Elastic Heart


Todo el mundo piensa que después del matrimonio es un vivieron un felices por siempre, con el extraño pensamiento que mientra exista el amor entre dos personas todo se puede superar.

Giyuu era suyo.

Eso era un gran hecho que alimentaba su alma de placer, que ese hermoso ser estaba atado con él hasta que la muerte los separe. Como siempre debió ser, pues del principio había prometido estar a su lado; ahora era un poco diferente pues ahora lo amaba con locura a diferencia de sus dulces e inocentes días cuando se conocieron.

Cuando intercambiaron su eterna promesa de amor, debía ser un felices por siempre. Incluso contra el futuro incierto frente a ellos, pues había una gran brecha que quería separarlos.

Sabito tenía responsabilidades, era el único heredero de su padre quien lo recibió con amor en su casa. Tanjiro ya tendría esa responsabilidad con los Kamado en el futuro, Makomo y Nezuko eran mujeres sin mencionar que Makomo tenía su destino marcado, todo el mundo sabía que el futuro de su hermana en el templo ella lo eligió también para ayudar a su padre y darle conexiones con los Kocho; por último estaba Giyuu...

Sabito estaba atrapado, un día tendría que casarse quería o no. No era por el hecho de tener un heredero, ya que en el futuro un niño por el sistema de adopción del Reino. Un matrimonio eran un arreglo político, era una normativa social que le pasaría a todo noble en su vida quisiera o no.

No crean que él pensó en la Señorita Yamamoto como su esposa frente a la sociedad por un tiempo, era una de las mejores opciones entre las Señoritas por su trabajo duro en convertirse en una señorita seleccionada de la sociedad y que durante su estadía en el instituto se estaba haciendo gran amiga de distintas chicas de varias casa importantes. El problema es que ella estaba enamorada de él, no la iba a meter en un matrimonio donde todo sería una farsa porque no la amaría o compartiría lecho con ella, así que fue eliminada de su lista hace tiempo y pensaba más en la señorita Kanzaki quién parecía renuente al matrimonio para concentrarse más en sus estudios con las Señoritas Kocho y volverse una gran doctora.

Estaba planeando hablarlo con Giyuu desde el principio del verano, era un buen Plan. Sería más un acuerdo matrimonial entre la señorita Kanzaki y él, ella dejaría de ser presionada por su familia para encontrar un esposo y se concentraria en sus metas; por otro lado él se quitaría la presión de su padre y Makomo. Había hablado ella más de una vez, aunque no le contó nada de su propuesta, ella se mantenía firme en su camino y la molestia de sus padres aunque entendía la responsabilidad que tenía que cumplir.

Él pensó, si todo iba bien para invierno estaría comprometido con la joven, alargarian su compromiso lo máximo que pudieran y cuando se casaran sería meramente político. Él viviría con su Giyuu por siempre y ella viviría su sueño, los dos ganaban.

Claro no podía evitar pensar varias veces en la maldición, que desgarraba su corazón porque si él y su amor estaban unidos hasta que la muerte los separe, esta se acercaba con rapidez a ellos.

Giyuu era suyo y esa nefasta maldición amenazaba con quitárselo de las manos a cada segundo.

Una parte de él pretendía que esa posibilidad jamás iba a ocurrir, era más fácil así, pensar que un día lograrían quitar la maldición y solo seria un horrible recuerdo que borraría de su mente. Pues las cosas estaban maravillosas ese verano, podía imaginar esa felicidad en su futuro de esa manera.

Sin embargo....

Esa maldita sonrisa.

Giyuu era suyo, Sabito conocía perfectamente lo suyo. Cada centímetro de su piel, cada cabello de su cabeza... pensó conocer que tan profunda era su alma. Desde que su amor perdió su memoria no sonreía así, tal vez una pequeña y tan disimulada sonrisa que no se notaba en sus mejores días se posaba en sus hermosos labios. Pero, esa sonrisa grande que mostraba sus perlados dientes, que entrecerraba sus preciosos ojos y llena de un jugueteo que le recordaba a su antigua sonrisa le congelaba.

Una parte de él en un momento pensó ¿Recupero sus recuerdos?, hasta una peor parte de él temió por eso ya que ese Giyuu le conocía como su hermano, mientras este no.

¿Si Giyuu recuperaba sus recuerdos le tendría asco?

Esa sonrisa, esa manera tan tranquila y feliz que a veces se expresaba y sacaba unos comentarios que eran difíciles de tragar le inquietaban. Era como si fuera una persona totalmente diferente, no esa reservada y callada persona que ocultaba todo su amor y sufrimiento atrás de su rostro escaso de emociones.

Así vio esas maderas podridas bajo su cama y trago saliva por primera vez sintiendo algo de frío.

— La magia oscura siempre deja rastro, así que ni se los ocurra — Mencionó su profesor de estudios de la magia — Para saber si una persona practica magia oscura, tienen que buscar en cosas podridas que no lo deberían estar. Pues esa magia es tan malvada, que mata todo a su paso.

Esas palabras resonaban sin dejarle dormir, pensando en cada manerismo, cada sonrisa que incomodaba a quienes más le conocían.

— ¿Cuál es el problema que este tan cerca de Sabito? — Mencionó un día recostado contra su hombro, su rostro fingiendo inocencia.

— No nos dejas hablar con él — Dijo una señorita que estaba parado frente a ellos, ella estaba junto a sus amigas.

— Puedes hablar, nadie te estaba sosteniendo los labios, niña — Continuó recostando su cabeza en el hombro del de cabello rosa.

La joven señorita apretó los labios guardándose un comentario y una de sus amigas sostuvo su brazo, pues ella parecía que iba hacer algo hostil.

— Quiero hablar a solas con él, es algo privado — Continuó ella recuperando su compostura.

— Disculpe si la ofendo, pero es de una vulgar mujer de la mala vida querer hablar a solas con un hombre — Lo dijo con una voz tan tranquila y medio juguetona que ninguno de los presentes había creído que había dicho tal ofensa — Ofrecele a un caballero hablar a solas sin un chaperon, no tomaba a la señorita Nagano como una de esas.

— ¡TU ASQUEROSO ELFO! — Dijo ella alzando su voz y tratando de atacar a su esposo quien rápidamente se escondio atrás de su espalda. — ¡¿A quién crees que le hablas así?! ¡Tú asqueroso monstruo que solo estaba vivo por ser la jodida puta de su majestad!

La chica se detuvo al ver que Sabito no se movía ni un poco para dejarla hacer lo que ella quisiera y al ver el rostro del futuro Duque tragó saliva al ver el odio y repudio de este.

— Primero ofreciendo un acto indecente, ahora diciendo palabras que una señorita jamás debería decir para ofender a mi familia — Escupió con furia contra la chica que solo caía de rodillas frente a él con una mirada aterrorizada.

— Yo.. No...

— Obviamente si dijo lo que escuche y justo después que mi hermano le recalco su vulgar comportamiento así es como se refiere a él — Podía sentir la mano de Giyuu sobre su hombro — Sí antes no quería hablar con usted, ahora le pido que jamás se atreva a poner su rostro frente a mí. Pues no he roto su rostro por la ofensa porque usted es una mujer.

Se dio la vuelta dejando a la chica llorando, vio levemente el rostro de su amado y este cargaba una sonrisa mientras caminaba tarareando una canción. Era como si hubiera disfrutado la humillación de la señorita Nagano.

A su Giyuu le hubiera dado igual, incluso ni notaria la presencia de esa chica.

Algo andaba mal, por eso entro a su cuarto con una bolsa de rocas para distraer a Kazanburo y mover aquellas tablas mientras temblaba rezando que no sea cierto lo que estaba pensado.

Incluso se sentía culpable, estaba dudando de su amor. Si Giyuu le dijera que saltará de un acantilado, él lo haría con los ojos cerrados pues confiaba en el elfo con su corazón. Pero en ese momento recordaba las palabras de su profesor, en sus actitudes, en sus sonrisas, en sus comentarios para hacer caer las chicas que se le acercaban por estar tan cerca el festival del Venus, en las extrañas cosas que habían pasado en su vida, en Kazanburo que nunca pareció un ave normal, en toda y cada una de sus mentiras.

Se cayó atrás entre lágrimas con esos pensamientos y el libro de magia negra que apareció bajo esas maderas podridas.

Otra mentira y secreto más.

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No podía dormir, daba vueltas en su cama desde hace días y él libro estaba en la gabeta de su cómoda, incluso tan lejos, incluso con su magia de hielo era como si le quemara tan profundamente que volvía todo su ser en meras cenizas.

Solo miraba al techo, en es noche oscura de verano donde la luna estaba oculta en la oscuridad, abandonandolo de su luz. Sólo se podía escuchar el sonido del viento mover las ramas de los árboles y alguna que otra criatura nocturna en busca de comida.

¿Cuántas veces le había mentido Giyuu?

¿Cuándo pensaba decirle la verdad?

¿Qué era verdad? ¿Qué era mentira?

¿Alguna vez conoció de verdad a aquel quien pensaba que era su alma gemela?

El horrible pensamiento de que por eso se había revelado que Rengoku era la verdadera alma gemela del Elfo y no él. ¿Cómo podría? ¿De verdad le conocía?

¿Quién era el verdadero Giyuu?

Pues eso era un hecho, había dos Giyuus como había dicho una vez. Al Elfo que conoció en los jardines del Ducado rodeado de flores y sonrisas, no era la misma persona que apareció en ese desayuno un día rodeado de un aura triste y miedosa.

Eran dos entes totalmente diferentes, que en un momento desapareció uno para darle la luz al otro y ahora era una extraña combinación de ambos con un toque de maldad que hacía que su cuerpo se estremeciera.

¿Él antiguo había regresado en venganza por aceptar al nuevo?

¿Cuál de los dos había sido quien había vendido su alma a la oscuridad?

Ahora no sólo era la maldición que tenía que luchar, ahora era la magia oscura que manchaba su alma, pues esa era la marca de un pecador.

El pecho de Sabito dolía, siempre sabía que su amor estaba maldito, habían nacido enfermos si eran totalmente honesto. Tal vez por eso era tan adictivo, el sabor del pecado recorriendo entre ellos fue que le acercó y le volvió loco, le hizo un perro y Giyuu era su amo que le jalaba con una cadena, consumiendo toda y cada una de sus mentiras como si fuera la verdad absoluta del mundo, adorandolo incluso en algunas cosas sucias que hacia.

Culpar solo a su esposo era una tontería, pues hubo más de una vez que hubo una sola señal o advertencia. Él mismo le había dicho que era un monstruo, que su camino solo llevaba a la oscuridad más oscura y aún así tomó su mano fingiendo que era el camino al paraíso puro.

Lo amaba, le amaba con una locura que lloraba porque incluso si ese libro estaba ahí quería volver corriendo a él, abrazarlo, besarle hasta que le quitara el aliento, unir sus almas en el acto de pecado que era solo estar juntos por todo lo que eran.

Esa noche rezó, como lo había estado haciendo desde que se entero que su amado sufría de la maldición.

— Dioses, ¿Qué he hecho? — Rezó con el dolor de su alma — He caído en el más grande pecado, aún así les ruego que no me lo quiten de mi lado. Solo quiero ocultarlo de todo mal y solo protegerlo para siempre... No me lo quiten por favor.

No le importaba si era culpable o no, si lo que hizo estaba mal o no, era como esa vez que sabía que había dañado la reputación de la señorita Nagano, solamente siguió caminando a su lado porque no podía soltar aquella mano.

No quería soltar aquella mano.

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Estaba cansado los siguientes días, faltaba un poco más que una semana para el festival de Venus y tenía que hablar con Giyuu con urgencia. Estar evitándolo para ordenar sus pensamientos antes que hiciera algo que se arrepentiría no estaba mejorando la situación.

Solo abria una brecha entre ambos que no sabía como reparar.

¿Qué podía decirle?

¿Saber su secreto arruinaría su situación?

¿Giyuu había hecho algo realmente malo con la magia de la oscuridad?

Un pecado aún tan grande, aún si conocer que era preferían pensar que si hizo algo así debió ser por una razón. Incluso después de todo seguía creyendo Giyuu, cosa que le hizo reír levemente con tristeza.

Le amaba tanto que le empezaba a destruir se verdad, ignorando todo sentido de razón y sentido común. Habia personas que por amar se convertían en la mejor versión de uno mismo, pero Sabito se estaba convirtiendo en la peor versión de sí.

Suspiro cansado siento que se ahogaba entre la pelea interna que tenia sobre la razón y el amor. Pues le amaba... le amaba tanto que le hería.

Y aun así el amor no era sufiente para arreglar todo ese desastre.

Estaba tan cansado que comió esas galletas que estaban en su asiento, las chicas siempre dejaban cosas así en su asiento y más cuando se acercaba el festival. Sus defensas estaban bajas para notar el extraño olor proveniente de esas galletas o el inusual sabor.

Tal vez fue cuando sus rodillas perdieron la fuerza que intento hacer algo, pero ya era tarde. Todo su cuerpo perdió la fuerza y cayó al piso oyendo pasos acercándose.

Unos segundos después todo estaba oscuro.

.

.

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Estaba atado, cosa que normalmente no le asustaría en lo más mínimo. Pero en ese momento trataba de congelar las cuerdas para romperlas con facilidad, pero no lo lograba, entonces el terror se extendió desde su estómago hasta la punta de sus pies.

Por más que lo intentaba no sentía su magia, no había algo, estaba vacío. Empezó a sudar, él no sudaba por el miedo o la temperatura, su magia no lo permitía, era miedo puro y aterrador que casi le hace llorar recordando cuando no tenía nada.

Se sentía igual que cuando era un niño pequeño cerca de un pueblo en el ducado de Minerva, donde estaba solo, donde tenía que luchar por la comida contra cualquier animal que se atravesara frente a él y algo con que llenar su estómago, donde había luz en su vida.

Quería vomitar.

Las nauseas creían y su garganta le dolía, como si de un nudo se tratara y el aire no llenaba bien sus pulmones.

¿Eso era culpa de Giyuu?

¿Ya había descubierto que le había robado su libro y ahora le destruía para que se lo devolviera?

¿También era una mentira su amor?

Lo debió suponer, siempre había visto esos ojos azules como un pozo tranquilo y había navegado en ellos con la felicidad de un marinero sin miedo a esas aguas, se había levantado del bote y se había hundido en esas aguas con la sed de un hombre hombre el desierto, sin pensar que tan profundas eran. Se estaba ahogando, no había aire y aun así se preguntaba si el contrario le amaba de regreso.

Estaba tan mal como lo estaba su amado.

Entonces la venda se quitó se sus ojos, haciéndole pestañar unas veces mientras se acostumbraba a la luz nuevamente, para darse cuenta que estaba en el dormitorio de alguien y reconocer a esas personas que le habían secuestrado.

Antes de poder gritar y enojarse con el miedo disipandose de sus venas, sintió una gran cachetada que le volteo el rostro.

— Eso fue por ocultarme que te estas follando a Tomioka — Soltó Shinobu sacudiendo su mano, si le había dado una buena cachetada.

— Lo sabía, tu maquiavelica mujer te quieres deshacer de mi para quedarte con Mi Yuu — Escupió molesto — ¿Qué me han hecho, demonios?

— Disculpa las medidas, Sabito — Dijo la princesa aunque se notaba que no sentía mucho eso — Pero teníamos que hacerlo, no nos ibas a escuchar.

— ¡¿Para qué quiero escuchar a un par de brujas?! — Bramó Iracundo.

Otra cachetada que volteo su rostro de nuevo, la maga de luz no se estaba conteniendo para nada.

— Bruja tu abuela — Shinobu no estaba muy feliz por sus palabras — Por eso te amarramos, mira como estas de gruñendo peor que un perro.

— ¿No será debido a que me drogaron y secuestraron para sus planes malvados? — Señaló su propia cautividad.

— ¿Planes malvados? — La maga soltó una risa irónica — No tenemos tiempo para esto, estas aquí porque aunque no quiera aceptarlo necesito tu ayuda.

— ¿Y no me podías pedirlo como una persona normal? — Preguntó de nuevo el mayor aún sintiendo las nauseas.

— No, él está vigilando — Confesó La princesa.

— ¿Quién?

— Tomioka Giyuu — Soltó con molestia Shinobu — Mira, idiota. Estas aquí porque eres él causante del problema, estás aquí debido a que es necesaria una intervención a Giyuu, él no está bien y es en parte tu culpa.

La culpa, esas palabras, los pensamientos y las persistentes náuseas hicieron que su mente empezará a dar vueltas sin parar. No lo resistió y terminó vomitando.

— ¡Ewww!

— ¡¿Ume esa planta tenía efectos secundarios?!

— No lo sé...

— ¡¿Cómo que no lo sabes?!

Las voces se escuchaban cada vez más lejanas y aunque había vomitado sus náuseas seguían persistentes. Todo daba vueltas, su cuerpo se sentía vacío, su corazón estaba estirándose tanto por las últimos pensamientos y sentimientos que amenazaba con romperse, su cabeza pesaba miles de cosas y sus ojos ardían.

¿Cuándo empezó a llorar como un niño pequeño? 

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