Ojos Multicolor
El día del juicio de Sabito.
— Por el poder investido en mi... Por mi — Juró que escucho al Rey decir eso último — Yo te declaró a ti, Urokodaki Sabito, expulsado de la academia de magia Kimetsu. Tendrás prohibido usar tu magia de nuevo y cursaras la escuela militar de ahora en adelante.
Hubo murmullos en la sala, algunos alegres, otros molestos. Para algunos parecía el castigo suficiente, para otros no tanto.
— Usarás de ahora en adelante el collar de la justicia, que cancelara toda magia que puedas crear — Continuó el Rey mientras agitaba su pesado abanico dorado.
Los guardias colocaban el grueso collar de cuero alrededor de su cuello, cualquiera podía ver las decoraciones en el collar que eran símbolos mágicos especiales probablemente hechos por los más experimentados magos en conjunto para ese tipo de casos.
— Es una lástima... Tenía tanto potencial y ahora... Es solo un criminal más.
Sabito no alzaba su mirada, no cuando su padre estaba ahí y sabía bien que no sería capaz de mirarlo a los ojos, no con ese collar y con las manos esposadas en su espalda. No a él desde que rompió todas sus promesas y no era más una deshonra para su nombre.
— Pobre Urokodaki — Se escuchó otra voz llena de lástima — Ha sido castigado sin igual, desde que le fue dado ese monstruo... — Hubo un suspiró lleno de lástima — Mira hasta ha vuelto a su heredero en un criminal.
— Pero fue su culpa, por mucho que ese elfo hiciera algo casi lástima a los demás chicos. — Aclaró otro enfadado — Mi pobre Yuuto casi pierde un pulgar, eso sería nefasto cuando es un futuro impecable para la magia de viento.
— Si fue a él, a quien se consideraba su hermano, ha alzado su mano en un acto tan atroz — Esa voz estaba llena del disgusto más profundo — ¿No deberíamos preocuparnos? Pues apuesto que todo esto es solo un malentendido, culpa de ese maldito ser que hizo que reaccionara el jove...
Sabito alzó su mirada y la dirigió a ese lord, incluso sin su magia aquel hombre se congelo en el acto mirando esos pozos llenos del más profundo rencor, ira y desafío que hacía temblar a más de uno. Todos podrían sentirlo, como la habitación bajo unos grados y se iba haciendo todo más helado. Sin embargo, fue la ligera magia del Rey que empezaba a llenar el salón, recordándoles a todos que nadie más que ellos dos en el reino poseían un tipo de magia tan peligrosa.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de más de uno en ese momento, pues no había que ser un genio, puede que las demás eran peligrosas, pero cada ser estaba hecho de agua y ellos a su antojo podían congelarla y acabar con ellos incluso antes que se dieran cuenta.
— Pero me considero muy benévolo — Interrumpió el Rey de inmediato — Terminarás tu año escolar en tu casa y el siguiente ingresaras a la escuela militar.
Eso no era de ningún consuelo en absoluto, era más vergonzoso. ¿Cómo vería a su padre a los ojos después de todo?
— Dependiendo de tu comportamiento se decidirá si puede volver a usar tu magia en algún futuro...
Sabito no escuchaba más, solo veía el piso iluminado por el color púrpura del vitral de la corte donde estaba arrodillado. Era como si los cielos mismos estuvieran juzgando el gran pecado que había cometido.
No, ni siquiera el Dios más bondadoso perdonaría su crimen. Debido a que si lo hacían, él mismo jamás los dejaría.
Sabito nunca se perdonaría.
No podría, jamás lo haría.
Había decepcionado a su padre, había manchado su honor, el de su familia, había dejado solo a sus hermanos, había roto promesas inquebrantables y lo peor de todo; había herido a quien más amaba por un momento en que la ira le había consumido por completo su alma.
No había excusas, lo había hecho. Algo que bajo ninguna circunstancia debía ocurrir sucedió.
— Ahora Calabaza, calabaza. Cada quien para su casa, mis súbditos — Dijo él Rey con una voz divertida — Es una orden. Ya hay mucho juicio y benevolencia de mi parte, que tengo cosas de rey que hacer... Menos el Joven criminal y algunos guardias, tengo que hablar con él.
Eso lleno de sorpresa a todos, pero nadie discutió cuando algunos guardias empezaron a guiar a todos los nobles a fuera de la corte. Sabito, miraba a su alrededor sin entender, no es que alguna vez hubiera hablado con él y tampoco es como si lo hubiera deseado alguna vez. Es más estaba seguro que deseaba acabar con él por todas las cosas que le hizo a su Ángel.
Pero ahí estaban, dos caras de la misma magia. Quién debió ser su maestro y padre cuando se descubrió su magia de hielo, sin embargo este se negó porque ninguno de sus hijos compartía magia y causaría problemas en el futuro en la línea sucesoria.
— Mira lo que nos ha traído el Río — Interrumpió sus pensamientos con su voz calmada, casi burlona — El pendejo que jodía a Shinobu.
— ¡¿Qué?!
Eso sí no se lo espero, incluso le dio una sensación de asco en solo pensar en un encuentro de ese calibre entre la señorita Kocho y él. Tal vez, no le gustaban las chicas en general o al menos no le gustaba una chica en general.
— Tu no sabes cuántos polvos me arruinaste, hijo de tu puta madre — Su voz sonaba acusatoria y casi lunática.
Sabito solo miraba el Rey, que si bien ahora que lo detallaba su cara era muy joven para los años que tenía vivo. Él había participado en la guerra con su padre y que se refiriera así de la señorita Kocho empezaban las náuseas de nuevo.
Si tuviera una moneda por las veces que había estado atado en un interrogatorio y con ganas de vomitar sus tripas ese mes tendría dos monedas, lo cual no era mucho, pero podría comprarse un pan.
— ¡Lo sabía! — Casi escupió el menor con el más genuino asco — ¡Eres un cerdo que se aprovecha de los menores!
La carcajada llenó la sala de la corte, ninguno de los guardias hizo nada para ir contra el rey después de esa depravada confesión. Pero recordó que era el mismo Rey que había cometido un genocidio contra los elfos y esos hombres estuvieron a su lado, su propio padre estuvo a su lado.
Cada vez se sentía más enfermo mientras más pensaba con profundidad las cosas.
— No, nunca lo entenderías — El Rey se acercó y sacudió su cabello como si den un perro se tratara — Ella siempre se molestaba, nunca lograba tu ruta... Se quejaba durante horas, incluso obligaba a Tomioka a hacerla por ella pues no es alguien que se rinde.
Tenía razón, Sabito no entendía de lo que le hablaba.
¡¿Ruta?!
— Culpo totalmente a mi mismo — Puso su mano en su pecho — Mi amor por ella siempre ha sido especial, la volví loca y ella volvió loca a Tomioka... Ahora él he vuelto loco a ti.
Tenía razón, incluso alguien como él podía ver las cosas tan claras como el agua.
Giyuu había llegado un gran guillotina y la había dejado caer sobre su cuello, para tomar su cabeza, cada parte de su mente y no dejarle ir nunca más.
— Si, he perdido la cabeza.
— El amor suele hacer eso, lo comprendi con Shinobu — Había una ternura casi repugnante cuando decía su nombre — Creó que ese hilo del destino nunca nos conecto, pero para ser honesto ella siempre ha sido terca a su manera. Es capaz de cortar ese hilo y amarrarlo donde quiera, siempre me ha encantado eso de ella; debido a que hace sentir lo que no debe ser correcto, como si lo fuera.
Era devastador que la peor persona que conocia, entendiera tan bien como se sentía, como podía describir completamente porque su pecho dolía.
— Cuando ella quería algo, yo quería otra cosa — Continuó como si infinitos recuerdos llegarán a su mente — Lo admito, tal vez fui yo mismo que la hice que alguna vez me amara así. De una manera tan desenfrenada que no podia ver punto donde se heria... Nunca he sido una buena persona, tal vez nunca lo seré porque no me nace del alma serlo; verás niño, es una verdad irrevocable que algunas personas nacimos para ser mierda — Habló con una sinceridad y sin arrepentimientos algunos que no dejaba de dejarlo sin palabras — Yo lo soy, mis hijos lo son a su menera, Tomioka lo es y Kocho también. Incluso tu lo eres.
— Giyuu nunca...
— ¿Entonces por qué estás aquí? — Preguntó inclinando su cabeza — Seamos honestos, yo te he sido honesto y ahora es tu turno. Yo he visto esa asquerosa mirada antes, la misma que le da Hakuji a Koyuki, la misma que Shinobu solía ofrecerme y la verdad no sé cómo devolver.
Sabía a lo que se refería, él jamás le haría algo a Giyuu; sim embargo, lo había hecho y eso no sucedía porque si. Era una verdad absoluta que ni él mismo podía tapar que los pecados de Giyuu le habían empezado a llenar.
— No ha hecho nada — Mintió con descaro — Como usted dijo, no se devolver el amor que se me ha dado.
El Rey se rió como si hubiera escuchado algo gracioso, incluso uso su abanico para tapar su boca pero sus ojos se entrecerraban, ojos multicolor.
— Lo había oído de mi preciado Hijo Hakuji — Incluso encontraba diversión en sus palabras — Incluso cuando los dos no podemos ser más diferentes, llegamos a la misma conclusión, Eres un caso perdido. Pero eso ya lo sabía, tenías a Kocho tan frustrada.
— No se de qué hablas.
El Rey solo le dio una señal a los guardias y estos salieron dejándolos solos, no es como si ellos tuvieran que temer algo no después del collar.
— Piensa, niño. Piensa, ¿No hay algo raro en todo esto?
Había cierta locura en sus ojos llenos de emoción, era incluso más impactante por los diferentes colores que se podían ver en ellos. Entre más lo veía, no se parecía en nada a los príncipes, tal vez se debían parecer a la Reina...
¿Ellos tenían Reina?... ¿Hubo alguna vez una Reina?...
Todo empezaba a dar vueltas, nada tenía sentido. El cabello del Rey era pálido casi platinado, ninguno de los príncipes lo era, los príncipes tenían el cabello oscuro, la princesa del color de la nieve aunque era un tono totalmente diferente a él de su padre. Ninguno tenía esos colores en sus ojos, ni siquiera magia.
Era bien sabido que el tipo de magia era heredado de los padres, si dos padres tenían magia de fuego, no podía nacer alguien con magia de tierra. Si bien había casos donde hijos adoptivos tenían diferentes tipo de magia que sus padres, no era el mismo caso que los biológicos, el claro ejemplo era Rengoku que veía de una larga línea de magos de Fuego, esa común que los Rengoku se casarán era con Magos de fuego para que esa línea se mantuviera. Todos los hijos del General Shinazugawa tenían magia de viento, ni uno había salido diferente.
Pero ahí estaba el Rey, con magia de hielo y sus hijos con magia de fuego y tierra... Cosa que pensaría que fueran adoptivos, pero en realidad no sabía quién era la Reina, sabía que debía haber una, pero no lo había.
— ¿Quién es su esposa?
Preguntó de la nada, aunque su mente decía que eso era algo que ya debía saber, incluso una imagen se empezaba a formar en su mente. Una mujer hermosa con el cabello oscuro y ojos azules que combinaban bien con los del príncipe Hakuji y la princesa, era como si una pieza del rompecabezas aparecía de la nada para rellenarlo cuando antes no había estado ahí.
Sabito sabía desde el fondo que esa información no había estado ahí, pero de alguna manera incluso un cuadro de la Reina y el Rey aparecía en su mente como si fuera la cosa más natural.
— Al parecer una hermana del rey de Sakura — Soltó como si no fuera la mayor cosa.
— ¿Al parecer?
— ¡Exacto! Al parecer también murió cuando estaba dando a luz a Ume, pero ni idea. — Se encogió de hombros de nuevo. — Es como un efecto Mandela todo esto, ¿No?
— ¿Ni idea? ¿Efecto qué?
— ¡Exacto! Mira me jugue este juego por insistencia de Shinobu y la verdad ni yo sabía sabía eso — Siguió explicando calmado como si no estuviera diciendo esas palabras — Nunca se menciona una Reina y de la nada al parecer tengo una esposa y soy viudo.
— Un juego... — La cabeza se Sabito empezaba a doler.
— ¿No te parece Raro que Giyuu nunca recuperó sus recuerdos cuando los perdió? — Preguntó el Rey sosteniendo su quijada con su abanico para alzar su rostro.
Eso era cierto, los recuerdos de Giyuu nunca volvieron. Sabito solo se esforzó por crear nuevos y nunca recuperar aquellos cálidos y lejanos recuerdos.
— Es porque nunca estuvieron ahí... O al menos no para este Giyuu... Bueno ese es su nombre ahora desde que llegó aquí, Recuerdo que se llamaba algo como un Angel — El Rey apretó los labios y frunció el ceño tratando de recordar — Bueno no importa, todos los elfos tienen nombres raros y ahora tiene el nombre de un japonés, eso es aún más raros.
La mente de Sabito dolía cada vez más y si lo pensaba cada recuerdo de Giyuu antes de perder sus recuerdos era un más difuso, en especial algunos, otros estaban bastante frescos pero otros es como si una espesa capa estuviera sobre ellos. Pero poco a poco si pensaba sobre ellos la cara de Giyuu empezaba a llenar esos espacios.
— Es difícil recordar, ¿No? — El Rey mantenía su sonrisa y su voz calmada — No debería estar haciendo esto, me meteré en problemas con Nobu. Pero creo que ella ya está en problemas por Tomioka, ese idiota no se da cuenta que él único que puede ponerla en esa situación soy yo y su trabajo es arreglar mis desastres.
Si Sabito pensaba sobre las cosas que nunca había pensado antes, cosas que no eran relevantes en su vida ya que todo giraba a pocas cosas, se daba cuenta que las cosas estaban vacías, tal vez por eso siempre pensó que su mundo sería vacío sin Giyuu; sin embargo, ahora era como esos vacíos por una razón eran más evidentes si los pensaba y se empezaban a llenar como si siempre hubieran estado ahí.
— Tú no eres el Rey — El alma de Sabito sabía eso, pero su mente decía otra cosa.
— Correción, ahora lo soy — Intervinó con voz alegré — Estoy en cada estatua, en cada mural, mi nombre está escrito en cada libro de historia y mi firma será recordada por milenios aquí. Por cosa que simplemente yo no hice, al menos no mi alma. — Cada una de sus palabras era esclarecedora y empezaba a cobrar sentido muchas cosas — Yo nunca masacraría a los elfos, todo el mundo sabe que son la cúspide del material Isekai y Hentai, son una bolsa de dinero andante con un para de doujinshis.
La cara de Sabito se puso roja de furia, recordaba esa palabra de la princesa. De tal palo tal astilla, tal vez si eran familia después de todo.
— ¡Asqueroso cerdo!
— ¡Oh mi dulce Niño del verano! Tenemos tanto de que hablar.
— Si que lo tenemos.
— Así que es buen momento para hacer algo que disfruto hacer, joderle el día a Tomioka. — Dijo para cargar al joven en su hombro — Sabes lo bueno de ser Rey aquí es que puedes romper la ley, ya que tú eres la ley. Así que nadie dirá nada si te secuestro.
— Si, eres totalmente su padre — Aseguró Sabito, si ninguno había sacado su apariencia, su personalidad no tenía dudas.
— Claro que si lo soy, y como todo buen padre respeto su derecho que hagan lo que quieran en su vida escolar sin meterme en lo que hacen, pero reafirmó mi autoridad interviniendo de todo — Decía mientras caminaba tranquilo. — Después de todo, yo era quien más odiaba este juego y quiero que se acabe de todos modos.
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