Historia autoconclusiva

Aquel nauseabundo engendro del diablo era gigantesco. No cabía en sus pesadillas. Su aspecto era hostil y vomitivo. Olía a carne rancia y estaba ramificado por si fuera poco. Tenía tentáculos agresivos que anunciaban la muerte. No había sido creado para asustar, sino para arrebatar vidas.

La adolescente despertó y aquella criatura había bajado de sus pesadillas hasta su habitación. El sueño y la realidad se confundieron. La chica se pellizcó, buscando lo ilusorio en alguna parte. La desesperación desbarató su juicio. Su destino tenía forma de muerte. La joven cerró los ojos tratando de encontrar la lógica a todo esto.

La muchacha despertó en su pupitre en plena clase. Su profesora de matemáticas la miraba con desaire por dormir en el aula. Después de todo, la joven estaba a salvo de la Muerte porque la temía. Sin embargo, debía pasar clases de la materia que odiaba. Pero no aparecía en sus pesadillas.

El sol se coló por su ventana y, a los pocos minutos, se volvió a dormir. Acto seguido, despertó en su habitación. Otra vez vio a la criatura que se acercó a ella y le propinó un fuerte golpazo en el rostro, que la dejó en el suelo. El tentáculo abrió el telón del espectáculo sangriento.

La adolescente despertó en su pupitre. La profesora la miraba con enojo por quedarse dormida. Después de todo, la joven estaba a salvo, pero tenía una herida purulenta en la cara. Pero debía poner atención a la clase que le provocaba bostezos.

La chica despertó y aquella criatura había bajado de sus pesadillas hasta su cuarto. El sueño discrepó con la realidad. La chica se quedó boquiabierta y la desesperación reinó en ella. Su destino era la muerte. La joven cerró los ojos otra vez porque su vida era un sueño sin fin.

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