CAPÍTULO XXIII
Poco a poco el sol continuando su curso se acercaba a las montañas, dentro de poco caería de nuevo la noche y Dael no quería dormir, sentía que no podía hacerlo al encontrarse con extraños que de seguro la querían ver muerta.
No dejaba de pensar en Mara, sabía que Frederick estaba siendo curado, algo que sin duda la asombraba, pero él estaba libre de ataduras, todo lo contrario a su otro acompañante. Le pareció grotesco y ruin la manera en la cualitativo trataban a una mujer. Al recordarla no podía evitar sentir aquella invisible e inexplicable conexión que la llevó hacia ella, estaba segura que sí volvía a buscarla la encontraría, su importar que tan oscura estaba la noche fue aquella sensación la que sintió la primera vez que la vio, pero ahora era más fuerte.
¿Qué podría hacer ahora? No se sentía cautiva, pero sabía que si hacía algo en contra de sus captores de seguro estaría muerta. Miró el lugar, los árboles se alzaban majestuosos, algunas aves se pesaban en las ramas mientras cantaban tranquilas; a su lado las personas se movían sin parar, los hombres buscaban las armas, de seguro eran los vigías quienes se preparaban para proteger a su gente, las mujeres llevaban a los niños dentro de las carpas y no salían hasta la mañana. Así mismo actuaban las personas en el reino, los hombres trabajaban y las mujeres se encargaban de las labores de la casa y de los niños, pero las personas que ahora la rodeaban estaban inconformes con las decisiones del rey y quería saber el porqué.
Mientras escuchaba el relinchar de algunos caballos recordó a su amigo. Dael sintió que su corazón se apretaba en su pecho.
¿Dónde estaba Storm?
Storm era lo único que le recordaba los pocos recuerdos de su vida en familia, el verdadero significado de la felicidad y su libertad. Al mirar que nadie la retenía decidió buscar a su amigo y mientras lo hacía recibía miradas de odio y palabras grotescas, definitivamente se estaba cansando por ello, pero decidió reparar en ello y seguir lo que estaba haciendo. Sentía que aquel campamento era muy grande para buscar a su caballo, pero no se detuvo, prefiero correr aunque pensó que sería algo absurdo ya que no sabía a dónde tenía que ir, pero sentía que tenía que hacerlo.
—¡Storm! -grito esperando obtener una respuesta.
Cada vez que Dael lo llamaba llegaba a ella, sin importar donde se encontrara, parecía algo imposible pero así era. Gritó de nuevo con todas sus fuerzas con la esperanza de oírlo, pero no obtuvo respuesta. Cada vez que gritaba sentía que se lastimaba su garganta y como pocas veces, lloro de tristeza y desesperación.
—¡Storm! ¿dónde estás muchacho?
Aunque la respuesta no fue inmediata, pudo escuchar un relincho débil y en la lejanía, pero lo reconoció de inmediato, era su muchacho quien respondía. Trató de encontrar el origen de aquel sonido, pero al buscarlo sentía que se perdía y de nuevo solo había silencio en el ambiente. Lo había perdido.
Sentía rabia de sí misma, formó sus manos en puños con fuerza y empezó a sentir un pequeño ardor en la palma de sus manos, sentía su cuerpo temblar de impotencia, se sintió pequeña y se nuevo sola. Golpeó sus manos contra el suelo, de alguna manera quería desahogar su frustración. Gritó y maldijo a todas aquellas personas que la habían llevado hasta allí, pero no iba a permitir que se salieran con la suya.
Observó el lugar donde estaba, no sabía cuántas veces lo había hecho, pero se obligó a sí misma a encontrar una solución, trató de silenciar su mente y tranquilizar su cuerpo. Recordó las palabras de su viejo maestro, él siempre le recalcaba que para encontrar respuestas debemos estar dispuestos a encontrarlas, no forzar la situación con pensamientos enfermizos que provocan la duda en el cuerpo. Nunca había tomado aquellas palabras en serio, como nunca había escuchado las serias palabras de sus padres o inclusive de su institutriz, aquella mujer que consideró habladora e hipócrita. Recordó sus palabras venenosas, y tenía razón, Dael nunca sería una persona importante sino actuaba con discreción e inteligencia, el título de princesa le había sido regalado por pena, pero nunca sería merecedora de éste.
"La belleza es solo una fachada triste y vacía cuando se vive en la ignorancia y tu señorita Dael te convertirás en otro bufón más de este vasto reino".
Aquellas palabras se habían clavado en su cabeza y habían provocado un odio profundo hacia la señorita Petronz, pero aquel odioso sentimiento se incrementaba al pensar que tal vez esa mujer tenía razón.
—Realmente soy una estúpida, no soy capaz de concentrarme en algo tan básico.
Respiró profundamente, pero sentía que pronto iba a explotar.
* * * * *
—Sé que este es tu hogar, pero no puedes ir y venir como tu desees, soy el rey y tu hermano y necesito saber en qué lugar te encuentras, estoy seguro que tienes conocimiento de la situación que estamos afrontando.
—Me agrada tu discurso de hermano protector, pero no creo que sirva de mucho, he estado muchos años fuera del reino, sé cómo protegerme.
En el momento en que Marco regresó al castillo, se le notificó al rey, ya habían pasado varios días después de su desaparición, y no había recibido noticia alguna de su parte y ahora él se encontraba en su alcoba.
La relación entre los dos hermanos nunca había sido perfecta, aunque habían gozado de buenos años juntos cuando fueron niños, todo cambió cuando el padre de ambos, el entonces rey August, decidió enviar a Marco mar adentro junto con algunas naves y unos cuarenta hombres. Durante ese desconocido viaje aquel niño aprendió a convertirse en hombre, pese a todas las dificultades que enfrentó, sabía que su padre había hecho aquello para deshacerse de él y poder educar a su legítimo hijo bajo la alejada mirada del yugo de la infidelidad.
Mientras Roberth fue educado con los mejores monjes, creciendo en un lugar lleno de comodidades, Marco solo conoció el mal trato y como resultado del trabajo forzoso forjó su templanza, pero había sufrido algo más, sólo él conocía la verdadera naturaleza del hombre cuando hacía lo posible por sobrevivir, sabía que el sustento sólo se podía conseguir con el sudor de su frente, o en ocasiones con sangre en sus manos.
—Nunca he entendido por qué me has odiado tanto, el único culpable de tus desventuras y sufrimiento fue nuestro padre.
—Veo que sigues igual que aquel niño que buscaba solución a sus preguntas en la biblioteca, algo curioso, comprensivo, responsable y justo, todas las cualidades para ser un rey perfecto, pero tú y yo sabemos muy bien que está lejos de serlo.
Parecía que el pasado regresaba de golpe a su realidad, el rey sentía que el piso se movía a su alrededor y por primera vez en su vida deseo que su hermano no estuviera allí y en ese momento entendió el motivo por el cual su padre los había separado y había enviado a Marco un trágico vivir.
El movimiento de Roberth lo tomó por sorpresa, Marco se sintió acorralado cuando su hermano lo tomó por el cuello y lo llevó hasta la pared, tumbando una pequeña mesa con algunos objetos que estaban sobre ésta. Cada vez se le dificultaba un poco más el poder respirar, con sus dos manos trataba de aligerar la presión que ejercía su hermano, trataba de defenderse pero no atacaba, y él sabía muy bien que podía hacerlo.
—¿Por qué no te defiendes? Tú no eres un hombre de quedarse quieto y mirar, ya no somos los mismos niños que jugaban a la lucha, en este lugar no hay nadie que nos impida ir más allá del juego -habló Roberth, muy cerca del oído de su hermano.
—Lo sé, pero quiero ver como te conviertes en el monstruo que tanto temes y que vive dentro de tí.
Al parecer esas palabras hicieron eco en la mente del Rey, soltó a Marco y vio como éste caía al suelo y trataba de recuperar algo de aire. Vio sus manos y notó que temblaban, ahora se encontraba nervioso, pasó sus manos por su cabeza una y otra vez, caminaba de un lado a otro, miraba el cuarto de su hermano y sintió miedo al pensar que alguien se encontrara mirando la escena o que hubiera escuchado alguna palabra de la escena que acababa de pasar.
Sintió que al estar allí ahogaba sus pensamientos su hermano se estaba convirtiendo poco a poco en un enemigo para su vida, su familia y su reino. Decidió salir de allí antes de que terminara enloqueciendo, pero al estar junto a la puerta, las palabras de su hermano lo detuvieron y se convirtieron en un gran golpe.
—No importa cuánto tiempo sigas ocultando la verdad a tu pueblo, tarde o temprano todo saldrá a la luz y yo estaré presente para verte caer y ver la cara de tus hijos y esposa al saber que no hay nadie peor que tú -Marco se surgió a la salida y de detuvo en el umbral, miró de reojo a su hermano y le sonrió.
El golpe de la puerta al cerrarse había sido escuchado en gran parte del castillo igual que las risas burlonas de Marco. Nadie había intervenido antes en los conflictos de los hermanos, aquello se había convertido en una extraña costumbre, pero todos sabían que un día aquellas diferencias desencadenaría en algo que lamentarían.
Afortunadamente los pasillos que se dirigían a la alcoba real se encontraban vacíos, de mamadera contraria la servidumbre serían las víctimas de la ira del Rey, no hubo florero que logrará mantenerse intacto después de ser tirados al piso. Serían las mucamas, quienes recogieron los destrozos después que se calmaran los ánimos.
Cuando el Rey entró a su cuarto, la poca servidumbre presente allí procuraron salir lo más rápido posible haciendo una pequeña reverencia.
La habitación estaba iluminada por los cálidos rayos del sol, ésta había sido decorada según los gustos de la Reina, cada tela y objetos que allí se encontraban habían sido elaborados en el reino esta era una manera de apoyar a los carpinteros, tejedores y demás trabajadores de la región.
Pero sin importar que tan cálido estuviese el día, nada cambiaba la fría actitud del rey.
-—Parece que encontrarte con tu hermano a afectado tu temperamento.
La voz de la reina demostraba cuán débil se encontraba, era dulce pero ya no tenía la misma fuerza y carácter que antes. Se encontraba descansando en el momento de la llegada de Marco, pero al saber que su esposo iría a hablar con él, no pudo evitar salir de la cama y esperarlo ansiosa, y si el rey no se acercaba a hablar con ella, sería ella misma quien lo buscaría.
—No deberías estar de pie, tu estado de salud es muy delicado.
—¿Por qué discutieron esta vez? -la pregunta estaba llena de tranquilidad y serenidad por parte de la reina.
—No ha sido nada importante -el rey sólo quería dar por olvidado el momento así que su voz era algo seca y distante.
—Puedo ver que aquello que quieres que ignore te está afectando, acaso no puedes confiar en mí.
—Nunca lo entenderías.
—No puedo creer que digas eso, muchas veces te he ayudado en la toma de decisiones de nuestro reino y éstas han tenido un resultado satisfactorio. Me casé contigo no sólo para unir nuestros reinos o para obtener poder, estoy contigo para ayudarte a salir de los problemas, juntos.
La reina tomó las manos de su rey y lo miró a los ojos, quería que hablara que confiara en ella con siempre lo hacía. Pero esta vez ella se había equivocado. El rey retiró las manos de su esposa y salió de su alcoba, estaba cometiendo muchos errores, pero no quería que ella sufriera, aunque aquella reacción hirió fuertemente el débil corazón de la reina.
Siempre han existido el conflicto entre hermanos, pero aquí hay algo más ¿qué será? Cada capítulo nos puede llevar a una idea.
¿Hasta que punto el amor puede soportar el dolor? La reina Maritza es una mujer fuerte, pero...
Nos leemos.
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