Capítulo 5

☆★☆

Recuerdo lo nerviosa que estaba antes de subirme al escenario por primera vez con Mike. Fue en un club nocturno que pertenecía a un amigo suyo, creí que sería imposible que pudiera pararme ahí frente a todas esas personas. Temblaba, empecé a hiperventilar, casi no podía hablar; me convencí de que sería un desastre.

Mike intentó tranquilizarme de todas las formas posibles; cuando era inminente que subiríamos al escenario, entendió que yo no podía hacerlo. Me miró a los ojos, me pidió que hiciera valer esas horas de ensayo y dijo que sabía que tenía mucho más talento del que quería creer; sin embargo, tampoco funcionó. Subí al escenario aferrada fuertemente de su mano bajo su mirada preocupada, parecía que iba camino a la horca.

Decenas de pares de ojos se posaron en mi nerviosa persona, la guitarra me pesó una tonelada, creí que mis rodillas se doblarían en cualquier momento. Entonces recordé esos paseos en medios de saltos por la casa con los dedos sobre las cuerdas invisibles de mi guitarra imaginaria; mamá reía y usaba un peine como micrófono para presentarme ante el público de felpa y ojos de plástico. Esa emoción, felicidad, seguridad e inocencia regresaron con tanta intensidad que de nuevo sentí las rodillas a punto de doblarse por algo muy diferente. Mike me ha dicho que fue como si me transformara en otra persona, le costó concentrarse la primera parte de la presentación; no daba crédito a que esa chica segura y extrovertida fuera yo, pero lo era.

Intento que ese recuerdo sea tan fuerte para mantenerse en cada segundo de mi vida, no sólo arriba de un escenario donde ya no sé si algún día vuelva a estar. No obstante, el nerviosismo por enfrentarme a algo desconocido ha regresado al mirar el nombre de Dimas en mi celular nuevo; ha estado en línea varias veces en el chat sin que me atreva a escribirle un simple saludo.

Por la mañana, me he despertado del sueño más real que he experimentado, no pude volver a dormir. Mi primera reacción al abrir los ojos fue buscar a Dimas en la cama y besarlo, pero no estaba. El rastro de sus besos y caricias había estado en mi imaginación, las sábanas estaban frías sin su presencia, no quise permanecer más tiempo ahí.

Mike y Nidia continuaban en su habitación, les dejé una nota pegada a la puerta para avisarles que saldría a comprar mi celular, y me dirigí a la tienda departamental más cercana. He comprado el mismo celular y colocado mi chip con mi número telefónico sin si quiera permitir al vendedor decirme mucho sobre el producto, sólo quería tener las fotografías de Dimas cuanto antes. Utilicé la poca batería que tenía para pedirles las fotografías a Aura y Henrik, quienes ya se encontraban en el aeropuerto.

Un vacío amargo nace en mi estómago al mirar hacia el cielo, a través de la ventanilla del taxi, y saber que Dimas se aleja a toda velocidad de mí.

—¡¿En dónde demonios te has metido?!

Mike abre la puerta de la casa con la mirada colérica, casi dejo caer de nuevo el celular, ni si quiera sé si me habla a mí. El taxi ya no está a mis espaldas, así que debe ser a mí.

—¡Mike! ¡¿Qué te sucede?!

Nidia tira de su camisa y lo aparta de la puerta, me deja espacio para entrar.

—¡¿A mí?! ¡Es ella la que se ha marchado sin avisar!

—¡No es una niña y esta no es una cárcel!

—¡Algo pudo pasarle y jamás nos enteraríamos!

—¡Sólo ha ido a comprar su celular!

En cada oración uno levanta la voz más que el otro hasta que gritan tan fuerte que me hace desconocerlos. Es la primera vez que los veo pelear de esta forma, es por mi culpa.

—¡Perdón! —grito luego de repetir varias veces la disculpa sin que me presten atención.

—Cristal...

Mike se acerca y retrocedo, mi reacción lo lastima. Quiero volver a pedirle perdón, pero no consigo hablar; Nidia intenta sonreírme sin conseguirlo.

—Me preocupé —dice él—. No quise asustarte, yo...

—Está bien —musito.

Pero no lo está y él lo sabe, puedo verlo en sus ojos color chocolate. Me disculpo una vez más, no sé que más decir, y apresuro el paso hasta las escaleras. Escucho a Mike llorar antes de encerrarme en mi habitación donde me derrumbo igual que él.

Regreso al sitio del que escapara por la mañana al no encontrar a Dimas y utilizo la batería restante del celular nuevo para revisar las redes sociales; así me entero de que ya han aterrizado.

Y que Lucy está ahí.

El estómago se me comprime al recordar aquella conversación que Dimas me enseñó en su celular, se mezcla con el recuerdo de esa tal Karen en su habitación.

¿Y si él le pidió que vaya?

El celular se apaga, contemplo la pantalla negra el tiempo suficiente para dejar de sentir el brazo sobre el que me he recargado. No tengo fuerzas para levantarme y conectarlo a la electricidad, es como si me hubiera quedado también sin batería.

Quizá es mejor... La opción correcta nunca es la sencilla.

☆★☆

El sonido de unas hojas de papel me despierta, tardo un momento en acostumbrar la vista a la luz de la lámpara encendida. Mike está sentado a mi lado leyendo mi libro de Crónicas Marcianas, me dirige una sonrisa cuando me descubre despierta. Permanece con la misma ropa con la que le vi por la mañana a pesar de que ya ha anochecido.

—¿Dormí todo el día? —pregunto con la voz ronca.

—Sí, eso creo.

Me froto los ojos y bostezo, es imposible dormir todo el día con el centinela de Nidia pendiente de que realice mis tres comidas diarias.

—¿Y Nidia?

Mike regresa la vista a las hojas del libro.

—Dijo que necesitaba pensar.

—¿Se fue?

—Está con su hermana, me envió un mensaje hace un rato.

No tiene que decir más, pues es comprensible que necesite apartarse de toda esta tonta situación.

—Deberían tomarse unas vacaciones —comento al abandonar la cama—. A la Riviera Maya o Nueva York... ¿No crees?

—Tengo mucho trabajo.

Y a mí, soy esa carga que detiene a las personas.

—¿Quieres comer algo?

Puedo apostar que Mike no se ha atrevido a acercarse a la cocina porque sus habilidades culinarias son peores que las mías, podría provocar una explosión nuclear con el microondas.

—¿Vas a cocinar? —pregunta con tono divertido.

—Si la sopa instantánea cuenta como cocinar...

Deja el libro en la mesa del costado, se levanta y estira los brazos con pereza.

—Vamos.

Desconecta mi celular de la electricidad, me comenta que lo ha dejado cargando por la tarde. Ignoro los mensajes que recibo y lo guardo en el bolso trasero del pantalón; Mike me mira de forma perspicaz mientras descendemos por la escalera.

Nuestro menú consta de sopas instantáneas sabor a pollo, res o camarón; elegimos pollo, aunque sabemos que no tienen nada de pollo. Mike posee uno de esos microondas que parecen los controles de una nave espacial, es lo único que sé manejar bien de su elaborada cocina.

—Agregamos la primera canción de la presentación al final del álbum como algo extra —comenta sentado frente a la mesa de la cocina—. Ya sabes, donde Mina y tu tienen la introducción.

—Fue una buena idea.

Me giro y observo las dos sopas instantáneas elaborar círculos perfectos dentro del microondas.

—Qué bueno que te ha parecido bien.

—Sí.

No volvemos a hablar hasta que sirvo las sopas en unos tazones hondos y entrego a Mike la serie de salsas con las que suele aderezarlas, yo la como simple.

—Cristal —me llama, sólo levanto los ojos en su dirección—. Lamento mucho gritarte por la mañana. Me asusté y reaccioné mal.

Creo que provoco algo para que las personas hagan cosas por las que luego tienen que pedirme disculpas.

—Lo sé, no pasa nada.

—Claro que sí.

—No, en serio.

—Cristal.

—Mike, está bien.

Continúo comiendo bajo la intensa mirada de Mike.

—Ni me percaté de que habías salido de la casa por voluntad propia hasta que Nidia me lo ha dicho.

Tampoco me fijé.

—Te dije que estaría bien.

—Eres la persona más fuerte que conozco...

—Entonces no conoces a muchas personas.

Lo cual es estúpido porque Mike conoce a media capital.

—Lo digo en serio.

—Yo también.

—Cristal, basta.

—Ya, no quiero hablar de eso.

—Camila, basta.

Escuchar mi nombre verdadero me provoca un estremecimiento.

—¿Qué?

—Necesito que me escuches.

—Eso hago.

Nos miramos con la mesa como intermediaria y los platos con sopa enfriándose frente a nosotros.

—Tengo mucho miedo de que un día despierte y ya no estés en la casa...

—¿Qué quieres decir?

Mike suspira y cruza ambas manos sobre la mesa.

—Ya te has marchado una vez, dejaste todo sin mirar atrás... ¿Qué sería de mí si te marchas y jamás vuelvo a saber de ti?

Abro la boca, pero las palabras demoran unos instantes en salir.

—Tienes a Nidia.

—Es diferente, Cami —murmura—. Nidia es la mujer que amo, pero tú eres lo más cercano que tengo a mí mismo.

Sus palabras me hacen sentir hormigas en el corazón.

—No entiendo.

—Eres parte de mí —añade—. Ya hemos luchado estas batallas muchas veces y ganado, ¿recuerdas? Pero jamás intentamos vencer en la guerra, es a lo que nos enfrentamos.

—Mike —musito y desvío la mirada—. No puedo ganar.

—Claro que puedes. Lo estabas haciendo, ¿no? —insiste—. Estabas viviendo con Henrik, hiciste nuevos amigos que te quieren... —Se detiene un momento antes de seguir—. Iniciaste una relación con Dimas.

El reloj en la pared me indica que son las nueve de la noche por lo que MalaVentura ya debe de haberse presentado como telonero de The Witcher.

—¿Lo amas?

—¿Qué importa ya? —murmuro—. Está con una chica con la que salía antes o mientras... —dudo, no es buena idea mencionar eso de nuevo—. Olvídalo.

Mike no me pregunta más por lo que sigo comiendo mi sopa, de soslayo lo veo revisar algo en su celular, estoy segura de que está viendo las redes sociales.

—¿Lucy? —pregunta en voz alta, respondo que sí—. ¿Quién es?

—La prima de Cedric.

—¿Cómo un chico agradable como Cedric tiene una prima así?

Creo que se le ha escapado el comentario, se disculpa de inmediato. Vence la curiosidad, reviso las redes sociales e ignoro los mensajes que me han enviado Henrik, Aura y Eric.

Yo misma quiero decir algo desagradable y horrible sobre Lucy, olvidar que fue amable conmigo. Quiero lastimarla como me hace conmigo y así aminorar un poco la punzada helada en el corazón.

Lucy ha subido una fotografía a todas sus redes sociales donde abraza a Dimas; sin embargo, él permanece serio mirando hacia un costado como si hablara con alguien y Lucy fuera una garrapata que se colgó.

—Leeré un rato.

Arrojo al basurero lo que ha quedado de mi sopa, ya que he perdido el poco apetito que tenía, y lavo el tazón, aunque Mike me pide que lo deje así. Tampoco intenta detenerme, se limita a darme las buenas noches cuando subo a la habitación.

Regreso a la cama y apago el celular, no quiero saber nada de nadie. Quizá logre desconectarme de forma voluntaria o sólo olvidar que amo de esta forma a alguien que no me corresponde.

Quiero olvidar, pero detengo mis deseos y me enfoco en mirar la oscuridad. No puedo escapar del dolor, debo aprender a sufrirlo. Cierro los ojos con fuerza, me mantengo así por mucho rato reviviendo los momentos con Dimas que van desde el festival hasta la imagen de su puño en lo alto antes de golpear a ese hombre.

¿Pasará la noche con Lucy? ¿Se besaban cuando tenían sexo? ¿La miraba como me miraba a mí? ¿Ella se recostaba sobre su pecho y conversaban sobre trivialidades? ¿Él le decía que era hermosa? ¿Ella seguía el contorno de su tatuaje y lo estremecía al hacerlo?

—¿Cristal? —Nidia se asoma por la puerta entreabierta—. ¿Estás durmiendo?

—No...

La chica se recuesta a mi lado y me toma de la mano.

—Está bien sentirse triste, Cris...

—No estoy triste —susurro con un nudo en la garganta—. Sólo tengo sueño.

Nidia me abraza, ignora que me rehúso en un primer instante, y termino por rendirme cuando el nudo vence.

—Está con ella —digo muy bajito entre sus delicados brazos y rodeada por el aroma suave de su perfume—. Salieron antes.

—No lo sabes...

—Lo sé, en serio...

—Cris...

Me abraza muy fuerte y escucha en silencio mi llanto, se queda conmigo por lo que me parecen horas. Me arrulla con un tarareo lento, de alguna canción que no conozco, y acaricia mi cabello; hace mucho que nadie me cobijaba así...

En las noches de frío mamá y yo dormíamos en la misma cama, pues era más sencillo entrar en calor. Cuando no podía dormir me arrullaba con canciones de cuna infantiles a las que siempre les cambiaba la letra porque las olvidaba.

No recordaba cómo era sentirse segura a pesar de que afuera el mundo caiga a pedazos.

☆★☆

No he encendido el celular a pesar de los enormes deseos de hacerlo; por el contrario, lo dejé en mi habitación.

Estoy desparramada en el sofá con una presentación de Interpol en Glastonbury en la televisión, Mike está a mi lado; se ha convertido en un verdadero admirador de la banda, me dice todas las peculiaridades que ha descubierto al fijarse en las guitarras o bajo eléctrico de cada canción. Nidia intentaba escribir un correo electrónico desde su laptop en la mesa del comedor, pero con la música a todo volumen ha desistido, así que mira la presentación en el sofá de un costado.

—Es desesperante vivir con dos músicos —opina Nidia.

Mike canta Obstacle 1 y le lanza un beso al aire que la chica finge esquivar con una sonrisa divertida.

—Ya no cuento como músico —suspiro—. Ni recuerdo estas canciones.

—No te presiones —me dice ella—. Tranquila.

Es lo que intento, pero me basta recordar que por la noche Eric ocupará mi lugar para sentir náuseas. En esta ocasión me obligo a no devolver la comida porque he desayunado cereal sabor a chocolate sin que Nidia se queje sobre mi escasa y mala alimentación.

Mike finge tocar la batería, aunque no tiene idea de cómo hacerlo, incluso mueve la cabeza como si estuviera ahí mismo en el escenario. En unas horas sale su vuelo para ir con Gray al concierto; sospecho que se convertirá en el representante, eso espero.

Llaman a la puerta, Nidia se ofrece a abrir, es sábado por lo que debe ser el jardinero.

—Antes te alegrabas un poco mirando conciertos —me dice Mike—. Nadie nos ve... ¿Qué importa si hacemos el ridículo?

Entorno los ojos y me cruzo de brazos.

—Me veo yo misma y es suficiente para no hacerlo.

—Te estás convirtiendo en una viejita amargada.

Me pellizca la mejilla y continúa cantando. De pronto, una almohada me golpea en la cabeza, lo encuentro riendo porque me he caído hacia un costado.

—¡Mike!

Arrojo la almohada de regreso y repite lo que ha hecho; no sé cómo, pero nos enfrascamos en una pelea de almohadas. Mike pasa de cantar a gritar la canción, lo imito hasta que una almohada me golpea de lleno en la cara.

Mike me hace caer del sofá, enredo las piernas en sus pies y también lo hago caer. Nidia debe estar sorprendida de nuestras peleas infantiles que hace mucho no teníamos.

—¿Cómo se llama esta canción? —pregunta y atrapa una almohada en el aire—. No recuerdo.

—Anywhere —respondo agitada.

—No recordaba.

Mike me extiende una mano, de un brinco me levanto y sacudo mi pijama. Nidia aplaude, al girarme encuentro que Aura y Sofía están ahí.

—¿Qué hacen aquí? —inquiero—. Quiero decir... ¿No estaban con los demás?

Mike baja el volumen de la televisión y las invita a sentarse. Nidia tiene una sonrisa radiante como si algo sumamente bueno fuera a suceder, las chicas parecen algo nerviosas.

—Acabamos de bajar del avión —responde Sofía tras cubrir un pequeño bostezo que ha sonado sumamente tierno—. Más o menos, pasamos por algo antes.

—¿Son laptops? —pregunta Mike.

Entonces reparo en las cajas blancas que tienen sobre el regazo con la emblemática manzana mordida.

—Sí —responde Aura al dejar una arriba de la mesa del centro—. Una es para mí y una para ti.

—¿Para mí? —inquiero sin comprender—. ¿Por qué?

—Si no la quieres puedo aceptarla —comenta Mike mientras echa un vistazo a la caja.

Tanto él como Nidia no parecen sorprendidos, pregunto qué está sucediendo.

—Es un regalo —explica Aura—. Ayer comenté que tu laptop no enciende, Dimas quiso regalártela.

¿Dimas?

Me había obligado a no pensar en que pudo pasar la noche con Lucy, ahora esto... No puedo aceptarlo, cada vez que encienda la computadora recordaré que la noche anterior, a que la recibiera, durmió con Lucy.

—¿No la aceptarás? —pregunta atónita Nidia cuando la rechazo—. ¡Es perfecta para edición de audio!

Ni puedo tocar las mañanitas en la guitarra y me hablan de edición de audio.

—Lo sé, pero no puedo...

Sofía me descubre observando la otra caja.

—Esa no es regalo de Dimas, Aura se la ha comprado.

—Sí, si es por eso que...

—No —interrumpo a la escritora—. Lo lamento, pero... ¿Por qué lo hizo?

—Porque escuchó que la tuya no funciona —responde So.

—¿Eso fue antes o después de la foto con Lucy?

Mike se aclara la garganta, decide que mirar la presentación de Interpol es mucho más seguro que ayudar a las dos chicas que han quedado blancas como el papel.

—Perdón —balbuceo, ha sido una tontería decir aquello—. No es su culpa, yo... Puede regalársela a ella, ¿no? Estudia Diseño Gráfico.

—No es el punto... —musita Aura.

—Puedo comprarme mi propia computadora —espeto—. No tiene que sentir lástima por mí.

—Dimas no siente lástima por ti —defiende Sofía—. ¿Cómo puedes creer eso?

Es que siento que ya no lo conozco... Me parece que el chico que vive en mis recuerdos jamás existió.

—Sabes cómo es Lucila —dice Aura cuando nadie habla por un rato—. Dimas estuvo con nosotros casi todo el tiempo, la ha ignorado.

Casi.

—No quiero saber —murmuro—. Ellos...

—¿Qué? —pregunta la morena, con una mirada respondo su pregunta—. No... ¿Dimas y Lucy? ¡¿Qué?!

—Eso no está ayudando —comenta Nidia en tono casual.

Mike abre la caja, me ignora cuando le pido que se detenga y deja la computadora arriba de la mesa con el bonito tono plateado que las caracteriza.

—Quédatela —me dice él—. Aunque sea por venganza.

—Eso tampoco está ayudando...

Mike mira fugazmente a Nidia, ella se encoge de hombros.

—Si prefiere a esa chica por arriba de Cami, pues se merece algo así...

—No prefiere a Lucy —contradice Sofía— y tampoco lo ha hecho por lástima.

Parece que quiere decir algo más, pero calla.

—Eric nos ayudó a elegirla —agrega Aura—. La pidió con lo que creyó podría servirte.

Eric, no he visto sus mensajes en el celular. Descubro que también lo extraño, quiero verlo.

—Piensa en lo que puedes hacer con esa computadora —opina Mike, levanta un dedo cuando he estado a punto de recordarle que no puedo hacer nada—. Ya podrás, piénsalo.

Soy el centro de atención, es decir, el florero desarreglado que no se deciden a arrojar a la basura porque le han tomado cariño.

Esto está tan mal. Al mirar la computadora recordaré a Dimas y a Lucy, me dolerá... Y, sin embargo, quiero tener un regalo suyo, pensar en él.

—Está decidido —sonríe Mike.

Mike y Nidia se van, para terminar de meter las cosas en la maleta del primero, por lo que me quedo con ambas chicas sentadas en el suelo alrededor de la mesa del centro. Aura y yo resultamos muy malas en manejar la computadora así que Sofía nos va explicando qué hacer mientras la configura.

—¿Cómo les fue ayer?

—Bien —contesta So—. Estaba un poco nerviosa, pero ha salido bien.

Aura bufa que Eric ha recibido algunos números telefónicos en papeles, me cuentan que eso solía pasar todo el tiempo en el bar. No me sorprende, aunque me pregunto si también le sucedía a Dimas.

Mike regresa un rato después arrastrando la maleta que llevará, promete regalarme un programa para editar audio cuando regrese del viaje. Ni si quiera creo encender esa computadora de nuevo, me limitaré a observarla.

Ninguna de las chicas menciona a Dimas.

¿Por qué hacen todo tan complicado?

Observo la libreta de Nidia arriba de la mesa, pido que esperen un momento antes de marcharse; ya que no reúno el valor para enviarle un mensaje al celular a Dimas, pues recurriré al papel como en los viejos tiempos.

Gracias por la computadora. Te extraño.

—Para Dimas —digo a Aura al entregarle el papel doblado—. Por favor.

Sofía y Aura intercambian una mirada.

—Claro.

Nidia y Mike comparten una de esas despedidas que pueden hacer suspirar al corazón más frío; sólo me hace sentir peor, pues sé que no estarán juntos debido a mis problemas.

—Alégrate —me dice Nidia con un tinte de tristeza en la voz—. ¿Probamos la computadora nueva?

Ni hemos salido a ver que busquen un taxi por lo que no quiero contradecirla, acepto. Mike insistió en que nos quedáramos en la casa y las chicas estuvieron de acuerdo, Nidia ni intentó llevarles la contraria.

—Es muy bonita —comenta la chica.

Un par de golpes a la puerta nos sobresaltan, Nidia pregunta en voz alta qué habrá olvidado Mike, pero está feliz de verlo otra vez. Sin embargo, al abrir la puerta es Aura la que está ahí sosteniendo el mismo pedazo de papel que le he entregado.

—Para ti.

Desdoblo el papel, encuentro la respuesta a las líneas que escribí. El corazón se me acelera, las manos me tiemblan, reconocería esa letra en cualquier sitio. En cualquiera. 

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