77. El Dilema del Príncipe.
Capítulo dedicado a XaAanny gracias por todos tus comentarios y por siempre seguir la novela (aguantando todas las cagadas de Kalena y Ciro👀)❤
El cuerno anunció el comienzo del fin.
El sonido parecía salir desde la garganta de una criatura antigua, retumbó en mis oídos con la energía de un centenar de ejércitos. En Ketrán no había campanario, no desde que había caído durante el derrumbe del Templo, por lo que debieron recurrir a los antiguos cuernos de caza.
Era necesario poner la ciudad en alerta para el momento en que llegara el ataque, esa había sido la primera orden, no podían encontrarnos indefensos. Ellos contarían con esa ventaja, y cualquiera que pudiéramos quitarle tenía que servir.
Blak rugió a mi lado, como si estuviera de acuerdo con mis pensamientos.
──Están todos listos, comandante ──avisó Arsel.
Los gritos de los hombres eran de puro júbilo. La algarabía era más propia de una taberna durante la madrugada, que de un ejército besando los labios de la muerte.
De un momento a otro, callaron. Vantha me guio hasta el frente de la infantería, un grupo de unos quince soldados, con el que avanzamos hasta encontrar a los mercenarios en el punto de reunión.
La entrada de Ketrán estaba ocupada por los canales de cultivo, por lo que tendrían que haber asistido con una cuadrilla pequeña para cruzar el puente.
──Buenas noches, barón, me alegra encontrarlo despierto. Me hubiera lamentado tener que despertarlo solo para tener que dormirlo otra vez.
Era una mujer, por su forma de hablar también era una noble. Traté de recordar las casas menores de Kanver en donde gobernara una matriarca. No era la manera rápida de reducir opciones, tenía al menos seis en mente.
Bolque. Deitor. Camer. Grimma…
──Veo que se tiene confianza, mi señora ──respondí──. Admirable cuando son un número más reducido. Arsel me dice que son al menos tres mil, sin embargo, el ruido no parece ni el de trescientos soldados.
──Le propongo un trato ──alardeó──. Rinda su ejército y les mostraré misericordia, o enfrénteme y colgaré su cabeza en la pica más alta.
Sonreí.
──Una gran casualidad. Pensé en ofrecerle el mismo acuerdo. ──Bajé mi tono para hablarle a Arsel──. Quiero que apaguen todas las antorchas, no quiero nada que ilumine las calles.
──¿Tiene algo en mente?
──Déjemelo a mí.
──Esta ciudad no tiene una buena defensa. No está preparado para un ataque. Ríndanse, barón ──continuó vociferando.
──Le demostraré que los muros no son lo único que defiende a un pueblo del avance enemigo, mi señora, cuando se escasea de una facultad, empieza a tener que utilizarse otra.
──Morirás esta noche. ──Toda la seguridad del primer momento había desaparecido, con ella el ruido de cascos alejándose.
Sonreí en respuesta para después cabalgar de regreso hacia Ketrán. Blak estaba inquieto, podía sentirlo al acecho entre los soldados.
Desde que estaba en Ketrán se había vuelto así, la conexión se había estrechado con tanta fuerza que bien podría ser algo tangible, como una fina cuerda que lo obligara a seguir mis pasos, y a la vez obedecer los suyos.
Al desmontar, acaricié el lomo de Vantha antes de que la llevaran a los establos. Su inquietud era igual a la de Blak.
──No deben ser más de trescientos, Killian. ──La calma de Arsel era increíble en comparación──. Podremos con ellos.
──Se escucha demasiado segura, como quien tiene la victoria ganada ──expuse──, no planea enfrentarnos, vienen a tomar la ciudad. Nos atacan de noche, seguramente quería encontrarnos con las defensas bajas. ¿Ya abrieron los túneles?
──Preparados.
──Quiero que apaguen cada vela en el palacio y pongan en marcha lo que les enseñé.
──¿Cree que el entrenamiento haya servido? ──Por primera vez escuché la duda en la voz de Arsel.
Solo lo había escuchado el día de la Junta de los Cinco y parecían haber pasado mil años desde entonces.
──¿Le rezas a algún dios, Arsel?
──Al Arakh.
──Bien, pídele descanso para los muertos de esta noche.
Oscuridad. Era todo lo que veía, había tomado poco descubrir el inicio de los pasadizos que conectaban el palacio de Ketrán con su templo y de ahí al puerto. Como Kalena había señalado, se accedía a los túneles mediante pasadizos colocados en los templos, aunque no dudaba que debía haber muchos más. No tardamos en enviar cuadrillas a vigilar y despejar los recovecos.
Pero era hora de atacar.
El chapoteo del agua me avisó que ya estaban cerca.
Una sombra.
Blak se removió a mi lado, pero no emitió ningún sonido, en cambio, en su quietud, el soldado detrás hizo tintinear su espada.
Por un momento dudé del plan, pero el silencio volvió a invadirnos completamente. Tan profundo y pesado como lo era la oscuridad, aliados uno del otro.
──Por acá ──escuché la voz de un hombre a lo lejos.
──Ahora ──susurré.
Solté a Blak y él se lanzó como la fiera que era. Tan sigiloso como siempre. Fui consiente de que había alcanzado su objetivo cuando los gritos llegaron a mis oídos.
──Ahora ──repetí.
Como lo había ordenado, el ataque de Blak fue el detonante para los demás soldados. El rugido del acero contra acero y los gritos de hombres caídos fue lo único que me llegó.
Me puse en marcha, el olor de la sangre me invadió y volteé hacia el hombre que se había lanzado a mis espaldas. Su sangre regó sobre mi puño y manchó el mandoble de mi espada.
¿Cómo podremos localizarlos?
Su armadura es pesada, harán ruido a cada paso. El acero que los protege, los condenará.
¿Cómo nos protegemos nosotros?
Entre las sombras, ellos no nos verán.
¿Cómo haremos para no atacarnos entre nosotros?
¿Cómo reconoces a un hermano?
Uno de mis soldados atacó a la derecha, no emitió ningún sonido cuando escuché el lamento del hombre sentenciado por el acero.
Decidí utilizar el mazo que, aunque más pesado, precisaba de menos coordinación, permitiéndome más libertad en los movimientos y más probabilidades en el ataque.
El ambiente se sumió en tanto como pudiera oír, tocar y oler. El olor a sangre era fuerte en batalla y pronto estuve rodeado de él. Los enemigos salían de todos lados, entre el choque de las espadas, el crujir de los cascos y el gruñido de la derrota.
Desde las sombras, todo parecía más fácil de hacer. No podías temerle a un enemigo al que no veías.
Sentí un fuerte corte en el rostro y el golpe en la parte trasera de mi cabeza me aturdió. Por un momento no pude percibir nada más que una fuerte aguja clavándose en mi mente, mi espalda presionada contra la pared.
El olor agrio de un aliento fermentado me llegó hasta las fosas nasales.
Las espadas y los golpes pasaron a un segundo plano.
──Usted será un buen premio, barón.
¿Cómo lucharás contra un enemigo que no puedes ver?
Aferré el agarre del mazo y devolví, arremetiendo tantas veces como fueran necesarias, hasta que el desplome metálico a mis pies me avisó que había terminado.
Alguien atacó a mis espaldas, pero antes de que el acero me alcanzara escuché el rugido de Blak.
¿Cómo ves en la oscuridad, Killian?
Cuando salimos a la noche pude sentir la nieve cayendo sobre mis hombros. No, no era nieve, nunca nevaba en Ketrán.
Una herida me ardía en el rostro. El corte debió ser profundo porque cuando tanteé, pude sentir la carne expuesta debajo de mi piel.
──¿Está herido?
──Estoy bien. Guía el ejército de vuelta al palacio.
──Sí, señor.
Le había cedido el mando a Brael. Sabía que no era el más fuerte, el más joven, ni tampoco el que tenía más experiencia, pero su vozarrón era fuerte, claro y podía enviar a miles de soldados a la batalla.
Su capacidad de liderazgo era mejor de la que podría tener el mejor de los guerreros con su espada. Solo con escucharlo, hasta el más cobarde de los soldados saldría corriendo en busca de gloria.
Por un momento deseé poder ver la pelea. Recibí imágenes de un gran ejército peleando en la nieve, pero el castillo no era ese y los guerreros no tenían ojos.
Escuché los cascos del caballo acercarse y acaricié su pelaje hasta tomar sus riendas.
──¿Cómo lo hiciste, Arsel?
──Están en el palacio, barón, lo esperan en la sala del trono.
Monté con la ayuda de Vantha, luego hinqué mis talones a los costados del caballo, y Vantha no tardó en guiarnos de vuelta hasta los muros de la ciudad. Habíamos realizado el camino por los túneles hasta abandonar el asentamiento de Ketrán, por lo que me tocó cabalgar de vuelta a la ciudad.
Al llegar, la multitud parecía inquieta, quejas se levantaban entre los ciudadanos que no habían permanecido en el resguardo de sus casas. Aun así, me tocó ignorarlos para dirigirme hasta el palacio.
En el mismo salón donde había sido condenada Fennella, me recibieron las quejas de una joven mujer.
──Suéltame ──gritó ofuscada.
──Ríndase, perdió ──concluí.
──Es usted un vil tramposo, ganó con artimañas, con magia, con esa bestia que siempre lo acompaña ──dijo y tuve que reconocerle que aún derrotada su voz continuaba brillante y poderosa──. No hay honor en su victoria.
──Le fueron abiertas las puertas del palacio, no hay mejor hospitalidad que esa ──respondí──. Incluso considerando que no debería tenerla con usted. Habla de artimañas cuando intentó escurrirse por las alcantarillas y asaltarnos en medio de la noche.
──Está muerto. No es más que un…
──Manténganla encarcelada ──la interrumpí──, los soldados que capturen, arrójenlos a los calabozos y a los heridos, mátenlos.
──Es un cretino. No tiene honor.
──Entenderá que no pienso gastar recursos en unos mercenarios que solo buscaban arrasar con una ciudad desprotegida. Voy a conservarla, mi señora, conténtese con eso.
──Barón ──interrumpió la voz de un joven.
──¿Qué ocurre?
──Son los prisioneros, señor, la Tarrigan aprovechó el ataque para escapar ──dijo con preocupación.
Y esperaba que estuviera muy lejos.
──Ya veo. Que manden un grupo de soldados para realizar un rastrillaje por el bosque, no puede estar muy lejos. ¿Eso es todo?
──Y la tala, quiere verlo…
──Llévame con ella.
Golpeé tres veces el suelo, el bastón chocando contra una superficie áspera que nada tenía que ver con los pisos pulidos del palacio.
──¿Dónde estamos?
Podía escuchar el correr constante del agua, con la suavidad de un susurro.
──Es uno de los patios interiores del palacio ──me recibió Agar──. Aquí es donde se prepara a los muertos para su ascensión, en Ketrán no los queman, sino que los entierran para devolverlos a la Madre.
También había sido así en Kanver, antes, mucho antes de que Escar impusiera sus costumbres y sus dioses.
Caminé hasta chocar con lo que supuse que, siguiendo el relato de Agar, debía ser un féretro. El olor a sahumerios quemados cargaba el ambiente.
──¿Quién?
El silencio que le prosiguió a mi pregunta fue incriminador, pero más bien percibía que era yo quién estaba siendo sometido a juicio.
──¿Deberías preguntarlo? ──punzó──. Creí que debías suponerlo.
──Tú se lo avisaste, le dijiste el plan, tampoco esperaba que fuera de otra forma. ──Mejor aún, debía haberle mostrado su destino.
Una expedición en medio del bosque, un ataque repentino que ocasionaría la muerte del Vark. Una muerte rápida y sin sentido, un accidente que rozaría lo patético, el fin que merecía.
Uno que no dejara lugar a la historia de un mártir ni cualquier signo de grandeza.
──Era un grupo de ladrones y un escudero lo traicionaría mientras él se defendía del ataque ──narró con cadencia──. Robarían sus pertenencias para dejarlo sangrando en medio del camino.
──Una muerte sin honor, la única que merece. No voy a permitir que muera como un héroe en batalla, cuando lo haga, su nombre será polvo en el viento.
──Sabías que lo avisaría. ──Ni siquiera se inmutó.
──Lo supuse.
──El veneno, mandaste a eliminar los frascos ──prosiguió con la lista──. Lo querías muerto.
──Él cavó su tumba, no hice más que acelerar el ciclo natural de las cosas.
La siguiente vez que habló, ya no pudo evitar la conmoción.
──Ciro está moribundo, agonizando, tu plan dio resultado y morirá en un par de horas. Kalena está esperando su destino, justo ahora, será condenada por hechicería y asesinato. Se arriesgó para salvarlo.
Presioné mis puños al borde de la furia, hacia mí mismo, hacia la insensatez que me había guiado a un laberinto. Levanté el bastón para dar tres golpes al féretro, sería mejor que muriera de una vez, pero incluso así seguía siendo motivo de desgracias.
──¿Dónde se encuentra ella?
──Está en una celda esperando su veredicto, estableció un vínculo de consoroes y si Ciro muere, ella también, incluso si no pudiera concretarse el vínculo. Ella morirá condenada por homicidio. A no ser que no haya homicidio en primer lugar.
Ese era el punto a dónde había querido guiarme.
──Mi puesto como barón no me concede la habilidad de revivir a los muertos, lamentablemente ──le recordé.
──Eres más que eso, Killian, mucho más, y lo sabes ──adoptó un tono suave y serio, acentuando el timbre oscuro de su voz──, cuando escuchas susurros en la oscuridad, cuando sientes las sombras removerse a tu compás, es como energía hormigueando en tu cuerpo. Eres un Raguen, Killian.
──¿Qué me estás pidiendo, Agar?
Escuché el eco de sus pasos al acercarse y sentí la suavidad de sus manos cuando sostuvo las mías, acarició mi mejilla dejando un ardor leve, al rozar esa zona noté que el corte había desaparecido.
En lugar de respuestas, me mostró imágenes de una habitación en silencio, vacía, era el palacio de Ketrán y pude deslizarme entre sus pasillos como sombras.
De repente no estaba en Ketrán, sino en Kanver, era de noche, todo estaba a oscuras, mi madre caía dormida a los pies de la cama y mi melliza estaba recostada sobre su lecho. El fuego de la vida había escapado de su cuerpo.
Los hilos se mostraron frente a mí, fue tan fácil como prender una vela. O evitar que se consumiera por completo.
Luego todo volvió a fundirse en negro.
──Lo hiciste una vez. Tienes dualidad, Killian, vida y muerte. Puedes salvarlo... Salvarla a ella.
Puse distancia entre nosotros, como si fuera tan fácil apartar sus ideas.
Lo que me pedía, incluso implícito, parecía como una mala burla de los Dioses. No creía en ellos, no reconocía sus caras ni daba fe de sus milagros. Jamás había creído en ellos, no hasta entones, no hasta ser objeto de una broma tan cruel que no podía devenir del azar, había sido premeditada por un dios mezquino, o un puñado de ellos.
──Me estás pidiendo que salve al asesino de mi padre.
──No te estoy pidiendo nada ──acotó──, te expliqué la situación. Tú sabrás qué hacer y no hago más que mostrarte tus opciones.
Negué con tanta vehemencia como merecía.
──Solo tienes que decidirlo.
──¿Qué? ──Mis ideas se agolparon sin un orden preciso.
──Si la amas más de lo que lo odias.
Kalena. ¿Por qué había hecho eso? Se arriesgó para salvar a un tipo que no podía ver más que por él mismo, se había dejado influenciar por un amor que no había sabido devolverle nada. Todo por un miserable. Lo odié porque ella lo amaba, lo odié aún más por no merecerlo.
No pienso desperdiciar un buen vino en un montón de cadáveres.
──No puedo salvar al hombre que mató a mi padre, Agar. ──La sola idea me enfermaba.
──Entonces déjalo morir ──lo dijo de forma tan rotunda que quizás podría haberle creído.
──Si hago esto, no podría vivir con algo así. Sería derramar sangre sobre mi apellido.
Y si no lo hacía, la perdería a ella. Perdería a Kalena, y a todos los momentos que no habíamos compartido. ¿Sería igual de incauto al aferrarme a ella como lo hacía?
──Dime algo, Agar, dame una razón para hacerlo sin pensar que soy un traidor.
Pude escuchar un leve siseo, las sombras me pedían que no lo hiciera. Esas voces que me habían susurrado por años, de formas más y menos claras. Había vivido toda mi vida en la oscuridad, tenía sentido volverla mi aliada.
──No voy a decirte que la venganza no te traerá paz ni a tu padre de vuelta, no voy a decirte nada que te facilite tomar una decisión que es solo tuya, Killian.
Tragué con fuerza, sonriendo al comprender su seguridad.
──Lo viste, sabes como termina esto.
──No veo el futuro, Killian, veo probabilidades, miles de ellas ──detalló──. Pero el futuro es más caprichosos que las sombras.
Cerca de Agar, podía sentirlas más cerca, retorciéndose como serpientes hambrientas en la oscuridad.
Extendí mi mano hasta el cuerpo, garras parecían tirar de mi brazo, pero me obligué a seguir.
No desperdiciaría un buen vino en un montón de cadáveres.
Lo repetían en una sinfonía retorcida dentro de mi cabeza. Rebusqué, queriendo arrancar su corazón, pero, en lugar de ello, empujé la llama que se escondía muy débil, agonizando en lo profundo de su alma.
Tiré hasta que el fuego ardió, estallando tan rápido que tuve que cerrar los ojos, un reflejo fantasma de lo que fue mi vista alguna vez.
Imágenes cayeron en cascada sobre mi mente. Un joven a la sombra de un hombre mezquino, tirando del poder de su padre hasta convertirlo en suyo.
Las voces llegaron desde la oscuridad.
──No puedes tratarlo así, Ashken, es tu hijo. ──El tono de Arsel sonaba más vibrante de lo que recordaba.
──Es impredecible, Ciro no es alguien en quien debas confiar. Bien sabes que la justicia muchas veces es cruel, pero él… sus castigos son innecesariamente sádicos.
──Crees que es un mercenario.
──Y aun así sigue siendo mi hijo, no lo quiero menos por eso, pero me mataría si eso le permitiera ascender. Lo que necesitamos es un gobernante noble, capaz de actuar con honor y coherencia, alguien capaz de unir al pueblo y no de dividirlo.
Escuché pasos en la habitación, de alguna forma sabía que estaba muy lejos de Ketrán, incluso del presente.
—Puedes haber amado mucho a su madre, pero no conoces al hijo, Ashken.
Cuando volvió a hablar, su voz adoptó el frío del metal.
──Es mi hijo, es suficiente con eso.
──Ciro nunca lo permitiría.
──Mi idea no es permitir que se entrometa.
Luego todo desapareció como agua frente a mí, las voces murmurando debajo de la superficie hasta desaparecer.
El negro volvió a sumirse en un profundo silencio, hasta que el olor a incienso volvió a llenar mi nariz.
──¿Qué fue eso?
Nunca había podido lograr algo así, tuve visiones, planos lúcidos que descartaba como meras ilusiones al ver las imágenes con un sentido que ya había perdido hace muchos años.
Esa vez había sido diferente, como si hubiera estado ahí.
Entendí que el resto de las veces no fueron más que los recuerdos y visiones de Agar, lo que ella me permitió que viera.
──¿Por qué, Agar? ¿Por qué alguien como tú, estaría de su lado?
──Tu madre perdió su vida por ti ──indicó──. Tuvo que dejarte ciego para evitar que te mataran, ¿no es eso injusto? Llegaron un día y arrasaron con toda la caravana, no dejaron nada. Los padres de Kalena murieron en el mismo ataque.
──Así que está bien si él somete a la población.
──No somos rivales.
──¿Y si lo fuéramos? ¿Y si me levantara contra lo que crees, Agar? ──increpé──. Estás renegando de un dictador para someterte a otro.
Los pasos hicieron eco en la habitación.
──Eres muy persuasivo, Killian, y es una lástima que no entiendas el poder que posees.
──No lo toques, Arsel ──amenazó Agar, su voz apoderándose de un tono grave.
Los pasos se detuvieron.
──En cuánto él revele que es uno de los Oscuros, perderá el apoyo de su ejército. ──Debía hacerla entrar en razón.
──Ya tiene otro, uno mejor, más fuerte, y puede que no lo entiendas ahora, Killian, pero podrías ser parte de él. Tu madre murió por ser una Raguen, porque tú lo eras. Lo eres.
Mi madre fue condenada por ser una Raguen, y mi padre murió a manos de uno. Uno que cree en una supremacía.
──Entenderán, que como un buen conciliador, me gustaría encontrar un punto medio.
El siseo de un espada en el aire, el grito de advertencia de Agar y luego las sombras habían acudido a mi llamado, cortando un camino hasta que las sentí envolverse sobre mí.
──Por el fuego del Arakh.
El asombro de Arsel me dio el momento para atacar. Unos brazos me sostuvieron y noté que eran los mismos hombres que habían peleado a mi lado solo unos momentos antes.
──No puedes hacerle daño, Arsel.
──De hecho sí, y lo haré, tranquila, lo arrojaré al fondo de un calabozo, pero vivirá, una vida larga y miserable. Todo el tiempo que necesites.
No podía ver nada. Nunca había podido. No recordaba el tiempo en que había podido hacerlo. Pero encontré la forma de guiarme, de ver, de salir, tantas veces como para aprender a hacerlo una vez más.
Los susurros seguían ahí, al filo de la oscuridad, seguían cerniéndose con paciencia, aguardando el momento del ataque y rogando porque los soltara.
Así que lo hice.
Igual que había hecho esa vez en el bosque, los liberé para dejarlos encontrar a sus víctimas en la habitación.
Una luz tenue apareció en medio de la oscuridad, reconocí la presencia de Agar una vez me soltaron, Blak rugió desde las sombras.
──Si te vas no serás diferente a ellos. ──Incluso en medio del caos, Agar no perdió ni un momento su entereza──. Pídeles que se vayan.
──Estuviste manejando mi poder a tu antojo, por años, Agar. Te obedecieron muchas veces, pide que te obedezcan una vez más. Igualmente, no se perderá nada con la muerte de un traidor como Arsel.
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