CAPÍTULO XII

Como en los eventos anteriores la salida a la arena fue algo tranquilo, aunque esta vez las personas se encontraban más reunidas que antes, ya no les importaba el sol y el calor que estaba haciendo, todo parecía que a esas personas le encantaba la lucha, el combate cuerpo a cuerpo o tal vez les gustaba ver sangre y golpes y ver a alguien caer.

Si la gente se fijaba en la apariencia de ambos luchadores todos apostarían por el joven de mayor corpulencia, altura y porque no, de una buena apariencia física, así era Randor.

Todo en su cuerpo indicaba que había trabajado en el día y noche y que había luchado, ya que se podían ver algunas cicatrices en su cuerpo.

De su físico en sí, se podría decir que era cautivante; su cabello era de un color cobrizo y con la luz se podían ver algunos reflejos rojos en él, pómulos anchos y marcados, sus ojos de un color verde, algo oscuros. Parecía que a las jóvenes había cautivado, ya que despertaba en ellas grandes y sonoros suspiros.
Sí, según la forma de su cuerpo él era de manera inevitable, el ganador, pero en realidad sería dar un veredicto final cuando la batalla no había iniciado.

Dael tenía un cuerpo fuerte y tonificado, la agilidad y la rapidez eran sus cualidades, no había porqué dudarlo ya que su maestro Samuel la resaltaba cada vez que ella luchaba, aunque le decía que le faltaba un poco más de confianza en sí misma. En ese momento estaba muy agradecida con Dios de su cuerpo, afortunadamente no tenía un gran busto, así que esa parte de su cuerpo pasaba desapercibida, aunque había que recordar que gran parte de su cuerpo estaba vendado, eso ayudaba en gran medida.

Arrogante y petulante, eran las palabras que Dael había decidido que eran las que lo caracterizaban y no hacía falta que hablara para que eso se demostrara. Cuando entro a la arena se veía en él un grado de confianza que en realidad lo único que hacía era aumentar su ego, además se aprovechaba de su atractivo para hacer que todos los espectadores lo aplaudieran y vanagloriaran.

Lo más estúpido que hizo fue el quitarse su camisa; si él recibió elogios ella recibía chiflidos, abucheos e inclusive palabras grotescas que decidió pasar por alto. Pero como dicen, las palabras sin gran significado se las lleva el viento. Ahora lo único importante era concentrarse en lo realmente importante, la batalla que en ese momento se estaba iniciando.

Golpes van, golpes vienen. Si los dos peleadores querían seguir adelante tenían que demostrar su agilidad en la lucha, al momento de esquivar los golpes que podrían desequilibrar el cuerpo y eventualmente hacerlo caer.
Dael se sentía muy bien, de cierta forma de igual manera como se había encontrado con Eugene, primero sería mirar cómo era la rutina de los golpes de Randor, como eran sus movimientos, en qué momento se sentía más seguro para atacar y mirar su posible debilidad. Ya con el estudio de sus movimientos finalizado solo le quedaba contraatacar y defenderse. Desafortunadamente Randor tenía muy buenas técnicas de ataque y no dejaba ver alguna debilidad.

Firmeza, era la palabra de Dael. No se iba a rendir, aunque en esta batalla se veía derrotada. Estaba recibiendo más golpes de los que lograba esquivar y lo peor era que estos en su mayoría estaban dirigidos a los lugares donde ella se encontraba herida, todo indicaba que sus golpes estaban dirigidos allí de manera intencional. No cabía duda que él era consciente de lo que estaba haciendo. Ahora lo único que le quedaba era no caer.

"Agilidad, es lo que mayormente te caracteriza, eres veloz, debes aprovecharlo muy bien, no importa que tan fuerte pueda ser tu oponente, a veces el ser más grande puede significar que sus movimientos no sean muy rápidos. Recuerda, eres una luchadora de grandes cualidades, pero sobre todo tú nunca te das por vencida, eso es lo mejor de ti".

Cada palabra acudía a su mente, todo parecía que fueran en esos momentos que las escuchaba de su maestro, el viejo Samuel. Era directo en lo que decía, pero sobre todo no eran mentiras sus palabras. No lo había visto en días, pero sabía que estaba mirando todo y de cierta manera sabía que era ella la que estaba luchando.

Contraataco, peleo, devolvió cada golpe recibido. No se daría por vencida ahora que se encontraba tan cerca de demostrar su valía y su opinión.

Sangre.

Vio sangre, pero esta vez no era de ella la que sangraba, Randor estaba herido. Un buen golpe dirigido con el pie a su rostro, es especial sobre su ojo, había provocado una herida alrededor de su ceja izquierda. Randor se encontraba un poco desconcertado y esa era la oportunidad de Dael para dar unos buenos golpes.

Uno, dos, tres golpes directos a su cara y el cuarto a su estómago. Ahora era otra la persona que llevaba el control de la batalla, Randor estaba en buena forma, su cuerpo no estaba sufriendo grandes daños, pero al menos ya no era ella quien sufría.

Dael se encontraba agotada, no se había sentido así antes. La batalla la estaba ganando la partida, pero ella no se iba a dar por vencida. En un momento cuando Randor se distrajo por unos segundos, Dael aprovechó esa oportunidad para aplicarle una llave que lo dejó quieto, que lo paralizó.

—Me sorprende tu movimiento, eres un joven ágil, pero no lo suficientemente fuerte para detenerme. No sé porque sigues ocultando tu rostro, no creo que seas alguien feo.

Dael no dijo nada, aunque no negó que su comentario la había sorprendido, aunque no de mala manera, al contrario le causó algo de gracia.

Riéndose, el extraño se estaba burlando de sus palabras y esa fue la gota que derramó la copa, que colmó su paciencia. Randor quería tirarlo, lo más lejos posible, pero estaba paralizado, no podía negar que ese joven delgado podría albergar gran fuerza, pero sabía que de ese imprevisto iba a salir, así fuera lo último que hiciera.

Tal vez en ese momento lo que había escuchado le había resultado gracioso, pero sabía que no podía distraerse con comentarios sin importancia. Sabía que la concentración era primordial, pero algo la estaba incomodando, se sentía intranquila y desconcertada. Dael levanto su mirada a la tribuna, primero miró a su hermano y al Rey, se encontraban concentrados en la batalla, aunque no se encontraba Rob, sabía que él se podía encontrar con Dorotea devorando la alacena, pero la reina no se encontraba allí, tal vez se había retirado a descansar, pensó. Pero no se sentía tranquila, desvió su mirada hacia Claudette y sintió que su mundo se estaba cayendo. La reina se encontraba hablando con su suplantadora. Se encontraban muy ¿tranquilas, felices, en realidad estaban hablando como si nada estuviera pasando? Podía ver en la mirada de Claudette un poco de incomodidad, ella buscaba su mirada como buscando la aprobación a lo que posiblemente podía decir a las preguntas que podía formular la reina.

Pero era la reina la persona que más la estaba sorprendiendo. Se encontraba feliz hablando son sus doncellas, todo indicaba que ella se sentía muy a gusto con la compañía ¿sería que ella sabía toda la verdad? En realidad, Dael no lo sabía.
El estar mirando todo lo que ocurría a su alrededor la estaba dejando un poco desconcertada y desconcentrada, haciendo que la batalla fuera la último que ocupara su mente y cuerpo.

Y como lo había previsto, así ocurrió, en el momento en que Randor sintió que Dael aflojaba su agarre aprovecho para girarse, tomarla por la cintura y arrojarla, proporcionándole un golpe en la cabeza.

El dolor llegó de inmediato, su visión parecía borrarse oír momentos. Todo su cuerpo padecía un cruel sufrimiento, se odio a sí misma por permitirse sentirlo y por perderse en sus pensamientos y no estar concentrada en la arena. Pero lo único que hacía el dolor era aumentar ya que Randor aprovechó esa oportunidad para levantarla del suelo y propinarle más golpes. Dael se encontraba perdida, sin aliento.

—No puedo creer que todo se esté acabando aquí, en realidad, eres un bueno para nada, no sirve de nada luchar contra ti -Randor tomó el rostro de Dael y le susurró al oído- eres débil y en realidad no importas, no creo que seas importante para tu familia, claro, si es que la tienes.
Cada palabra que escuchaba de Randor era un dolor que apuntaba a su pecho.

¿Y si era verdad lo que él decía? ¿y si el objetivo de su lucha era algo sin importancia?

Ahora se encontraba dudando de todo lo que pasó, lo que estaba pasando y lo que posiblemente ocurriría.

En su último aliento decidió mirar a su madre, la reina. No sabía porque lo había hecho, tal vez era por impulso, pero recordó que ella era la única persona que en algún momento había confiado en ella. Las dos se miraron, pero la reina estaba muy seria, le estaba dirigiendo algunas palabras que no alcanzaba a descifrar, pero lo que pudo descifrar en el movimiento de sus labios, era lo que ella necesitaba para no declinar y caer.
Nunca te rindas.

Ella lo sabía, lo sabía todo y ahora más que nunca iba a pelear.

No sabía cómo lo había hecho, pero Dael logro estar fuera del alcance de Randor. Sintió un sabor cobrizo en su boca y al pasar su mano por su rostro oculto, ella observó la sangre que manchaba sus vendas. Estaba herida, le dolían algunas partes de su cuerpo, tenía un pequeño corte en el labio superior y posiblemente algún hematoma en su mejilla izquierda ya que sentía dolor allí. En el resto de su cuerpo tenía algunos raspones por los golpes, aunque no dudaba que su cuerpo se encontraba adornado con cardenales, cortes y posibles contusiones.

Aunque su cuerpo sangraba, sabía que todavía no era su tiempo para rendirse.

Randor se encontraba sorprendido por su enemigo, después de los golpes que le había propinado, todavía se hallaba de pie, aunque respiraba con dificultad. No podía negar que él también sentía un poco de dolor en su cuerpo, sobre todo en su cara, el golpe que él le había propinado lo había sorprendido; era la primera vez que un luchador lo ponía en aprietos. Aunque no dejaba de cuestionarse quién era la persona debajo de la tela.

Todos los espectadores estaban sorprendidos por la fuerza y resistencia de los luchadores. Nadie había pensado que la batalla se prolongara tanto; las dudas y la incertidumbre se cernía sobre los testigos de aquella batalla ya que era muy difícil predestinar el vencedor de aquella prueba.

Ni Dael ni Randor querían perder, ellos sabían que en sus manos colgaba una gran responsabilidad, aunque sus objetivos eran diferentes: libertad y gobernar, definitivamente opuestos entre sí, solo el destino sabía quién era realmente el ganador.

El tiempo parecía detenerse, nadie avanzaba era como si solo se estuvieran retando con la mirada, ninguno de los dos daba el primer paso para finalizar el combate; se encontraban realmente agitados, el sol había jugado en contra de ellos haciendo que su cansancio fuera aún más grande.

Finalmente Randor decidió dar el primer paso, atacó a su rival y en lugar de esquivarlo, su contrincante decidió recibir el ataque, pero lo que hizo a continuación lo dejó atónito. En un movimiento de gran fluidez Dael se impulsó y logró que sus piernas rodearan la cabeza de Randor y con gran fuerza lo impulsó hacia el suelo. No era de dudar que Dael era una de las mejores luchadores del castillo y todo había sido gracias a su gran maestra Samuel, quien fue paciente en su aprendizaje y aunque en algunos momentos hacía sido estricto con ella sabía que había sido por su bien.

Aunque el cansancio empezaba a ser una constante en ella, decidió que debía dar aún más de lo que estaba acostumbrada y su cuerpo pronto empezaría a protestar. Empezó a sentir que le faltaba aire a su cuerpo y empezó a respirar de manera forzada. Así que se agacho un poco para poder respirar mejor colocando sus manos sobre las rodillas, pero pronto descubrió que había cometido un grave error al sentir un gran golpe que dio de lleno en su pecho provocando que el poco aire que había inhalado se escapara de una manera muy dolorosa.

Ese golpe fue el detonante para que Dael se desestabilizara y cayera al suelo, haciendo que sus manos protegieran el lugar donde la habían golpeado y buscara desesperadamente un poco de aire.

En ese momento el silencio había apoderado a toda la gente; Randor decidió que ese era el momento adecuado para descubrir el rostro de su rival, estaba cansado de luchar con un desconocido y quería saber quién era la persona que se había osado a golpearlo de esa manera. Dio unos pasos hacia su enemigo, lo tomó de su camisa y en acto de soberbia lo mostraba al pueblo de Rellintogn como si el trofeo se tratase, lo miró y decidió poner fin a su curiosidad. Tomo su rostro y quitó ese trozo de tela que ocultaba aquel rostro, no había mayor sorpresa que la que se vivía en ese lugar y momento.

Cuando Randor miró ese rostro que hasta ese entonces era un desconocido, quedó petrificado y como si lo quemara la soltó. Con todas las fuerzas que podía reunir su cuerpo, Dael hizo lo posible por mantenerse en pie y dar su cara al público y en especial a su familia, que la miraban con asombro y horror.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top