59. Aves de Presa.

Moví mis dedos y la hoja bailó al compás, de un lado a otro, como atrapada por hilos invisibles, hasta que la dejé caer. Poco a poco iba recuperando la energía.

Lo necesitaría para lo que planeaba hacer.

Después de lo que había ocurrido, pensé que Killian declinaría mi proposición. La vez que lo había visto en la biblioteca la verborragia me había ganado, pero dentro del libro una misiva era más clara y concisa al expresar mis palabras.

Le había pedido y me había explayado en explicaciones para sacar a Alister sano y salvo de Ketrán. También incluí en mis peticiones asilo para él en alguna de las ciudades exteriores, sabía que no le costaría porque su padre se había pasado la vida entablando relaciones, construyendo y solidificando sus propias influencias fuera del interior de Escar.

Por la forma rápida en la que consiguió el apoyo de Terrán, no sería un problema para Killian Vaetro.

A cambio de eso, había prometido un montón de información que todavía no había conseguido. Ciro nunca me dejaba dentro de sus planes, ni a mí ni a nadie, sospechaba que incluso dentro de su mente había rincones guardados con más recelo que el resto.

Me hallaba tan sumida en mis pensamientos que apenas escuché la llegada de Killian, Vantha era una bestia aún más imponente y enorme en medio de la noche.

Salí desde la oscuridad de los árboles que me resguardaban.

La cena seguía en el palacio y estaba segura que duraría mucho más, le había dicho a Ciro que quería descansar y él coincidió en que era lo mejor. Escapar del palacio no era la tarea más difícil, pero salir de los muros de Ketrán hubiera sido imposible, si no hubiera sido el mismo Alister quien me permitió escapar en el anonimato.

──Ten cuidado, Kal, siempre fuiste inteligente, confío en que así seguirás. ──Demasiado serio cuando me lo dijo.

Pero en ese momento los muros de Ketrán habían quedado atrás, lo único que nos rodeaba era la espesura del bosque y el anonimato de la noche.

Killian desmontó sin problemas.

──¿Y bien? ──me dio pie en un tono rotundamente cortante.

Me pregunté si no sería incómodo, luego de abrirse de esa forma, una parte de mí decía que mentía, porque ya había comprobado la soltura con la que salían las mentiras, otra parte estaba arrastrándose por no poder corresponderle de la misma forma.

En mi fuero interno fui más sensata, Killian estaba encantado con una idea de mí que se había hecho, quizás su parte noble lo había llevado a enamorarse de la que veía como una joven indefensa en busca de ayuda, en ese caso, mientras más pronto me conociera más rápido se iría el encanto.

──Blak está cerca ──avisó──, es un animal nocturno y suele cazar de noche, los caballos es mejor dejarlos acá. ¿Trajiste vestido?

No había tenido tiempo de cambiarme desde la fiesta.

──Sí, pero me adapto.

Killian asintió mientras se guiaba con su bastón hasta atar a Vantha. Quería ayudarlo, pero había notado que era demasiado orgulloso en ese aspecto y quizás hubiera tomado mi ofrecimiento como una ofensa.

──Quiero una ruta rápida para Alister ──indiqué──. Si se escapa por el Río Astor, una orden de Ciro podría detener su huida en cualquier puerto.

──Él no debe conocer estos terrenos, es una buena idea, llevar a tu hermano hasta las Islas de Katreva, desde ahí será más fácil hacerlo subir hasta alguna de las ciudades exteriores, Fajrak es una buena opción ──expuso como si lo estuviera detallando en su cabeza──. ¿Y la tigresa?

──Nívea también está de caza. ──La mayoría de las veces no tenía una noción clara de por dónde andaba, pero al momento en que pensaba en ella no tardaba en aparecer.

Podía percibir su presencia entre los árboles, como una conexión, solo estaba ahí. Tan natural como el aire que se conecta a los pulmones.

Mientras más nos metíamos en la maleza, más odiaba el hecho de llevar un vestido, y más aun uno de los elegantes vestidos de fórea. Al menos la capa que lo cubría evitaba que las ramas se engancharan en la delicada tela.

──¿Cuándo perdió la vista? ──indagué.

Killian iba eligiendo los lugares donde pisar, primero el bastón, después su pie, debido a la irregularidad del relieve en el terreno y su gran habilidad (o al menos experiencia) para moverse a ciegas él, era quien iba al frente.

──No me acuerdo ──respondió──, pero mi padre siempre cuenta que convulsioné de fiebre y mi madre me llevó a una caravana tala.

──Donde lo trajeron de la muerte.

──No volví de la muerte si eso quieres saber, cuando desperté ya me había curado, pero nos tuvimos que quedar una semana más, desperté ciego ──narró──. Pasé el tiempo jugando con los demás tala, al volver mi madre me envió con… una criada mientras ella iba a visitar a una prima de Las Tres Cruces, cuando llegué a Kanver me enteré de que murió en un ataque, un robo, y ahí empezaron las historias. Mucho más interesantes, por lo que escuché.

Me mordí los labios sin saber qué decir, erré uno de los pasos, cerca de un pequeño río que apenas era una línea de agua bordeada de piedras, Killian me detuvo antes de caer. Agradecí el soporte aunque tuve que dejarlo, cuando me soltó volvió la inseguridad de caminar a ciegas.

Era tan frustrante como para enojarme.

──Mis padres eran tala y nunca llegué a conocerlos ──le conté en lugar de darle las condolencias.

Parecía haber algo hipócrita en lamentarte por la muerte de alguien no conocías, pero al menos así podía demostrarle que entendía su situación. Una parte, quizás.

La verdad era que no tenía rostros o anécdotas que añorar, extrañar a unos padres que nunca había conocido y que me habían tirado en un templo, quizás era tan hipócrita como lamentarte por la muerte de un desconocido.

──Siento lo de su madre. ──Cambié de táctica.

──Está bien, su muerte no la hace menos especial para mí. ──Había una tranquila aceptación en sus palabras que me resultó reconfortante.

La quería, había sufrido por ella y aun así era capaz de dejarla ir, conforme con conservar sus recuerdos.

──Es usted un hombre muy centrado, Vaetro.

──Finjo más de lo que soy, me gusta guardar apariencias y cultivarlas con mentiras ──expresó──. El tipo ciego que volvió de la muerte y que tiene una inquietante pantera donde va ──agregó con falsa solemnidad, luego volvió a su habitual monótono──. Me gustaría que no me hablaras más de usted, después de haber hecho el ridículo hace un rato dame al menos algo de falsa cercanía.

Intenté medirlo, pero no podía distinguirlo con precisión, apenas el contorno de su figura contra la espesura del bosque.

──A veces es difícil saber si me estás tomando el pelo.

Killian rio de forma baja y agradable. Estiró su mano para sujetar mi brazo, justo en el momento en que Nívea cruzó delante de mí.

Tambaleé, pero Vaetro nos situó sobre tierra plana y firme.

──Encontró algo ──me percaté.

Killian se arrodilló y pronto Blak estuvo junto a él. O quizás siempre había estado, era tan silencioso como una sombra. ¿Esa había sido la forma en la que pudo prever mi caída las dos veces?

──Debe ser alguna ronda de vigilancia. ──Se mantuvo atento al ruido, pero cuando hice un pareo no vi nada fuera de lo normal──. Están cerca.

El silbido de un pájaro como una melodía dulce, pero perturbadora cuando no sabías de dónde provenía.

El crujido de una rama, muy leve, muy lejos, luego el golpe firme contra mi cabeza lo volvió todo real.

¿De dónde habían salido?

El estallido punzó en mi cabeza, pero me obligué a mantenerme en pie, aun cuando sujetó mi pelo en un puño doloroso.

Por si hubiera requerido su ayuda, Killian tenía su propio problema peleando contra un hombre delgado, menudo y tan ágil como una daga.

──¿Cuánto pagará el rey por ti, preciosa? ──El aliento a alcohol golpeando mi nariz mientras me sujetaba el brazo.

Ni siquiera era un buen agarre, el captor me sostenía como a una muñeca de trapo, sin pensar en la posibilidad de que intentaría luchar contra él.

Recé a los Dioses y ahí estaba, fluyendo entre los árboles, acariciando las ramas, alcé la mano en una cachetada que guio una ráfaga que dejó al hombre fuera de mi alcance.

Comprobé que se removía contra las hojas secas y la tierra, todavía donde mi golpe lo había dejado.

Killian seguía luchando con ese hombre, se veía cansado y con un leve reflejo noté que tenía varios cortes sangrando en sus brazos.

Levanté las hojas al viento, de un lado a otro, pero el hombre lo eludió con una agilidad desconcertante. No eran miembros de una patrulla de vigilancia, eran mercenarios y dónde había mercenarios, había alguien pagando el precio por tener tu cabeza.

Blak se lanzó contra su atacante, pero fue esquivado una y otra vez, Nívea se unió, pero falló sin adelantarse a ningún movimiento del hombre, quien se movía como si fuera un hábil bailarín y no un cruel asesino.

Vaetro seguía desangrándose en la tierra. Fui hasta él, mientras las bestias mantenían la danza del mercenario.

Me estremecí al notar la humedad roja de los cortes, Killian estaba perdiendo demasiada sangre para cortes tan superficiales, su sangre fluía como si se desbordara por una presa rota, fuera de su cuerpo.

Como agua.

──Es un Raguen ──me avisó con voz apagada──, y un centinela, enseguida nos van a caer más.

Lo quería ayudar y a la vez parecía que tocarlo empeoraría todo. Su tez se había tornado de un horrible tono ceniza, hice todo por mantener su respiración a un ritmo constante, pero no podía hacer nada por el problema principal, por el hecho de tenerlo desangrándose.

──Miren lo que trajo el viento ──se burló una voz a mis espaldas──. Ni siquiera tuvimos que ir por usted, varkesa.

──No te acerques ──le advertí.

Nívea permanecía agazapada detrás de él, Blak se había posicionado en guardia junto a su dueño, pero ninguno de los dos parecía tener preocupado al mercenario.

Sus ojos eran pequeños y su nariz alargada como la de un ave de rapiña, al observarlo mejor noté que en realidad no era tan menudo ni tan delgado, su agilidad lo hacía parecer así, pero debía tener mi estatura y quizás un poco más.

Igualmente, ya escuchaba los pasos urgentes de sus compañeros, quince al menos, con sus armaduras anunciando su camino.

Alcé ambas manos para formar una ráfaga y ahí me detuve, como si dos esposas invisibles me retuvieran.

Era un Raguen y, si había logrado controlar sangre sin siquiera mantener la vista en Killian, era uno demasiado poderoso.

──Libérame ──batallé en vano, el pánico reptando por mi cuerpo.

──No luches, su muerte será casi misericordiosa. Yo me preocuparía más por ti.

Un pájaro pasó aleteando junto a mi pelo, una melodía marcó su paso hasta que desaparecido otra vez, podía seguir escuchando su canto como si saliera de todos lados. Era enloquecedor.

Apenas estaba juntando las piezas cuando un grito quedó ahogado detrás de mí, hasta entonces recordé al tipo que me había atacado en primer lugar.

El Raguen alzó una mano y no se escuchó nada más, todavía estaba pasmada cuando asintió en mi dirección.

──Le exploté el corazón.

Escuché algo, una especie de llamado, casi como respiraciones ahogadas, solo leves susurros en el viento de sombras que ondeaban entre las cortezas de los árboles.

Me removí con más fuerza, en busca de liberar mi agarre, mientras veía las sombras revoloteando a mi alrededor. Ahí fue cuando entendí el horror y el miedo que un Raguen podía despertar, la desconfianza a lo desconocido y un poder que no parecía ponerse un límite.

No dudé en mirar a Killian, pero sus ojos estaban cerrados, con fuerza, aun así fijos en el suelo.

──Killian ──imploré.

Apenas logré pronunciar palabra cuando una sombra se acercó a mí, su roce fue casi imperceptible y aun así tan frío como el infierno. Al mover mi mano, liberada, creí que la perdería por congelación.

Jamás había visto nada parecido, figuras negras que se removían en el aire, siseando de manera tétrica.

──Killian ──insistí para que detuviera eso.

Sacudí su pecho con desesperación, pero cuando abrió sus ojos eran negros, indescifrables, desde su pupila hasta tocar sus pestañas, nada más que tinta negra apoderándose de ellos.

Grité su nombre como si necesitara traerlo de un lugar lejano, porque quizás así era.

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