17. Debajo de la Superficie.
LA CÚPULA,
CAPITAL DE ESCAR.
En mitad del recorrido, el capitán tuvo que detenerse para ir a cumplir con sus obligaciones. La voz de la joven sonaba agitada cuando avisó que se requería su presencia en el llano, al parecer, habían atacado la Casa de Vaestea la noche anterior.
──Espero sepan disculparme ──anunció el capitán──, el pueblo está cada vez más ansioso desde el bloqueo.
──Si no le molesta, me gustaría acompañarlo. Necesito bajar a la ciudad y no veo mejor ocasión.
──Bien. ──Después se dirigió a Keira──. Con su permiso, señorita.
Keira se despidió, diciendo que volvería para seguir entrenando, mientras yo me dirigí con el capitán hasta el puerto.
Tuvimos que salir al ala este del palacio, para bajar hasta donde estaban las embarcaciones.
Una vez en la cubierta del barco, pude sentir el olor a sal y humedad en el aire, pero no era desagradable. En todo Escar se respiraba un aire limpio, propio de las montañas.
──¿No necesitas…? ──mencionó Beltrán y pareció buscar sus palabras──, ¿un bastón?
Escuché el asombro ahogado de varios soldados, cuando estiré la mano ya pude sentir el pelaje de Blak.
──Acá está toda la guía que necesito.
──Supongo que yo también, si tuviera que confiarle mi guía a alguien, preferiría que fuera un animal. Por lo menos incorruptible. ──En su tono había un deje de escepticismo──. No dude en hablar con algún soldado si necesita algo.
──No hay problema. No se sienta presionado a interrumpir sus obligaciones.
El viaje en barco duro menos de lo que pensé, pero más de lo que esperaría. Cuando bajamos en el puerto, monté en Vantha y nos dirigimos hasta la Casa de Vaestea.
──La barca es solo para entrar en el llano, para mí es mucho mejor utilizar los caballos ──avisó el capitán──, tenemos que cruzar por la plaza principal y de ahí sobre el puente de Verea. La casa está rodeada de agua y tiene dos entradas, por el Canal de Bella y el puente.
Hizo lo mismo que hacían muchos, darme una imagen mental que no necesitaba. Podía saber dónde estaba el puente por el correr del agua, el ruido de los carros me ayudaba a esquivarlos, ningún caballo cuerdo se arrojaría esperando caminar sobre el agua.
Era tan inútil como si yo le diera un bastón para guiarse en el camino.
──Entonces acá es donde conoció a su esposa.
Vantha se detuvo y supe que habíamos llegado a destino.
──Sí, mi consorte ──corrigió de forma distraída──, ella era una de las fóreas.
──Tenía entendido que eso les impedía contraer matrimonio ──señalé──, y que los votos que hacen, se rompen solo cuando terminan sus años de servicio.
──Ya se terminaron para ella ──zanjó.
──Debe estar realmente enamorada para romper votos que consideraba sagrados.
Por la tensión en su voz podía suponer que la conversación lo irritaba. Por esa razón habrá decidido no contestar y dejar morir el tema ahí.
El puente se deslizó en un ruido críptico y áspero, como el rugir saliendo desde lo profundo de una bestia.
Oí el ruido de los cascos, cuando su caballo avanzó por el puente.
En silencio, tiré de las riendas para que Vantha avanzara y una vez al otro lado, bajé de un salto.
──Síganme por aquí ──indicó una voz de tenor, la voz dócil y firme de un soldado.
Dentro de la casa se oía el susurro constante del correr del agua, la temperatura estaba varios grados más baja que fuera y el olor era tan fresco como el que se aspiraba cerca de un lago puro y cristalino.
Subimos escaleras arriba, no tenía idea de cuántos peldaños habían sido, pero fueron los suficientes para que se volviera tedioso. Supuse que sería alguna torre.
El olor a incienso viciaba el ambiente y la brisa que corría intentaba, sin éxito, renovar el ambiente. Ahí estaba; debajo de la superficie lo envolvía todo como un manto. El olor a sangre. A muerte.
──Buenas tardes, soy Aída de la Casta del Rey, para servirle, ella es una de las fóreas de la casa, Zané, presenció todo lo ocurrido ──indicó una mujer con voz gruesa.
──Capitán Ciro Beltrán y él es Killian Vaetro, de la Casta Kanver.
Extendí mi mano y unas manos callosas la sostuvieron. Su piel era papel viejo al tacto.
──Si pudiera comentar lo que vio ──la apuró el capitán.
──Ella estaba juntando sus cosas. ──La voz de la joven era tan débil como el último suspiro de una vela antes de apagarse──. En este salón le daba clases a Kalena, pero desde que ella se fue… ──Una pausa y continuó──. Yo vine a verla, para despedirla y preguntarle sobre… a despedirla ──se corrigió sola──. De repente, no sé, se sujetó el cuello con ambas manos, como si le costara respirar, como si alguien la estrangulara, apenas me dio tiempo de llamar un guardia y cuando entró, ya estaba desfalleciendo. Fue tan… extraño.
──¿Y dice que estaba solo usted en ese momento con ella? ──acusó el capitán, en un tono que quiso pasar por indagatorio.
──Entenderá que Zané no tiene la fuerza para cometer tal acto, mire lo menuda que es ──intervino Aída──, y el guardia puede dar fe de que no le hubiera dado tiempo, de que la máster seguía luchando cuando él entró.
──¿Quién más la vio hasta ahora? ¿Quién más la frecuentaba acá? Quiero una lista de todos los que estaban en la casa ese día, los habituales, los que faltaban, cualquier cosa extraña ──enumeró──. Y quiero hablar con el guardia que la socorrió, también con Zané.
Leí la indignación en el silencio de Aída, los estaba señalando como si fueran criminales.
──La Casa de Vaestea es un templo sagrado, lleno de gente devota ──se defendió la mujer.
──A los pecadores les gusta esconderse en todos lados.
──¿Usted sufrió alguna lesión? ──pregunté a Zané.
Quería desviar la tensión del lugar.
──No ──respondió con rapidez, pero sonando todavía conmocionada──, gracias por la preocupación, su merced.
──Tiene cardenales en el cuello, pero no más golpes visibles ──determinó uno de los soldados──, habrá que llevarla a la Casa de Taer, capitán.
──Encárgate de eso.
El ambiente se cargó de un silencio aplastante.
──Hicieron bien en avisar ──continuó Beltrán, más conciliador──, no quiero que toquen nada. Yo voy a mandar un grupo especial que se encargue de esto.
Cuando salimos, el descenso no se me hizo más corto. Una vez estuvimos fuera el calor se volvió sofocante.
Caminé hacia Vantha, un paso y casi caigo por un tirón repentino. Mis manos quedaron aprisionadas por unas ásperas pero delicadas, más lastimadas que endurecidas.
El tenue sonido de una respiración detenida.
──Por favor, ayúdeme, le ruego tenga consideración…
Podía percibir la presencia de Blak a mis espaldas, midiendo la amenaza que significaba esa mujer.
──Mi hijo está muy enfermo y…
Una vez salí del pasmo inicial, me obligué a actuar.
──Shh. Levántese.
Sostuve sus manos, mientras la ayudaba a ponerse de pie. No escuchaba cascos ni carros, no había gritos de comerciantes, ni ningún transeúnte en general.
Eso solo podía significar que el tráfico se había detenido y en una ciudad como La Cúpula, solo podía ser por un espectáculo excepcional.
O muy bizarro.
──Te conozco, conozco tu historia. ──La voz de la anciana era ansiosa──. El joven que volvió de la muerte. Quiero saber si mi hijo se puede salvar…
La incomodidad se pegó a mi cuerpo, como una segunda piel.
──Me está confundiendo, señora ──la interrumpí──, no soy ningún vidente, ni mucho menos un oráculo. Es una lástima para mí, pero la ceguera no me brindó ningún poder divino.
Besé su mano antes de soltarla, sintiendo pena por su sincera angustia.
──Basta, mamá, suelta al muchacho. ──Un tirón arrancó a la anciana pero no la incomodidad──. Disculpe, joven. Ya es la edad.
──No tiene por qué disculparse. Espero su hermano se recupere.
──Mi hermano murió hace mucho ──contestó casi con fastidio──. Solo está divagando. Como siempre.
No había notado cuando se retomó el tráfico y escuché a la mujer regañar a su madre una vez más, antes de que se perdiera en el caos constante del tráfico.
Después de eso me dirigí hasta Vantha, cuando acaricié su pelaje pude escuchar las risas de los soldados apagarse.
──Voy a necesitar un escolta hasta la biblioteca de la ciudad ──avisé de forma rotunda, sin dar pie a ningún comentario de la escena anterior.
El capitán se escuchó aliviado de poder deshacerse de mí.
──Alcór te llevará. Nos vemos en el palacio, le prometo que no se encontrara más seguidores en el camino.
──Le agradezco, pero parece que hay cosas que quedan fuera de su alcance.
Habría sonado tan vago como esperaba, porque el capitán no respondió, por lo menos no con palabras.
Saludé con un asentimiento de cabeza y me apresuré a subir en Vantha para irnos. El llano parecía todavía más grande de lo que describían y el tiempo no pasó más rápido con las preguntas del soldado.
Realizó todo un cuestionario sobre cómo aprendí a luchar sin ver e incluso dejó en el aire la posibilidad de enseñarle. Le dije que la única forma sería arrancarle los ojos y, aunque bromeaba, fue suficiente para que desistiera de más preguntas estúpidas.
──¿Cómo te fue en tu investigación hoy?
Cerré el libro cuando Keira se sentó frente a mí. Apoyé la enciclopedia sobre la mesa que tenía cerca, mientras me acercaba al calor del fuego.
El corte en el dorso de mi mano izquierda ya comenzaba a sanar. Abrí y cerré mi puño para comprobar la otra mano, pero aquella herida había desaparecido casi por completo.
──¿Quién te dijo que investigaba algo?
──Tú mismo ──rebatió creyéndose muy lista──, así que primero eres un gran caballero y ahora un justiciero silencioso.
La mofa en su voz era tan obvia que hasta podía verla. Acaricié la cabeza de Blak, antes de responder.
──No estabas ahí cuando ella escapó ──expliqué──, si hubieras escuchado el temblor en su voz…
──Su rostro en la ceremonia de casamiento ya era lo suficientemente pálido ──comentó más seria──. Tenía terror. No sería la primera en su noche de bodas. Supongo.
──Keira, ella escapó, estoy seguro de que no quería casarse ──manifesté al fin en voz alta y me puse de pie──, el Capitán Ashkan había muerto, pero su puesto seguía vacío. No hay ceremonia de coronación o sucesión, así que nadie podía estar seguro de que su hijo ocuparía el cargo. No hasta que él se desposó.
──Solo los capitanes tienen permitido formar familia, tiene sentido ──concordó mi hermana──, ¿a dónde buscas llegar?
──¿Por qué una religiosa? ──expuse──, ¿por qué obligarla a romper sus votos, cuando cualquier joven de la nobleza estaría encantada en casarse con el capitán de la Guardia Roja?
──La guardia está a la misma altura del Vark y quería demostrar que tampoco debe temer al clero.
──Podría ser ──dudé sabiendo que había algo más.
──Killian, nuestro padre quiere hablar contigo.
──¿Ahora? Pensé que el Vark le había dado una reunión ──me burlé──, o que él había aceptado hablar con el Vark. Mejor dicho, si nuestro padre ya le comunicó sus términos al Vark. Claro que al soberano solo le queda aceptar, porque un señor como Kalter Vaetro no se doblega ante nadie, a él no lo compensan con ridículas fiestas o torneos.
Escuché el carraspeo del barón.
──Killian ──me advirtió Keira.
──Que hable, lo escucho. ¿Sigues creyéndome estúpido, padre?
La gente creía que permanecer en silencio en un rincón era suficiente para fingir que no estaban ahí. Lo había escuchado entrar con Keira, sería idiota si después de tanto tiempo, continuara sin percibir movimientos como ese.
──No hasta que te vi hurgar en lugares donde no deberías, ¿sabes lo que te haría el Vark si…?
──Conozco el discurso ──fulminé.
──Keira, vete, tu hermano y yo tenemos cosas de las que hablar.
──Yo te advertí que no funcionaría ──le recriminó ella.
──Keira ──rumió el barón──, solo tengo paciencia para soportar la ineptitud de un hijo a la vez.
Pese a la rigidez, la furia envolvía su voz como una red. Su reacción era desmedida, pero estaba claro que todavía guardaba rencor, por la decisión de Keira de casarse con un tipo perdido en el fin del mundo.
El estruendo en la puerta me sacó una sonrisa.
──Tu hermana me dijo que estuviste hoy en el llano, ¿qué fuiste hacer?
──Convivir con la plebe ──refuté──, te ayuda a recordar que hay vida más allá de un nombre y que al final del día los pedos de todos tienen el mismo olor.
La silla chilló cuando me puso de cara a él.
──Una de las bases para que esto intimide, padre, es que yo pueda ver tu rostro ──aclaré──, rumia todo lo que quieras, para mí como si sonrieras como una colegiala.
──¿Qué esperabas encontrar ahí? ¿Sigues creyendo en espías y conspiraciones, hijo? ──desafió en voz templada──. Deberías haber dejado eso hace mucho.
Dudé antes de volver a hablar. Dejé la ironía a un lado.
──¿Por qué te molestó tanto el matrimonio entre el capitán y la foréa? ──indagué──. ¿Te volviste creyente? ¿Desde cuándo?
──Por mí podría jurarle lealtad a cualquier dios pagano, me da igual ──gruñó──, pero tenía un voto, dio su palabra. Cuando una persona falta a su palabra, la traición va primero para sí mismo. ¿Podrías confiar en alguien que no se respeta a sí mismo?
──Creí que un hombre sabio no confiaba en nadie.
──Así es ──añadió──, es más fácil confiar en las intenciones que en los hombres. Los hombres son demasiado volátiles para ser confiables, pero sus intenciones suelen ser siempre las mismas.
El silencio se deslizó por la habitación, primero como un río hasta desembocar en un mar que lo inundó todo, volviéndose ensordecedor.
──Iré a verla cuando se recupere…
──No. ──Su vozarrón retumbó entre las paredes.
──El barón de Guefén todavía no despertó, pero si puedo hablar con ella… ──intenté.
──Olvida el asunto por la paz ──sentenció──, si tiene suerte el veneno de Morrigan la matará y se ahorra la vergüenza de quedar como una traidora frente a todos.
Inspiré de forma tan profunda como me permitían mis pulmones, pero cuando exhalé, la furia seguía tensando mis músculos. Abrí los puños, sin ser consciente de cuándo los había cerrado.
──Quiero que te olvides de esto, no quiero disturbios, ¿entendido, Killian? ──exigió el Barón de Kanver.
──Sí, señor.
Acá hay dos cosas fundamentales para la historia.
¿Notaron alguna?🤔
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