Capítulo 28
You, look at me now, with those hollow eye sockets and smile
And it seems all a lie, what they've told me so far
Cigar — Tamino
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Henrik y Julieta se ofrecen a poner la mesa, mientras tanto tomo asiento al lado de Dimas. Él continúa sosteniendo mi mano, sabe que necesito de su apoyo para sobrellevar la velada. Aura y Eric se sientan frente a nosotros, mientras que Julieta y Henrik en los extremos de la mesa. Julieta preparó pavo al curry, no parece estar aderezado con arsénico.
Dimas me sirve un poco del vino blanco en la copa y brindamos por el éxito que están teniendo ambas bandas. Aura parece más relajada, pues intercambia miradas cómplices con su esposo. Julieta conversa animadamente sobre su vida en el hospital.
—En algunas ocasiones olvido por completo si es de día o de noche —comenta—. Cuando Eric vivía con nosotros iba a visitarme seguido para llevarme chocolates o molestarme, extraño a ese idiota.
El aludido traga el bocado y agradece el cumplido, tienen una bonita relación como hermanos.
El rumbo de la plática se va hacia los años en que vivió Eric en la capital y las constantes visitas de Henrik, no es de extrañarse el revuelo que causaban los primos cuando estaban juntos.
—Nunca te vi —le comento al rubio—. Te recordaría.
—Sé que soy inolvidable —dice y hace entornar los ojos a su primo—, pero Eric sí me había platicado sobre ti.
—¿Qué te dijo? —inquiere Julieta.
Henrik intercambia una mirada con Eric, éste baja la vista.
—No mucho —excusa. Creo que se refiere al beso que no recordaba—. Se preguntaba cómo un anciano como Mike podía salir con una chica joven como Cris, pero creo que eso se preguntaba todo el mundo.
—No es tan viejo —lo defiendo.
—Bueno, tu pareces mucho más joven de la edad que tienes —señala Dimas—, ¿no?
—Es verdad —sonríe Aura—. No dudo que Eric te acosara.
—No la acosé —espeta con fingida indignación—, ¿verdad, Cris?
—Es cierto... Eric siempre fue amable conmigo.
Julieta me sonríe, no sé si es sincero o si se pregunta cómo arrojarme el cuchillo desde donde está.
—Y todos estuvimos en el concierto de Arcade Fire —añade Eric—, ¿no es irónico?
—Bastante —murmura Henrik—. El destino.
Dimas estuvo ahí con Aura, Eric trabajando, Henrik con unos amigos y yo con Mike en la zona del frente donde casualmente también estuvo la escritora con el chico que ahora está a mi lado. El destino sí que se ha divertido con nosotros.
—Eric solía ser el acosado —ríe Henrik—. Algunas chicas podían hacer cosas muy locas.
No he probado mucho de la comida sin importar lo deliciosa que me ha dicho Dimas que está, pero apenas percibo el sabor. Espero que Julieta no malinterprete mi falta de apetito con desagrado por su comida.
—¿Cómo cuáles? —pregunta Aura con curiosidad—. Nunca me has contado eso.
—Porque no es importante —sisea su esposo—. Gracias, Henrik. Eh... Siempre tan oportuno.
El rubio le hace un guiño mientras bebe de su copa de vino.
—Una chica consiguió abrir su automóvil y esperarlo ahí, ¿no?
Recuerdo eso.
Me atraganto con el vino, Dimas me da un par de palmaditas en la espalda.
—¡Si tú sabes esa historia, Cris! ¡Eric me dijo que los viste!
Soy el centro de las miradas, me deslizo en el asiento.
—No recuerdo —miento.
Dimas pasa un brazo sobre mis hombros y deposita un beso en mi mejilla.
—Sí, sí... Abriste la puerta y...
—Ya entendimos, Henrik —interrumpe Eric, creo que lo patea bajo la mesa—. Dice que no recuerda.
—Claro que lo recuerda... Todos recuerdan por qué te perseguían y lo que llevabas.
—¿Llevaba? —pregunta Julieta—. ¿Qué llevaba?
Aura se sonroja al igual que yo, no podemos apartar la mirada de Eric que parece a punto de arrojar el plato de comida sobre su primo.
—¿De qué habla? —inquiere Dimas.
¿Llevaba?
—Lleva.
Me descubro como el centro de atención por segunda vez en escasos minutos, ¡maldición, pensé en voz alta!
—¿Podemos cambiar el tema? —pide Aura.
—No, quiero saber —sonríe Julieta.
—¿Y tú cómo sabes? —se dirige a mí Henrik—. Eso sí es nuevo.
—¿Saber qué? —Dimas empieza a perder el buen humor.
—Nada.
—¿Qué llevaba o lleva Eric para que lo acosaran? —insiste su hermana—. ¿Pueden decirme?
—Que nada —responde el chico—. Estupideces de Henrik.
—¿Estupideces? Estupidez es que te colocaras dos veces esa cosa... —El rubio se estremece—. Me duele sólo el recordarlo.
—¿Doler? Vamos, quiero saber... Es mi hermano.
—No quieres saber —opina Aura.
—¿Sabes sobre qué hablan? —me susurra al oído Dimas.
Odio mentir y, de todas formas, los nervios no me dejan hacerlo. Antes de saber lo que hago ya he asentido con el rostro completamente ruborizado al recordar que he visto a Eric desnudo por escasos segundos, los suficientes para ver el piercing del que todas las chicas hablaban.
Julieta insiste entre risas, Henrik se burla del bochorno que está pasando Eric. De pronto, el vocalista de MalaVentura da una palmada sobre la mesa y confiesa sobre qué hablan:
—Tengo un piercing, es todo.
Su hermana parpadea un par de veces, luego ríe.
—Eso no es verdad...
Me hundo más en mi asiento.
—No está en un sitio visible —explica Eric con la vista en su plato—. Gracias, Henrik.
—Encantado de ayudar.
Se extiende un incómodo silencio en el que Aura es una masa rojiza y avergonzada en su asiento. Con una lentitud asombrosa parece que Julieta y Dimas terminan de comprender en dónde está el piercing.
—¿Cómo sabías? —inquiere Dimas.
Madre mía.
—Los vi, ¿recuerdas? Perdón.
—¡¿Qué demonios tienes en dónde, Eric?! —exclama Julieta— ¡¿Tienes idea de lo peligroso que es?! ¡Las infecciones! ¡Maldita sea, parece que no tienes una jodida familia de médicos!
—¡No se me cayó el pene! —se defiende el chico.
Aura y yo intercambiamos la mirada más apenada del mundo. Se desata una discusión entre Julieta y su hermano sobre la irresponsabilidad del segundo.
—¿Por qué no me dijiste? —inquiere Dimas en voz baja en mi oído.
—¿Bromeas? —musito— Me avergoncé mucho.
¿Qué iba a decir? ¡Ah, por cierto, Eric tiene un piercing en el pene!
Recarga su frente en el costado de mi rostro y suspira:
—¿Y bien?
—¿Bien qué?
—¿Te gustó lo que viste?
Me giro en su dirección, encuentro sus ojos a centímetros de los míos.
—No... ¿Por qué preguntas eso?
—Pues... quizá Aura está rara porque...
—¿Por qué...?
—No, olvídalo...
Intenta apartarse, pero detengo su rostro.
—Sólo quiero verte a ti —Me obligo a apartar la vergüenza—. Fue un accidente, me he disculpado con ellos.
—Pero...
—Dimas... Eres el único con quien yo... Sólo contigo he deseado tanto...
No consigo decir las últimas palabras, pero las entiende y sonríe.
—Significa mucho para mí, Cristy.
—Es sincero. Tu has estado con muchas chicas, pero yo... No puedo tener esa intimidad con nadie que no seas tú.
Dimas me besa sin importar el intenso debate sobre si Eric perderá parte de su aparato reproductor o no.
—No sabes lo mucho que deseo ya irme de aquí y estar los dos solos.
Oh.
Vivo con el rostro ruborizado, ya me he acostumbrado a sentir esa ligera capa caliente subiendo por mi piel.
—¿Qué habrá dicho Dimas para dejar así a Cristal? —suelta Henrik en mitad de una risa.
—Lo raro es ver a Cristal sin estar sonrojada cuando Dimas está cerca —opina Eric con una risita divertida.
—Graciosito —murmuro cuando los demás ríen.
Por fortuna, la plática sobre la irresponsabilidad de Eric termina, ahora hablan sobre las presentaciones. La comida finaliza todavía recordando anécdotas de nuestras últimas presentaciones. Julieta y Eric recogen los platos para llevarlos a la cocina mientras que Aura trae un pay de queso, acepto una rebanada.
Julieta y Aura desaparecen por largo rato en la cocina, nadie más lo nota. Los chicos continúan conversando sobre las siguientes presentaciones, soy la única esperando por verlas regresar. Nuestras miradas se encuentran cuando se asoman en el comedor, no lucen muy felices; Aura parece triste. No se unen a la conversación, sino que se sientan en silencio a fingir sonrisas por los comentarios chistosos. Julieta sostiene una carpeta que abre por ratos, suele cerrarla cuando me descubre observándola.
Si ahí está la sorpresa presiento que no me gustará.
—¿Por qué esas caras? —les pregunta Henrik al percatarse—. ¿Es hora de la sorpresa? Porque prometí que le darían una.
—¿Le dijiste? ¿Por qué...? —inquiere Julieta— Bueno, no importa... Es algo bueno.
Pues lo disimulan muy bien.
Dimas ejerce un suave apretón en mi mano para recordarme que está conmigo.
—Si quieres podemos irnos —susurra éste cerca de mi oído.
Niego despacio. Una parte de mí quiere saber qué hay en esa carpeta.
Aura rellena mi copa de vino sin que se lo pidiera, creo que necesitaré un poco de alcohol para soportar lo que viene.
¿Será algo relacionado con Fernando? La idea me hela la sangre.
—Charly me dijo que piensas que te odio —me dice Julieta con una débil sonrisa—. No te odio, Cristal... Por el contrario, te admiro mucho... —¿Segura?—. Yo sé que he sido muy grosera contigo, pero necesitaba que te mantuvieras apartada de todo esto...
Henrik hace un gesto afirmativo en mi dirección como si dijera que debí creerle.
—Organicé esta reunión porque tengo algo muy importante qué decirte... —mira a los demás—. A todos.
—¿Qué pasa? —pregunta Eric—. ¿Está todo bien en casa?
—Sí, no es eso... Es sobre Cristal.
—¿Sobre mí?
Julieta abre la carpeta, saca cuatros sobres blancos, entrega dos a Dimas quien me los hace llegar.
—Es de un laboratorio —observo el logo en una esquina del papel rectangular—. ¿Por qué...?
—Las pruebas de sangre que pidió Mike —interrumpe—. Se las he pedido yo.
—¿Para qué?
—Porque creo que conozco a alguien más de tu familia.
—¿Alguien más? —repito.
No doy crédito a lo que escucho, parpadeo varias veces intentando despertar del sueño. Yo no tengo familia, al menos consanguínea, todos están muertos. El único pariente que sobrevive me ha hecho suficiente daño para no desear tener ninguna relación con él.
—El sobre con el circulito rojo son las pruebas de ADN que pedí para saber tu parentesco con tu padre.
—Con Fernando —corrijo con la voz temblorosa.
—Sí...
—¿Por qué hiciste eso? —pregunta Dimas—. No tenías derecho... No me dijiste que habías hecho algo así.
—¿Sabías sobre esto? —La cabeza me va a explotar—. Dimas.
Él se gira en mi dirección y asiente.
—No todo... Sólo que encontró a una prima lejana, pero nunca me dijo... Yo no habría apoyado algo así a tus espaldas... Tienes que creerme.
Estrujo su mano en un apretón y le sonrío, creo en él.
—Mike también sabe sobre las pruebas de ADN —continúa Julieta—, pero todo ha sido con la intención de ayudarte.
¿Mike?
Abro el sobre con el círculo rojo, el ruido del papel es el único sonido en mis oídos. Encuentro mi verdadero nombre al lado del de Fernando, abajo está una lista de letras y números que no comprendo. Al final el resultado del noventa y nueve por ciento de compatibilidad. Es ridícula la esperanza que albergué de que no fuera mi padre biológico.
—¿Cómo conseguiste sus muestras?
Estoy convencida de que no fue voluntario.
—Charly me ayudó —confiesa—. Habló con algunas personas de la academia donde está trabajando, le dijeron que era para comprobar su sobriedad.
¿Está trabajando en una academia? ¿Hay otras chicas cerca suyo con la misma posibilidad de pasar por lo que he atravesado?
—Estás pálida —dice Dimas—. No tienes que escuchar todo esto.
—Pero creo que necesito hacerlo...
—Sí, es necesario...
—Te dije que no era el momento de revelarle algo así —opina Eric con enojo—. Está pasando por muchas cosas.
Julieta abre uno de los sobres con los que se ha quedado y suspira.
—Creo que encontré a un hermano —suelta de repente. Dimas reclama que no fue lo que le dijo—. Medio hermano. Por eso necesitaba las muestras de Fernando, han salido con el mismo porcentaje de compatibilidad.
No percibo el latido de mi corazón. Paseo la vista sobre todos esos rostros que esperan una reacción de mí, pero ni estoy segura de lo que he escuchado. Un frío glacial se instala en mi pecho, hela el aire que baja hasta mis pulmones, cuaja la sangre en mis venas. No sé si estoy aquí escuchando esto o he abandonado mi cuerpo para ver la escena desde un rincón.
Julieta abre el otro sobre donde debe estar el nombre de la persona que sería el único familiar consanguíneo vivo, además de ese hombre. No tengo fuerzas para abrir mi sobre que es igual al que ella sostiene. Dimas lo hace por mí, pero me entrega la hoja doblada sin que pueda leer el nombre.
Henrik posee una enorme sonrisa, una de oreja a oreja; no creo que comprenda lo que estoy sintiendo. El chico se asoma sobre el hombro de Julieta sin que ella logre esconder el nombre en la hoja; sólo entonces siento que la bomba explota. El rostro atractivo de Henrik se desencaja, se aparta con una media vuelta soltando palabras en finés que no sé qué signifiquen.
—¿Qué está pasando? —exige saber Dimas.
Aura se interpone entre Henrik y Julieta, aunque su prima ni lo mira.
—¡Nunca me dijiste eso! —le grita Henrik a Julieta—. ¿Cómo te atreves? ¿Cómo se te ocurre hacer algo así sin decir nada? ¿Quién te crees?
—Contrólate, Henrik —advierte Eric al abandonar su asiento—. Vas a lastimar a Aura y no voy a permitir que le hables así a Julieta.
Henrik suelta una carcajada que hace descender un escalofrío sobre mi columna, jamás lo escuché reír con tanta frialdad.
—¿No me vas a permitir? ¿Tú? ¿Y qué vas a hacer? ¿Arrojarme contra un cuadro?
Eric cierra los puños, Henrik da un paso en su dirección. Dimas abandona mi lado para interponerse entre ellos. Aura se rezaga en un rincón con las mejillas cubiertas de lágrimas.
—En esa hoja puedes ver su nombre...
La voz débil, a punto de romperse, de Julieta interrumpe la discusión de los chicos. La hoja de papel es quizá la prueba más difícil a la que me he enfrentado en la vida, luce amenazadora frente a mí. Mis manos se agitan mientras la desdoblo, me cuesta un par de parpadeos enfocar las letras.
Y encuentro su nombre.
Chillo. El corazón martillea tan fuerte que duele, las lágrimas nublan mi vista, debo apartarlas con rapidez para saber que he leído aquello.
—¿Qué...? —Dimas se detiene detrás de mí, sostiene mi hombro.
—Es tu medio hermano —confirma Julieta con las lágrimas surcando su rostro.
Niego despacio, miente. No puede ser sin importar lo maravilloso que eso sería. No puede porque ha estado ahí por años sin saberlo, sin que yo lo supiera.
Julieta extiende ambas hojas hacia Eric. Su hermanito está molesto, las toma con desgano manteniendo más su atención en Henrik que en las hojas que sostiene.
—No debiste hacerle esto, Julieta. Te dije que ella...
Enmudece, su atención está sobre las mismas letras que han roto mi corazón más de lo que creí posible. Estoy más rota que cuando Mike se fue o Dimas me lastimó, es una herida tan profunda que la sangre brota a borbotones sin indicios de cicatrizar pronto.
—No puede ser —murmura al fin.
Henrik maldice en finés y abraza a Aura, quien por fin rompe en sollozos en los brazos del rubio. Eric la observa de soslayo, es una mirada casi acusadora, después regresa la atención a las hojas. No parece feliz o enojado, sólo permanece quieto mirando las palabras que acaban de cambiar todo lo que creía.
Entonces me encuentro con la mirada oscura de Eric, la misma que me inquietó por muchos años. Ahora lo sé, me recordaba esa mirada. Hace un rato estábamos conversando y cantando, rememorando los años en que nos conocimos. Y ahora, frente a los ojos casi negros de mi medio hermano, todo me parece una cruel broma del destino.
Aura se aparta de Henrik para acercarse a su esposo. Duda un momento antes de tocar su hombro, pero no alcanza a hacerlo. Eric retrocede, su atención viaja de mí hacia las hojas, sus manos tiemblan. Entonces las arruga como si con eso pudiera deshacer lo que ha leído. No responde cuando Julieta lo llama, simplemente gira sobre sus talones y se marcha hacia las escaleras.
La hoja de papel cae unos cuántos escalones arriba. Escucho a los demás llamarlo, pedirle que regrese, no puedo unirme a ellos; unos segundos después escucho un fuerte portazo en la planta superior. Mi atención está en la bola de papel que contiene mi nombre, me pregunto si ha arrugado la hoja o me ha arrugado a mí.
Continuará...
Todos los derechos reservados © Lena Mossy 2018.
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