Helena
Helena llevaba vivo el tacto de su hijo como el pétalo de una flor. Sabía que le costaría superar una pérdida, nunca le enseñas a una madre a cómo lidiar el dolor tras la muerte de un hijo. Antes que ella se fuera a dormir, no había nadie que le preguntara algo sobre la vida, el universo o la muerte; no había nadie a quien esperar. La habitación de Nicolás permanecía tal como la había ordenado él. Helena ponderó la idea de quitarse la vida. Nunca lo hizo. Por el amor a su hijo. Algún día volverían a verse. Algún día. Cuando ella tuviera el pelo gris y arrugas por todo el cuerpo, tal como lo había soñado Nicolás. Siguió trabajando, sin embargo, inició tratamiento contra la depresión. Las citas con la psicóloga eran esenciales en su proceso de sanación. Los señores Cooper ayudaron a Helena a superarse, le dieron la debida capacitación para que trabajara en su organización.
Cierto viento que se escapaba del bosque, llegaba a visitarla a casa.
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