5. Los perversos instintos.
«Se preguntaba si dentro de la vasta humanidad, en la mente de los hombres empeñados en civilizar, los perversos instintos que controlamos en nuestro comportamiento y el oscuro e innato conocimiento de esos instintos funcionan como los virus, contra los que el organismo se defiende».
El Dragón Rojo, Thomas Harris [*].
ᅳ¡¿Quién eres tú?! ᅳle pregunto, atónito.
Cojo a la mujer que está en mi cama por el brazo. Me invade el asco, más hacia mí que hacia ella: la amo de forma irracional, a pesar de todo. ¿Cómo me he dejado engañar? ¡Me he acostado con la asesina de cincuenta mujeres, vaya policía soy! La culpa es tuya, sin ningún género de duda.
¿En qué me has metido, colega?, ¿tanto me odias?, ¿no soy tu compañero de años, sólo tu rival en el cuerpo policial? Porque esto no se lo haces a alguien que aprecias, dejarlo tirado en medio de este berenjenal, para continuar disfrutando de tus vacaciones. Me dijo Clifford que te avisaron y que respondiste que yo me las apañaría bien, como siempre. Te lo repito: eso no se hace. Debías mandar al demonio las playas caribeñas y volar en dirección a Boston.
ᅳYa sabes quién soy ᅳcontinúa diciendo ella, interrumpiendo mis pensamientosᅳ. La mujer que te ama con toda el alma.
ᅳ¡A otro con ese hueso! ᅳexclamo, sacudiéndola apenas; a pesar de lo que sé no puedo hacerle dañoᅳ. ¿Cómo te llamas?
ᅳRose Hartman, lo sabes perfectamente.
ᅳLo que sé es que así te haces llamar ᅳinsisto, escrutándole los ojos sin perder el más mínimo detalleᅳ. Quiero que me digas tu verdadero nombre.
El equipo de música parece burlarse de mí, ya que se escucha:
Just give some time, baby
Cause you know
Even when we're apart I know my heart is still
there with you
five more hours till the night is ours,
and I'm back with you[**] .
ᅳ¡Qué música más extraña! ᅳmurmura ellaᅳ. No creo que me guste demasiado. ¿Qué es?
ᅳDeja de ganar tiempo ᅳinsisto, duroᅳ. ¿Cómo te llamas?
ᅳRose Hartman, lo sabes perfectamente ᅳrepiteᅳ. Muy en el fondo sabes, también, que todo esto que nos une es verdadero. Por eso estoy aquí, contigo.
ᅳYo sólo sé que no dejas de mentirme. Entonces: ¿cómo explicas que los huesos que se han hallado debajo de la chica asesinada sean de Rose Hartman?
ᅳ¿Cómo lo sabes? ᅳpregunta, curiosa.
ᅳPor los registros dentales ᅳle contesto, siguiéndole el juegoᅳ. Clifford y el resto de forenses le hicieron radiografías a la dentadura de la muerta. Al compararla con los registros dentales, moldes y radiografías de Rose Hartman, ¡bingo!, era ella. Una mujer desaparecida a mediados de los años ochenta. Sus padres y el marido habían hecho la denuncia pero jamás se supo de ella. Hasta ahora. Tú la mataste.
ᅳNo he sido yo ᅳme aclara, cogiéndome de la mano; como un idiota, al ver esa sinceridad fingida en su actitud, siento la tentación de claudicar.
ᅳJames Hartman, el esposo, fue el que la mató, ¡créeme! ᅳsuplica, pasándome la mano por el rostro: yo me apartoᅳ. Es un psicópata. Se ha dedicado todos estos años a matar mujeres parecidas a ella.
ᅳ¡Bravo! ᅳexclamo, aplaudiendoᅳ. ¡Muy convincente! Pero, ¿sabes?, no te creo. Me has engañado. Si tú no has sido, ¿para qué mentirme todo este tiempo? Dime, ¿cómo te llamas?
ᅳ¿Qué edad piensas que tengo? Si fuera yo la asesina tendría que haberla matado en la cuna, ¿no?
ᅳNo sé, las mujeres os operáis y retrocedéis en el tiempo varias décadas. Intentas confundirme.
Pero no puedo seguir con las preguntas porque en el marco de la puerta un hombre de alrededor de cincuenta años nos apunta con un revólver que aferra con la mano derecha. En la izquierda aprieta una enorme cuchilla de carnicero. Al tenerlo tan cerca puedo apreciar que es un Colt. Después de todo, no han sido falsas alarmas. ¡Cómo me he descuidado!
ᅳTodos estos años y aquí te tengo de nuevo, amada Rose ᅳdice él, los ojos le brillan codiciosos mientras a mí me asalta la sensación de encontrarme alucinandoᅳ. Hermosa como siempre, no has envejecido ni un día. ¿Lista para venir con tu marido, cariño?
ᅳ¿Lista para qué, James?, ¡maldito asesino! ᅳgrita ella, rabiosaᅳ. ¿Para que me pongas el cuchillo en la garganta y me lo vayas hundiendo de a poco, lamiéndome la sangre? ¿Para que me cantes muere, muere, dame placer?
ᅳ¡Ay, amor, cómo me excitas! ᅳexclama ese ser que parece demoníaco pero que es jodidamente humano, como todos los psicópatasᅳ. ¡Nunca ha habido una mujer como tú en mi vida, mi amada Rose! Es más, nunca ha existido ni existirá otra mujer como tú. Ven conmigo. Esta vez te prometo que seré bueno. Sólo jugaré con alguna chica, de vez en cuando.
ᅳParecida a mí, ¿verdad? ᅳle pregunta ella, no sé cómo se llama esta muchacha pero va ganando mi admiración; no se ve asustada, se nota que siente una enorme aversión hacia ese deshecho humano.
ᅳParecida a ti, amor, ya te he dicho que como tú no hay otra.
ᅳNi siquiera te preguntas por qué estoy aquí ᅳexpresa ella, mirándolo con ascoᅳ. Igual que siempre, el mundo gira a tu alrededor. ¿No te extraña verme?
ᅳPara nada ᅳresponde él, negando con la cabezaᅳ. He visto tu rostro reflejado demasiadas veces.
ᅳLo supongo ᅳdice la mujer cuyo nombre desconozco, aunque debo reconocer que casi le creo la mentira, aunque sé que está ganando tiempo para que desarme a ese delincuenteᅳ. Has asesinado a cincuenta chicas.
ᅳLo dices con un tono que haces que suene mal ᅳse enfada el hombre por primera vez y, de esa forma, puedo percibir esa frialdad asesina que debieron de sufrir las chicas muertasᅳ. ¿Por qué no me entiendes? Ya hablamos de ello la otra vez.
ᅳSí, antes de que me mataras ᅳdice ella, poniéndose delante de mí muy lentamente, para no llamar la atención del psicópata, ¿intenta protegerme sin que él se dé cuenta?, no entiendo nada.
ᅳ ¡¿No has vuelto para volver conmigo, Rose?! ᅳse extraña él.
ᅳNo, he vuelto porque me han asignado una tarea ᅳexpresa, yendo hacia el asesino, poco a poco, está muy cerca.
ᅳ¿Qué tarea? ᅳla interroga, hipnotizado con sus movimientos sensuales, ella sigue desnuda.
ᅳEvitar que sigas matando ᅳle responde, muy calmada.
ᅳ¡Entiendo! ᅳgrita el psicópataᅳ. Tratas de protegerlo a él. Los he visto. He visto cómo te le tirabas encima, perra. Pero si vienes conmigo te perdono, los perdono a los dos. Nunca he matado a un hombre pero siempre hay una primera vez para todo. ¿Entiendes, Rose? Lo voy a matar lentamente. A tajos, no con una bala, para que sufra mucho. No me dará el placer de siempre pero si pienso en cómo te follaba, seguro que me sentiré inspirado.
Ella se encuentra pegada a él y tiende la mano hacia el Colt.
ᅳ¡Te mato! ᅳgrita el psicópata, desesperadoᅳ. ¡No me obligues a disparar!
Pero la mujer que amo y cuyo nombre desconozco no le hace caso. Así que, cuando está a punto de aferrar el revólver, el asesino dispara un par de veces.
Las balas entran en el cuerpo pero no le hacen mella. Ni siquiera sale sangre. Ella gira el Colt y dispara en dos ocasiones. Directo al corazón del asesino. James Hartman cae fulminado.
ᅳSiento haberte engañado ᅳexpresa, dándose la vuelta y mirándome con amor, las lágrimas se le deslizan por las mejillasᅳ. De verdad soy Rose Hartman. Debería haberte explicado todo. Debo irme.
ᅳ¡No te vayas! ᅳexclamo, llorando.
Ella se desvanece, apenada. ¡Y yo te odio con toda mi alma, colega!
[*] Grijalbo Mondadori, S.A, Barcelona, 2000, página 411.
[**] Sólo dame un poco de tiempo, nena
Porque sabes
Incluso cuando nosotros estamos separados
que mi corazón está todavía contigo.
Cinco horas más hasta que la noche sea nuestra
y vuelva contigo.
NOTA.
1389 palabras tiene este capítulo, sin contar las aclaraciones y la nota.
En el vínculo externo he dejado The Revelation, que forma parte del soundtrack de la película Red Dragon, con la intención de que lo escucharais mientras se iba resolviendo el enigma. También la canción de Chris Brown y Deorro, que puse en multimedia, Five more hours.
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