Capítulo 14:

John se encontraba en la sala de la hacienda. Los abogados habían venido en su búsqueda para que firmara papeles donde decía que la fortuna de sus padres le pertenecería totalmente debido a que tenía la mayoría de edad.

—Eso sería todo por ahora, señor. Cuando el verano acabe, podrá dedicarse a los negocios de su familia y los socios pasarán de ser gerentes temporales a sus aliados. Gracias por su tiempo.

—De nada. Gracias a ustedes por haber cuidado los negocios de mi padre todo este tiempo y no traicionarlo. Me aseguraré de que obtengan una recompensa.

—No hace falta, señor, pero gracias.

Una de las empleadas acompañó a los señores a la puerta y luego volvió a sus deberes.

Al cabo de unos minutos, el joven recibió una llamada, el nombre de una de las amigas se veía en la pantalla del móvil.

—¿Hola?

—¿John?

—Sí, ¿qué pasa?

—¿Cristine está contigo?

—No. Ella se encuentra en su habitación.

—No contesta nuestras llamadas, y sabes que ella jamás se separa del móvil. Creímos que estaba apagado pero la llamada entra, solo que nadie contesta...

—Iré a buscarla.

El joven subió las escaleras hacia las habitaciones del lugar y entró por la puerta del cuarto de su novia. La habitación estaba hecha un desastre; todo estaba tirado y algunas cosas rotas. John se preguntó qué había pasado ahí.

—¿Cristine?

No había respuesta alguna. El joven comenzó a buscarla y encontró en la cama el móvil de su novia, junto a este, había una lámpara rota con un poco de sangre en la bombilla. El temor y los nervios lo comenzaron a alterar.

—¡Cristine!

Pero todo estaba en un completo silencio. Un ensordecedor, preocupante e inusual silencio.

El joven comenzó a buscar a Cristine por toda la hacienda, preguntando a los empleados del lugar si la habían visto y ordenar su búsqueda. Pero nadie había visto a la joven desde la mañana.

John comenzó a desesperarse y buscarla fuera de la hacienda, alrededor de el terreno.

"Me gusta estar en el lago".

El joven recordó las palabras de su novia y se fue directo al establo a por un caballo.

Cuando lo obtuvo cabalgó hasta el lago, furioso porque la joven no había avisado su partida y él de seguro le llamaría la atención por el acto de rebeldía.

Cuando se encontró en el lago, este se notaba más oscuro. Bajó del animal que había servido como transporte y lo ató a un árbol que fuese lo suficientemente fuerte para sostener a la bestia. Luego, se encaminó por los pequeños caminos de tierra que había en el desolado lugar.

A los pocos metros, unas luces apenas notables asomaban su claridad atravesando las ramas y lianas de los enormes árboles que allí había.

Cuando el joven llegó a donde las luces se encontraban, su piel se erizó y sus manos comenzaron a temblar.

Las luces eran velas, estas se encontraban rodeando un círculo, dentro de él había una estrella de cinco puntas.

El círculo estaba hecho de un líquido rojo carmesí, pintado en la tierra. Y, en el centro del enorme círculo, se encontraba el cuerpo de Cristine.

—Cristine... —susurró con lástima filtrándose en su voz.

El joven la tomó en brazos y la llevó hasta el caballo que se encontraba atado en el árbol. Escuchó unos susurros y una leve melodía que desconocía en donde se encontraba hace pocos segundos, pero decidió irse lo más rápido que pudo del lugar.

Minutos después, John estaba poniendo sobre la cama a su novia. Puso sobre su cabeza una venda y se encaminó hacia la cocina para que prepararan la cena y trajeran unas toallas para limpiar la marca en su frente.

Encontró a su suegra mientras iba de camino, la cual preguntó por su hija.

—Ya la encontré, señora. No debe preocuparse.

—Gracias, cielo. No sé qué sería de nosotras sin ti.

El joven le sonrió agradecido a su suegra y siguió su camino hacia la cocina.

—Buenas noches. Necesito que preparen la cena, la familia está hambrienta —ordenó mientras buscaba las toallas y las humedecía con agua.

Los empleados observaron al joven y cruzaron miradas significativas.

—Joven, nuestra cocinera no está. Ella ha pedido una autorización de incapacitación debido a su embarazo.

—¿Cómo? ¿Por qué nadie le avisó a la señora Zamora?

—Ella se encontraba enferma, joven.

—Bueno, dile a la cocinera que mañana a primera hora del día quiero que esté aquí. Hablaremos sobre su incapacitación. Mientras tanto, ustedes se encargarán de cocinar o de ordenar algo para la cena de esta noche.

Los cinco empleados que ahí se encontraban asintieron con su cabeza en respuesta.

Cristine despertó de su largo sueño y se encontró en su cama, la cual seguía desordenada. Un fuerte dolor de cabeza y espalda se hizo presente cuando intentó moverse. De inmediato volvió a acostarse.

Comenzó a recordar los últimos acontecimientos de hace unas posibles horas y no creyó que su tía había sido capaz de golpearla.

La puerta se abrió y Cristine tuvo que ahogar un grito al ver que se trataba de su novio.

—¡Me has asustado!

—Lo lamento. Traje la cena. —Sonrío con ternura.

Ella correspondió dicha sonrisa lo más que le fue posible y esperó a que su novio se sentara en el borde de la cama.

—¿Qué ha pasado? —El joven la observó, preocupado—. Cuando llegué, la habitación estaba muy desordenada y tú no estabas aquí.

—No lo sé —respondió ella, sincera—. Lo último que recuerdo es que llegué a la habitación, mi tía apareció, le conté lo de mi tío y se enojó mucho. Comenzó a mover las cosas, a romperlas y tirarlas y una... una lámpara me pegó... en la cabeza. Después de eso, no recuerdo nada.

Él la observó, analizando su rostro y sus expresiones. Eso explicaba el porqué había una lámpara con sangre en la habitación. Pero... ¿cómo había llegado ella al lago inconsciente?

—¿Solo recuerdas eso? —preguntó John, acercando a la joven la comida que traía en sus manos—. ¿No sabes cómo acabaste en el lago?

La joven negó con su cabeza y tomó entre sus manos la bandeja que contenía sushi y comenzó a comer su contenido.

—Bien, luego lo hablaremos. Debes descansar, ¿de acuerdo?

Ella asintió y, al ver que su novio se marchaba, llamó su atención.

—No te vayas —él se detuvo y la observó, asombrado—, ya no quiero estar sola, por favor.

John suspiró y cerró la puerta tras él, se acostó al otro lado de la cama y esperó a que la joven terminara su cena.

***

A la mañana siguiente, Cristine se encontraba junto a su novio en el despacho que antes pertenecía a su padre. Frente a ella, se encontraba una de las criadas, que cargaba con una vida de seis meses en su vientre.

—Muy bien, señora María, ¿cuánto tiempo necesita?

—Necesito al menos seis meses, señorita. —La mujer bajó la mirada, atemorizada, pensando en un posible despido—. Sé que es mucho tiempo, pero mi bebé...

—Lo entiendo —la cortó la joven frente a ella—. El niño necesita tiempo y cuidado. Además, mi madre no permitirá que su cocinera favorita venga a trabajar enferma. Dígame, señora María, ¿tiene quién cuide a su hijo?

—Hija —corrigió la mujer—. Y no, no tengo quién la cuide. Pensé que cuando nazca podría traerla a la hacienda o veré si...

—Eso no es problema —aclaró Cristine—. Le daremos un aumento de sueldo para que se le pueda pagar una aya a la niña.

La mujer asintió, bastante feliz.

—Ahora firme aquí, por favor.

La mujer no lo pensó dos veces y, sin leer, firmó el papel.

—Tú también firma, cariño.

El joven observó confundido a su novia, pero sin mucha preocupación firmó el papel.

Cristine se encontraba en la sala leyendo, su novio hacía lo mismo frente a ella.

Hola.

Ambos jóvenes miraron a la señora Cristine frente a ellos y dejaron de lado su lectura para dar paso al enojo y el miedo.

¿Ya no saludan?

—Me golpeaste —le recordó su sobrina, haciendo vibrar sus cuerdas vocales—, y aparecí en el lago.

Lo lamento. No debí enojarme tanto. José te metió cosas en la cabeza que no son ciertas. Además, después de que te desmayaras yo me retiré, no sé cómo llegaste a ese lugar.

—Estaba pintada en el suelo la estrella satánica de la que hablaste —añadió el joven—, en el centro se encontraba Cristine y en su frente la misma marca.

Debió ser José el que lo hizo. Aprovechó que Cristine estaba sola e inconsciente y se la llevó.

—Suena peligroso. ¿Debería estar feliz?

No, querida, pero no te ha hecho nada, eso es lo bueno.

—Muy bien —dijo su novio—, no podemos dejar sola a Cristine ni un instante. Esta vez, hablo en serio.

La joven asintió con su cabeza y suspiró. Sabía que él tenía razón.

Estás en lo correcto. Debemos cuidarla lo mejor que podamos.

Cristine asintió y se retiró del lugar. Necesitaba cambiar de aires. Fue a su habitación a buscar su móvil rápidamente. Cuando se iba a acercar a la puerta, una sombra negra la detuvo. Ella abrió sus ojos con sorpresa al ver al hombre de negro frente a ella.

Hola, sobrina.

Su respiración se aceleró al igual que los latidos de su corazón.

—¿Qué... que quieres? Gritaré si te atreves a tocarme

Tranquila. Quiero tu ayuda.

Ella lo observó, confundida.

—¿Mi... mi ayuda?

Así es.

—¿No me harás daño?

Las manos de la joven temblaban y sentía que su corazón saldría de su pecho en cualquier momento debido a la adrenalina y el terror que sentía. No obstante, la curiosidad la dominaba.

Jamás te haría daño. Yo no soy el verdadero enemigo.

Aun así, la joven no se fiaba de sus palabras. Él había matado a su hermano.

—Iré contigo, siempre y cuando no me vayas a lastimar. Y, no quiero que dañes a mi madre ni mi novio, por favor.

Él asintió y le tendió una mano a la joven, su palma estaba comida por gusanos y muy arrugada; casi parecía podrida. Cristine la tomó con algo de asco.

Debes cerrar los ojos.

La joven enarcó una ceja, y luego de unos segundos, obedeció.

Sintió cómo su cuerpo se elevaba, ya sus pies no tocaban el suelo y, como si de un ascensor se tratara, sus pies tocaron el piso en cuestión de segundos. La joven se sorprendió al ver que sus pies no tocaban la cerámica de su habitación: estaban tocando tierra.

Observó el lugar en el que estaban y se dio cuenta al instante de en dónde se hallaban.

—El lago...

Su tío estaba frente a ella, soltó su mano y comenzó a caminar hacia un rumbo que Cristine desconocía. Decidió seguirlo y, al cabo de pocos minutos, el hombre se detuvo frente a un tronco bastante familiar.

—¿Por qué el tronco?

La joven instintivamente se separó del hombre cuando observó que este alzaba sus manos y tiraba el tronco hacia el lago con mucha facilidad.

Esta es la razón por la que te he traído.

Cristine se acercó a su tío y observó lo que se encontraba frente a él. No podía creer que nunca se había dado cuenta que bajo el cómodo tronco se encontraba una pista muy importante.

—Dios mío...

Bajo lo que antes era el tronco, se encontraba una lápida aplastada por el mismo, con algunas ramas e insectos a su alrededor. Aun así, las palabras talladas en la lápida de piedra se podían leer perfectamente:

Cristine Wilson

"Tu alma descansará en paz y el reino del señor será abierto ante tus ojos."

1982-1997

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