Capítulo 6:

Después de la hermosa reconciliación, Cristine había despertado bastante feliz para su estado. Decidió darse un largo baño para recuperar fuerzas y se vistió de su forma tradicional: una falda y una blusa con un escote resaltador. Bajo los planes de ese día no estaba incorporado el despertar a su novio, quien se veía plácidamente descansando en su cama, sumamente atractivo. Le pareció tierno su gesto, a ella le parecía todo un ángel cuando él dormía. Aunque claro, jamás se lo diría.
Prefería mil veces que él fuese el que le daba los halagos, porque así tenía que ser. Al menos para ella. Eso le daba la seguridad de que nadie nunca la iba a lastimar y le daba el control de la relación. Siempre había sido así.

Ella desde pequeña jamás había confiado en los hombres, ni siquiera en su padre o su hermano, y le tenía un gran aprecio al primero. Pero eso cambiaba con el tiempo, cuando había decidido tener una relación con alguien, que en este caso era el joven John. Había aceptado ser su novia por ser los más populares de su instituto y esto solo se debía para ser los reyes del tan esperado baile de fin de año.
Ambos habían comenzado a sentir algo más fuerte y decidieron permanecer juntos desde entonces. Una historia encantadora para ella, quien le gustaba todo menos el romance.

El sol apenas se asomaba en el balcón, de seguro eran las siete de la mañana aproximadamente. Cristine decidió salir al balcón para respirar aire fresco, su cabello mojado se iba a secar en el procedimiento por lo que 'mataría dos pájaros de un tiro'. Todo se veía bien, los pajarillos cantaban anunciando una mañana cálida gracias al sol y las flores emanaban un exquisito olor debido a su jugoso néctar del que sobresalían algunas abejas alimentándose de él y también ciertas mariposas con colores bastantes llamativos.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver a lo lejos, entre los árboles, un hombre. Este era bastante alto, de metro noventa quizá. Su cara no se notaba ya que estaba cubierta por una capucha pero ella sentía su mirada clavada en sus ojos. El hombre vestía totalmente de negro, y los árboles le daban suficiente sombra para que pasara desapercibido. Cristine estaba asustada, como inmóvil e inerte. Se sobresaltó al sentir unos brazos rodeando su cintura, y la relajación vino al instante al ver la cabeza de su novio reposando en su hombro.

—Buenos días. ¿Has dormido bien?

Cristine no podía articular palabra alguna, ese hombre seguía observándola. Solo se limitó a asentir con su cabeza.

—¿Estás bien? —Su novio se había preocupado al ver el rostro de ella más pálido de lo normal. Trató de seguir la mirada de la joven para poder confirmar qué veía pero fue inútil. Él solo observaba diversos árboles por toda la propiedad. Su campo de vista solo le permitía ver árboles como pinos y el bello jardín que se encontraba bajo el balcón.

—¿Qué ves?

Ella seguía inmóvil. De repente, se escucharon unos golpes provenientes de el otro lado de la puerta principal.

—¿Jóvenes?, la familia está reunida en el comedor para desayunar, están esperando por ustedes.

La voz de la empleada hizo que Cristine volviera de golpe a la realidad.

—Ya bajamos.

Había podido usar su voz y eso la reconfortaba. Cuando volvió la vista a donde estaba el hombre este ya no se encontraba en el lugar. Decidió ignorarlo, sintiendo cierta ansiedad creciente.

—¿Vamos ya?

La voz de su novio la tomó por sorpresa.

—Sí, bajemos.

Cuando todos se encontraban en la gran mesa, decidieron empezar el desayuno. La madre y el padre de familia como siempre se encontraban en la cabeza de la mesa, uno a cada lado, separados para dar más autoridad sobre el lugar. Cristine había decidido sentarse del lado izquierdo de la fila de sillas, en el medio, junto a su novio. El padre se había extrañado al no ver a su pequeña a la par de él como era de costumbre. Pensó que debía una disculpa por lo de la noche pasada.

—Cristine —su voz rompió el silencio, haciendo que todos pusieran su absoluta atención sobre él—, lamento mucho haberte gritado la otra noche, estaba alterado y trataba de controlar a tu madre. Sabes que es un tema delicado lo de tu tía.

La joven suspiró, tratando de acomodar sus pensamientos como era debido. No podía insultarlo ni culparlo por nada. A todos les había afectado el hecho de ver a su tía nuevamente y agradecía en el interior que no pasara como en las películas de terror solía pasar; siempre creían loca a la protagonista. Ella no estaba segura si en su vida era la protagonista de esta, pero al menos trataba de controlarla.

—No importa, padre. Entiendo que nos está afectando a todos y en realidad agradezco que me crean.

El padre tomó sus palabras como un par de besos en sus mejillas, pero la última frase lo había dejado desconcertado. ¿Acaso había agradecido? Él jamás se habría imaginado una situación así. Su niña siempre había sido... diferente.

—¿Estás agradeciendo algo? —preguntó su hermano, sabiendo que todos los presentes en esa mesa se preguntaban lo mismo, mas no eran capaces de decir las palabras—. Creo que de seguro hoy se vendrá un fuerte maremoto.

Cristine por primera vez en su vida le parecía divertido un comentario del que era su hermano. Aunque siempre se había preguntado si él era adoptado, pero el parecido a su padre y a su madre delataba que no era así.

—¿Sabes?, un cambio nunca es malo. Tal vez me ha hecho bien el campo, después de todo.

Y era verdad. Ya fuese por el campo, la angustia o el miedo que sentía en ese lugar, algo era seguro: había cambiado. Suponía que había sido para bien, porque en realidad eso no parecía nada malo desde el punto de vista de todos los presentes en la mesa. El cambio siempre era bueno, y en su caso no era la excepción.

Luego de terminar de desayunar, se retiró de la mesa y fue hacia la sala. Ver algo de televisión no sonaba tan mal después de lo que había vivido. Se concentró también en revisar sus redes sociales, había descuidado mucho el mundo de la tecnología por culpa de los extraños acontecimientos que había vivido los últimos días. Cuando sintió una sombra que tapaba la luz de la pantalla plana, levantó su vista y se tensó de inmediato al ver a su tía frente a ella. Jamás se podría acostumbrar a su presencia; era escalofriante verla como una joven de quince años y que aun así tenía aproximadamente treinta y tantos al igual que su madre. Su cuerpo y cara reflejaba niñez y juventud, mas en su mirada se notaba todo el sufrimiento y la madurez que poseía.

—Hola, tía.

Hola, querida.

—¿Cómo va todo?

En este mundo las cosas siempre andan mal. ¿Y tú?

—Yo estoy bien. Lamento mucho no poder escuchar lo mismo de ti.

Te acostumbras con el tiempo, cielo.

—Aun así, no suena muy agradable. Dime... tía, ¿hay alguna forma de que yo pueda ayudar en... Ya sabes... que tú vivas en paz o algo así?

No puedo vivir en paz porque estoy muerta, pero no hay mucho qué hacer. No hasta que cumpla mi objetivo.

—¿Y cuál es?

Jamás podré irme en paz hasta ver a mi hermana feliz junto a su familia. Ella es feliz pero mi regreso le ha afectado. El problema es que no soy la única en este mundo con el poder de hacer acto de presencia frente a las personas vivas.

—¿A qué te refieres?

A que hay otras personas, o fantasmas, como prefieras llamarlos, que son malos y pueden aparecer por acá. Así que no me iré al otro mundo hasta verlos a ellos en el infierno.

—¿Al otro mundo? ¿Hablas del cielo?

Puede decirse que sí. El ángel Gabriel me ha dicho miles de veces que el Todopoderoso me espera, pero no quiero irme sabiendo que ellos están cerca de mi familia.

—¿Cómo? Entonces... ¿Dios existe?

Eso solo puede decidirlo tu corazón. La fe es la que mantiene viva la esperanza en este mundo. Si sabes tener fe, ellos te dan una oportunidad.

—¿Y qué hay con las parejas? ¿Se aman? ¿Hay deseo en ese mundo?

No puedo darte tanta información, querida. Solo puedes saber que este mundo se basa en el amor y no el deseo. Igualmente puedes estar con tu pareja, siempre y cuando esta sea tu verdadero amor. Si no, encontrarás a tu alma gemela si es así como lo quieren ellos.

Eso era información que Cristine jamás había pensado que adquiriría y menos de una persona muerta. Nunca había sido una mujer de fe, o que creyera del todo en Dios, pero saber que él era real o por lo menos existía un ser superior a todo lo demás dejaba una gran curiosidad en su mente. Justo en ese momento una iluminación llegó a su cerebro. Recordó al hombre entre los árboles, observándola desde lejos sin hacer acto de presencia frente a su propio novio y luego recordó lo que su tía le acababa de decir.

—Tía.

¿Qué pasa?

—Creo que deberías saber algo. Verás..., hoy cuando desperté salí al balcón por algo de aire fresco. Entre los árboles, a lo lejos, había un hombre observándome. Vestía de negro y no pude ver su rostro. Era muy alto e intimidaba bastante. Pero... John estaba conmigo y no pudo verlo, así que creo que no era específicamente un trabajador de las tierras de mi padre.

Un silencio enorme inundó la sala, a excepción de la película que se transmitía en la televisión. Era una especie de película animada, en el que unos muñecos amarillos hacían travesuras junto a su jefe.

Eso es extraño. De seguro era el maldito de José. Iré a investigar. No permanezcas sola, cuando estás sola ellos lo aprovechan. Debes tener cuidado, son muy peligrosos. Trataré de vigilar durante la noche tu sueño y el de tu novio.

Cristine no le gustó la idea en lo absoluto. No importaba que la vieran dormir ni que la protegieran, pero a veces las noches de sueño junto a su novio se hacían un poco más calientes de lo normal, y ella no quería que la vieran en esa situación. Mucho menos saber que era su tía.

—Pero, tía..., mi novio y yo necesitamos a veces algo de... intimidad.

Ella se sentía avergonzada, sin duda. Jamás había compartido ese tipo de situaciones con su familia, ni siquiera con su madre. Era incómodo hablar de ese tipo de cosas con alguien más que no fuese su novio.

No te preocupes. Cuando eso suceda yo me encargaré de revisar todo desde abajo.

Cristine se sorprendió el saber que su tía podía sentir e incluso sonreír. ¿Una persona muerta podía sentir? Ella juraba que no era así. Siempre pensó que cuando una persona moría, era recordada desde siempre por sus seres queridos y esta vivía feliz una eternidad. No pensó nunca que un familiar muerto fuese capaz de quedarse en el mundo de las sombras solo por cuidar a su familia. Eso demostraba que ellos amaban aun después de la muerte.

Las horas pasaron y Cristine se marchó al lago del que se había enamorado por completo. Esta ves llevó un libro distinto porque el último descansaba en el agua del lago a los pocos metros de distancia de ella. Siempre le había encantado la lectura, sentía que vivía un sueño y eso le agradaba bastante. Sus preferencias iban desde la comedia hasta la ciencia ficción. Era una tarde preciosa y nada podría arruinarla, de eso estaba segura. Algunos renacuajos se divisaban en el agua del lago, atrayendo a su pareja con su extraño canto. De repente, sintió una mirada sobre ella. Volteó en todas direcciones, tratando de ver algo fuera de lo normal.

Pero no había nada.

Rápidamente se incorporó y quedó de pie, alerta a todos los movimientos del lugar.

—¿Hola? Seas quien seas sal de donde estés.

Se creía realmente tonta al pensar que por un momento preguntaría quién se encontraba en el lugar. En la mayoría de películas de terror sucedía lo mismo y era considerado algo muy tonto de parte del actor. Justo cuando se iba a marchar, un pecho duro y resistente se estampó en su rostro.

Hola, Cristine.

Sintió escalofríos al escuchar una voz áspera y grave. Parecía ser de alguien con autoridad e intimidad. La misma voz tenía un misterioso eco al final de sus oraciones, y cuando Cristine tuvo el valor de alzar su cabeza, sus ojos se encontraron con unos completamente negros y vacíos; parecía alguien sin alma ni emociones. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al reconocerlo.

Era el mismo hombre que había visto entre los árboles esa mañana.

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