51. El Levantamiento de los Caídos.





La sensación de ahogo trepaba en mi interior, quemando, era consciente de mi cuerpo tenso y en alerta, como había estado desde que llegué a Ketrán.

La situación me sobrepasaba y podía sentir la voz de mi padre taladrando en mi cabeza mientras caminaba, escalón a escalón, pesando como el descenso al abismo.

──Lo mejor sería hacer un patrullaje y...

──No ──interrumpí a Arsel──, quiero soldados resistiendo al pie de las escaleras del palacio, que ningún noble salga y pongan una guardia en la habitación de Fennella Tarrigan, que nadie entre.

Era una inconsciente, si alguien llegaba a entrar y descubría que ella no estaba, si notaban que se había escapado detrás de ese soldado, le daría al vark la razón que quería para destruirla.

──Killian, escuchaste a Beltrán...

──Me cago en Beltrán.

──Entonces escúchame a mí ──gruñó con rabia──, no nos podemos atrincherar y dejar que esa gente se descontrole.

──Son plebeyos, desarmados ──remarqué──, no quiero ningún soldado fuera. Rodeen el palacio, cuiden las entradas y nada más. No voy a ser yo él que empiece una masacre.

Arsel no me respondió, entendí que se había ido dominado por el cólera.

La voz de otro soldado me alcanzó.

──Barón, los Ketrán quieren saber qué se hará.

──Que permanezcan en el salón y esperen a que todo pase. Nada más.

──Entendido, comandante.

En momentos así deseaba ver más que nunca, ¿cuántos eran?, ¿qué tan grande era la multitud?, ¿qué tantos los destrozos?

Perdido como iba en la impotencia, un caballo casi me atropelló cuando llegué al pie de las escaleras. Pegué un traspié que casi me hace caer.

──Mucho cuidado, tala ──gruñó el soldado.

Pero me concentré en el animal frente a mí, extendí la mano y se acercó hasta que pude acariciar su suave pelaje.

──Vantha.

──Es un caballo salvaje, pero con paciencia es posible domar al animal más testarudo ──indicó la tala.

Su voz me pareció tan dulce y agradable como lo fue la primera que la conocí en Escar. Tan familiar.

Centré mi atención en el caballo frente a mí, acaricié el pelaje de Vantha, relinchó como si me reconociera. El tacto de unas manos sobre las mías; a diferencia las de ella eran suaves y delicadas.

"¿Cómo puede ver si es ciego?"

Una corriente subió en oleadas, una extraña energía me recorrió, fluyendo para encontrarse con la fuerza, la presión que había estado bullendo en mi interior.

Una imagen se abrió ante mis ojos. No. Dentro de mi mente.

Una gran ciudad, lo veía desde lo alto de una pirámide, abajo algunos de los edificios tenían la misma forma, reconocí el templo y un cuartel de soldados.

Una gran multitud en un aglomerado frente al Templo, mientras el recinto era destruido por las llamas, el fuego lo envolvía de forma terca y caprichosa, con la misma necedad que la gente permaneció enfrente, escuchando los desvaríos del Karsten, quizás aprovechando la conmoción del pueblo para guiarlos hacia un dios mezquino.

La ciudad ardía en caos, veía todo a través de una leve catarata.

El Templo era el único de los edificios principales que no seguía la arquitectura de Ketrán, por el contrario, se extendía en una gigantesca torre que terminaba en un campanario, como una espada apuntando al cielo. En medio de los gritos y la conmoción, el edificio se resquebrajó, las grietas abriéndose paso hasta que la parte superior del edificio sucumbió para caer, aplastando a la multitud de gente.

Mujeres, niños y hombres, enterrados entre los escombros.

Después desapareció.

Sujeté la mano de Agar antes de que pudiera alejarse.

──¿Pasa algo, su merced?

──¿Qué hiciste? ──exigí.

──¿Qué podría haber hecho? ──replicó, entretenida con su propio cinismo.

──Comandante ──instó uno de los soldados.

Agar deslizó su mano lejos de la mía, no necesitaba comprobar que se había ido, su partida se sintió como el correr de un río, fluyendo fuera de mi alcance. Como si hubiera algo real y palpable entre nosotros. Algo que nos unía.

──Comandante...

──Preparen una centuria, vamos a bajar ──ordené.

──Me alegra ver que cambió de opinión, barón. ──Beltrán había llegado en el momento menos oportuno.

No le daría el gusto, cuando estaba claro que buscaba dejarme como un inepto frente a todos.

Tanteé hasta encontrar el fuste y monté con rapidez.

──La verdad es que no ──repliqué al sostener las riendas──, esta es mi tierra y sigue siendo mi problema. Estoy a cargo.

──Entonces lo sigo, imagino no tendrá problema con eso. ──La voz del vark estaba cargada con la arrogancia que parecía ser común en él y que me gustaría sacarle a golpes.

──Como quiera.

Espoleé para adelantarme y con suerte perder a Beltrán, el recuperar a Vantha me dio la seguridad que necesitaba para recorrer las calles. Con todo lo ocurrido, todavía podía sentir el choque que experimenté con el toque de Agar.

Me obligué a concentrarme en la escena, podía escuchar el caos lejano, gritos, guardias dando indicaciones a lo lejos.

La ciudad en llamas y los soldados tratando de reprimir lo que parecía inevitable. Dejé que Blak me guiara hasta el foco de la cuestión, el olor a humo quemaba en el ambiente y lograba mitigar el frío de la noche.

"¿Cómo vas a luchar contra enemigos que no puedes ver?"

──¿Problemas, barón?

Hice lo posible por ignorar la voz de Beltrán.

──Arsel, quiero soldados en cada área, que corran la voz de que el que no vuelva a casa será puesto prisionero ──ordené──, y manda un cuerpo de soldados para terminar con el incendio del Templo.

──Sí, comandante.

──Todo el que esté ocasionando disturbios lo quiero encarcelado, sin distinciones ──proseguí.

──Entendido, comandante.

Recordé a las mujeres, niños y hombres desarmados en la visión.

──Y no repriman.

Luego continué, dejando que Blak me guiara hasta el Templo, las órdenes de los soldados se sumaban al desorden y los gritos envolvían el ambiente.

──Llegamos, señor.

Asentí antes de desmontar, recordé la imagen que había visto clara en mi cabeza y subí las cortas escalinatas. Igual que en la visión, podía escuchar la voz del Karsten resonando en la plaza y se calló, seguramente, al verme llegar.

Blak me indicó el lugar hacia la multitud.

──Killian Vaetro ──me recibió el Karsten.

Pese a la poca distancia que nos separaba, seguía hablando tan fuerte como para ser escuchado por todo su público. Tenía el tipo de voz para ello, fuerte e imponente, de la clase que hacía las mentiras más creíbles.

──Fue de muchísima ayuda ──lo saludé, tendiendo mi mano para dar por terminada su perorata.

Para comenzar con el discurso, alcé la voz lo suficiente para que todos me escucharan, en la lejanía el caos seguía gobernando, pero tenía la atención de la multitud frente a mí.

Quería voltear y ver el Templo, saber si estaba tan cerca de derrumbarse como logré contemplar.

──Ciudadanos de Escar y Ketrán, miembros de la casta de Vaetro, sé que estamos atravesando tiempos difíciles y es el momento de fortalecernos, no podemos esperar hacer frente a un ataque enemigo mientras destruimos todo detrás de los muros.

»No vamos a dejar que el miedo y el desconcierto se lleven ninguna vida esta noche, por eso les pido vuelvan a sus casas, mis soldados van a hacer guardia toda la noche y mañana un comunicado pondrá fin a esto.

»Pero esta noche no quiero más muertes de las que tuvo que sufrir Escar, tenemos que terminar con las guerras entre hermanos que vienen azotando nuestras tierras.

»Sé del contenido de la carta, y sé que su motivo no es otro que el de dividirnos, dejar el puerto a merced de las ciudades exteriores para acabar con lo que tanto les costó construir a nuestros ancestros.

»Acusaciones de brujería y felonía, como si hubiéramos vuelto al tiempo de la persecución, no van a ser toleradas. ──Mi boca casi seca, las siguientes palabras fueron veneno en mi paladar──. Los Beltrán sirvieron por siglos a Escar y su hijo sirvió una vez más al Imperio al aplacar la ambición del Vark Drazen, un hombre ciego de poder que nunca pudo entender lo que necesitaba Escar.

»Mi familia conoció este Imperio incluso antes de que hubiera surgido, no vamos a dar lugar a la estimación de una carta que bien podría ser falsa. La casta Vaetro nunca defraudó a su pueblo y no lo hará ahora, Ketrán recibirá la ayuda que necesita. Vuelvan a sus casas, duerman y mañana esto se habrá solucionado. Nadie va a morir esta noche y durante mi mandato nadie derrumbará los muros de Ketrán.

Encontré cierta calma en los gritos que le siguieron. Era todo lo que necesitaba. Calmar a la bestia.

Si necesitaban escuchar un montón de palabras vacías, bien podrían escuchar las mías.

"Lo importante no es que resuelvas o no la situación, sino que le hagas creer a ellos que no hay forma en la que no podrías", todavía recordaba la voz de mi padre. Me aferré a eso.

──Muy bien hecho, barón. ──La presencia del Karsten seguía sin gustarme.

¿Por qué había congregado a los fieles a los pies de un edificio en llamas?

──Es mi deber ──concluí──. Considerando que el Templo fue destruido, se le será asignada una habitación en el palacio.

──Se lo agradezco, barón, la Madre lo guíe.

Me dirigí a otro de los soldados, en mi camino hasta Vantha.

──Pon más soldados a patrullar y no quiero que nadie entre o salga de Ketrán hasta averiguar quién empezó los disturbios. ──Por la forma en la que reaccionó la gente, creía que el estallido tendría que venir de otra parte──. Y ponle custodia al Karsten.

──Sí, comandante. ──Por más que intenté no pude reconocer su timbre de voz, tan cantarina como una flauta.

──Asegúrate que la plaza quedé vacía. Traigan más soldados si es necesario.

Salí a realizar el patrullaje por mi cuenta y desmonté para caminar con más libertad entre las calles, esperando que el discurso y la presencia de los soldados fueran suficientes para terminar la revuelta.

Uno de los soldados me tendió el bastón y me abrí paso entre las calles.

──Llévame al cuartel.

Mientras más caminaba, más sentía que lo hacía sobre vidrios rotos, el desastre en Ketrán volvía imposible transitar y con cada reporte de daños que me llegaba, más me convencía de que eso no podía ser algo casual.

¿Por qué la gente se levantaría sin atacar el palacio?

Antes de un estallido siempre venía una presión, una calma asfixiante que anunciaba el caos, pero había hablado con los nobles desde mi llegada y ellos no podían estar tan ajenos al clima de opresión en la ciudad.

──Señor, ¿quiere revisar el cuartel? Lo que quedó. ──Su voz era grave, casi rota, pero su tono estaba lejos de mostrar entereza.

──Nadie dijo que atacaron el cuartel...

El primer golpe me dio de lleno en el estómago y el segundo estalló en mi mandíbula, hice lo que pude por permanecer de pie y logré detener el segundo con el bastón, antes de dar en su naríz, donde un leve crujido me avisó del triunfo.

El gusto metálico de mi sangre me avisó que me había roto el labio.

Blak rugió desde algún punto a mi derecha. Un grito y otro golpe que llegó desde mi izquierda, uno atrás de otro, retrocedí esquivando cada uno de ellos. Al chocar contra la pared, usé el bastón para golpear la cabeza del tipo, lo hice a un lado esperando que estuviera atontado y sujeté su cuello con fuerza para tirarlo hacia atrás y presionar su garganta.

"No tienes tiempo para eso".

Un movimiento y sostuve su cabeza con fuerza mientras le rompía el cuello, para más rapidez rebusqué la daga entre mi uniforme y la enterré en su cuello. Un chorro de sangre corrió por mi mano y cayó como un peso muerto a mis pies.

Un agarre me atrapó, tirando de mi pelo hacia atrás. Tragué con fuerza.

──Tullido de mierda. ──El aliento ácido quemó junto a la daga en mi garganta──. Me vas a pagar por esos hombres.

Antes de que pudiera arremeter, un corte liberó la daga de mi mano.

La sensación pesada volvió a apoderarse de mi cuerpo, con más fuerza, casi como cadenas pesando y envolviéndose para presionar mi límite.

──Voy a hacer que Blak se coma tus bolas enfrente tuyo.

Podía sentirlo rondando cerca. Buscando una forma de alcanzar al tipo.

──Dile a esa cosa que se aleje. Ahora.

──Míralo, es casi una lástima que lo tengas que matar. ──No sabía de dónde había salido, pero la mujer sonaba entretenida con mi situación──. Podríamos llevarlo y venderlo como prisionero en las ciudades exteriores. Ellos no se van a enterar.

──¿Nunca tuviste de enemigo a un noble, no?

La presión en mi cuello se volvía cada vez más fuerte y los colores bailaban en mi vista. El eco de los disturbios cada vez más lejanos y las voces se distorsionaron demasiado como para entenderlas.

Intenté respirar pero resultaba inútil.

Estaba seguro de que no resistiría mucho más, al borde del desvanecimiento, cayendo en la asfixia y con el cuchillo todavía en la garganta.

El fuego lo inundó todo, el aire se volvió caliente cuando al fin logré respirar; apenas conseguí evitar el impacto con mis manos e igual terminé con la cara enterrada en el polvo. Tosí varias veces antes de girar y aspirar una bocanada de aire.

El rugido de Blak resonó en la noche.

──Arriba, Vaetro. ──El desdén no parecía abandonar nunca a su majestad.

¿Qué mierda había pasado?

Sabía que me estaba tendiendo la mano, porque parecía del tipo que siempre necesitaba reafirmar su autoridad. Lo ignoré para ponerme de pie como podía y Blak no tardó en acercarse.

──Un grupo de mercenarios encubiertos, muchos ni siquiera tienen el corte de la Guardia ──soltó Beltrán──. ¿Sabes por qué te atacaron?

──No tuvimos tiempo de presentarnos. ──Mi voz fue lo más parecido a un gruñido y el hablar solo empeoró el ardor en mi garganta.

No entendía lo que acaba de pasar y por qué Beltrán me había ayudado con esos tipos, pero podía estar seguro de que todo había sido planeado. Llevarme hasta ese lugar, matarme y bien darlo como un incidente de la revuelta.

Por lo menos ya tenía un motivo para el levantamiento.

──Si esa bestia no la hubiera matado, le podríamos haber sacado buena información ──dijo Beltrán, seguro refiriéndose a la mujer que había escuchado antes.

──Son mercenarios, nadie nunca les dice de parte de quién van.

Aunque, quizás. "¿Nunca tuviste de enemigo a un noble, no?"

──Barón, déjeme atenderlo.

Mucho antes de reconocer la voz de Agar, fui consciente de su presencia. Las cadenas ahora parecían tirarme hacia ella, pero ya estaba demasiado cansado como para luchar contra eso.

Tocó mi garganta y presionó, el dolor me obligó a alejarla, pero otra parte quería tirarla más cerca.

Al final fui tan sensato como para poner distancia entre ambos. Blak se pegó a mí, como un escudo.

──Estoy bien ──imposté──. Ya pasó.

Agradecí no tener que ver el escrutinio en sus miradas. Respiré con fuerza cuando uno soldado irrumpió en escena.

──Señor, encontramos a la varkesa.

Todo era un desastre, la desolación recorría las calles y aunque estuviera protegida por el anonimato, no podía dominar la aprensión de que cualquiera de ellos fuera a reconocerme como una bruja.

Después de lo que había hecho en el palacio, ya no tendría vuelta atrás. El poder de Ciro no podría protegerme.

Mi poder no podría protegerme.

Mi primer idea había sido ir hasta el cuartel, pero el edificio quedaba prácticamente en la entrada de la ciudad, y al cruzar por el desastre en el Templo no pude evitar acercarme.

Nívea se escabulló hasta lo que quedaba del recinto, la torre superior reclinada hacia un lado, como una anciana encorvada y demasiado cansada para mantenerse en pie.

Los soldados hacían lo que podían por aplacar la ira del fuego. Realicé un pareo como si pudiera encontrar a Ciro, pero él no estaba por ningún lado.

Me acerqué, todavía cubierta, para abrirme paso entre la multitud que se reunía al frente. Desde ese ángulo, la torre lucía casi como una amenaza sobre nuestras cabezas.

Había soldados intentando mantener al margen a los plebeyos, pero la gente estaba siendo pacíficamente obstinada.

──Señorita, no puede pasar ahí.

Apenas descubrí mis ojos, escondiendo mi actitud como algo normal para evitar aspirar el humo del fuego.

──¿Qué ocurrió?

──La joven Fennella estaba rezando, un soldado se lanzó a rescatarla ya hace un buen rato, los están dando por muertos ──se lamentó una mujer a mi lado, apenas podía distinguir el rostro de la anciana perdida en su capucha──. Yo creo que sí, que para este tiempo ya los podríamos dar por muertos.

Alister. Él era el único que podría arrojarse al fuego por alguien. Por ella.

Sin pensarlo, corrí escalinatas arriba hasta el Templo, ignoré el grito de los soldados hasta llegar al arco que sostenía la entrada.

El Templo no tenía puertas porque siempre estaba abierto, al ingresar también estaba vacío y pude estar segura de que ningún soldado se arriesgaría a entrar a buscarme y morir en el derrumbe.

En uno de los rincones, una escalera de piedra subía hasta el campanario. Subir fue asfixiante, con las paredes de piedra caliente cerrándose a mi alrededor.

Tosí con el escozor del humo raspando mi garganta. Nivea a través del horno formado en el ambiente; cubrí mi cabeza, apenas dejando un espacio para ver mi camino.

Cuando llegué arriba pude ver Ketrán desde las alturas, muy tarde entendí que Alister no podía estar ahí. No quería que estuviera ahí, porque eso solo podía dejarlo debajo de los escombros.

El fuego consumía toda una parte del recinto y la otra se había derrumbado para dejar una vista del cielo abierto. Apenas tres columnas hacían un intento pobre por mantener el lugar en pie, pero ya no había nada que sostener.

El viejo campanario había caído para quedar encastrado en el piso de madera.

Segura de que nadie me vería, removí el aire a mi alrededor, el viento se movió al compás de mi mano y lo dejé escapar por un lado del Templo, como si fuera el humo de una chimenea.

──No deberías usar tanto ese poder tuyo ──me avisó una voz a mis espaldas──. Estás cerca de llegar a tu límite y matar a tu.... bebé.

Volteé para encontrarme con la misma anciana que me había guiado hasta ahí. Tarde noté que todo había sido una trampa.

──¿Quién eres?

No era tan vieja como había creído, una vez descubrió su rostro, tenía leves arrugas en las comisuras de sus ojos y su piel tenía un tono casi grisáceo. Tampoco tenía los rasgos de Escar, además de la piel pálida, sus facciones eran muy finas.

──Puedo ayudarte, Kalena, no estás sola. ──La armonía y tranquilidad en sus palabras no me calmaban en absoluto.

Contemplé el vacío y la gente amontonada al pie de la torre, un temblor me dejó en el piso.

──Dame la mano y te sacaré de aquí.

Si esa mujer en serio me quería ayudar, había llegado en el peor momento y de la peor forma. No haberme conducido hasta la muerta podría ser una mejor forma de persuasión.

──Kalena ──insistió con alarma.

Mi mirada estaba clavada en la multitud, una sensación de vértigo me recorrió hasta apretar mi garganta, cerré los ojos cuando el viento me acarició la cara.

──Fuera de aquí. Váyase.

Nívea le rugió en su siguiente intento de acercarse, eso pareció ser suficiente para que la mujer desistiera para perderse entre las sombras.

No me podía mover, el campanario estaba demasiado cerca y un movimiento brusco seguramente lo ayudaría a romper el piso y llevarme con él.

El lugar comenzó a colisionar y la multitud se removió, como hormigas debajo de la torre que cada vez comenzaba a inclinarse más.

Confiaba en que los cimientos podrían retenerla lo suficiente, era un edificio antiguo, podría resistir, pero el campanario y su parte superior caerían sin remedio.

Tenía que salir.

Miré hacia abajo, pero la gente estaba demasiado envuelta en el caos como para percibir su peligro, si caía, los aplastaría a todos. El edificio rugió, cediendo y torciéndose hacia un lado.

Las personas se empujaban unas contra otras, chocando y sin encontrar una salida. La pared se reclinó y pedazos comenzaron a caer. Las columnas quedaron suspendidas en mis manos.

Me puse de pie para tener mayor control, pero el leve crujir en el piso bastó para que el campanario se deslizara por un lado de la torre.

Apenas pude detener su caída, quedó suspendido en el aire, en la leve cortina que apenas podría retener las columnas antes de su colisión contra el piso.

Me obligué a mantener la entereza pese a que cada parte de mi cuerpo hormigueaba, demasiado mareada como para seguir, mis brazos tiraban como si un gigante intentara desmembrar ambos.

La gente debajo se volvió demasiado borrosa y cerré un puño entre mis manos, el gusto salado de mi sangre llegó hasta mis labios.

──¡Déjalo caer, Kesare! ──La voz de Ciro rugía entre los gritos, muy lejos, demasiado.

Cuando Herschel me dijo que había encontrado a Kesare, no había pensado verla así. Exponiendo su condición y su vida frente a todos.

──El infierno me pierda.

──Se va a arrojar ──se alarmó Fennella Tarrigan──, la varkesa quedó atrapada en el fuego.

Tuve que agradecer su don para la actuación, pero era difícil creer que alguien pudiera tragar ese cuento.

Veían a una bruja suspendiendo el campanario en el aire y no había muchas formas de ocultar eso.

La gente se dedicó a contemplar la imagen con una fascinación morbosa, en lugar de ir a resguardarse.

Tenía mis ojos puestos en ella, la sangre caía desde su nariz, podía verlo, el esfuerzo que la llevaría a la muerte por ese puñado de imbéciles.

¿Qué estaba haciendo?

──Déjalo caer, Kesare ──vociferé.

Pero ella no cedió. Mujer estúpida.

──Fuera, todo el mundo fuera de aquí, aléjense de la torre ──empezó a ordenar Vaetro──, los quiero lejos a todos. Hagan espacio.

La multitud seguía pareciendo más interesada en saber qué hacía Kesare, pero la caída de tres escombros fueron suficientes para dispersarlos. Estaba llegando a su límite.

──¡Kesare, ahora!

Pero sabía que no lo haría y no me quedó más que ayudar a Vaetro a dispersar a los plebeyos.

──Fuera, todo el mundo lejos de acá.

Nivea llegó desde algún lado y mentiría si no dijera que ella dispersó a la gente con mucha más rapidez.

Después no vi nada más. Mi mirada estaba fija en Kesare, su figura intentando cargar un peso mucho mayor al que podría soportar.

De reojo veía a los plebeyos corriendo a ponerse a salvo.

¿Qué mierda esperaba?

Kesare estaba pálida cuando al fin dejó caer el campanario y ella cayó también. Iba a correr hasta dónde estaba, pero alguien la había sujetado desde la oscuridad.

Escombros chocaron y rompieron el empedrado en estallidos que resonaron en la ya ruidosa calle.

La torre se reclinó en una amenaza silenciosa, pero, por lo menos por un momento, permaneció en pie.

Me abrí paso entre el gentío, hasta que logré entrar al Templo.

Corrí hasta la entrada, subiendo las escaleras con rapidez y sin detenerme a reparar en nada.

Mi pulso era frenético y una vez detuve la corrida me obligué a respirar con normalidad, fallando ante la urgencia.

Al llegar a lo que quedaba de la parte superior de la torre, la pude distinguir en la penumbra, Kesare estaba inconsciente y un soldado la sostenía en sus brazos.

Apreté la mandíbula antes de acercarme, lo hice a un lado y él se puso a la defensiva antes de moverse.

──Ve a buscar una carreta para llevarla al palacio, y que un máster la espere allá.

Pese a su reticencia, obedeció con presteza. Cuando me acerqué a Kesare, ella seguía inconsciente. Limpié la sangre de su nariz y traté de ignorar la que corría entre sus piernas.

Estaba pálida, fría y sus labios sin color. Una capa de sudor y humo la cubría. Lucía demasiado frágil, la sostuve con cuidado, como si el más mínimo movimiento pudiera romperla y quitármela para siempre.

"¿Por qué hiciste eso, Kesare?"

Con cuidado, pasé un brazo detrás de sus rodillas y otro detrás de su nuca, la pegué a mi cuerpo deseando que pudiera aferrarse a mí. Hundí mi cabeza en su cuello, pero no había nada. Estaba inerte. Sin vida.

Quería romper a quién sea hubiera empezado con esa revuelta. Lo haría.

──No va a morir. ──No estaba de humor para escuchar el sermón de Agar.

──¿Y la carreta?

Agar se acercó para arrodillarse a su lado y tocó su frente con cuidado, permanecí atento mientras la escuchaba murmurar en el idioma extinto.

──No te busques más enemigos de los que ya tienes, Ciro.

En la oscuridad del Templo, entre los escombros y el humo, recordé todas las historias retorcidas sobre Raguen que recorrían el Imperio.

──Quédate con ella, Agar.

──No. ──Se agarró con fuerza a mi brazo──. Piensa en lo que haces.

Pero solo podía pensar en Kesare, en la palidez sepulcral de su rostro y el olor a sangre que la envolvía.

Es un capítulo largo pero no lo quería dividir para no cortar el suspenso

¿Qué les pareció?

¿Quién creen que quiso matar a Killian y por qué Ciro lo salvó?

Muchas estaban preocupadas por el embarazo de Kalena pero la verdad mi idea nunca fue que lo tuviera pero eso sí, va a traer muchas consecuencias...

Gracias por leer♥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top