"Prefacio"

   La campana de la escuela sonó. Era el fin de la jornada. De los salones salieron todos los estudiantes jugando y riendo. Era viernes. Momento para ir a casa o emborracharse. Jessica y yo teníamos la posibilidad de hacer ambos, por lo que nos quedamos dentro de nuestros respectivos salones conversando y decidiendo. Nuestras amigas se despedían de nosotras, y nuestros compañeros de clase igual, dándonos abrazos y deseándonos lo mejor para el futuro. Era el último día en el que estaríamos en la preparatoria, ya que a estas vacaciones les seguiría la universidad. Yo había pasado los exámenes de la universidad, y sólo esperaba paciente a que fuera momento de entrar. Jessica igual había pasado el examen, pero había sido en una universidad muy lejana a la mía. Habíamos sido amigas cercanas desde muy pequeñas, y parecía ser el momento en el que nos debíamos de separar. Odiaba un poco el hecho de que Jessica tuviera aspiraciones al diseño, ya que esto no conectaba por completo con lo que yo quería estudiar -nutriologia- y obviamente no podríamos vivir juntas o compartir la experiencia universitaria. Ella sentía lo mismo. Ambas sabíamos que estas vacaciones de verano serían la última oportunidad para pasarla juntas. Nada volvería a ser lo mismo cuando entráramos a la universidad. Ella tenía sus planes, y yo tenía los míos;

   - ¿Sabes quien más se irá a la misma universidad que yo? - le dije a Jessica. Ella era usualmente algo chismosa, y se enteraba de todo lo que le pasaba a todos en el salón de clase. Me respondió señalando a una chica del otro salón. En aquél entonces desconocía por completo su rostro, pero identificaba su cabello. Era la única chica rubia en toda la generación, así cómo yo era la única pelirroja. Su nombre era Azul, y siempre había sido un misterio. Era delgada, linda y con un cuerpo bastante escultural, pero por alguna razón nunca hablaba. Siempre estaba callada, y parecía evitar el tener contacto con los demás dentro de la escuela. Decían que tenía toda una vida fuera del colegio, y que por lo mismo evitaba estar cerca de quienes la acompañábamos en la escuela. Cuando Jessica la señaló me sentí estúpida. La niña extraña sería la única persona que seguiría compartiendo la escuela conmigo

   - Creó que piensa estudiar Psiquiatría, así que supongo la seguirás viendo en el campus - volvió a decir Jessica, esta vez con una intención más burlona, ya que notó que la noticia de Azul siendo mi compañera no me había complacido del todo. Le di un pequeño golpe en el brazo, y está comenzó a reír. Tanto Jessica como yo eramos chicas algo comunes. No eramos populares, pero tampoco podíamos decir que eramos partes de las perdedoras o de las fáciles de molestar. Eramos dos simples chicas. Jessica era la más linda de las dos, siendo morena, alta y gozando de un cuerpo bastante lindo comparable al de cualquier modelo. Yo no tenía el mejor, o el peor cuerpo del mundo. Era delgada, y a pesar de que muchos chicos me podían considerar linda, siempre fui de una personalidad algo extravagante. No me gustaba llevarme con cualquier tipo de persona, ya que muchas no entendían mi forma de ser. 

   Jessica y yo pasamos un buen rato conversando. Pensamos en que hacer para celebrar el hecho de que ya nos largábamos de la preparatoria. Estábamos por convertirnos en adultas, y viviríamos solas por primera vez. Esperamos un buen rato para dejar el salón. La escuela se encontraba ya casi vacía cuando giré mi mirada hacía los pasillos. Ambas nos levantamos, y preferimos caminar un rato al rededor del colegio. Al fin y al cabo sería la última vez que estaríamos aquí cómo estudiantes. Tal vez deberíamos recordar los buenos momentos, para de esa manera avanzar y continuar con nuestras vidas. Jessica puso música con su celular, y comenzamos a caminar por los al rededores del colegio. Conversamos un buen rato acerca de noviazgos. Yo nunca había tenido una relación realmente seria, pero Jessica había tenido montones. Estuvimos recordando a muchos de estos chicos, los cuáles parecían en realidad estar completamente obsesionados con la idea de ella haciéndoles caso. Era una chica muy atractiva, y usualmente yo le molestaba con eso. No le gustaba que la reconocieran como una reina de belleza, y me gustaba ver su rostro de enojo cuando yo bromeaba sobre-exagerando su belleza. Hablábamos de algo así cuando llegamos a la cafetería del colegio. Jessica tenía una adicción por el café, así que se dirigió a la cafetería -la cuál aún estaba abierta- mientras yo la esperé sentada en una banca. En ese momento miré a mis al rededores. La cafetería. Aquí había visto cosas que me habían realmente hecho sentir algo. Recuerdo haber visto aquella vez a un chico gordo, comiendo de su plato como animal mientras su camisa se notaba cada vez más y más apretada. 

   Nadie lo sabía, pero yo no era una chica completamente normal. Guardaba un secreto gigantesco dentro de mi. Un secreto que no dejaba, ni pensaba que alguien debería saber. Era algo que había sentido desde mi temprana pubertad, y que creí se iría con el tiempo, pero no era así. De muy pequeña recuerdo sentirme fascinada con la idea de un cuerpo gordo. Me encantaba verlos. Me encantaba imaginar lo que se sentía ser alguien con sobrepeso. Nunca fui gorda, ya que me cuidaba para evitarlo... pero muy adentro de mi lo deseaba. Pensar en ello hacía que mis piernas se entumecieran y mi vagina se humedeciera. Con el tiempo descubrí que esto era un fetiche. Una fijación sexual. Se llamaba Feederism, y realmente encajaba la mayoría de las cosas que me parecían excitantes. Me gustaban los cuerpos gordos. Me gustaba ver gente pasar de delgada a gorda. Quería engordar. El mayor problema era que honestamente sabía que nadie vería esto cómo algo bien. Nadie sabía que me gustaban ese tipo cosas. Era mi secreto. Muchas veces fantaseaba cuando me tocaba. Fantaseaba con un día liberarme de esa carga de intentar complacer a la sociedad. Me imaginaba engordando. Creciendo. Siendo feliz, para pronto venirme y darme cuenta de mi realidad. No era posible. Nunca llegaría a ser gorda y ser amada. Me encantaría ser gorda, pero le tenía mucho miedo a la soledad. La gente gorda siempre terminaba sola y soltera por toda su vida. No quería eso. Quería llegar a tener relaciones con otra gente. Quería ser amiga de las chicas lindas, y no ser señalada como la gorda del grupo. Podría decirse que mi inseguridad cruzaba fronteras y límites. 

   Ese día Jessica y yo dejamos la escuela a las cinco de la tarde, para decidirnos por ir a una fiesta que haría nuestro grupo. Sería la última vez que veríamos a la mayoría de las personas de nuestro salón, por lo que pensamos sería lindo despedirnos de esa manera. Pasé a recogerla a las nueve de la noche, y llegamos a la fiesta una media hora después. Nada había comenzado, y sólo nos encontrábamos nosotras, un par de chicos y Azul. Pensé en acercarme a ella para hablar de que iríamos a la misma universidad y facultad, pero me daba algo de pena. Tras contener todo el valor posible, suspiré y me acerqué a ella;

   - Hola, ¿Cómo haz estado? - le dije sonriente. Ella contestó fríamente, y trate de continuar la conversación. Le hablé acerca de extrañar el colegio. Le hable acerca de lo que nos depararía, y fue ahí cuando le mencione que compartiríamos la misma facultad. No pareció importarle - ¿En que zona vivirás tú? - volví a decirle. Contestó, y dijo algo que me estremeció. Ambas viviríamos en el mismo edificio, con mi departamento al lado del suyo. Ella no se demostró muy entusiasta, pero al menos intento no verse grosera. Me pareció divertido seguir hablando con ella, y a pesar de que ella me ignoraba parcialmente, sabía que seguiría viéndola. Probablemente nos volveríamos más cercanas de lo que queríamos. Al fin y al cabo seriamos vecinas del mismo piso. Sería algo imposible tratar de evitar el contacto. Ella parecía sentir lo mismo, por lo que se comportó un poco menos fría y alejada cuando conversábamos. Fuimos interrumpidas cuando llegaron los chicos con el alcohol y algunas otras cosas. La fiesta empezó realmente en ese segundo.

   Creó que eran al rededor de las tres de la mañana. La mitad de las personas estaban ebrias, y la otra mitad en alguna otra droga. Yo estaba sobria, pero bailaba acompañada de mis amigas. Estábamos pasando un buen momento, y parecía ideal que se acabará en algún punto. Uno de los chicos ya algo ebrio tropezó, y cuando menos me di cuenta tenía mi espalda repleta de vodka con refresco. Deje de bailar, y miré al chico algo furiosa. Estaba muy ebrio, no tenía sentido decirle algo al respecto, ya que no podía controlar nada de lo que le pasaba a su al rededor. Caminé algo apresurada hacía el baño, para poder limpiarme la espalda y tal vez secar un poco mi espalda. En el baño tomé un pedazo del rollo de papel, y mirándome en el espejo comencé a limpiarme. Partes de mi vestido se habían humedecido, pero no era algo que realmente lo arruinará o me hiciera sentir mal. Secaba lentamente, y cuando giré vi por un momento mi trasero en el espejo. Era redondo, y lindo... pero pequeño. Aquél auto-odio que mi amor por el Feederism causaba, regresó. Me vi parada en el espejo. Me enderecé e infle mi panza donde más podía. Era pequeña. Cómo cualquier chica promedio, tenía unas pequeñas lonjitas, pero que no eran realmente nada. Vi mis piernas, las cuales encajaban mi peso. No eran gordas ni delgadas, pero eran algo lindas. Me vi a los ojos. Estaba por convertirme en una adulta, y no tenía idea de cómo actuar ante eso. Había tantas cosas escondidas dentro de mí, que no tenía ni idea de que esperaba el mundo. No sabía que sería de mi una vez que viviera sola. Volví a ver mis ojos, y di una sonrisa tímida. Tal vez era momento de aceptarlo. Tal vez no debía odiarme más. Tal vez debía dejarme llevar, ahora que viviría sola. Toque mi panza, y lo supe. Quería ser una universitaria gorda, y estaba decidida ha lograrlo. 

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