Capítulo 35

Georgie se reunió con James después de desayunar. Se hallaban frente al mar, como acostumbraban. La noche anterior había sido hermosa y justo lo que él necesitaba para sobreponerse a su estado de ánimo. Empero, con las luces del día volvieron sus preocupaciones, al punto de tener la intención de conversar con Brandon Percy. ¡Le debía una explicación! Al menos deseaba saber si Thomas estaba enterado de su partida y cómo había tomado el asunto. Sin embargo, Georgie le insistió en evitar un enfrentamiento. Le notaba tan molesto que no sabía si sería adecuado que charlara con él.

—Yo hablaré con Brandon —se ofreció de nuevo—. No debes temerle a esa charla. Estoy segura de que podré obtener la información que estás buscando.

James no estaba convencido, pero tampoco le quitó la idea de la cabeza. Después que se despidieron, Georgie se informó con la duquesa de cuál era la suite de Brandon, pues el pintor no se hallaba en las áreas comunes de primera clase. A lady Lucille no le extrañó su petición, por lo cual se mostró colaborativa y le dijo donde se estaba alojando. Brandon esa misma mañana le había hecho una visita a la duquesa, y la dama conoció por él mismo cuál era el camarote que ocupaba.

—Me ha invitado a tomar el té con él esta tarde y, si no lo juzgan inconveniente, me gustaría aceptar su invitación. Sé que han sucedido demasiados imprevistos en los últimos tiempos, pero no debemos olvidar que Brandon es también amigo nuestro.

—Opino lo mismo, lady Lucille —le contestó—, y me gustaría hablar con Brandon para evitar un conflicto a bordo del barco. Espero que podamos entendernos bien todos y llegar a Liverpool sin derramamiento de sangre.

La duquesa rio con su comentario.

—¡Esperemos que no sea para tanto, querida! —exclamó—. Tengo al vizconde por una persona de buen juicio.

—Yo también —aseguró Georgie con una sonrisa.

La joven se dirigió por el corredor hacia los camarotes. No había pedido el consentimiento de nadie ni siquiera la compañía de Prudence para ello. Sabía que Brandon no podría hacerle mal alguno y que quizás su visita ayudara un poco a James a aliviar su angustia respecto a su hermano.

Georgie tocó, pero no hubo contestación. Puso el oído para escuchar si se advertían pasos en el interior, pero la puerta, que estaba mal cerrada, se abrió cuando se reclinó sobre ella. Un tanto asustada, entró en el salón de estar de la suite de Brandon. Al parecer él no estaba, pero se decidió a esperarlo. Confiaba en que no se disgustara por su atrevimiento, pero ya que se hallaba allí, no pretendía marcharse.

La joven miró la estancia con interés, aunque en realidad no se diferenciaba mucho del resto de los camarotes: una chimenea, un reloj encima de ella, algunas pinturas, las paredes de paneles de madera, los muebles elegantes y un pequeño escritorio. La joven se dirigió hacia el diván, donde se hallaban varios lienzos enrollados.

Brandon viajaba con parte de la producción pictórica que había realizado en aquellas semanas en América. Con curiosidad, abrió uno que tenía muchos tonos en azul y resultó ser una marina: el río Hudson y la Estatua de la Libertad. Recordó la carta que recibió de Brandon, en la cual le hablaba de aquel paisaje…

Georgie, intrigada, continuó desenrollando los lienzos para descubrir qué tesoro escondían. Le sorprendió agradablemente ver un retrato de Anne y su hermano Edward, vestidos el día de su boda; aquello la emocionó… Por mucho tiempo Brandon manifestó su deseo de pintar a Anne, que era muy bella. Sin embargo, en el orden de aquellos retratos, fue el de Georgiana, prometido con anterioridad, el primero en realizarse. El viaje del pintor a América pareció posponer el proyecto del de Anne. Para su sorpresa, no solo había pintado a su cuñada sino también a Edward en un día especial para los dos, guiado por un retrato de la boda y también por su excelente memoria.

Georgie pensó en la galería de Hay Park donde se hallaba su retrato. Con aquel recuerdo le dio un vuelco el corazón, al pensar en cómo habían variado las circunstancias desde entonces. Ella amaba a James, pero nunca dejaría de querer a Brandon, por mucho que se hubiese equivocado. No podía decirlo, pues muy pocas personas podrían entenderla, pero cuando un amor muere, siempre deja una huella en el corazón de una mujer.

Colocó el retrato en su sitio y se decidió a desenrollar la tercera pintura, pero su expresión que antes era lánguida, se trasmutó en un vivo asombro. Ante sus ojos estaba una pintura que no esperaba volver a ver: un joven de pelo revuelto, con corona de flores y unas uvas en la mano; un paisaje, unas montañas al fondo, pero sobre todo un rostro que reconocía muy bien. Ya había contemplado el retrato de Thomas Wentworth junior y sabía que era él la figura retratada.

Las manos le temblaban, y lo dejó caer sobre el diván, saliendo a toda prisa. ¡Ya no pensaba hablar con él! Había comprobado que le había mentido: la pintura estaba en su poder, así que era el responsable de haber contratado al hombre que pujó por Pasaje de Baco; el mismo que agredió a James, el mismo desvergonzado que sedujo a la amante del conde y le pegó un tiro, destruyendo parte de su casa de Wessex. Puede que el testaferro se excediera en el mandato, pero no cabía duda de que Brandon estaba implicado en aquel tórrido asunto. ¿Cómo había sido capaz de mentirle en sus narices acerca de ello? ¿Cómo tuvo la sangre fría de jurar por su madre que él no había tenido ninguna implicación en ese hecho?

¡Brandon le había mentido tanto, que ya no podía confiar en él! Georgie regresó a su camarote muy afectada por lo que acababa de descubrir y sin saber si podría confiárselo a alguien.

🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊

Durante la cena, James advirtió que Georgiana estaba un tanto abstraída, así que por lo bajo le preguntó qué le sucedía. Ella le tranquilizó, aunque en realidad libraba con ella misma una dura batalla. No había tenido valor para enfrentarse a Brandon, quien ni siquiera había ido a comer esa noche, pero ignoraba si debía contárselo a James. Su lealtad le decía que sí, pero temía lograr en él una reacción desproporcionada, ¿cómo actuaría al conocer que Brandon era el responsable de lo que habían padecido él y su padre?

Después de la cena, los pasajeros de primera clase se dirigieron al salón de baile. James estaba un poco más animado al advertir que Percy continuaba sin aparecer, lo cual beneficiaba su humor. Le pidió a Georgie bailar, y aunque ella accedió, de inmediato comprendió que algo la seguía perturbando.

Cerca de ellos, Gregory coqueteaba con una joven dama, en apariencia soltera, lo cual era tranquilizador. Prudence, Johannes, y el resto de la familia, también disfrutaban de la velada, recorriendo el salón y charlando con algunos de los conocidos. Los condes eran los únicos que se habían retirado temprano, pues hasta la duquesa y la señorita Norris se habían acomodado en un diván y contemplaban a las parejas de baile.

Georgie continuaba en brazos de James, cabizbaja y nada feliz, algo que le alarmó. Pensó que bailar a su lado le alegraría un poco, pero estaba más preocupada de lo que quería admitir. James, considerado, no la obligó a continuar con la pieza, y la condujo al exterior. La brisa marina y la tranquilidad de aquella noche, le harían sentir mejor.

Esperó un poco, pero ella continuaba en silencio, mirando al mar, sin decir una palabra. Comenzó a desesperarse, por un momento creyó que el estado de ánimo de Georgie se debía a él, y aquello le causó una profunda angustia.

—Georgie, mi bien —le dijo mientras la volteaba hacia él—, ¿qué es lo que te sucede?

Ella estaba perdida en sus pensamientos, y tampoco contestó.

—Me estás asustando, si es algo que he hecho…

Ella le interrumpió al abrazarle. De su garganta se escuchó un sollozo. James no podía imaginar la causa, así que la estrechó aún más.

—Tranquila, mi amor —continuó con voz queda, besándole en la frente—. Lo que sea puedes decírmelo.

Ella se separó un poco, para encontrar valor.

—He comprendido que he estado todo este tiempo engañada respecto a Brandon…

James se sorprendió de que volviera a hablar de él, pero no quiso interrumpirla.

—A pesar de todo, yo quería darle cierto crédito a su palabra, pero he comprendido que me ha mentido en cada una de las cosas que ha dicho.

—Georgie —comenzó James con dulzura—, no puedes seguir pensando en él así. Sé que estás decepcionada, pero es un asunto que debemos dejarlo en el pasado, amor mío. Tardaste tiempo en comprender lo que sucedía, pero no debes torturarte ahora por saberlo al fin. No creo que sea un mal hombre, pero en nombre del cariño que sentía por ti ha tomado malas decisiones.

—¡No sabes lo que dices! —exclamó Georgie dándole la espalda.

—¿Ha sucedido algo que yo no sepa? Te noto tan extraña. Pienso que tu actitud no se debe solo a lo que ya conoces acerca de Percy, sino que existe algo más que te perturba.

Ella volvió a mirarle, tomando una decisión definitoria.

—¿Recuerdas que te prometí que hablaría con él respecto a Thomas?

Él asintió.

—Pues esta mañana fui a verle a su camarote, pero él no estaba.

James no le comprendía, hasta que Georgie comenzó a hablarle de las pinturas que había contemplado sobre el diván.

—La mayoría eran intrascendentes —le contó—, hasta que descubrí que tenía en su poder Pasaje de Baco. —La voz se le resquebrajó—. ¿Sabes lo que eso significa? ¡Que él fue el responsable de lo que te sucedió esa noche en la subasta! ¡Él fue quien contrató a ese hombre que hirió a tu padre en Wessex! Estoy tan decepcionada…

James la escuchó en silencio, tenía que aliviarle su pesar y para ello debía decirle la verdad.

—Georgie, respecto a eso, hay algo que debo confesarte… —se interrumpió al advertir que un oficial iba en su busca.

James se apartó unos pasos de Georgie, pero ella escuchó perfectamente cuando el oficial le dijo:

—Señor vizconde, perdone que le perturbe durante su velada, pero necesito que me acompañe. Tuvimos un incidente con un pasajero de tercera clase y es muy importante que usted intervenga al respecto.

—¿Yo? —inquirió aturdido—. No entiendo qué vínculo pueda tener yo con un pasajero de tercera clase…

—Si me acompaña, mi superior podrá informarle —expresó por toda respuesta.

James no tuvo más remedio que interrumpir su charla con Georgiana, en un momento crucial para los dos.

—Lo siento —se disculpó antes de retirarse—, espero estar de vuelta pronto. Supongo sea un malentendido puesto que esto no tiene lógica alguna para mí.

Georgiana permaneció en silencio recostada en la barandilla, para ella tampoco tenía sentido. James era el diseñador del barco, su ingeniero principal, pero no tenía cargo alguno en la tripulación, ¿por qué tendría que intervenir en un asunto relativo a un pasajero de tercera clase? No pensó más en ello, ya que en su mente un único tema se alojaba: Pasaje de Baco.

No había podido escuchar la opinión de James, pero no ignoraba que pudiese estar muy contrariado al conocer la noticia. Él mismo había dudado sobre la culpabilidad de Brandon, y le había dicho que no podían tener seguridad sobre su implicación, si bien era lo más probable. Ahora la pintura en su poder era la evidencia más importante de su participación en los hechos y Georgie no encontraba sosiego después de conocer esto.

Volvió al salón de baile, estuvo unos minutos allí, pero Brandon continuaba sin aparecer. Sus hermanos estaban pasando un buen tiempo, pero ella no podía estar a gusto. Impulsada por el deseo de confrontarlo, se decidió a ir hasta su camarote. Era preferible que ella lo previniese a que fuese James, exasperado, quien le pidiese explicaciones.

Se dirigía hacia el área de los camarotes, cuando sintió un disparo. Por un momento pensó que se tratarían de fuegos artificiales, pero aquel sonido no tuvo réplica. Continuó por el corredor con paso agitado, dobló a la derecha, caminó aún unos metros hasta llegar a la suite de Brandon.

Quedó espantada al ver la puerta abierta. En su interior estaba Brandon, tendido en el piso y gimiendo de dolor, ya que sangraba profusamente de una pierna. Frente a él estaba James con un arma en las manos.

Georgie gritó de horror, incapaz de comprender lo que sucedía. James advirtió su turbación y dejó el revólver sobre una mesa, para calmarla, pero ella ya había visto suficiente.

—¡Dios mío! —profirió—. ¿Qué has hecho? ¿Cómo has podido dispararle?

James permaneció mudo, no sabía qué decir, estaba tan ofuscado como ella.

—Fue… fue un accidente —dijo al fin—. El arma se le disparó a Brandon de las manos, yo no lo hice.

—¡No te creo! —exclamó ella, arrodillándose al lado de Brandon, que se quejaba.

—Buscaré ayuda —atinó a decir James antes de salir.

Estaba preocupado por la reacción de Georgiana, pues no se sentía en condiciones de revertir la situación. Al cabo de unos pocos minutos regresó con el médico y también con Gregory Hay, a quien había puesto sobre aviso de lo acontecido.

Gregory levantó a su hermana del suelo, que lloraba junto a Brandon. El herido no había dicho ni una sola palabra, tan solo gimoteaba por el fuerte dolor que sentía en la pierna. El médico permaneció junto a él para atenderle, y el resto se retiró en busca de un lugar seguro para conversar.

🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊

En la suite de Gregory los ánimos no eran los más calmados. En cuanto se vieron a solas, Georgie acusó a James frente a su hermano.

—¡Él le disparó! —le increpó llorando—. ¡No puedo creer que lo hayas hecho!

—Georgiana, me viste con el arma en las manos, pero yo no le disparé —dijo calmado.

—¿Entonces quién le disparó? —le preguntó.

James permaneció en silencio, aquello no podía responderlo.

—El arma se le disparó a Percy, yo lo sentí en ese momento y la tomé del suelo. En ese instante fue que me viste.

—¡Qué casualidad! —profirió furiosa—. Tú que tienes tantos motivos para querer herir a Brandon, incluso después de esta noche…

Georgie no concluyó la frase, pero James supo que se refería al asunto de Pasaje de Baco. No quiso sacarla de su error, era demasiado peligroso hacerlo.

—Georgiana, creo que te estás precipitando —intercedió Gregory por su amigo—, James me buscó de inmediato y me explicó lo sucedido. Pienso que debes creerle. Sé que las circunstancias son un poco insólitas, pero debemos confiar en él. Iré a hablar con Brandon, y él me explicará mejor cómo se produjo esa herida, así estaremos todos más tranquilos.

James se marchó sin mirar a Georgiana. Estaba destrozado porque ella le creyera capaz de hacer algo así. ¡Ella, quien la víspera había estado en sus brazos! Acompañó a Gregory hasta el camarote de Brandon, allí hablaron con el médico, quien se notaba agotado. No esperaba que su estancia en el Imperator le causara tanta tensión, por lo general sus viajes en los trasatlánticos de la Cunard solían ser unas excelentes vacaciones para él.

—La herida es superficial —explicó en el corredor—, pero perdió bastante sangre. Logré extraerle la bala y le suministré un calmante. Ahora mismo está descansando. Lo más importante es evitar que esa herida se infeste. Sin esa posible complicación, la evolución del paciente debe ser satisfactoria.

Gregory suspiró, se sentía mucho más aliviado.

—El señor Percy me dijo que fue un accidente —continuó el médico—. Estaba limpiando el arma cuando esta se le disparó. Es habitual que, en este tipo de accidentes, de producirse una herida, esta sea en los miembros inferiores, así que considero que no hay necesidad de abrir ninguna investigación al respecto.

En esta ocasión fue James quien suspiró.

—Estoy de acuerdo con usted —contestó—. Fue una suerte para él que yo me encontrara cerca y escuchara el disparo para poder ayudarle.

—Y también fue una suerte que la mayoría de los pasajeros estén todavía en el baile —convino el doctor—. De haber estado en sus respectivas habitaciones, este asunto pudo haber tenido una resonancia extrema, nada conveniente para el Imperator ni para los ánimos de nuestra selecta primera clase.

—Entonces recomienda que este accidente se maneje con discreción… —insinuó Gregory.

El médico asintió.

—Es lo mejor, caballeros. Tanto para el paciente como para el prestigio del Imperator. Pediré a la enfermera que pase la noche con él, por si se le ofrece algo. Me ha dicho que viaja solo, y en esos casos es conveniente tener a alguien que pueda asistirle. Vendré en la mañana a verle, e informaré al Primer oficial de lo ocurrido, pero no hay ninguna irregularidad —concluyó antes de retirarse.

—Muchas gracias, doctor —dijeron James y Gregory a la par.

Cuando el galeno se hubo marchado, Gregory se giró hacia James y le dio un abrazo.

—Sé que ha sido difícil para ti, pero te creo. No serías capaz de hacer algo así.

—Gracias —respondió él, emocionado—. Georgiana no opina lo mismo. ¡No imaginas cuánto me tortura saber eso!

—Hablaré con ella y te entenderá, te lo aseguro. Debió haber sido una conmoción muy grande para ella verte con el arma en las manos. Lo único que no entiendo es qué hacías tan cerca del camarote de Brandon, e incluso Georgiana. ¿No debían estar en la fiesta?

—Un oficial me mandó a llamar por unos disturbios en tercera clase, regresaba de allí e iba a mi camarote cuando sentí un disparo. Me alarmé mucho y caminé en dirección al sonido, hasta percatarme de que era Brandon quien se quejaba de dolor. Supongo que le haya pasado lo mismo a Georgie.

—Es entendible —repuso Gregory, aunque consideró que era un tanto sospechoso—. Yo le explicaré a Georgiana con más sosiego. Ahora entraré a ver a Brandon, aunque esté dormido, quiero comprobar que esté bien, hasta que llegue la enfermera.
James asintió.

Gregory entró a la habitación de Brandon, quien dormía de forma apacible. La pierna estaba vendada y por lo demás, todo parecía estar en orden. La enfermera llegó enseguida y él se sintió libre de marcharse. Cuando salió al salón de la suite, una hoja de papel en el escritorio llamó su atención, tenía una mancha de sangre ya seca… Comenzó a leerlo:

El reflejo

Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.

—¡Oh! —les respondió el río— aun cuando todas mis gotas de agua se conviertan en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.

—¡Oh! —prosiguieron las flores de los campos—, ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.

—¿Era hermoso? —preguntó el río.

—¿Y quién mejor que tú para saberlo? —dijeron las flores—. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza…

—Si yo lo amaba —respondió el río—, es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.

O. Wilde

Aquel escrito le perturbó un poco, hablaba sobre la muerte de Narciso, sobre el amor del río por él y lo más sugerente era que se trataba de una obra de Wilde, transcrita por alguien cuya caligrafía no había reconocido. ¡Qué raro haberlo encontrado en el salón de Brandon, justo la noche en la que había sido herido!

Con más preguntas que respuestas, Gregory se guardó el papel en el bolsillo y desapareció, aunque algunas frases de aquel cuento corto martillaban aun en su cabeza: “Cuando murió Narciso…”, “¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso”. Gregory pensó en el hombre bello de Pasaje de Baco, aquel otro ser retratado por Brandon en su lienzo, pero de inmediato desechó la idea. No creía que la muerte de Narciso tuviese relación alguna con aquella historia ni mucho menos con Thomas Wentworth.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top