Un angel
— Mas te vale que te disculpes con el, Sabito — Makomo lo regañaba mientras tomaba la mano de su pequeña hermana.
— Creo que te has pasado, hermano menor — Incluso Tanjiro sonaba molesto. Algo raro para el, nunca se atrevía a alzar un poco la voz por el respeto al mayor
— No puedes parar ni un momento con tus cosas infantiles, incluso cuando Nezuko te estaba advirtiendo. Nezuko... Tu hermana menor por 4 años — le dijo Makomo totalmente molesta por la idiotez de su hermano.
— Por eso no la detenías de quemarme, ¿Verdad? — se quejo el chico mientras las sirvientas colocaban pomadas en sus quemaduras.
— Tú eres un idiota, pensé que te detendrías a la primera cuando ella te advirtió. — la mayor de todos no era normal que se molestara tampoco — Te salvas de que fue ella, porque yo si te iba a ahogar si seguías con tus tontas bromas.
— Hermano mayor, por favor discúlpate con el hermano Giyuu — Nezuko tomo su mano y le puso los ojitos mas cute que Sabito había visto en su vida. Claro que el calor en sus manos decía otra cosa — Por favor — El calor subió y tuvo que quitar su mano del agarre de la menor
Así termino de mala manera dirigiéndose al cuarto de su hermano en busca de una disculpa. Si no lo hacia sabia que se iba a ver con sus hermanas y eso no era una buena señal, incluso Tanjiro le animo y le recordó podría amarlas las pases con Giyuu. La cara de felicidad de Tanjiro al decirle lo genial que seria comer todos otra vez juntos también lo movió mas a ir por una disculpa.
Si estaba actuando infantilmente, pero el sabia que ese no era su hermano y jamás lo seria. De los 4, el era el que mas conocía a Giyuu, quien mas tiempo había pasado con el y quienes estuvieron primero antes que los demás llegaran.
Sabito recordaba cuando tenia 5 años y en un intento de alejar a un perro hambriento de el en el pueblo, libero su magia por primera vez. Todos en esa plaza se quedaron con la boca abierta que ver a un pobre huérfano de las calles había usado magia para mover el agua de la fuente y con una gran habilidad.
Unos días después estaba siendo guiado a la gran mansión del duque Urokodaki, un viejo hombre con poderes de agua que nunca tuvo hijos y su esposa había muerto años atrás. Las sirivientas le quitaron sus harapos y lo bañaron para sacar toda la suciedad de su cuerpo. Cortaron su cabello rubio y vistieron adecuadamente.
— Ahora serás el hijo del duque. Aprenderás modales y tendrás una educación de primera. Tu debes traer el honor a la casa Urokodaki, es tu deber como el primer hijo de nuestro señor — Hablo un mayordomo con pintes muy finos.
El era muy pequeño y no entendia nada de lo que pasaba, un dia estaba en la calle luchando por un pan y al otro en una gran mansión en un gran comedor con todo lo que pudiera comer.
Pero otra cosa que no entendía Sabito, es porque se referían a el como el primer hijo del señor Urokodaki, si había un niño de cabellos oscuros que llamaba padre también al duque.
Probablemente al niño mas hermoso que haya visto en su vida y también al mas singular. De cabellos oscuros y un tanto azules si los veias de cerca, piel palida, mejillas rosadas, ojos tan azules como las joyas mas preciosas que el haya visto, unas orejas puntiagudas y ese sonrisa.
— Giyuu, el es Sabito. De ahora en adelante sera mi hijo y tu hermano, el cuidara de ti cuando yo no pueda hacerlo — expreso con cariño el hombre tras la mascara.
El otro chico parecía tímido, incluso en la cena lo había visto en un intento de ocultar sus preciosas orejitas con su cabello apenado.
— Es un gusto conocerte, hermano — le dijo con la mirada abajo, se notaba que estaba nervioso.
Sabito estaba seguro que murió contra la pelea con el perro callejero y estaba en el cielo porque ese era un ángel. Se le olvido hasta que decir viendo al otro chico.
Las veces siguientes siguieron igual, Giyuu se escondia detrás de su sirvienta antes de llegar. Se sentaba en la mesa y era la adoración de los urokodaki, incluso cuando Sabito tenía clases de etiqueta y como escribir y leer, esperaba cada hora de la comida para encontrarse con su padre y su hermano.
Tenia un padre genial, poderoso y rico, que le trataba como si fuera si hijo verdadero; por otro lado tenia al ángel mas precioso como hermano. Su vida parecia un sueño cuando hace poco era una triste realidad, pero algo andaba mal.
Los sirvientes susurraban, las miradas de todos los demás cuando Giyuu entraba a la hora de las comidas, era fría.
— Aprendes muy rápido, joven amo — hablo el tutor impresionado en el corto tiempo que le tomo al chico aprender a leer y escribir
— Tengo que, yo quiero estudiar con Giyuu también. Estoy seguro que el esta en clases mas avanzadas — soltó con entusiasmo. Había aprendido más rápido con la idea de compartir más tiempo con su preciado ángel.
Hubo un silencio del tutor que desconcertó al chico. Era siempre asi cuando lo mencionaba.
— Mi señor, ese elfo no tomo clases — la voz del tutor era algo incomoda de hablar sobre el tema y mas el tono y las palabras despectivas para referirse a Giyuu
— ¿Por qué Giyuu no toma clases? — pregunto un poco molesto con el hombre haciendo énfasis en el nombre su hermano.
— ¿Por qué se le enseñaría algo a un ser despreciable como el?
Sabito era algo impulsivo, se movía por sus sentimientos y el primer sentimiento que le venia con todo era ira. Incluso cuando era un niño de 5 casi 6, daba buenos golpes por haberse criado en la calle, eso lo aprendió el tutor.
— El no lo sabe, ni siquiera sabia leer o tenía padres... El es de la calle — comento una sirvienta en un susurro un día.
— Es realmente patético cuidar a un engendro de la calle, pero es mejor cuidar a ese niño que al otro adefesio — comento otra.
— Igual que el amo, ese niño también ha caído bajo los hechizos de ese monstruo — soltó un guardia otro día.
Cada uno recibió una buena empapada que casi los dejo helados a cada uno, fueron despedidos por Urokodaki no mucho después de esos incidentes.
— Sabito, es tiempo de que hablemos — dijo su padre un día después de un entrenamiento de magia juntos
— ¿De que deseas hablar, padre? — comento el chico, la voz de su padre parecía preocupada y camino con su hijo fuera del campo de entrenamiento para ir al jardín de la mansión y el menor le seguía su lado.
— Sabito, hace mucho tiempo existían seres fantásticos— comenzó el mayor y el chico le prestaba atención atentamente — Hermoso, inteligentes, con grandes poderes mágicos y de un corazón tan puro. Ellos era los elfos.
Sabito sintió su corazón latir mas rápido, ahí estaban todas las respuestas que el estaba buscando. Ahí su padre empezó a contarle toda la historia.
Ellos podían controlar mas de un tipo de magia y eran muy pacíficos, claro que los humanos codiciaron su poder mas de una vez. Le suplicaron que su unieran a sus guerras y estos durante miles de años se negaron, no podían creer que los humanos odiaran y gastaran su tiempo en herirse los unos a los otros.
Ellos se ocultaron en los bosques de las codiciosas manos humanas, para vivir en paz con la naturaleza. Vieron cientos de años felices y en paz sin encontrar a ningún humano. Los humanos tampoco los encontraron, ellos tenían protegidas sus tierras con poderosos hechizos. Claro que paso la inevitable, hubo un rey que codicio ese poder mas que otros y creo una espada con magia negra al costo de la vida de su amada esposa. Esta espada era llamada ¨la espada de la doncella¨, el amor de la esposa era tan poderoso que hizo a la espada igual que este. Con ella fue capaz de encontrar a los elfos, pero incluso con su espada no fue capaz de derrotarlos, ellos destruyeron la espada para que ese objeto maligno nunca fuera usado de nuevo.
El hijo del Rey, lleno de ira por la muerte de su padre proclamo la guerra contra el reino de los elfos y con los apuntes de su padre fue capaz de encontralos y encontrar una manera de destruir sus hechizos. Muchos otros reinos se unieron a este rey para exterminar a los elfos, unos por miedo de sus poderes, otros por venganza y otros por poder.
Incluso cuando los elfos eran poderosos, eran superados de gran manera por los demás reinos, eso fue una gran perdida para el mundo.
Sabito sentía como crecía la furia en el y de la nada su padre se detuvo y alzo la mano saludando a un lado del jardín. Ahí estaba su ángel tomando un picnic con su fiel sirvienta, la sonrisa de Giyuu disipo toda furia en el.
— Hijo, Giyuu fue arrancado de los brazos de sus padres cuando era un bebe. Ellos fueron asesinado con los suyos — aquello le cayo como un balde helado al chico — El rey quería un pequeño trofeo y el poder de los elfos para el. Por eso tu eres quien tiene mi apellido y el no puede — expreso con un gran pesar el hombre — Lo máximo que puede hacer en aquel tiempo fue suplicarle al rey que yo me quedaría con el niño y me encargaría que no le causara una molestia.
— Giyuu nunca haría nada malo — soltó con furia, empezó a odiar a su rey.
— Lo se, pero los demás no lo ven así — se notaba el dolor en las palabras del mayor — Muchos perdieron a personas queridas en esa guerra, Sabito. Incluso si Giyuu no hizo nada, será odiado y temido, nunca verán lo que nosotros vemos.
¿Qué hizo aquel chico para merecer todo ese odio? Sabito no comprendía al mundo, no quería hacerlo. El niño tímido que se ocultaba en las faldas de su sirvienta, que tenía la sonrisa mas pura del mundo y no era capaz de odiar a nadie. Vivía prisionero en su propia casa solo por ser de una raza diferente.
— Yo lo protegeré, padre. No importa que — Juro aquel día con el corazón.
Sabito tenía todo lo que un día deseo en la oscuridad y solo, no lo iba a perder de la nada.
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