Capítulo 27
I live my life in cocaine
Just a rage and three kinds of yes
And I've made stairways
Such scenes for things that I regret
Oh, those days in the sun
They bring a tear to my eye
Rest my chemistry — Interpol
☆★☆
—No puedes quedarte encerrada en tu habitación para toda la vida, Cristal.
Oh, Henrik me subestima.
—Sé que estás despierta y sólo te niegas a salir... Si esto continúa así terminaré por derribar la puerta, ¿me escuchas?
Quiero ver eso. El apuesto rubio jamás arriesgaría de esa forma su físico.
—¡Lo digo en serio!
Escucho un golpe suave en la puerta que creo ha sido al recargar su cabeza en ésta.
—Estoy preocupado, Cristal. Te quiero mucho, no me gusta que pases por esto sola cuando no tienes por qué hacerlo. Ya sé que no soy Dimas, pero soy tu amigo y quiero estar contigo para apoyarte.
Yo también lo quiero mucho... ¿Por qué hago esto? ¿Por qué aparto a las personas que me quieren? ¿Es por temor a herirlos o a herirme?
Abandono el refugio de mis sábanas y abro la puerta en el preciso instante en que Henrik se proyecta contra ésta. Se tambalea un par de pasos más hasta que cae sobre el suelo.
—¡Pudiste decirme que ibas a abrir! —exclama boquiabierto.
—¡No pensé que hicieras algo así! —me arrodillo a su lado—. ¿Te lastimaste?
Henrik aparta los mechones revueltos que cubren mi frente y esboza una sonrisa.
—Mira, te hice sonreír.
—A costa de que te rompas el alma.
—Soy de sangre vikinga... ¡Se necesita más que eso para lastimarme!
No creo que los vikingos fueran vanidosos, pero no debatiré sobre eso.
—Tus admiradoras me odiarán si te haces alguna herida por mi culpa.
—La mayoría sigue diciendo que deberíamos tener hijos y poblar el mundo de seres humanos perfectos.
Ayudo al vanidoso vikingo a incorporarse, ya está listo para la cena a la que nos han invitado. Viste un pantalón de mezclilla café con una camisa unos tonos más claros, su cabello continúa húmedo. Le pido que se siente en la cama mientras voy por la secadora para terminar de arreglar su melena dorada.
Julieta llegó hace unos días a la ciudad y nos ha invitado a una cena en casa de Aura y Eric. No deseo ir o salir del departamento, pero quizá me ayude a esclarecer el por qué de su odio. Todavía no estoy segura de que fuera ella quien le dijera sobre mi gemela a Fernando, Dimas tampoco lo cree; pero tampoco me ha dicho sobre qué han hablado.
—¿Estabas tocando la guitarra? —me pregunta al señalar mi Falcon sobre una silla.
—Sí, un rato.
He mejorado, pero me falta mucho para ser lo que fui. No es como aprender desde cero, pero sí como desde un treinta por ciento. Dimas me ayudó durante el día, sólo se ha ido para ver a su familia. Me ha dejado dos álbumes familiares que he contemplado por horas imaginando cómo habría sido la personalidad de un pequeño Dimas. Siempre está feliz, rodeado de amigos o jugando algún deporte, Aura asoma en algunas. Mi infancia fue parecida, sin los lujos o clubes deportivos exclusivos, pero fue como una vela consumiéndose hasta que se apagó con la partida de mamá.
—Deberías empezar a alistarte para la cena —observa Henrik al notar que sigo en pijama—. Dimas llegará en un rato.
—No quiero ir.
—¿Por qué?
—Julieta me odia.
Él me quita la secadora y la apaga.
—Eso no es verdad. Ella no es así.
—Conmigo sí.
—No, Cris. He hablado con ella, siempre dice que eres una chica muy valiente.
Enarco ambas cejas, no sé cómo decirle que conmigo ha sido bastante grosera.
—No debería decirte —suspira—, pero la cena es porque quiere darte una sorpresa.
El mundo enloqueció.
—¿Sorpresa? ¿Julieta a mí?
¿Envenenarme con arsénico?
—Así es, cariño.
—¿Qué sorpresa?
—No puedo decir nada —silba—. Es algo bueno así que ve a alistarte con algo lindo y disfruta de esta velada.
La parte compleja de vivir con alguien que le divierte trazar complejos planes maquiavélicos es que no sabes cuándo te estás volviendo parte de uno.
—¿Por qué no te mueves? —sonríe.
—Estoy decidiendo si llevar botas o zapatos deportivos por si tengo que huir de alguno de tus planes.
La risa ronca de Henrik resuena en la habitación.
—No es ninguno de mis planes, lo juro.
El chico abre mi ropero de par en par y saca un vestido gris que me llega a la rodilla. No es de mi ropa favorita, pero supongo que será bueno lucir presentable para la hermana de Eric.
Henrik permanece en mi habitación mientras tomo una ducha, me avisa cuando Dimas llega. Estoy muy nerviosa, no sé por qué, tal vez me asusta la sorpresa que planea Julieta. No me creo que ella dijera que soy una chica valiente o posiblemente sólo ha sido para quedar bien con Henrik. Las pocas veces que hemos interactuado ha sido cualquier cosa menos amable. Recordar nuestra última conversación me provoca escalofríos aun bajo el agua caliente de la regadera.
☆★☆
No regresaba a casa de Aura y Eric desde la reunión que hicieron para darme la bienvenida a la ciudad. Es una zona tranquila donde los niños corren por el parque y los vecinos te saludan al pasar. El lujoso BMW llama la atención de varios, mucho más de las mujeres al ver bajar a Dimas y Henrik; esos dos podrían ocasionar un accidente automovilístico.
—¿Me vas a pedir matrimonio? —me pregunta Henrik y besa mi mano—. Estás sonrojada.
Dimas le da un codazo sutil.
—No se casará contigo, Henrik.
—Sólo estaba pensando que se ven muy bien —comento y les doy la espalda—. Es todo.
El vocalista me sostiene de la mano y besa mi mejilla.
—Te ves hermosa.
Ya no suele sentir celos de Henrik, es reconfortante saber que no importa si abrazo a mi amigo, no generará ningún malentendido.
Aura abre la puerta antes de que Henrik presione el timbre, recibe un fuerte abrazo de éste. Me alegra dejar que él eligiera mi atuendo, pues Aura se ve muy linda con un vestido en color verde oscuro. Yo habría recurrido al infalible pantalón de mezclilla y a cualquier blusa que encontrara.
Julieta nos recibe con una amplia sonrisa. No sé si el gesto también es para mí o sólo porque están los demás.
—Todavía no termino de cocinar —nos avisa Julieta—. ¿Quieren acompañarme?
Espero que no me pida ayuda.
La cocina es mucho más amplia que la de Henrik. Julieta parece ser una buena cocinera, pues en medio de su desorden puedes percibir el orden.
La melodía de una guitarra capta mi atención, proviene del segundo nivel de la casa.
—Es Eric —me dice Aura—. Está aprendiendo una canción, creo.
—Es de Interpol —sonrío.
Julieta y Aura intercambian una mirada tan tensa que temo haber dicho algo mal, me disculpo.
—¿Por qué te disculpas? —inquiere Dimas al pasarme un brazo sobre los hombros—. ¿Estás bien?
—Sí.
La neurocirujana se coloca un delantal, luce nerviosa. Intenta parecer relajada bromeando de que no es tan buena cocinera como parece, pero que está haciendo su mejor esfuerzo, jura que no moriremos envenenados.
Me refugio un poquito más en el abrazo de Dimas.
Aura ayuda a su cuñada, Henrik recita consejos como si tuviera la más mínima idea de lo que está diciendo.
Me siento mucho mejor con una guitarra que en una cocina.
—¿Quieres subir? —me pregunta Dimas en voz baja—. Creo que estarías más cómoda con Eric que aquí.
—Pero Aura...
—Ella confía en Eric. Ustedes son buenos amigos, no deberían interrumpir su amistad por nosotros ni por los berrinches de Julieta.
¿Desde cuándo Dimas ha madurado tanto?
Pregunto a Aura si le enojaría si ayudo a Eric, me contesta sonriendo que para nada.
—Estás en tu casa —agrega.
Sin embargo, antes de perder de vista la cocina me percato de que me observa sin preocuparse si la descubro o no.
Me detengo en la parte superior de las escaleras, necesito tomar lentas respiraciones antes de continuar. Mi cuerpo se agota con facilidad, quizá porque olvido comer seguido; si no fuera porque Henrik y Dimas están pendientes es probable que ya hubiera terminado en el hospital.
La presión desde la entrevista de Fernando es demasiada. El acoso de los medios de comunicación ya ha estallado en la capital, fueron detrás de Mike y Nidia. A él lo han interceptado en el estacionamiento de la disquera sin temer soltar palabras como pedófilo o pederasta. A Nidia no le fue mejor, pues han ido por ella al salón de belleza para preguntarle si no está encubriendo a un abusador infantil. Mike no me ha dicho nada, pero sé que le preocupa que se abra una investigación sobre nuestra relación. Nadie comprenderá lo que tuvimos, a nosotros nos cuesta, y probablemente si mi vida hubiera sido otra jamás habría mantenido una relación con alguien mayor; pero no podemos cambiar el pasado. En algún momento hablamos sobre qué haríamos si algo como esto sucedía, en ese tiempo dijimos que alegaríamos que yo vivía con la familia de Mike, no sola con él. Supongo que ahora no quiere hablar sobre eso, lo volvería algo demasiado real, pero es nuestro as bajo la manga.
Si en tan poco tiempo ya han ido tras ellos dos, pronto vendrán por mí. La idea me hace volver a perder fuerzas, debo volver a hacer lentas inhalaciones y exhalaciones antes de continuar.
La puerta entreabierta del estudio de Eric deja escapar la melodía baja de una guitarra eléctrica. No está aprendiendo una canción, sino evadiendo la reunión que orquestó su hermana; lo sé porque suelo hacer estas cosas.
—Cristal —Mi nombre es acompañado por el rasgado de las cuerdas al interrumpir bruscamente la canción—. Hola.
Parece sorprendido de que esté aquí como si no supiera que vendría a su casa.
—¿Interrumpo? Puedo bajar...
—No, no... Sólo me sorprendió verte sin Dimas —sonríe—. Espero que no quiera golpearme después.
—Está abajo con los demás.
Empuja con el pie una guitarra roja que descansa en el largo sofá para dejarme espacio.
—¿Te gusta Interpol? —pregunto mientras acomodo mi revuelto cabello tanto como puedo con las manos.
—Sí, un poco —admite con esa media sonrisa—. Más desde que te vi ayudando a Vic.
—Lo mismo le ha pasado a Mike.
—Eres buena.
Era.
—Gracias.
Las admiradoras de Eric asesinarían a alguien por estar ahora en mi lugar. El cabello suelto cubre parte de su rostro cuando baja la vista hacia las cuerdas. Las cadenas plateadas cuelgan de su cuello, los anillos en sus dedos destacan sobre su vestimenta oscura.
Eric ha cambiado un poco desde que lo conocí, años atrás podría considerarse un poco andrógino como Vic. Los años han acentuado su rostro varonil.
—¿Y cómo estás? —pregunta de forma casual mientras mueve los controles de la pedalera de efectos—. Henrik me dijo que estás en tu fase ermitaña.
—Es una fase permanente —confieso con timidez, me gano una risita tierna del guitarrista—. He estado mejor.
—Ya verás que todo saldrá bien.
El estudio de Eric posee un gran librero donde también tiene una colección de vinilos bastante impresionante. Las paredes tienen posters de Star Wars y una enorme fotografía de Ville Valo con unos ojos tan impresionantes como los de Dimas, pero en un tono verde claro.
—Sí, se parecen a sus ojos en otro tono —comenta Eric con una risa suave cuando me descubre mirando la fotografía—. Un tiempo odié esa foto.
—¿Por Aura?
—Sí... Qué tonto, ¿no?
—Claro que no —contradigo con decisión—. ¿Tú hiciste esa fotografía?
—Hace años. Creo que estabas en el concierto, ¿me equivoco?
—No, para nada, estaba ahí en un costado—recuerdo—. Parece que fue hace siglos.
—Estamos envejeciendo.
Reímos hasta que el sonido se apaga lentamente.
—Si algo sale mal en la cena quiero que sepas que puedes escapar en mi auto —dice al fin—, ¿de acuerdo?
—Lo dices por la sorpresa.
—¿Quién te dijo? —inquiere con la inocencia de un niño—. ¿Dimas?
—No importa... ¿Qué sorpresa es?
—Una que deberían de darte cuando las cosas estuvieran más tranquilas —contesta—. No sé muy bien de qué va, pero no estoy de acuerdo.
Agradezco su sinceridad en voz baja y volvemos a callar. Un manto de tensión se ha instalado en el techo de la habitación, desciende lentamente sobre nosotros.
—¿Te sabes la canción? —pregunta de pronto—. Creo que ambos preferimos estar aquí, no cocinando.
—Sí, la recuerdo.
Muy vagamente, pero me provoca mucha pena admitir eso.
—¿Quieres usar esa guitarra?
Es una Fender que posee algunos raspones en la pintura, parece que ha pertenecido a Eric por muchos años. Acepto con un leve asentimiento de cabeza y coloco la guitarra sobre mi regazo. Eric no nota, o finge no hacerlo, cómo tiemblan mis dedos sobre las cuerdas mientras busca la canción en su celular para reproducirla como fondo.
—¿Lista?
Como para saltar a un precipicio.
—Claro.
O sea, no.
Reproduce la canción Rest my chemistry. Eric toca casi sin prestarle mucha atención a donde coloca los dedos. Me ha dejado la guitarra rítmica, la parte de Paul, así que paso gran parte de la canción cantando en voz baja. No obstante, desde que intento tocar la primera nota fallo; Eric lanza una mirada rápida al notarlo.
—La letra de esta canción me produce algo —suelta al detenerse, hago lo mismo.
Hago un breve asentimiento. Entiendo a lo que se refiere, pues lo conocí en esa época donde era difícil encontrarlo sin alcohol o alguna droga en su sistema, por lo general sólo había bebido demasiado whisky en el desayuno.
—Fueron muchos años así, es normal que ese tiempo continúe afectándote.
Permanece callado un momento con la canción en su celular como fondo. La ha dejado repitiéndose y vuelve a hablar hasta que la melodía inicia de nuevo.
—A veces pienso que es un milagro que esté vivo...
—Te entiendo.
Compartimos una sonrisa triste.
—Es raro sentirse así, ¿no? —Claro que lo es—. Cuando estás en ese estado no piensas, nada. No recuerdo muchas partes de ese tiempo, despertaba en lugares desconocidos con personas extrañas... Incluso llegué a estar seguro de que tenía VIH.
—Admito que me preguntaba si pensabas en usar protección cuando te veía marcharte con alguna mujer que acababas de conocer.
—No lo pensaba —admite y lanza una mirada rápida a la puerta, creo que teme que Aura nos escuche—. Henrik me obligó a hacerme varios chequeos cuando vine a vivir a aquí. Si lo piensas, es un verdadero milagro que no me enfermera de algo.
—Lo es... Fueron muchas mujeres —sonrío con un leve rubor en las mejillas.
—Sí... —Finge una sonrisa—. Supongo que para muchos eso sería un logro, si contara todo lo que hice probablemente sería el héroe de varios hombres.
—Estoy segura de que sí...
—Y eso es tan patético.
—Sí...
Porque Eric lo hacía porque se sentía vacío, no por demostrar su hombría.
—Aquí en la ciudad empecé a consumir menos... Todo lo que venden es de tan mala calidad que no quería gastar mi poco dinero en eso. Es bastante vergonzoso admitir que dejaste de drogarte por algo como eso... Y también Aura influyó, sabía que no tendría una oportunidad si no me limpiaba.
—¿Entraste a rehabilitación?
—No, pude dejarlo por mi cuenta, aunque sí pasé por la abstinencia en el departamento de Henrik... Creo que él tuvo más peso que Aura a la hora de decidir dejar de consumir pendejadas.
—Henrik te quiere mucho.
—No podía tenerlo preocupado todo el tiempo, ya había hecho mucho por mí.
—Debes tener cuidado ahora, Eric, en este medio...
No digo más, pero asiente. Las drogas desfilan libremente tras el escenario, no importa lo que digan, no existe control sobre eso.
—Estoy consciente.
Los rumores sobre mi supuesta drogadicción siempre me acompañaron, cuando jamás he probado ni la marihuana. Tal vez Julieta teme que esos rumores sean verdad, sería una mala influencia para Eric ahora que está limpio.
—¿Otra vez? —pregunta y señala mi guitarra, asiento.
Empezamos, esta vez me toca la guitarra de solista, así que fallo desde el mismo principio. Eric no comenta nada, permanece callado marcando los tiempos con el pie. Me cuesta adquirir el ritmo, pero tras varios errores lo consigo. Sólo entonces lo descubro mirándome, canta en el momento preciso en que debe hacerlo. Hace mucho que no tocamos juntos, se percibe cuánto ha crecido como músico; comprendo a la perfección el nerviosismo que sentía Dimas al tocar con él. La parte de su guitarra se une a la mía en una armonía perfecta, opacamos la canción ya sin necesitarla como respaldo.
Me gusta la combinación de nuestras voces, nunca pensé que se escucharán tan bien juntas. Estoy tan acostumbrada a escucharme con Dimas que me inquieta el timbre rasposo de Eric. Quizá debí aceptar desde antes que trabajáramos juntos en algo.
Es divertido.
Extraño los escenarios, compartir estas miradas silenciosas con mis compañeros sin necesitar decir algo más para entendernos.
Eric mantiene su media sonrisa durante casi toda la canción, sólo se vuelve completa cuando finalizamos. Está a punto de decirme algo cuando interrumpen algunos aplausos.
—Lo lamento, pero esto lo subiré a internet y no me importa si se enojan —dice Henrik con su celular en las manos, nos ha grabado—. No me interesa si ahora mis admiradoras quieren que puebles el mundo de seres humanos perfectos con Eric, Cris... —mira a Aura y Dimas—. Sin ánimos de ofender.
Dimas sólo entorna los ojos sin borrar la sonrisa, Aura se mantiene con el rostro impertérrito. Julieta está detrás de ellos con la misma expresión que Aura, vuelvo a temer que me envenene con arsénico.
—Aura... —Se preocupa su esposo.
La escritora consigue sonreír.
—Se ven muy bien juntos —comenta y se da un golpecito en la frente—. Quiero decir, con las guitarras, no de otra forma.
—Tranquila... —suaviza Dimas—. No pasa nada.
—Lo sé... Disculpen, estoy distraída.
Eric deja la guitarra sobre el sofá, me ayuda a colocar la mía al lado, y se acerca a Aura para abrazarla. El chico nos pide un momento a solas con su esposa, así que salimos del estudio; cierran despacio la puerta.
Henrik toma de la mano a Julieta para guiarla escaleras abajo, es el único que nota que también quiero hablar a solas con Dimas.
—Espera... ¿Hice algo mal?
—¿Mal? —Dimas me toma por los hombros y mira hacia el estudio—. No, pero Aura está muy extraña.
—Creo que piensa que Eric y yo tenemos algo, pero te juro que no es así. Yo nunca le haría eso y...
—Tranquila... —Acaricia mi mejilla—. No hiciste nada mal, Cristy... En serio.
—Pero... —me aclaro la voz en un intento desesperado por apaciguar el nudo en la garganta—. Antes de ustedes yo no tenía muchos amigos, no sé bien cómo actuar. Puedo hacer cosas mal porque no sé cómo debo ser con mis amigos, quizá no debí estar en el estudio a solas con Eric, pero no ha sido por nada en especial... Sólo no quería estar abajo con Julieta y...
—Cristy —interrumpe—. ¿Quieres que nos vayamos? No hiciste nada malo, pero si te sientes incómoda podemos irnos y ya.
No sé qué quiero hacer, como siempre. Él me abraza, calma así mis nervios. Busca despacio mis labios, hasta que los sella con un beso suave.
—No sabes lo mucho que me ha encantado verte con la guitarra —susurra—. Recordé cuando no te conocía y sólo podía verte en el escenario como todos los demás.
—Dimas...
Su barba roza mi mejilla cuando vuelve a buscar mi boca. Me sostiene por la nuca y ahondando más en el beso.
—¡Ay, perdón!
Aura y la risa de Eric, ya casi estaba esperando que sucediera, aunque era obvio contando que estamos afuera del estudio. El matrimonio vuelve a cerrar la puerta del estudio y nos dejan solos otra vez en el pasillo.
—Cristy, respira... Créeme que los he descubierto en situaciones mucho más comprometedoras.
Por alguna razón sé que se refiere a cuando todavía tenía sentimientos por Aura.
—Lo lamento.
—No lo dije por eso, pero gracias —sonríe—. Deberíamos bajar, cenar e irnos... ¿Te parece?
—Por favor.
La sonrisa de Dimas es muy bonita, ya no le incomoda que lo observe como una tonta niña enamorada mientras caminamos.
Julieta está recargada en la mesa del comedor, me dirige una mirada seria cuando me ve bajar tomada de la mano de Dimas. Es instintiva la presión que ejerzo en nuestro agarre, el vocalista lo nota al instante y me dirige una mirada preocupada.
El ruido de la puerta del estudio me hace ejercer más fuerza en la mano de Dimas. Aura y Eric deben venir para acá y, por alguna razón, me siento como un ratón acorralado en medio de dos trampas sin tener un sitio seguro al cual huir.
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