Capítulo 13

James pasó el resto de la tarde muy abrumado, recriminándose por lo que había hecho y creyendo que las oportunidades que pudo haber tenido con Georgiana, las había frustrado con su precipitación. Aun así, no podía negar lo que sentía por ella y que aquel beso había sido el mejor instante de su existencia. ¡Si tan solo pudiese tener la certeza de que Georgie sentía algo por él! Por un momento creyó que así había sido: la joven se abandonó en sus brazos y correspondió a su beso, pero había terminado huyendo de él, ofendida… ¿Habría obrado mal? ¿Podría justificar su arrebato con la desazón que sentía por partir de Essex sin tener la seguridad de volver a verla? Georgie estaba prometida con Brandon Percy y él no había respetado ese compromiso; era probable que la dama estuviese muy disgustada con él por esa razón.

Un criado de la duquesa llamó a su puerta y le hizo saber que lord Hay aguardaba por él en el despacho. Por un momento creyó que debería ofrecerle explicaciones al caballero por la manera en la que se había comportado con su hermana, pero luego desechó tal idea, puesto que no creía a Georgie capaz de confesar lo que había sucedido entre ellos unas horas atrás.

James estaba en lo cierto, al entrar en el despacho de la duquesa encontró a lord Hay en compañía de su hermano Gregory quien, al parecer, hacía muy poco tiempo que había llegado de Londres. Los hombres se saludaron, pero resultaba palpable la tensión en el ambiente, por lo que James no demoró en hablar.

—Me alegra saludarle otra vez —comenzó—, pero intuyo que su presencia se debe a una cuestión muy grave y le pido que me diga cuanto antes qué ha sucedido.

James estaba preocupado. En su carta, Gregory le advertía que iría a Wessex a ver a su padre e imaginaba que le tendría noticias luego de aquella visita.
Lord Hay invitó a James a sentarse, y eso hizo.

—Mi hermano tiene novedades luego de visitar al Conde de Rockingham. Le he dicho de llamarlo de inmediato, porque debe estar informado.

—Me asusta —repuso James—, ¿hay algún problema con papá?

—Su padre está bien ahora —le tranquilizó Gregory—, pero ha tenido un altercado y me he visto precisado a llevarlo a mi casa de Londres.

—¿Se encuentra en su casa? —James no daba crédito a sus palabras.

Gregory asintió.

—El conde insistía en trasladarse a su antigua casa, vizconde, pero como estoy informado de las desavenencias entre ustedes no me atreví a cumplir su deseo sin su consentimiento. De cualquier forma, su padre necesitaba de ciertos cuidados y me he visto obligado a llevarlo a Londres conmigo. Está en mi casa de Mayfair con mi… —Se detuvo, esbozando una sonrisa al recordar a su amante—. Mi mujer Nathalie Preston, mi médico personal y mi servicio, le aseguro que cuidarán muy bien de él.

—¡Entonces le ha sucedido algo! —exclamó James poniéndose de pie.

—Sí —respondió Gregory—, pero está fuera de peligro. Si me permite, voy a narrarle cuanto sé.

Gregory, con lujo de detalles, narró su viaje a Wessex. La residencia del conde estaba bastante deteriorada y para colmo de males, encontró que había habido un fuego reciente que destruyó parte de la biblioteca y algunas dependencias de la planta baja, debilitándose así el primer piso que sufrió un derrumbe parcial a causa de las llamas. Gregory encontró al conde acompañado únicamente por su ayuda de cámara, en una habitación improvisada. Se estaba recuperando de una herida de bala que recibió en el hombro que, aunque no era de gravedad, le había obligado a hacer reposo.

—¡Dios mío! —profirió James asustado—. ¿Qué sucedió? ¿Y la amante de mi padre?

En su voz se podía advertir una honda preocupación.

—Tranquilícese —le pidió Gregory—, le repito que su padre está ya fuera de peligro. Sobre lo que pregunta, tengo a bien a informarle que la mujer de su padre lo abandonó y huyó con un amante.

—¡Era de esperar! —comentó James airado—. Sin dinero y siendo la sombra de lo que una vez fue, es lógico que mi padre se hubiese quedado solo.

—Las circunstancias de ese abandono fueron mucho más dramáticas —señaló Gregory—, y su padre tuvo a bien explicármelas una vez que le confesé que era amigo suyo y que me había dirigido a Wessex para intentar adquirir la carta y averiguar sobre el cuadro.

—Lo dice como si el incidente de mi padre estuviera vinculado de alguna manera con la carta y con el señor Percy —le interrumpió James.

Lord Hay fue en este caso quien asintió.

—Estoy consternado —dijo—, no puedo creer a Brandon involucrado en esto, pero cuando Gregory le explique podrá entender mejor.

Gregory entonces retomó la historia y le contó lo que su padre le había dicho:

—Unos días atrás, al parecer poco después de la subasta, un caballero joven que vestía de oscuro se presentó en el hogar del conde y le ofreció un buen dinero por la carta que estaba en su poder. Su padre se negó, asustado de que una persona desconocida estuviese al tanto de una información como aquella. El hombre aseguró velar por los intereses del señor Percy, pero como el conde sabía que Brandon había huido a Nueva York, tuvo sus dudas. Lo cierto es que se negó a darle la carta y le despachó. Creyó que todo habría quedado así cuando, una noche al regresar de Londres, descubrió a su amante en brazos de aquel hombre, quien la sedujo para entrar a la casa y comprobar si tenía la carta que precisaba. La mujer, por supuesto, estaba ajena a ese asunto, pero no por ello se negó a los favores que se le proporcionaban. El conde, al descubrirlos en franco idilio, montó en cólera y extrajo un revólver que siempre llevaba consigo. El desconocido fue más rápido que él y le disparó, cayendo al suelo con una herida en su hombro.

—¡Pobre papá! —murmuró James—. Ha sido víctima de sí mismo y de las decisiones que ha tomado.

—Así es —afirmó Gregory—, pero por fortuna no perdió la vida. Su atacante le exigió conocer dónde tenía escondida la misiva, pero su padre le respondió que la había destruido, convencido de no perjudicar más a los implicados. El hombre no le creyó, fue por eso que antes de marcharse quemó el despacho de su padre donde se hallaban sus documentos personales, pensando que así eliminaría la consabida carta. La amante huyó con él, y desde entonces, el conde no ha tenido más ninguna noticia.

—No creo que mi padre haya destruido la carta —reflexionó James—. Hace unos días, antes que todo esto le sucediera, me escribió diciéndome que me la entregaría, sin extorsión alguna, a cambio de regresar a vivir a la casa.

—Yo le pregunté por la carta y me aseguró que la había quemado —le dijo Gregory—, pero es lógico que no confiara en mí por completo. Incluso es probable que de verdad se haya perdido en el incendio. Lo cierto es que consideré que no era correcto abandonar a su padre a su suerte, en un hogar semiderruido, por lo que me lo llevé conmigo a mi casa de Mayfair.

—Le agradezco mucho el servicio que le ha prestado —expresó James de corazón—, tienen ambos mi eterna gratitud y amistad. Mañana mismo pensaba regresar a Londres y cuando lo haga, llevaré a mi padre conmigo.

—Es lo más sensato —concordó lord Hay—. Una vez que el conde se sienta mejor, quizás le confíe a usted otros detalles o le diga en verdad lo que sucedió con la carta.

—Mañana retornaremos juntos a Londres, le brindo mi coche —le ofreció Gregory—, e iremos a mi hogar a buscarlo.

—¡Muchas gracias! Lamento los inconvenientes que esto pudo haberle causado —se disculpó James.

—No se preocupe —contestó Gregory dándole una palmadita en la espalda—, no ha sido inconveniente alguno. Nathalie no es precisamente una gran anfitriona, pero ha tenido que acatar mis órdenes.

Edward sonrió, pese a que no estaba de acuerdo con la relación de Gregory con aquella soprano de dudosa reputación, había aprendido a aceptar a la señorita Preston. Era legendario su mal humor, así que era probable que le riñera a Gregory después por llevar a un extraño a su casa.

—Por la descripción que ha hecho —meditó James en voz alta—, el hombre que agredió a mi padre parece ser el mismo que vino aquel día a la subasta y me golpeó a mí.

Gregory asintió.

—Pienso lo mismo. Es un hombre violento, a juzgar por los métodos que utiliza. Cuando le falla el dinero, acude a vías poco ortodoxas para alcanzar sus objetivos.

—Eso significa también que no fue su padre quien lo contrató para adquirir Pasaje de Baco, como supusimos en un comienzo —intervino Edward—. De ser así, solo nos quedaría un posible sospechoso que, por muy lejos que esté de Inglaterra, es la persona que más se beneficiaría con recuperar la pintura y destruir la carta.

—Percy —murmuró James.

—Percy —convino Gregory—. Lo peor de todo ello es que seguimos sin las pruebas necesarias para alejarlo de Georgiana. Quizás la carta hubiese ayudado a terminar con ese compromiso, pero al parecer ya no existe. Aunque tengamos la firme sospecha de que es Percy quien está detrás de estos hechos, no podemos asegurarlo y es probable que Georgie no desista de su compromiso por incriminaciones que, de conocerlas, las puede tildar de falsas.

—Al menos hay algo que me tranquiliza en ese sentido —añadió Edward, recordando la conversación que sostuvo con su hermana.

—¿Qué? —Gregory estaba ajeno a ella.

—Georgie me confesó hace poco que le escribió a Brandon su decisión de no casarse en el otoño, como habían acordado —explicó Edward—. Ella desea un compromiso más largo, pues tiene dudas y no desea llegar al altar sin estar segura de que en verdad la ama.

James levantó la mirada de inmediato al escuchar esto. ¡Georgie no se casaría! Al menos no de inmediato. Aquello le infundía una enorme esperanza, en medio del desasosiego que la historia de su padre le causó. Sin embargo, debía controlarse frente a los Hay, pues no podía evidenciar tan pronto cuáles eran sus sentimientos por ella.

—¡Excelente! —exclamó Gregory satisfecho—. Es increíble que Georgie haya tomado esa decisión. No la creí capaz de hacerlo, mucho menos al estar ignorante de lo expuesto en The Post y a todo lo que nosotros conocemos tan bien.

—Según parece, la recomendación que le dio mi hermana hace unos días fue efectiva —dijo lord Hay mirando a James—. Sembró una duda en ella que le ha hecho reflexionar sobre su relación, al punto de desear posponer su matrimonio.

—Entonces debemos agradecerle —interrumpió Gregory—. Todo indica que usted ha influido en esa decisión.
James se sintió un tanto nervioso, pero también complacido. ¡Georgie le había escuchado!

—Me alegra saber eso —habló al fin—. Le profeso un profundo afecto a la señorita Hay y no me hubiese sentido conforme de saberla casada con el señor Percy.

Una vez más, lord Hay lo miró con interés, preguntándose si algo sucedería entre el vizconde y su hermana. Sabía que pasaban la tarde juntos en el salón de música, y era probable que, al menos James, estuviese interesado en ella. ¡Ojalá fuese así!

🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊

Georgie había salido muy poco de su habitación, evitando encontrarse con James. No había dejado de pensar en lo sucedido en la mañana, y cada vez que lo hacía, la invadían sentimientos contradictorios. Por una parte, se sentía culpable de haber respondido a su beso, aunque hubiese sido por breves instantes. Pensaba en Brandon y consideraba que no merecía aquello. Por la otra, no podía negar que James había despertado en ella algo que no podía descifrar… Le había sorprendido su sensibilidad al apreciar su pieza musical; reconocía que se alegraba en su compañía, y le admiraba por su trabajo. Sin embargo, sentía algo más, algo que trataba de esconder fingiendo una ofensa y una irritación que en realidad no experimentaba.

James le había besado de una manera distinta a lo que había aprendido con Brandon. A pesar de recriminarse a sí misma por hacer comparaciones, era inevitable sucumbir a ellas. El beso de James fue inesperado, pero lleno de una pasión que todavía le hacía temblar las piernas. ¿Era entendible que se sintiera así, ella que amaba a Brandon y pretendía casarse con él? Las veces en las que su prometido le había besado habían sido bien distintas. No había existido exaltación alguna, no se había estremecido en sus brazos y, en todas esas ocasiones, jamás llegó a creer que podría existir algo más.

Un toque en su puerta le hizo incorporarse sobre el lecho, haciendo pasar a la persona que le procuraba. Georgie sonrió al advertir que era Anne; sentía que quizás ella pudiese ayudarle en su dilema sin juzgarla con severidad, pero, ¿cómo confesarle a su amiga lo que había sucedido con James? ¿Cómo explicarle algo que ni ella misma atinaba a comprender?

Anne le devolvió la sonrisa y se sentó a su lado en la cama, mirándola con cierta preocupación.

—¿Te sientes bien?

Georgie asintió.

—He estado algo cansada pero ya estoy mejor —explicó.

—Te comportas como si te estuvieses escondiendo de alguien —le reprochó Anne—. Seguro ignoras que Gregory ha venido.

Georgie se alegró al escuchar eso.

—No creí que volviera —repuso—. ¿Se quedará algunos días?

—Me temo que se marchará mañana con el vizconde. Lo llevará en su coche de regreso a Londres.

El rostro de Georgie evidenció desilusión, Anne se preguntó si por la partida de Gregory o por la de James.

—Edward me confesó la conversación que sostuvieron —le dijo Anne—. Has hecho bien en escribirle a Percy y en hablar con tu hermano. Está más tranquilo de saberte tan sensata y cree que ese tiempo te ayudará a tomar la mejor decisión.

—A veces tengo la sensación de que todos me están ocultando algo —murmuró Georgie desalentada—. Están muy preocupados por mi matrimonio con Brandon, como si no fuese el amigo que tanto queremos.

—Percy es en efecto, nuestro amigo, pero nos importa más tu felicidad. El compromiso de ustedes fue un tanto precipitado y temíamos que, de celebrarse un matrimonio con celeridad, perdieras la oportunidad de evaluar tanto sus sentimientos como los tuyos.
Georgie agachó la cabeza.

—¿Qué te sucede? —inquirió Anne—. Desde la mañana estás muy extraña, luego de tu paseo con el vizconde.

Georgie levantó la mirada.

—A él también lo noté muy nervioso —continuó Anne, al comprender que acertaba en su suposición—, me devolvió tu cesta con flores y se veía ofuscado.
La joven se llevó las manos al rostro y suspiró. Luego las colocó sobre su regazo y le contó a Anne la verdad.

—Creo que tienes razón y el vizconde siente cierto interés por mí —confesó con un hilo de voz.

Anne, en lugar de asombrarse, sonrió.

—Y, por lo que puedo juzgar, tú correspondes en parte a ese interés —se atrevió a decir.

Las mejillas de Georgiana se encendieron.

—No lo sé —admitió—. Estoy segura de que amo a Brandon, pero James ha sido una compañía maravillosa estos días y…

—Estás confundida —le interrumpió Anne, con su voz tranquilizadora—, pero no puedes recriminarte por ello. Es muy natural y yo también lo estuve en algún momento. Al menos tomaste la decisión más acertada al posponer tu matrimonio y quizás, con algo más de tiempo, puedas esclarecer tus sentimientos por el vizconde y por Percy.

—Brandon no se merece que yo albergue estas dudas… —dijo Georgie con un sollozo.

Anne le abrazó. La quería mucho y era una gran amiga para ella. La providencia había hecho que también se convirtieran en cuñadas.

—Georgie —comenzó Anne con dulzura—, Percy se marchó a Nueva York con el propósito de visitar a su tío enfermo. En este tiempo te ha escrito muy poco y ha sido incapaz de adelantar su viaje estando ya su tío bien de salud. No puedes sentirte culpable por albergar dudas sobre algo tan serio como un compromiso. Tal vez si Percy hubiese estado a tu lado, jamás las hubieras experimentado y el vizconde no hubiese tenido oportunidad de llegar a tu corazón. Aunque no lo quieras admitir ahora, puede que tu amor por Percy no sea tan fuerte como piensas ni tu interés por James tan débil como intentas hacerte creer.

Georgie no replicó porque sabía que Anne había sido muy sensata con sus palabras. Tenía razón y ella no podía negárselo. James le había hecho sentir distinta, había descubierto con él sensaciones que jamás con Brandon experimentó. Empero, era demasiado pronto para tomar una decisión que la alejara de su prometido y la llevara hacia un hombre a quien conocía bien poco.

—Es cierto que el vizconde me ha turbado —reconoció—, pero sigo prometida a Brandon. Asimismo, hay algo que estás desestimando y que me hace dudar de las intenciones del vizconde hacia mí.

—¿A qué te refieres? —preguntó Anne con curiosidad.

—Sigo creyendo que James conoce algo sobre Brandon que no me ha confesado. Oculta alguna cosa y eso me asusta.

Anne se quedó asombrada con la aguda reflexión de Georgiana. Era justa al desconfiar de James, aunque no tenía por qué saber que con su silencio le evitaba una decepción mayor.

—Pienso que el vizconde es un buen hombre —expresó al fin—. Si en verdad conoce algo que dañe el prestigio de Percy, lo ha callado para no herirte. Eso habla muy bien del caballero que es. Resulta muy sencillo injuriar a una persona que no está presente ni puede defenderse. Es muy fácil intentar ganar tu corazón evidenciando las faltas graves del hombre contra el cual parece disputar tu cariño. Si ha preferido pretenderte sin confesiones graves sobre Percy, es porque su amor por ti es mayor que su deseo de éxito.

Las palabras de Anne dejaron a Georgie muy pensativa. ¿Podría ser cierto que James no hablaba para no hacerle daño? ¿Evitaría injuriar a Brandon sin pruebas para no perder el afecto de ella? Anne vio las dudas aflorar a sus ojos, pero no quiso agobiarla más. Le dio un beso en la cabeza y le pidió que no dejara de bajar a cenar. Gregory deseaba verla antes de partir y le recomendaba también que se despidiera de James en mejores términos.

Luego de su conversación con Georgie, Anne fue en busca de su esposo. No podía mantenerlo más al margen de los acontecimientos. Se sentía en el deber de hacer algo, puesto que temía que Georgie se perjudicara al estar ajena a la verdad, al punto de sacrificar el interés real que comenzaba a sentir por el vizconde por la relación con un hombre que no la merecía.

En cuanto Edward le vio llegar al despacho supo que algo le sucedía a su esposa y acudió a su encuentro, temeroso de que estuviera en relación con su embarazo. Para su tranquilidad, no era así.

—Quiero hablarte de Georgie...

—¿Pasa algo?

Anne no sabía cómo introducir el asunto, así que se decantó por conversar de ello sin preámbulos.

—Georgie me ha hablado del vizconde; según me ha dicho, está interesado en ella. Algo que no me sorprende y que incluso ya me había atrevido a sugerirte.

Edward la miró asombrado. Tenía al vizconde en buena estima, pero no se esperaba que hubiese avanzado hasta ese punto.

—¿Qué ha dicho ella?

—No me ha dado detalles —le calmó Anne—, pero está muy confundida. No creo que su amor por Percy sea tan hondo como suponíamos y es probable que el vizconde haya ganado en estos días un espacio que Brandon cedió voluntariamente. Sin embargo, me preocupa que ese afecto entre Georgie y James no fructifique, a causa no solo del compromiso de ella, sino de las reservas que tiene respecto a él, luego de haberle aconsejado que no se casara con Percy. Georgiana está segura de que el vizconde le oculta algo, y no puede confiar en él del todo si continúa creyéndolo así. Nada podrá unirles mientras James sienta la obligación de callar algo de lo cual Georgiana debería estar enterada.

Edward permaneció en silencio. Su esposa era una mujer muy inteligente y le otorgaba mucho valor a sus palabras.

—¿Qué sugieres? —le preguntó.

—Que no demoren más tiempo en decirle la verdad a Georgie. Solo así podrá poner en orden sus sentimientos, tomar una decisión definitiva respecto a Brandon, y aceptar al vizconde sin remordimientos, si se enamorara de él.

—Hoy también he pensado lo mismo —reconoció Edward—. Si es cierto que Brandon estuvo involucrado en el incidente de la subasta y en lo que le sucedió al Conde de Rockingham, no puede desposar a Georgie. Te prometo que pensaré en lo que me pides, aunque te aseguro que me sigue pareciendo una empresa muy difícil. Quizás con algo más de tiempo este compromiso termine por deshacerse.

—¿Y en cuanto a James? —indagó Anne.

—Él no me ha confesado nada —respondió—, y se marchará mañana. Pienso que sea todavía muy incipiente. De cualquier forma, aprecio al vizconde y no rechazaría sus intenciones de cortejar a Georgiana si ella le correspondiese.

Anne le abrazó con cariño. Sentía mucha pena por Georgie, incluso se juzgaba con dureza por no haberle dicho cuanto sabía sobre Percy. Quería ayudarla a ser feliz, pero en estas circunstancias no podía pasar por encima de la autoridad de su esposo. Confiaba en que pronto Georgie supiera la verdad, aunque sin duda sufriría mucho cuando la conociese.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top