3. El reflejo del alma.

«Ante su mirada, por la cual parecía estar mirándome mi propia alma, se derrumbó toda la realidad, hasta la realidad de mi deseo sensual hacia ella».

El lobo estepario, Hermann Hesse [*].


  Y aquí estoy yo, con Rose, violando todas las normas del cuerpo, pues la he traído a mi casa en las afueras de Boston, a sabiendas de que pisoteaba nuestra relación policía/testigo. ¿Reconoces que, al menos, una buena parte de la responsabilidad recae sobre ti, colega?

  Abro la puerta y entro primero para encender la luz. Giro y me entretengo contemplando sus movimientos sublimes; el contorno de las caderas generosas, que me tientan al caminar. El pecho grácil, del que tampoco consigo despegar la vista. Parece etérea, hecha de luz...

  ¿Tú imaginabas que el amor me volvería tan tarado? Me da miedo de que nuble las señales de advertencia. Que la exponga a la venganza del asesino, sin percatarme de ello. Al venir, por un momento he temido que el malnacido nos escoltase, pues me ha parecido que un todoterreno nos seguía. Pero al llegar a la urbanización ha continuado de largo por la ruta, en tanto que nosotros doblábamos. ¡Falsa alarma!

  Tonto, tonto y mil veces tonto. Porque, no contento con arrancarla del bosque de coníferas, me le acerco. Le levanto con la mano el rostro, bello como una madrugada. Y la beso, no consigo contenerme. ¡Ella luce tan en su sitio, enmarcada por mi sala! Deseo ayudarla, protegerla, alejar de su vida todo peligro. Quiero quedármela, como si fuese un cachorrillo abandonado.

  ¿Será porque se parece a la chica asesinada que ha roto mis defensas? O quizá, colega, me ha contagiado la sensiblería. Culpa tuya, por supuesto, como todo lo que ha acontecido esta noche.

  Rose no se aleja. Al contrario, se apoya sobre mí, y, al sentirla, recuerdo que no llevo ropa interior. Solo nos separan mi pantalón, su vestido ligero y poco más. Cuando percibo que no se opone, profundizo el abrazo y el beso y la arrastro en dirección al dormitorio. Parece que la sensación de pertenencia es mutua.

  Seguimos, ceñidos, hasta dejarnos caer sobre el lecho. La cortina ha quedado corrida desde la mañana, me he olvidado de cerrarla. Así que, a pesar de que las luces están apagadas, la luna, las estrellas y la iluminación de la calle impiden que en la habitación reine la penumbra.

  Mientras, continúo besándola, distraído. Sintiendo que las ganas de hacerle el amor borran la lógica. Me da la impresión, incluso, de que una sombra se cierne sobre el marco de la ventana. Fuera, en la zona oscura. Dejo de besarla y miro en esa dirección. Otra falsa alarma, debe de ser el búho que habita en el hueco de la entrada.

  Me desprendo de los brazos de Rose. Enciendo el equipo de música y vuelvo casi corriendo de nuevo a ella. El cd que se escucha en estos instantes es el soundtrack  de mis películas preferidas. Las notas de Run to the church me acarician los oídos, igual que las manos de mi chica el pecho. Debería levantarme y poner algo más romántico. Tipo Lost star, de Maroon 5, que vuelve loca a todas las mujeres, imagino que a Rose también. Por aquello de:

But are We all lost stars.

Traying to light up the dark, [**]

  Lost stars:  ella y yo somos dos estrellas perdidas, solitarias, que hoy se han juntado en la más trágica de las historias. No dejo de pensar en cuántas muchachas parecidas a Rose habrá asesinado este psicópata.

  Muevo la cabeza, alejando de mis pensamientos toda la sangre. Yo la protejo. La abrazo más fuerte, como si deseara hacerla parte de mí. Ella me mira con extrañeza pero no dice nada. No comprende el miedo que me invade al reflexionar en lo cerca que ha estado de las garras poderosas de ese buitre.

  Para no continuar por esos derroteros le empiezo a desabrochar el vestido. No lleva sujetador así que, al tiempo que se lo quito, me recreo besándole los pechos. Su presencia, así entregada y confiando en mí, hace que me crea uno de esos caballeros medievales defendiendo a mi señora, con el hacha siempre dispuesta para rajar a aquel que pretenda hacerle daño o alejarla de mí.

  No me puedo contener. Nos acariciamos con desesperación y, en medio de la calidez de este amanecer que despunta, nos convertimos en uno. ¡Cuánta pasión hay en cada movimiento! No puedo soltar su cuerpo. Aún fresco, a pesar de que el fuego abraza al mío y le traspaso el incendio.

  Pero debo hacerlo porque el teléfono de la sala timbra, impaciente, una y otra vez. Voy hacia allí, renuente. Observo que es el número de la central, así que reprimo las ganas de desconectar el aparato.

ᅳDisculpe que lo moleste, teniente ᅳescucho la voz de Clifford después de mi saludo malhumorado: odio tener a Rose lejos, culpa tuya también.

ᅳ¿Qué ha pasado? ᅳle pregunto, veo que en el móvil hay más de diez mensajes suyos, no los he escuchado porque estaba en silencio.

ᅳNo sé cómo decírselo pero el caso se ha complicado más aún...

  Noto que duda, no sabe cómo brindarme la información. Un escalofrío me sacude a lo largo de la columna vertebral. Sé que la noticia conseguirá que el horror se incremente. ¡De la que te has salvado, colega! ¿No te sientes miserablemente culpable? Durante años te lo refregaré por el hocico.

ᅳHemos encontrado cincuenta cadáveres. Contando los huesos del árbol y la muchacha de esta noche.

ᅳ¿Seguro, seguro?

ᅳDesde que se fue con la testigo hemos estado desenterrando mujeres. Por lo que parece, todas de complexión y rasgos similares. Claro que aún queda mucho para darle datos con total certeza.

ᅳYa sé, Clifford, que esto es la realidad y no CSI, no necesita advertírmelo ᅳmanifiesto, vertiendo toda mi rabia por tanta atrocidad.

  Solo pienso en Rose.



[*] Alianza Editorial, Biblioteca Hesse, Madrid, 2002, página 195.


[**] Pero todos somos estrellas perdidas.


Intentando iluminar la oscuridad,


NOTA.

  Esta parte tiene 1.000 palabras exactas, sin contar la nota. En el vínculo externo dejo Run to the church y en multimedia la canción de Maroon 5 a la que se hace referencia en el capítulo.

  NuriGiRu: Cada vez que pienso en Adam Levine me acuerdo de tu Víctor.

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