49. El Legado del Capitán.


Estaba harta de ser manejada por el palacio.

Madame Eleyne insistió mucho en que me acostara y, para que me pudiera dejar en paz, así lo hice.

Cuando al fin estuve segura de que andaba perdida por ahí, me levanté para ir en busca de Ciro.

Mientras caminaba por los pasillos, iba armando y desarmando el discurso de lo que le diría, encontraba una forma correcta de decírselo para descartarlo al momento, pensar otra solo para volver a la primera.

Con cada paso dudaba más en su reacción, ¿se enojaría?, ¿me echaría la culpa?, ¿se pondría feliz quizás?

Acaricié mi vientre sin notarlo.

Mi primer plan había sido buscar alguno de los soldados y decirle que fuera por Ciro, que le avisara que lo esperaba en la Sala Zafiro.

Pero eso no hizo falta, porque lo encontré al doblar en uno de los pasillos.

No estaba solo, sino que Terra Saer lo acompañaba, ella le sonrió y él se inclinó hacia ella. Agradecí no estar tan cerca como para haber escuchado que se decían, porque sabía que no soportaría si lo escuchaba decir que la deseaba, como no podía soportar la forma en la que sus ojos grises la miraron antes de que los dos ingresaran en la habitación.

El sonido del portazo resonó en los pasillos y dentro de mi mente un buen rato, como un zumbido que me dejó la cabeza embotada.

Al salir del pasmo, tuve la idea de ir hasta allá y encarar a Ciro, a eso iba cuando alguien me colocó ambas manos sobre los hombros.

Me derrumbé ante ese estúpido gesto de lástima.

──Ay, querida.

Como un trapo, dejé que Gaella me guiara hasta dentro de la sala, y una vez ahí me recibió la imagen de una chica con ojos vidriosos y lágrimas en las mejillas.

Rehuí de mi reflejo, odiando el rubor que le sumó la vergüenza.

──Mírate, cariño ──Colocó su mano debajo de mi mentón.

──Déjeme en paz.

Gaella negó con la condescendencia de una madre.

──Kalena ──insistió──, mira el espejo, no puede ser la primera vez que veas algo así.

──Él aprovecha que estoy descompuesta para buscarse otra, es un…

──Mira lo que ves ──repitió como si interrumpiera un berrinche──, eres joven y linda, ingenua. Y una estúpida si crees cualquier cosa que él te diga.

Me ahogué con la propia sorpresa en mi rostro.

──Ah, me olvidaba, Ciro es diferente, ¿o me equivoco? Te sacó de ese templo frío y te calentó en sus brazos, en su cama. ──Su voz como un cuchillo filoso, desgarrando mi piel──. Te dijo cuánto te quería, que tan importante eras para él y cuánto te necesita.

No respiré y Gaella prosiguió con una sonrisa de suficiencia.

──Y nuestro capitán es tan fuerte, tan joven, tan atractivo. ──La burla se deslizó sobre su voz──. Era tan fácil creer en sus palabras. Te dijo que tan encantado estaba por ti y seguramente lo esté. Hoy, y mañana, pero luego pasará el tiempo, los hijos; y esa belleza que él encontraba en ti, la buscará en otras.

»El capitán seguirá teniendo su poder, pero tú ya no tendrás tu belleza. Como todo hombre, encontrará otras jovencitas, si te tiene la consideración suficiente, no conocerás a ninguna.

──Pero usted y el señor Ferro...

Tenían una hija pequeña, y al verlos era imposible creer que alguno de los dos no creyera en el amor.

──Nos casamos después de que yo haya enviudado, es diferente. Un soldado de cuarenta años, retirado y con el sueño de crear la familia que nunca había tenido. Obviamente su andar no es el mismo que el de un tipo que no llega a los treinta.

──Pero lo amas.

──Todo el tiempo que él me ame. ──La astucia delineó su sonrisa──. Una mujer inteligente jamás amaría hasta estar segura de ser correspondida.

──Pero no siempre se puede estar segura.

──Una mujer inteligente nunca se enamoraría de un hombre como el capitán ──se corrigió.

──¿Nunca cometió un error?

Gaella esbozó una gran sonrisa ante mi enojo, la forma en la que sus ojos delineados brillaron con diversión fue insultante.

──Siéntate, te contaré una historia.

Ella ocupó uno de los sillones, mientras se servía un vaso de ravén.

──Pero si quieres ir y hacerle una escena de celos, por mí está bien ──agregó──. A él quizá no le importe, pero seguramente es algo que encantará a la Corte por un buen tiempo.

Permanecí tiesa en mi lugar, contemplé la puerta con desesperación e impotencia, mientras la imagen se repetía en un bucle dentro de mi cabeza.

──Si lo encuentras en pleno acto seguro sea más dramático, del tipo de drama que aman esparcir en Kanver.

Me dejé caer en uno de los sillones, derrotada. Rechacé el vaso que me tendió y ella volvió a sonreír, como si hubiera comprobado un punto.

──Tenía dieciséis años cuando mi padre me casó con un noble de Valtra ──comenzó──. Guárdate esa cara para después, que todavía no escuchaste nada, continúo, él era también joven y apuesto. Mi marido tenía unos dieciocho, y yo había escuchado un montón de historias sobre campesinas desposadas por viejos, así que sabía que había sido afortunada.

»Él me hizo sentir afortunada mucho tiempo, unos dos meses, porque mi padre llevó toda su Corte a Valtra, yo no era más que otra linda moneda de intercambio, pero también era bastante estúpida así que estaba bien con eso.

»El tiempo pasó, mi familia volvió a Ketrán, tenía una hermana mayor que asumiría el mandato algún día. Yo la odiaba. Ella podría elegir al tipo que quisiera y lo haría besarle los pies, pero yo estaba ahí, sola en una tierra que no conocía. En donde mi opinión valía menos que un sorete y lo más interesante que haría sería llenarme de hijos.

»Mi marido era dueño de todo un territorio, pero yo no podía saber nada de política, ¿para qué? Así que pasaba mi tiempo cosiendo, tomando té y escuchando los chismes de la Corte.

»Pero todo eso me resultaba, obviamente, una pérdida de tiempo y mi marido era tan lindo como imbécil. Un completo inepto. Igualmente, cerca de él siempre me había sentido segura dando mi opinión, además lo había descubierto siguiendo mis indicaciones un par de veces y frente a mi familia dijo que era tenía una inteligencia encantadora.

»Luego pasó el tiempo, él estaba en una reunión con un grupo de colegas, todos hombres, sus mujeres se retiraron cordialmente, pero yo permanecí ahí y ellos lo tomaron como una singularidad de mi tierra. Como si estuviera pidiendo comer con los pies, en lugar de ser tratada como igual.

»Estaban hablando sobre ──intentó recordar──. Fue una estupidez, había intentado ser discreta porque ya había dado mi opinión otras veces, en asuntos más importantes y recibía esa mirada furiosa de Bonhomme, por eso no le dí importancia. Fue algo muy tonto, mi marido contaba la anécdota de cuando fuimos al teatro y se encontró con el príncipe Blarc, el punto es que dijo que la obra era de Vontrue y yo lo corregí diciendo que era de Vonture.

»Vontrue moriría si supiera que le adjudican semejante obra. Todos rieron, también Bonhomme, no me dedicó una mirada furiosa, pero debajo de su risa su rostro tenía un preocupante tono rojizo.

»Cuando sus amigos se fueron me golpeó, fue la primera vez y no la peor, pero al otro día aparecí con una mancha violeta en mi pómulo.

──Ese tipo era un infeliz. ¿Por qué no volviste a tu tierra?

──Por la Madre, no, hubiera sido una vergüenza, pero eso no es lo importante. No fui consciente del momento cuando lo dejé de amar, solo pasó, él se volvió un monstruo y con el tiempo yo también. Seguí yendo a las reuniones de té, fiestas y juntándome con toda la gente correcta.

»Después del levantamiento de su hermano menor, ya te dije que siempre fue un inepto, fue ejecutado por deudas, lo perdió todo y, como su viuda, obtuve mi libertad.

Había un brillo orgulloso en sus ojos.

──Y volviste a Ketrán.

Realizó un ademán con la mano.

──Muchos años después, pero eso fue otra historia, mi hermana dejó todo para casarse con un soldado de primera línea, pobre idiota. ──Revolvió el líquido en su vaso──. Volví a Ketrán como una señora y el resto ya lo sabes.

Gaella se veía decidida, como si hubiera descubierto una fuerza que había olvidado que tenía. Pero el portazo seguía rompiendo todo dentro de mi cabeza, parpadeé varias veces y me removí en mi asiento, estaba incómoda, como si un entumecimiento me recorriera.

──La belleza es buena, el poder obviamente, pero la inteligencia te puede dar los dos.

──Pero yo no quiero nada de eso. De esto. ──Me puse de pie──. Y no finja que me entiende o me conoce, le agradezco, pero no necesito sus consejos.

Salí de la habitación como si escapar de la situación fuera tan fácil. Como si no estuviera atrapada en un laberinto y rodeada de enemigos.

La prostitución estaba prohibida por la Carta Roja, pero no eso significaba que no se ejerciera, para eso existían las posadas como La Rosa Negra. Todas las noches se presentaban mujeres hermosas con destrezas en las artes; como la música y el canto.

Ofrecían su espectáculo a los clientes, en su mayoría soldados, y al final de la noche los hombres interesados podían dejar una rosa junto a su cuenta, seguido, se le ofrecía una carta con la disponibilidad y precio de las cortesanas.

Mientras ella me lo contaba, varios años atrás, me había parecido un mundo por demás interesante, porque claro que solo lo veía a través de una cortina rosa.

Madame Faer me sonreía con ojos vacíos, se encogía de hombros y halagaba que la posición de las rosas de Escar se consideraba prácticamente de privilegio en las ciudades exteriores (y rincones del Imperio), teniendo en cuenta que ahí debías abrir las piernas por apenas un centavo.

Si algo había aprendido desde entonces, era que ninguna posición podía considerarse un privilegio si te obligaba a poner tu cuerpo sobre el mostrador.

No importaba qué tan valiosas fueran, seguían siendo mercancía.

Más allá de eso, la forma en la que había descrito el lugar coincidía bastante con la realidad. Paredes tapizadas en los colores de Ketrán, sábanas de seda y cortinas de fino terciopelo, con alfombras traídas desde Ciatra y mobiliario de la mejor madera de Kanver. Era por lo menos una cárcel lujosa.

Tres golpes me anclaron a la realidad, cuando abrí la puerta, el semblante de Alister era de pura consternación.

Lo hice entrar y cerré detrás de él, ahogando el sonido de la música que resonaba en las paredes de La Rosa Negra.

──¿Te volviste loca?, ¿me puedes decir que haces aquí?

──Vine porque necesitamos un lugar donde hablar y no hay uno mejor. ──Apoyé mis manos en sus hombros para que se dejara caer en el diván y me senté sobre él. Tragó con fuerza──. Pero no vinimos para eso ──le avisé──. No me preguntes cómo, pero tengo información del vark, madame Eleyne es su madre y, no me preguntes por qué, conozco alguien acá que nos puede ayudar con eso.

──¿En qué te estás metiendo, Fennella?

Ella ni siquiera tocó la puerta antes de entrar.

──Un soldado tu primer día, une élève brillante.

Alister enrojeció, pero no me bajé de encima de él hasta que fui a recibir a madame Faer. Se veía igual que la última vez que la vi y a la vez no podía encontrar una similitud. Su pelo rojo no tenía brillo y sus ojos celestes parecían opacos, con las huellas del tiempo que ningún polvo podía borrar.

──Cuanto te dije sobre este lugar, la verdad esperaba nunca tener que verte acá. ──Realizó una mueca.

Un vestido violeta con encaje negro, que de alguna forma llevaba con elegancia. Hacía lo que podía mientras su corsé parecía querer explotar su escote.

──¿Qué hacemos en este lugar? ──replicó Alister.

Madame Faer le dedicó una mirada tan suspicaz como la de un zorro. Esbozó una línea de dientes cortos.

──¿Ves esa incomodidad?, ¿lo nervioso que está? ──lo señaló con el hombro──. Así son los hombres, aman venir a acá y enfrente de sus mujeres se avergüenzan de haberlo hecho. ¿Miedo de ser reconocido por alguna amante quizás?

──Cállate ──gruñó Alister.

──¿Me dirás que no conoces este lugar?, ¿nunca cediste a la tentación, soldado?

Decidí salir a su rescate. No era estúpida. No sería un soldado del ejército si no conociera un prostíbulo,

no si no quisiera ser el hazmerreír de sus compañeros.

──Madame Faer ──intervine──. No se pone más rojo que eso, ¿podríamos ir a lo que vamos?

Ella asintió antes de elegir el asiento individual frente a nosotros, lo ocupó como la artista que elige su posición en el centro de los reflectores.

Después de enterarse de su pasado, el barón Kalter había mandado a encarcelar a madame Faer, y ella hubiera sido ejecutada por prostitución, de no ser porque alguien la liberó para que pudiera huir en medio de la noche.

──Bueno, está bien, vamos al punto, la madre del Cuervo ──meditó antes de dirigirse a Alister──. Soldado, mi memoria funciona mejor con mi dosis de ravén en sangre.

Alister seguía aferrándose a ese gesto serio, tan testarudo como siempre, pero le lancé una mirada de súplica que bastó para que obedeciera a la madame.

Ella le respondió con una sonrisa coqueta.

──Primero, ella no se llama madame Eleyne, eso seguro lo suponen, es de Escar ──comenzó──. La conocí en un lugar mucho más lindo que este, en Valtra, La Cour Des Roses, pero peor que el infierno, por si no lo saben, la forma más rápida en la que una mujer se abre camino es al abrirse de piernas. Yo fui vendida ahí, creo que por una vaca, cuando tenía unos diecisiete y Eleyne tenía quizás un año menos cuando llegó por su voluntad. Bueno, por su voluntad, vamos a decir que el sueño de su vida era soportar a borrachos y tipos desagradables berreando sobre ella.

Tomó un largo trago y realizó un ademán con la mano.

──Pero ustedes no están acá para escuchar la triste vida de las putas, al punto, Eleyne era de las más lindas y su piel oscura la volvía una rareza en el burdel. Pero había algo más en ella, volvía loco a todos los clientes y pronto eso la convirtió en la favorita para los dueños. Por años.

»Como les decía, una noche, los soldados venían de ganar una larga batalla en la frontera así que llegaron con ganas de festejar, le cerraron el lugar al capitán Ashkan y sus soldados, uno de ellos caminó directamente hacia mí y me arrastró por el pelo hasta una habitación. La mayoría de las veces quería fingir que no me importaba y con tipos como ese era mejor para tu mente pretender que no estabas ahí, pero esa vez no pude ──Miró al piso con tanto ímpetu que por un momento creí que estaba viendo las imágenes entre los bordados de la alfombra──. Cuando me di cuenta, Eleyne estaba ahí, parada con una sonrisa, y el tipo se revolvía en un charco de sangre a sus pies, él mismo se había enterrado la espada en el abdomen, ella sacudió la sangre de su vestido como si no fuera más que polvo y me arropó en la cama como si nada.

»Me dijo… no me acuerdo, pero sé que me quedé dormida. Al otro día, los soldados se habían ido y el capitán Ashkan se había llevado a Eleyne. Después de eso me escapé y nunca volví a Valtra.

Ella aprovechó nuestro silencio para terminar con su vaso de ravén.

──Madame Eleyne era una bruja, ¿por eso la quería el capitán? ──resumí lo obvio.

Alister parecía perdido en una lucha interna, cuando volvió a hablar su voz temblaba de rabia:

──El capitán también es uno de ellos, uno de los soldados lo vio usar... su magia.

──Queda claro que lo es, el capitán Ashkan hizo muchos intentos por tener un hijo Raguen ──prosiguió la madame—. Tiene muchos bastardos y ese se hubiera sumado a la lista, si no hubiera resultado lo que él quería.

──Si le toca un pelo a Kalena…

──Tu hermana también es una Raguen ──apuntó madame Faer──. No me mires así, no es una pregunta, la voz ya se corrió en el pueblo, ya se sabe, y es cuestión de tiempo para que eso explote.

──Por eso la quería el capitán, quería un hijo con una Raguen y ella se lo dio, ¿para eso el vark quiere a tu hermana?, ¿una especie de sangre pura? ──pregunté como si Alister pudiera saber.

¿Eso haría?, ¿le quitaría a su hijo y la dejaría en paz o la obligaría a parir como una yegua de cría?

──No es exactamente así ──añadió madame Faer──. Los Raguen son controlados y se potencian a través de la sinergia, la necesitan, o no llegan a vivir mucho. Por eso él esperó tanto, necesita un vínculo real para establecer la conexión.

──¿Para qué? ──indagó Alister.

──Ya saben para qué, el capitán Ashkan pasó toda su vida intentando seguir a Rella, pero perdió la cabeza porque no es un Raguen, no de sangre. Ese chico fue hecho para seguir con el mandato de sus padres.

Busqué rápido alguna salida, era mucho peor de lo que había creído. No estaba preparada para pensar en Rella, magia, brujos. No eran más que mitos.

──Los Beltrán siempre quisieron el trono. ──Y habían estado cerca de conseguirlo antes de la Vark Morrigan──. Pero él ya tiene Escar.

──Y lo obtuvo sin Kalena ──me respondió madame Faer──, ¿para qué piensas que la quiere entonces?

Los golpes en la puerta nos pusieron en alarma. Alister corrió a revisar la ventana y la madame se escabulló hasta el rincón.

Al abrir, entró una soldado dos cabezas más alta que yo, pero no mucho más corpulenta, con una trenza que le llegaba hasta la cadera.

──Mi señora, la Guardia quiere hablar con usted.

Fui una estúpida y la metí en un quilombo.

──Perdón, tendría que haber sido más discreta.

──Ese no es uno de tus atributos, querida ──ironizó──, ven aquí, ayúdame con esto.

Alister se apuró a ayudarla, corriendo una cajonera de su lugar, una vez despejado, madame Faer se agachó para ir quitando las tablas y mostrando un agujero negro en el piso.

──Sin preguntas. Adiós. Ahora.

──Pero es que, si te hacen algo, pide hablar con la dama de Kanver, no permitiré que te ejecuten.

──Ahora me preocupa más tu seguridad. ──Sonrió como lo hacía antes, cuando salía mal en alguno de los exámenes de aptitud.

Alister me empujó apenas, para que entrara, y madame Faer me despidió con un apretón de manos.

──Vayan al templo. Ahí van a tener más respuestas.

Apenas estaba descendiendo, pero ella ya tapó el agujero y quedamos en completa oscuridad. La ansiedad me quemaba, respirando en bocanadas que entraban como brazas a mi garganta, hasta que llegué hasta el último tramo de la escalera, sentí el piso firme debajo de mí.

Me arrodillé en el reducido espacio, hasta dilucidar un callejón al otro lado de las rendijas en la pared.

──Fennella, ¿dónde estás?

──Acá, hay que bajar.

Una pequeña puerta se abría solo desde el interior, me dejé caer fuera, con las sombras de la noche escondiendo el escape.

Tiré del brazo de Alister para ayudarlo a salir y la puerta se cerró sin dejar rastro de dónde había estado.

Tosí varias veces, cubriendo mi boca con la manga de la ya desastrosa y sucia capa marrón. El humo cubría las calles en una nube negra y densa.

Al final del callejón estaba una de las calles principales; el bullicio de la gente, carretas y la vida propia de la ciudad, habían sido reemplazados por el caos y la destrucción del fuego.

Alister apoyó su mano en mi cintura, pegándome a su cuerpo, pero, quizás, sabiendo que era inútil creer que podría protegerme de eso.

──¿Querías un levantamiento?

F por Kalena que creía en Ciro😂💔

¿Alguien supuso lo de Ciro y Terra?

¿Se va entendiendo más lo que quiere Ciro? Todo se va aclarar mejor en sus povs.

En un rato subo el cap que sigue, muchísimas gracias por todos los comentarios y el apoyo que le dan a la novela♥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top