ¡Serás maldita idiota! — Proclamó el de cabello blanco — Los elfos eran seres malvados que planeaban una guerra contra nosotros y esclavizarnos.

— Sí, Sanemi. Los tipos que se la pasaban con estas bestias van a decidir esclavizarnos a nosotros que alguno estos que podrían hacer bastante daño si son adiestrados — Ella hablaba con lógica — Muy extraño por cierto que el Rey anterior hiciera esa guerra justo después de visitar el Reino de los Elfos cuando ellos lo recibieron con sus brazos abiertos para unir los lazos entre el país y ellos.

Sabito se mantenía a raya de todo, sabía que los libros de historia estaban equivocados, su padre se lo habían dicho más de una vez. Los elfos no eran tan malos como los pintaban ahí, podía saberlo porque Giyuu era la persona más pura que conocía. Su padre más de una vez dijo que el Rey anterior había hecho muchas cosas con las que él no estaba de acuerdo, pero aun así era ciervo de ese país y tenía el ducado en sus manos para ir en su contra.

— Será porque vio sus malas acciones, incluso solo con una visita.

— ¡Oh Por Dios! Si hubieran querido hacernos daño, lo hubieran ocultado bien entonces. No eran niños en una actuación, era todo un reino con su propia cultura, pensar que todos eran idiotas cuando es sabido que ellos tienen un gran talento al estudio. Si hubieran querido nos hubieran jodido realmente — Ella hablaba segura de sus palabras y eran verdad.

Todo lo que decía tenía sentido a morir, pero muchas personas que veían más allá de lo que decían los libros y lo que había pasado en la guerra se negaban a decir. Tal vez por orgullo de no aceptar que eran los malos de la historia, decirlo en voz alta era admitir el crimen.

— No sabemos, no estábamos ahí. Pero sé que mi padre nunca hubiera hecho daño a alguien que no lo merecía. Así que todos eran unos jodidos monstruos y estos también — Sanemi hablaba desde su ceguera producida por su patriotismo, su orgullo y propio sentido de la justicia.

Después de todo los humanos nunca eran los culpables, los demás si y si les paso algo era por su propia culpa.

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La noche del segundo día había llegado rápido, no hablaron mucho después de eso. Había un silencio incomodo entre ellos, pues las palabras habían pesado en sus cuerpos, en algunos más que otros. No habían matado muchas bestias después de eso, por mucho que odiaban aceptarlo, las palabras de Kocho pesaban. Cuestionar las cosas que siempre se habían hecho y verlas desde un punto de vista negativo era algo difícil de tragar y menos comprender.

Daba igual, Kocho parecía calmada. Todo el día siguió buscando al rededor y parecía que había encontrado lo que estaba buscando. Era una chica extraña, eran todas baratijas que ni debían servir de pisa papeles, pero ella parecía muy encantada con cada una de ellas.

Sanemi y Sabito estaban discutiendo la ruta de regreso para el día siguiente después de la cena y Kocho buscaba leña para la fogata. Planeaban una ruta más peligrosa, pero era la más rápida para volver, Sabito ya quería volver a ver a Giyuu. No le importaba los resultados ya de la cacería, todos parecían que lograron lo que querían, Sanemi y Shinobu solo discutían cada 15 minutos y podían soportar su presencia por más tiempo. La señorita Kocho había encontrado lo que sea que estaba buscando y habían matado suficientes bestias para sentirse con la corona en sus manos, sin contar el camino de regreso.

Entonces el cielo nocturno se iluminó como si fuera el atardecer mismo.

El naranja y amarillo cubrió el cielo nocturno, desapareciendo la luz de las estrellas y pelando con la de la luna en una búsqueda de atención urgente.

— Alguien debe estar realmente jodido y estúpido por creer que alguien saldría en la noche a rescatar a otro — Soltó Sanemi también mirando al cielo.

Sabito solo inclinó su cabeza totalmente confundido, normalmente solo era una llamarada al cielo los que pedían por ayuda. Pero esta tenía forma, no... Tenía un mensaje en ella.

— Creó que se encontraron un dos Nagas cerca de un lago — viendo las dos S y la O iluminar el cielo oscuro a unas colinas de ellos, era relativamente cerca si fuera espacio plano, pero no lo era, lo cual lo hacia el triple de camino por las dificultades del terreno — ¿Qué nos importa los demás eso?

Su amigo parecía que iba a responder cuando escucharon el sonido de ramas cayendo al piso. Ambos se voltearon y vieron la mirada llena de preocupación de Shinobu y no había sonrisa en sus labios.

Ella siempre sonreía, nunca perdía su sonrisa. Eso era malo.

Ella alzó su mano lanzado un rayo de luz poderoso que, si Sabito no hubiera topado de sus ojos apenas que la vio el comienzo de la luz, hubiera quedado ciego.

— ¡¿Qué carajos te pasa?! — Sanemi exclamó con violencia cuando la luz terminó.

— Esa señal... — Dijo ella temblando — Solo la conocen el equipo Real. Significa "Auxilio", es solo usado en casos realmente de emergencia. Si es una llamarada, es probable que el príncipe Akaza la haya hecho y su hermano o Giyuu estén gravemente heridos.

Entonces esta vez se congelo más de una planta y las discusiones entre ellos pararon.

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— ¿Por qué mierda dos serpientes y un lago significa auxilio? — Sanemi mantenía el paso rápido, más para calentar su cuerpo del frío que otra cosa — Pulgoso, ya cálmate que nos vas a matar del frío antes de llegar.

Su amigo trato de lanzar un puñetazo a su estómago, pero Sabito lo esquivo. Su vista estaba en la antorcha que estaba iluminada en la cima de una colina a lo lejos. Tan lejos como que pareciera una estrella naranja a lo lejos, pero lo que hacía más lejano el viaje era que el terreno no era para nada plano, el Bosque de las bestias era conoció por sus valles, colinas y montes. Era un relieve que retrasaba a más de uno y por eso era el perfecto lugar de las bestias que encontraban muchos lugares seguros en los tiempos de cacería.

Sabito deseaba barrer con todo eso y hacer una planicie donde podría llegar en pocas horas... No, no sabía que Giyuu tenía horas.

—No son dos serpientes, son las siglas de S O S, acronimo de Save Our Souls, que significa Salven nuestras almas — Dijó la joven chica sin una sonrisa en sus rostros.

— ¿S O qué? — Preguntó confundido Sanemi.

— Eso no importa, significa que están en serios problemas. El orgullo de Haku... Digo, el príncipe Akaza es gigante para llamarme para pedirme ayuda. Pero si él envió esa señal, es que algo anda realmente mal.

Un árbol crujió rompiéndose por volverse hielo tan rápidamente, Shinobu Chilló por el susto de ese sonido y los perros de Sanemi que les seguían ladraron con fuerza.

Un golpe en su cabeza llegó.

— ¡¿PODRIAS CALMARTE, HIJO DE PUTA?! — Sanemi hasta le gruñó de la rabia — Te juró que, si uno de mis perros se muere del frío, yo mismo me voy a encargar de hacerte sufrir.

Sabito trataba de hacerlo, se trataba de concentrar en esa antorcha que les guiaba. Como un faro en medio de una tormenta, pero era difícil porque su mente pensaba en las posibilidades.

¿Si era la maldición actuando?

Recordaba la última vez que fue un caos, Nezuko y Giyuu ahogándose con su propia sangre en sus pulmones. Probablemente habían sido 5 minutos, pero Kocho los había salvado esa vez. Si ella hubiera llegado un minuto tarde se hubiera convertido todo en una tragedia.

Ahora estaban a horas, si tenía suerte llegaría al amanecer a ese lugar. Una eterna cantidad de horas cuando a veces una situación de vida o muerte se definía segundos.

— Me parece extraño que el Príncipe esté en un lugar tan alejado de las zonas seguras — comentó Sanemi casi en gruñido — ¿Cómo sabemos que esto no es una trama o algo? Es que ese cobarde puede que haya cambiado mucho en los últimos meses y por fin ha entrado al bosque sin sus guardias, pero no creo que sea tan estúpido de ir a una zona tan peligrosa.

Lo que Sanemi decía tenía sentido, conocía al príncipe... Bueno, creyó conocerlo. Todos recordaban al irritante heredero al trono, siempre siendo un inmaduro y mimado niño criado en el castillo; pero, siempre había sido tan asustadizo como un ratón. Sin embargo, eso fue antes del invierno pasado que se presentó en la mansión Urokodaki, con una actitud ciertamente irritante, pero definitivamente diferente al niño mimado y cobarde de siempre.

— Es que... — Shinobu parecía que quería decir algo, pero mordió su labio conteniéndose — Solo confíen en mí, el príncipe puede ser la real molestia. Pero nunca jugaría con algo tan serio, no conmigo y de esa manera.

— No parecen tan amigos para que digas esas cosas — el de cabello rosa dudaba demasiado de sus palabras, pero con una posibilidad de que Giyuu estuviera en peligro no la ignoraría.

— Somos amigos, solo es que... estamos pasando por una fase difícil en la amistad — Era vaga como sus repuestas. Siempre guardándose algo pasa ella.

Sabito sabía que mentía, había visto a Giyuu haciendo eso tantas veces que podía ver en ella también.

— ¿Sabes que es un camino de toda la noche? — Preguntó Sanemi, no parecía seguro tampoco. Pero no quería ir en contra de ella — Incluso si tienes razón, cuando lleguemos puede incluso que sea tarde.

— Mejor es llegar tarde que nunca.

Ninguno más discutió sobre si ir o no ir nunca más. Sanemi sabía que no podía ganar una discusión donde dos estaban totalmente de acuerdo de ir y lo que le quedaba era cumplir su promesa de proteger a Shinobu.

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Sus pies dolían, incluso con la magia de la maga de luz. Sin importar todo el entrenamiento que llevaban, no habían tomado un buen descanso desde la mañana y ya era pasada la media noche, tal vez sin Shinobu horas atrás se habría detenido por un descanso. Pero no podía permitirse eso, no cuando la vida de Giyuu estaba en peligro, la preocupación y el deseo de estar a su lado protegiéndolo con todo su corazón era lo que le daba el impulso necesario para seguir incluso horas más.

Shinobu por otro lado, se podía decir que no iba tan bien. Era obvio que era demasiado para ella por su falta de entrenamiento físico y por la extenuante misión.

Ella también tenía la maldición.

Ese fue el pensamiento que le hizo detenerse cuando recordó eso. Ella podría colapsar si se sobre extenuaba, necesitaba descansar.

— ¿Qué sucede, pulgoso? ¿Ya estás cansado? — Podía verlo en el sudor de Sanemi, también necesitaba un descanso, aunque no tanto como la chica.

Los perros de Sanemi estaban con la lengua afuera, tan agotados que se acostaron apenas su dueño se detuvo. Sin duda sin la magia de la chica tampoco seguirán moviéndose. El equipo tenía dos días de caza encima, más las horas que tenían moviéndose con rapidez por el bosque desde que vieron la señal en el cielo. Por mucho que quisiera seguir avanzado a esa pequeña luz naranja a lo lejos que cada metro creía, no podía seguir dejando ese ritmo. Si es que llegarían, no estarían en la condición para atender los problemas de los demás.

— Descansemos unos minutos — Dijo levemente.

Ambos veían como Shinobu se sostenía de un árbol con la respiración bastante agitada, sus manos temblaban y parecía que en cualquier minuto iba a vomitar por el extremo cansancio.

— Que s... sea rápido... Un minuto perdido puede ser crucial — Ella habló entre cortado porque trataba de recuperar el aire.

Era obvio para los mayores que no estaban en condiciones para seguir, al menos no Shinobu. Ella necesitaba descansar como sea para que pudiera llegar y hacer su trabajo, de nada servía si llegaba sin magia alguna o muerta por el cansancio.

Estaban atrapados, Sabito maldijo por debajo mientras les daba agua a los perros en una pequeña taza. Dos jóvenes Shiba Inu que tenían buena nariz para encontrar las bestias más escurridizas, algo intimidantes para cualquiera que no fuera la familia Shinazugawa o Sabito, pero eran realmente una monada.

Aunque la señorita Kocho no parecía de acuerdo, siempre que un perro se acercaba ella daba 5 pasos atrás o se escondía detrás de uno de los dos. Una debilidad que pensaba explotar en el futuro, iba a adoptar un perro que la mantuviera lejos de él y su ángel.

Ya se imaginaba a Giyuu junto con cachorrito y sentía que su corazón era atacado.

Pero sacudió su mente y se trató de concentrar en el problema. Necesitaban encontrar una nueva manera de llegar y que los demás descansaran un poco pronto.

— Si vamos un poco más al este llegaremos más rápido pasando dos colinas, pero son más empinadas y el trabajo que nos ahorremos acortando el camino, lo haremos escalando las empinadas colinas — Sugirió Sanemi pensándole una campera a la maga para que tomara agua.

— Sería más peligroso también, alguien podría resbalarse por la humedad de la roca y sería una caída aparatosa.

— Si seguimos derecho solo tenemos un río que sería de ayuda si tuviéramos un bote, pero no lo tenemos. Sin mencionar que es la zona de los Lobos del bosque, así que idea descartada. Tenemos que ir un poco hacia el oeste. Es un camino más largo pero seguro, si tenemos suerte y descansamos un poco para el largo camino estaremos allá antes del ocaso.

— Imposible, es demasiado largo el camino — Intervino la menor de inmediatamente.

— No tenemos otra jodida opción Kocho, las putas colinas incluso son difíciles de subir para el pulgoso y yo, luego están los jodidos Lobos de este bosque. Dos veces más grandes que un lobo normal, así que es morir porque no somos jodidos chivos o que la manada de Lobos nos coma — Sanemi se contenía para no gritarlo, pero podía sentirse su frustración en sus palabras.

— Si tuviéramos a alguien con magia de fuego al menos podríamos sacar la humedad de las rocas un hacer la subida un poco más fácil, pero incluso con eso sería casi imposible por lo empinadas incluso con eso — Apretaba sus puños tratando de evitar congelar otra cosa de la frustración, pero aun había una fría sensación cerca de él.

— ¿Dónde termina el río? — Preguntó la menor.

— No tan cerca de nuestro destino cruza hacia el este hacía el lago. Si tuviéramos un jodido bote al menos pudiéramos cruzar el río, pero te aseguro que esos malditos Lobos incluso pueden con un bote y no es su fuerza si no la cantidad ridícula de esos cabrones, junto con su trabajo en manada que los hacen bestias de alto nivel de peligro — Explicó con evidente molestia — Tal vez si no estuviéramos extenuados confiaría de las habilidades del pulgoso y mías para al menos evitar finales fatales, pero estamos jodidos. Así que descansa y en unas horas iremos por el camino largo.

Era una decisión inteligente, lo mejor que podían hacer es descansar un poco y luego seguir por el camino largo, teniendo suerte de llegar antes del atardecer si tenían suerte. Ir por las colinas súper inclinadas a esas horas con esa humedad y la magia de Sabito no era ni discutible; también si seguían derecho era una mala idea, si estuvieran en una mejor condición incluso puede que lo pensarían, pero los lobos no eran para subestimar en ningún momento. Estaban simplemente jodidos.

Sabito apretó sus puños y miraba a la antorcha naranja a lo lejos, en ese momento si parecía una estrella de lo lejana que se sentía.

La escarcha se acumulaba a su alrededor, trataba de detenerlo por el bien de todos. Pero no podía, la sola idea de que su ángel estuviera herido le traía como un loco, nada más de pensar que posiblemente Giyuu estaba esperando por él o pidiendo se clavaba en su corazón para no dejarse en paz en ese momento. Así que fue congelando lentamente el agua en la taza de los perros.

Un pedazo de hielo pequeño flotaba en el agua.

Se quedó viendo por unos segundos el pedazo de hielo, mientras Sanemi y Shinobu discutían.

Tenía una idea.

Una no muy buena

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— Esto es una idea de mierda — Sanemi se quejó por décima vez.

Y tenía totalmente la razón, era una mala idea donde existía una alta posibilidad de que terminara mal. Sí, estaba entre las peores ideas que había tenido en su vida, pero eso no iba a detener el plan.

— ¿Tienes una mejor, genio? — Shinobu extendía la tercera tela de sus tiendas encima de la barca de hielo.

El plan era tan sencillo como peligroso, era ir todo el tramo del río que podían en una barca hecha de hielo, con las mantas de las tiendas colocándolas encima del hielo para que no afectara a los que no podían aguantar esas temperaturas, además sería bueno para que Shinobu y los perros descansaran mientras Sabito y Sanemi se encargaban de los peligros que pudieran ocurrir.

Se ahorrarían horas de viaje y si todo salía bien llegarían al amanecer donde estaba la antorcha naranja. Claro, si evitaban morir en el intento.

— Si tanto quieren morir, lo hago yo mismo y me ahorro toda esta jodida mierda — se quejaba de nuevo, pero ayudaba a montar todo lo necesario en la barca.

— Shinazugawa, necesitamos salvar el equipo Real. Si algo les pasa, sería algo muy malo para el Reino. Imagina que, si no es el Tomioka, puede que sea uno de sus altezas reales — La chica seguía tratando de convencerlo en hacer todo eso de mejor manera — El Rey se pondría triste si algo le pasa a uno de sus hijos.

— Es culpa de él por mandarlos a un bosque. Bien que podían quedarse con las mujeres bordando como siempre, siendo una jodida burla, pero seguros — Todo lo que decía el de cabello claro tenía sentido.

— Nunca pongas a prueba el orgullo de un hombre, siempre harán cosas estúpidas para mantenerlo. — Aseguró ella sentándose en un lado del bote lejos de los perros de Sanemi — Por eso las mujeres vivimos más años que ustedes.

— Es que el orgullo de un hombre es algo intocable, algo que ustedes las mujeres nunca entenderían.

Sabito vio que todo estaban a bordo y con una patada a un árbol deslizando el bote de hielo por la tierra levemente inclinada de la orilla del río. La gran corriente los empujó rápido, no era tan fuerte para voltear al bote, pero lo suficiente para llevarlos con rapidez por las aguas.

— Solo descansa — Murmuró Sabito quitándose su chaqueta y pasándosela a la chica — No importa si escuchas un grito o algo, no abras los ojos.

Sabito y Sanemi estaban parados en la barca firmes, con sus arcos en sus manos y las espadas en sus vainas. Los ojos rojos ya brillaban por el bosque mientras avanzaban por el río, los lobos tenían un buen sentido del olfato para detectar quien entraba en su territorio y no les gustaba para nada eso.

El de cabello rosa empezaba a comprender las palabras de la menor en ese momento, los lobos eran animales que siempre iban en manada. Nunca se separaban uno de los otros, antes algo que había visto como un método meramente de supervivencia, ahora era una familia que trataba de protegerse unos a los otros de los intrusos que entraban a su territorio.

Y ellos eran los intrusos.

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Los lobos del bosque de las bestias eran las criaturas que debías evitar de ser posible si eres alguien nuevo en la cacería, junto con las sirenas y uno que otro rey orco o falsos conejos.

Uno en solitario no era un gran problema como las otras bestias que por sí solas podrían causar estragos hasta los grupos más expertos, no eran nada más y nada menos que unos Lobos superdesarrollados extremadamente territoriales en especial para la fecha de la cacería porque era en esas mismas fechas que empezaba la época de apareamiento para ellos. Nada más molesto que un lobo en celo protegiendo su potencial pareja, pero eso seguía siendo algo que se podía manejar con facilidad. El gran problema radicaba que eran que se movían en grandes manadas que hacía que su fuerza se multiplicará exponencialmente por su gran trabajo en equipo y coordinación.

Los lobos nunca iban solos, era listos para saber qué si querían tener una época de apareamiento exitosa, tenían que mantenerse juntos. Si te encontrabas con un lobo en el bosque, nunca dudes que hay 20 más cerca.

Sabito alzó su arco, en un estado totalmente firme y silencioso, apuntaba al lado derecho del bote, mientras que Sanemi que estaba a su espalda apuntaba a la izquierda. Ambos con una flecha tensada en espera de algún movimiento o sonido que delatara a su enemigo.

Si era una noche de Luna llena, pero una gran mayoría de los lobos tenían pelaje oscuro que se camufla de manera excelente por la noche por mucho que iluminara la luna, aún era lo suficientemente oscuro para solo ver manchas a las orillas del río, que ni muy angosto era, un lobo podría saltar con facilidad de la orilla y llegar a ellos si se lo proponía.

Tal vez si usara la magia de la luz de Kocho para iluminar vería una orilla llena con una manada hambrienta y furiosa, hileras de colmillo llenos de saliva y garras largas en sus patas peludas. Pero ella del cansancio habían caído rendida encima de las lonas, con su chaqueta y los dos perros a sus costados también dormidos, además de calentarla con su pelaje. Le iba a dar algo cuando se diera cuenta que los perros la usaron de almohada, pero eso era problema que solucionaría en el futuro. Tenía que dejar que ella descansara un poco para que llegara con energías y magia suficiente a su destino.

Sus brazos dolían de sostener el arco, llevaban más o menos dos horas en esa posición y nunca una noche se le hizo tan infinita a Sabito. Era como cada minuto era una hora y cada segundo un minuto, el tiempo avanzaba tan lento como sentía que lo hacía su viaje. Quería llegar enseguida, pero nada parecía cooperar con él.

Ya habían avanzado bastante por el río, lo suficiente para que faltaran dos horas más de tramo por el rio y dos horas más de caminata. Una parte de él se sentía eufórico por eso; Sin embargo, ya habían entrado en lo profundo del valle donde habitaban los lobos.

— Si quieres descansa — Le habló bajo a su mejor amigo, no quería despertar a la maga o a los perros — Yo estaré de guardia.

— No me jodas, Pulgoso — mascullo y sintió el aire impulsar más el bote por el camino — Crees que te dejare toda la diversión para ti solo.

Sanemi era orgulloso, demasiado a veces.

— En serio, debes estar cansado. Te hemos arrastrado a esto — Insistió de nuevo.

Era por culpa de Sabito que ahora estaban en una situación de peligro mayor, por no poder esperar y sin miedo hacer algo que posiblemente le lastimaría por el bien de Giyuu. No era inteligente, a veces solo actuaba sin pensar en las consecuencias cuando se trataba de él, por mucho que su ángel le pedía que lo hiciera por su futuro.

— No soy un jodido niño para que alguien me obligue hacer algo que no quiero — siguió con su misma actitud de gato arisco — Si estoy aquí es porque yo quiero y que te quede eso en mente. Alguien tiene que salvar tu trasero siempre de tus idioteces.

— Probablemente esto salga mal — comento sintiendo como el pecho de Sanemi se expandía pues tomaba una larga respiración.

— Igual ibas a venir solo y Kocho se te iba a pegar como pulga si elegíamos la otra opción — Aseguró — Es por Tomioka, yo lo entiendo. Ustedes dos no pueden ver que ni se corta con papel, porque ya lo llevan a la enfermería.

Una pequeña risa salió de su boca, era muy obvio y no podía ocultarlo. Lo amaba demasiado para querer que no le pasara nada en su vida, aunque si empezaba a ver lo que su ángel se refería con que era algo excesivo a veces.

— Sanemi... Yo le...

Su voz paro un momento, un gruñido llamo su atención e interrumpió su confesión.

Estaban ahí.

.

.

.

.

.

La flecha salió del arco y dio directo en el cuello del lobo para su mala suerte. Tenía que darle en la cabeza para detenerlo, en otras zonas no haría mucho por el gran tamaño de los lobos. Rápidamente tomo otra y la puso en su arco rezando a la luna a que brillara más fuerte y le dejara ver mejor a sus enemigos.

— ¡Aquí viene! — Casi gruñó su amigo y soltó también una flecha.

Un chillido y potentes ladridos, gruñidos y aullidos sonaron. Habían matado al primero y todavía quedaba una manada de ellos. ¿Cuántos serian? ¿40? ¿60? ¿Podrían con ellos?

— ¡Sujétate! — Dijo para lanzar otra flecha y luego mover sus manos para impulsar más las aguas y mover aun con más rapidez el bote.

Sanemi se resbalo, el piso de hielo de la embarcación tampoco era la más apropiada para pelear. Resbaladiza, húmeda y congelada no era un lugar ideal para tener la ventaja. Soltó un sonido de dolor, que junto con los sonidos furiosos de los lobos empezaron a despertar a los perros y a la muy somnolienta Shinobu.

— ¡¿Eh?! — Ella se sentó de inmediato encima de las mantas con sus ojos cerrados — ¿Ya llegamos?

— Desearía, tu ilumina para ver a que nos enfrentamos. — Le dijo mientras le ofrecía una mano a Sanemi para que se levantara y luego rápidamente tomo sus arcos.

Shinobu chilló y dejo escapar una esfera de luz encima de ellos que ilumino sus alrededores. Probablemente se había dado cuenta que la habían dejado dormir con los perros que estaban ladrando por los lobos.

Las orillas del rio se iluminaron.

— ¡JODIDA MALDITA MIERDA! — Exclamó Sanemi y el de cabello rosa no lo había dicho mejor.

Disparó una flecha para cargar de nuevo su arco mientras el aire los impulsaba a un más, Sanemi se dio cuenta que eso debía ser una batalla perdida, incluso para su gran orgullo por esa acción. Era mejor correr y evitar que les hicieran el mayor daño posible, que morir en el intento de acabar con ellos.

Eran demasiados, más de 100, de pelaje tan negro y juntos unos a los otros que no sabía dónde comenzaba uno y terminaba otro. Disparó otra flecha y luego tiro el arco al bote, era inútil pelear con eso por la pérdida de tiempo que era tomar una flecha de la otra. Solo alzo varias lanzas de agua que congelo en el proceso e hirió más lobos en el proceso.

Se movían rápido, evitaban los ataques algunos y remplazaban a los heridos en segundos mientras corrían en la tierra siguiéndolos. Sanemi lanzo una ráfaga de aire tan presurizada que tiro un árbol y aplasto a varios de ellos. Shinobu parecía que ya se había despertado y había tomado el arco que había lanzado segundos antes para ella atacar con eso.

Un lobo salto desde la tierra, pero el de cabello rosa lo atrapo con un tentáculo de agua y lo lanzo con fuerza a los otros. Entre lanzas de hielo, cortes de aire y flechas, mataban a unos poco y herían más. No era mucho y solo lograban enfurecer a los demás lobos. No estaban logrando mucho con eso.

— ¡Mueran malditos! — exclamaba con fuerza Sanemi alzado a varios con ráfagas de aire y los dejaba caer desde las alturas.

— ¡Urokodaki, a tu derecha! — Shinobu gimió soltando una flecha que rozo la mejilla de Sabito pero dio a un lobo que intento saltar a su bote.

— ¡GRACIAS! — Gritó por el susto — Casi me matas.

Sanemi lanzaba tantas maldiciones como hacia magia para acabar con la mayoría de lobos posibles que empezaban a saltar con más frecuencia al bote y en un momento corto a uno a la mitad con un corte bañándolos en sangre espesa y caliente del lobo.

— ¡Ew! — Shinobu estaba asqueada porque habían sido bañados en sangre — Esto no es historia de Quentin Tarantino, idiota — Limpio su cara de la sangre con la Chaqueta que le había dado.

— ¡¿De qué mierdas estás hablando, babosa?! — Sanemi continuo con la masacre de lobos de su lado.

— ¡¿Quentin quién?!

— ¡Cállate y usa hidrochorro, Corsola! — Ella otra vez tomó el arco y las flechas para continuar.

— ¿Quién carajos es Corsola? — Sabito no entendía lo que decía, siempre diciendo cosas raras. Pero aun así lanzo un chorro de agua a los lobos.

Estaba molesto, ella siempre decía cosas que no comprendía, de gente que no conocía. Habla de tantas locuras que se empezaba a preguntar si lo de la señal era cierto, ella prácticamente actuaba como una lunática y probablemente lo era.

¿Qué si ella estaba mintiendo para llevarlos a una muerte segura?

Ella había dicho que quería casarse con su Giyuu, el único obstáculo de eso era el mismo. Su ángel estaba felizmente casado con él, pero eso no significaba nada. Podría inventar que Sanemi y Sabito murieron protegiéndola de los lobos, así todo estaría bien para ella. Su ángel viudo y su hermana sin el prometido que tanto le molestaba.

La furia creció en su pecho, la corriente del río se embraveció considerablemente, atrayendo más agua su cauce y de los lados del bote fueron creciendo dos olas que aumentaban su tamaño en segundos. Los lobos trataban de saltarlas, pero eran atrapados por la fuerza del agua, soltando un grito empujo las dos olas del tamaño de los árboles, provocando dos Tsunamis a sus lados que arrastro a la manada en sus aguas. No mataría ni a un cuarto de los lobos que estaban vivos ya que con la cantidad de árboles la fuerza de la ola disminuiría, pero la cantidad de agua los alejaría por un buen rato.

— ¡Urokodaki, nos vas a matar. Idiota! — Gritó asustada la chica que se sostenía una pierna de Sanemi para no caer del bote.

El choque de las olas, hizo bastante turbulencia en las aguas del río, el bote se sacudía con bastante fuerza con la promesa de voltearse en cualquier segundo por la fuerza del agua. Incluso Sanemi otra vez se había caído arrastrando a Shinobu con él, no podía mantener el equilibrio por más que podía, ni siquiera el mismo que segundos después también se cayó dándose un buen golpe en la parte trasera de su cabeza contra la dura superficie del hielo.

¡Baam!

Aquello había sonado y dolido horrores, dejándolo con una confusión gigante. Lo aullidos y ladridos de los lobos se ligaban con los gritos de sus compañeros de equipo y no lograba reconocer bien lo que decían, todo daba vueltas y su cabeza punzaba donde se había dado el golpe, sin mencionar la sensación de un líquido caliente en esa zona.

Sentía la sangre tocar su nuca y el dolor de cabeza punzando de manera horrible. El dolor le hacía aullar y maldecir con fuerza en búsqueda de un alivio, pero solo crecía como la oscuridad mientras cerraba los ojos.

.

.

.

El rostro de Giyuu, había estado soñando con su precioso rostro adormilado. El que siempre cargaba después de devorarse un libro entero en la biblioteca de la mansión Urokodaki. Sus parpados luchando para mantenerse abiertos, sus labios apretándose en una mueca de disgusto por el sueño que le perseguía, sus orejas puntiagudas ligeramente rojas por el frio de la habitación y su cabello amarrados en una cola baja mal ajustada.

Era un buen sueño, le recordaba en los tiempos que solo se le quedaba observando por horas en un apacible silencio mientras disfrutaba de su lectura.

— ¡Oye, pulgoso! — La voz de Sanemi le saco de su hermoso sueño — Llegamos

Pero esas palabras le despertaron por completo, en un segundo estaba totalmente sentado y tratando de ubicarse. Abrió los ojos y parpadeo varias veces mientras salía de su estado de sueño, el rio tomaba una curva fuerte al este y toco la orilla del camino que tenían que seguir.

Parpadeo dos veces más y una luz brillante y naranja se veía más clara que nunca frente a su cara, lo que hizo que se diera un pequeño golpe en su cara para terminar de despertar. Tenía que hacerlo, tenía que seguir avanzado, aunque la antorcha estaba más cerca que nunca, también les quedaba camino que seguir recorriendo.

Sus pies lucharon al principio para pararse en el hielo y salir del bote, había sido un acto bastante torpe pues en su cabeza todavía todo daba vueltas, pero no dolía, donde casi se cae de boca contra las rocas de la orilla si no fuera porque una ráfaga de viento lo sostuvo y luego Sanemi por la parte trasera de la camisa.

— Pero no te vayas a golpear de nuevo, cabron — Se quejó el de cabello blanco, con ojeras visibles en sus ojos, pero tan despierto como nunca.

— ¿Qué paso? — Se atrevió a preguntar mientras su mente volvía más en sí.

— Bueno después que ahogaste a los lobos y casi nos matas en el proceso, te resbalaste en el hielo y te rompiste la cabeza. Shinobu te curo, pero supongo que por el golpe y el cansancio te noquearon — Su voz sonaba algo irritada, la falta de sueño no debía ser buena para él — Pero alejaste esos hijos de puta y avanzamos en el rio, Kocho cayó rendida minutos después que te curo por el sueño y yo me quede cuidándoles. Me deben la vida.

— Pues sí que lo hacemos, Sanemi no se...

— No empieces con algo empalagoso o te golpeare porque no estoy de humor — Si la falta sueño le estaba afectado y con una mano sacudió el bote — ¡Vamos todos arriba, que si querían venir a este lugar rápido no es momento para dormir!

Kocho rodo fuera del bote con los perros incluida mientras se quejaba por el brusco despertar, no era momento para quejarse de Sanemi por más que ambos quisieran. Estaban vivos e ilesos entre lo que cabía, después le agradecerían, en ese momento solo era recoger todo para empezar de nuevo su camino.

Habían sido dos horas las que había dormido según su amigo y para el amanecer faltaban una hora y media. Los que habían dormido, no lo habían hecho casi nada y paso encima de una lona encima de un cubo de hielo duro después de un ataque de una manada de lobos.

Irritados, adoloridos y casi congelados avanzaron en su camino que era más llegar a la colina y ascender, si tenían suerte no se encontrarían con ninguna bestia. Pero era una zona peligrosa así que encontrarse una de ellas no sería difícil. Aunque después de 30 minutos de caminata hubo un gran problema que todos notaron.

Esa era una zona realmente peligrosa, la cantidad de bestias era alta y de gran peligro, así que era común que a cada dos pasos encontraran algo. Sin embargo, después de 30 minutos ni una bestia a su asomo, lo que les hizo estar más alerta y que Sabito se preocupara aún más bajando más la temperatura del ambiente.

Cada vez que la antorcha estaba más cerca y brillaba con mayor intensidad, empezaban aparecer las bestias. Pero no como ninguno de ellos esperaba, había sangre de todo tipo por todos lados y cadáveres no tan descompuestos o comidos para decir que tenían tiempo ahí.

— La sangre sigue fresca — Señaló Shinobu con un par de goblins cortados a la mitad — Las heridas del corte también están cauterizadas y hechas con espadas, esto no lo hizo el príncipe Akaza. Él prefiere usar sus manos y su magia.

— ¿Otros cazadores?

— O los causantes de eso — Señalo el de cabello blanco a la antorcha a unos cuantos kilómetros — Es muy probable que también puede que sea un intento de asesinato a su majestad.

— ¿Quién carajos intentaría matar a su majestad? ¿Quién sería tan estúpido para hacer algo que podría causar una guerra social interna? — Preguntó Sabito sosteniendo su espada con fuerza.

Aparte de él y Rengoku, claramente. Pero Rengoku era alguien noble e inteligente que no haría algo tan bajo y lo enfrentaría en un duelo frente a todos, mientras que Sabito aparte que no había estado junto a ese equipo. Había estado escuchando durante tanto tiempo a Giyuu sobre las acciones que causarían sus celos sin sentido al príncipe si cometía homicidio, que sabía que su amor jamás levantaría un dedo a su favor por matar a su mejor amigo y segundo porque él no salía con asesinos idiotas.

— Puede que no a su majestad, pero puede que al elfo — Aquellas palabras de Shinazugawa enfurecieron a sus compañeros — Seamos jodidamente sinceros. Pero es imposible ocultar que todos odian a Tomioka y le tienen miedo nada más por sus orejas y todo lo que representa, para ellos seria terminar con esa historia de una vez por todas.

Era una buena teoría, incluso si Sabito odiara admitirlo. Esos eran los hechos, 50% de la población del reino le temían a horrores, el 49% le odiaba y repugnaba su presencia y tan solo un 1% respetaba a su ángel. Había una alta posibilidad que un grupo se haya acercado por detrás, ataco a Giyuu y el príncipe acabo con ellos, pero necesitaban de alguien que curara al elfo.

Todo eso era posible y helaba su sangre, junto al bosque.

— No hacemos nada suponiendo, sigamos. Ya estamos cerca — Mencionó frío.

Quería decir que eran suposiciones, que todo era una teoría loca. Pero si alguien había lastimado a Giyuu, si él tenía una mínima herida, probablemente su esposo se enfadaría mucho con él, pues haría muchas cosas que le había prometido no hacer en los últimos días.

Más bestias de todo tipo masacradas entre más se acercaban y el frío en el corazón de Sabito crecía con el frio de sus pensamientos. La sangre estaba muy fresca, eso no debía ser obra del equipo de Giyuu si él estaba herido, por muy mal que le cayera el príncipe, las razones por las cuales le caía mal era porque era muy cercano a su esposo y sus celos salían a flote, el príncipe jamás dejaría a Giyuu solo si estaba herido. No andaría cazando bestias y menos con una espada, eso no era su estilo para nada.

El frío aumentaba, aunque había empezado a salir el sol, en su mente solo pensaba en hacer sufrir tanto a la persona que hubiera dañado a Giyuu que no podía parar de pensar en otra cosa y la ultima hora de camino se le hizo milenaria. No por lo cansado que estuviera o el dolor de su espalda por dormir un poco en un trozo de hielo, era porque no llegaba con rapidez al lugar de los hechos y en sus manos no estaba el cuello del culpable. El bosque que una vez fue primaveral, de apoco se convertía un paisaje de inverno a su paso por su deseo de venganza.

La llama de la antorcha que crecía cada paso, era comparada con su rabia interna pensado en el peor escenario.

Claro nunca pensó que antes de subir la colina para llegar a la antorcha, en un lago vería a Rengoku Kyojuro, Junto al príncipe Akaza sosteniendo el cuerpo inconsciente de Giyuu en sus brazos.

— Pero, ¿Qué ha pasado? — Shinobu salió corriendo de su lado sin importar lo cansada que estaba, cuando iba entrar al lago vio cómo se estaba congelando la superficie — Por el amor a Jesus, Urokodaki. Para ya

— Shinobu, es Giyuu — El príncipe se separó de inmediato de Rengoku para salir del agua desesperado.

Había una venda alrededor de su pecho y se notaba que había una mancha de sangre ahí, pero aun así corrió a la chica pidiendo ayuda por el elfo con desesperación. Llego frente a ella, pareció que iba a tocarla, pero se detuvo tragando saliva regresando sus manos.

— Tiene infección por una herida y ha comenzado ya la fiebre.

Las palabras del príncipe se repetían en su mente y un árbol atrás de él, crujió con fuerza y se partió por la rapidez que se volvió hielo.

Todos sabían lo peligrosas que eran las fiebres para los magos de agua, por eso Hitomi y él en el pasado habían pasado noches en vela y muertos del miedo por las fiebres que había tenido con miedo de que se volvieran letal en cualquier segundo. Por eso Hitomi siempre insistía que se quedara al lado de Giyuu en esos días para que con su magia pudiera mantener su temperatura baja.

— ¿Qué mierdas ha pasado aquí? — Sanemi le había quitado las palabras de la boca. 

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