Capítulo 26
Holy water cannot help you down
Hours and armies couldn't keep me out
I don't want your money
I don't want your crowd
See I have to burn
Your kingdom down
Seven devils — Florence + The Machine
☆★☆
La habitación que decoraron Henrik y Paolo es demasiado bonita para abandonarla así.
Dimas se acomoda entre mis brazos, llevamos un rato recostados en mi cama sumergidos en el silencio que sólo se rompe por nuestros comentarios ocasionales.
—No hay ningún departamento desocupado —me recuerda Dimas.
Sus rizos están revueltos, el tono claro de sus ojos destaca con la decoración azul de la habitación. Afuera el atardecer comienza a dar paso a la noche, los últimos rayos del sol se cuelan por la ventana.
—¿Podemos esperar a que se desocupe uno?
Él tuerce la boca con escepticismo, luego suspira.
—Si es importante para ti...
Mi maleta está al pie de la cama, se encuentra medio vacía luego de que arrojara mi ropa sucia a la lavadora. Llevamos menos de dos días en la ciudad y ya nos estamos preparando para viajar de nuevo.
—¿En qué piensas?
—En Mike.
No es una total mentira. Pienso en Mike, en la extraña actitud de Julieta, en la demanda, en Nidia, en todo.
—¿Pelearon?
—No, pero Nidia está distante.
Es el turno de Dimas para abrazarme por la espalda, recarga su barbilla en mi hombro donde su aliento me hace cosquillas.
—Ya se le pasará...
Extraño ese tiempo en el que mi amistad con Nidia y Mike era espontánea, pero fue necesario admitir todos aquellos secretos que nos rodeaban.
Ya no escucho la lavadora así que debería ir a sacar la ropa, pero se está tan cómodo aquí que no quiero moverme.
—Nidia y Mike son muy importantes para ti, ¿verdad?
—Sí.
—¿Cómo fue alejarte de ellos para venir aquí?
En el techo encuentro la imagen diminuta de aquel avión que me trajo a la ciudad, es un nostálgico espejismo.
—Aterrador... Tú y yo...
—Perdón.
—Ya no importa.
Para mí esa noche fue algo especial, esperé inútilmente un mensaje o una llamada.
—No entendía muchas cosas, Cris. Me llevó mucho tiempo hacerlo, creo que, si no hubiera encontrado esa lista, seguiría sin comprender.
—¿Lista?
Saca su cartera del bolsillo trasero de los vaqueros en donde tiene resguardada una hoja doblada.
—Perdón por tomarla sin permiso... —dice al entregarme el papel.
—Oh, esta lista.
Las frases de cortesía que me anotaran Nidia y Mike.
Dios mío. Atrás está la lista que hice sobre cómo ser más parecida a Aura.
—Puedo explicarlo...
¿Puedo? No sé ni qué más decir. No se suponía que esa lista llegara a manos de alguien que no fueran las mías, ¡no se suponía que llegara a las manos de Dimas!
—Eras muy tímida y luego... ¿Cuándo anotaste esas cosas sobre Aura? ¿Fue cuando compraste ropa y empezaste a maquillarte?
Mi rostro se percibe caliente por la vergüenza, ni sé qué responder.
—Estabas en casa de Mike y me aconsejaban que esperara un poco antes de ir a verte. Me quedaba en la habitación a retroceder sobre mis pasos, recordar todas las cosas que te hice —continúa—. Una de esas noches de insomnio comencé a acomodar tus cosas y encontré la lista... No podía ir por ti después de saber lo mucho que te estaba dañando.
—No sabías.
—Si hubiera sido menos egoísta habría comprendido desde el principio lo que estaba pasando —dice de forma tajante—. Esa lista me hizo abrir los ojos, reconocer que todos tenían razón sobre mí.
—¿Razón?
—Sólo era el hijo consentido de papá al que le compraban lo que quisiera, podía tener las cosas sólo con pedirlo, pero te conocí y... todo cambió.
Mi celular recibe una llamada, pero la ignoro.
—Yo creía que estabas enamorado de Aura, quería que me vieras como a ella... —confieso sin pensar.
—Es lo que te hice creer, pero no necesitas nada de eso.
Ahora es su celular el que recibe una llamada y un mensaje, ninguno de los dos se mueve. Sostengo la hoja entre las manos, repaso la letra de Nidia y Mike con esas tontas frases; me parecen recuerdos de otra vida.
Nuestros celulares reciben llamadas al mismo tiempo, decidimos apagarlos. Hemos pasado días enteros rodeados por los chicos, lo último que deseo es también tener su compañía telefónica.
—¿Quieres dormir un rato más? —pregunta al abrazarme.
—¿Y la lavadora?
—Después.
Guardo la lista bajo mi almohada y cierro los ojos. Dimas se relaja contra mi espalda, conozco el ritmo exacto de su respiración cuando está por dormirse.
—¡Los teléfonos se hicieron para contestar, no para ignorarlos!
Me incorporo de un brinco sin encontrar la fuente de la voz. Las luces de la habitación se encienden y encuentro a un histérico Henrik en el umbral de la puerta.
—¿Qué? —pregunta Dimas mientras se frota los ojos—. ¿Por qué tienes que gritar?
—¡Porque hemos intentado comunicarnos con ustedes y no contestan!
—Estábamos durmiendo —bostezo—. ¿Vas a usar la lavadora?
—¿Lavadora?
—Por eso estás enojado, ¿no?
Henrik deja caer la quijada, mira hacia el techo en una muda petición de paciencia y se marcha.
Al salir de la habitación escucho las voces de Aura y Eric en la sala, unos segundos después la escritora se asoma en el pasillo. Ella pide hablar con Dimas un momento, aprovecho ir a sacar la ropa de la lavadora. Estoy muy lenta para coordinar mis acciones y pensamientos, es hasta que estoy colgando las blusas en el tendedero que me pregunto sobre qué podría querer hablar Aura con Dimas sin mi presencia.
Un sonoro ruido me sobresalta, la prenda escapa de mis manos. Escucho voces hablando rápido, exclamaciones, insultos. Las manos me tiemblan mientras recojo la blusa que ya se ha arruinado, deberé volver a lavarla. No consigo afianzar ninguna prenda, el temblor en mis manos impide que presione con fuerza los ganchitos.
—¿Necesitas ayuda?
La inconfundible voz rasposa de Eric me vuelve a asustar, se disculpa de inmediato; está recargado en el umbral de la puerta del cuarto de lavado.
—Estoy bien.
El chico observa un pantalón que está en el suelo y luego levanta la vista hacia mí. Sin decir más se acerca para ayudarme a recogerlo y a colgar algunas prendas.
—¿Fue Dimas? —pregunto con un hilo de voz al abrazarme a mí misma.
—¿El que le ha dejado un agujero decorativo en la alacena de la cocina? Sí.
Mi primera reacción es ir con él, pero Eric me detiene con suavidad de la muñeca.
—Espera, Cris... Dale un momento, ¿sí?
—¿Se lastimó?
—No, claro que no, pero está algo alterado.
Me cubro la boca para contener el llanto, es posible que conozca el motivo. Dimas se pone muy mal cada vez que Fernando hace declaraciones sobre mí, pero nunca había reaccionado así.
—¿Qué ha dicho?
Eric me toma por los hombros y se agacha hasta que sus ojos quedan a la altura de los míos.
—Necesito que respires tranquila y que dejemos que Dimas se calme un momento.
Lloraré en cualquier momento, el cobijo de los brazos de Eric catapulta las lágrimas. Me abraza con fuerza como si con eso pudiera mantenerme entera, creo que lo consigue.
—¡¿Por qué no me deja en paz?! —chillo—. No le conté a nadie...
Eric no responde, sospecho que tampoco sabe la respuesta. Son esas preguntas que nunca se aclararán, continuarán acechando a sus víctimas por toda la eternidad.
—Perdón... —murmuro y me aparto—. Lo lamento, yo...
Aura está a unos pasos de nosotros con una mirada que no puedo descifrar.
—¿Y Dimas? —Rompo la inquietante tensión que surgió entre la pareja.
—En la sala —me responde ella—. Creo que debes ver algo.
Hago un gesto afirmativo, aunque mi corazón me suplica que cierre los ojos.
Dimas está sentado en el sofá con una laptop sobre el regazo, me abraza cuando tomo asiento a su lado. En la pantalla encuentro una entrevista de Fernando.
—¿Te duele?
Los nudillos de su mano derecha lucen maltrechos, con unos diminutos raspones.
—No, no te preocupes. —Me besa en la frente—. Me sobresalté, como siempre.
—Entre los ataques de ira de Dimas y Eric me van a matar o a destrozar mi casa —comenta Henrik y lanza una mirada hacia la alacena—. Todavía me debes un tatuaje.
Eric pone los ojos en blanco y dice que no es el momento para bromear.
—¿Qué dijo ahora? —intento averiguar sin atreverme a pedirle a Dimas que reproduzca el video.
—Repitió algunas cosas y dijo otras... —duda Aura—. Alguien debió contarle sobre tu vida Cris.
¿Qué? ¿Quién?
—Imposible...
Dimas me pregunta si estoy lista, asiento, aunque no lo esté. Las manos me tiemblan, las escondo bajo los muslos. Es una grabación de un programa sobre chismes de espectáculos que transmiten por la tarde en un canal de televisión nacional.
Fernando está sentado con una actitud despreocupada, contesta los saludos de la presentadora de forma casual. Todo sería muy normal si no fuera porque en esos programas de televisión difícilmente encontrarían interesante lo que un pianista tuviera que decir, al menos, claro, que estuviera relacionado con alguna personalidad famosa. Fernando primero habla de esos años sufriendo por el alcoholismo, en más de una ocasión me es imposible mirar la pantalla. Es difícil volver a ver ese rostro que no quería encontrarme nunca más, el mismo que ahora no me deja vivir. La entrevistadora lo llena de halagos por su sorprendente convicción para superar el alcoholismo y regresar a los escenarios.
Me estoy mareando.
La mujer sonríe de forma cómplice como si muriera por preguntar algo. Fernando le pide que formule la pregunta que tanto desea hacer.
—Tu hija. Camila, la chica que colabora con The Witcher y que ya tiene una trayectoria en la música.
Fernando asiente con una sonrisa de orgullo que remueve demasiadas fibras de mi ser.
—¿Cómo inició está amistad con The Witcher? Son chicos mucho mayores que ella y parecen ser buenos amigos.
—Verás... —suspira—. No tengo idea.
La presentadora ríe y pregunta cómo es eso posible.
—Camila, o Cristal como la conocen muchos, siempre fue una niña difícil. Desde la primaria solían llamarnos constantemente de la dirección, se metía en peleas a puños con otros niños.
—¿Esa dulce chiquilla?
—Sí —dice como si ni él mismo se creyera aquello—. Escapó de casa cuando era una adolescente, pese a lo mucho que intenté encontrarla, nada resultó.
—¿Levantó una denuncia?
—Hice todo lo que un padre podría hacer.
La voz de Henrik maldiciendo en finés me regresa al presente, mis recuerdos intentaron arrastrarme lejos.
—Parece que se fue a vivir con un hombre mayor —continúa—. Su compañero en Dreamers, Miguel.
—Ella era una niña.
—Sí, pero Camila sabe conseguir lo que quiere...
—¿A qué se refiere con eso?
—Pues... Un amigo suyo se puso en contacto conmigo cuando descubrió algo inquietante sobre ella, se preocupó. De hecho, está muy asustado por la forma en que está controlando a quienes la rodean a base de mentiras y engaños.
—¿Qué fue lo que ha descubierto?
—Al parecer, Cristal es más que un nombre artístico, pues fue la identidad que adoptó al escapar de casa. Se ha inventado una historia sobre una gemela que se llamaría Camila y que, según dijo, murió de cáncer.
—¿Por qué haría algo así?
—Es inestable desde el fallecimiento de su madre que sí ha sido por el cáncer. Se ha obsesionado con el vocalista de Gray y no suele tener reparos en sus mentiras para salirse con la suya.
—Es increíble si contamos que es muy joven... ¿Podría ser una fase?
—Eso espero. He intentado acercarme, pero quienes la rodean no me lo permiten.
—Pero es su padre.
—Parece no importarles... Han caído en sus engaños.
—¿Eso incluye a The Witcher? No son unos niños, conocen este medio mejor que muchos de nosotros. No debe ser sencillo controlar a un grupo tan grande de personas.
—No los conozco, quiero creer que es un simple rumor, pero todo parece indicar que es verdad.
La presentadora se despide deseando que todo sea un malentendido y envía a cortes comerciales finalizando así el video. La última imagen es una sonrisa victoriosa de Fernando como si supiera que del otro lado estoy yo con el corazón y la voluntad hechos añicos.
Henrik aparta su laptop del regazo de Dimas un segundo antes de que éste se incorpore bruscamente para caminar por la sala. Ni si quiera sé cómo reaccionar o qué hacer, me quedo sentada en el sofá con la mirada fija en el sitio donde estaba la computadora.
¿Por qué hizo eso? No he contestado a ninguna de sus provocaciones y me mantengo apartada de su camino. Ahora será imposible, tendré que hablar sobre Camila, sobre mí... ¡Podría meter en un grave problema a Mike!
—Varias personas saben sobre Camila —recuerdo en voz alta—. Pudo ser cualquiera... Incluso hablé sobre eso el primer día que estuve aquí...
—No creo que fuera cualquiera —murmura Eric.
—Mike ha intentado llamarte —avisa Aura—. Está muy preocupado.
Claro que lo está. Fernando no hizo ninguna acusación, pero ha sembrado la semilla de la duda sobre nuestra relación. La sociedad entera puede irse contra él si piensan que se aprovechó de mí.
—Lo lamento —sostengo la mano de Dimas cuando pasa frente a mí—. Esto arruinará a Gray y...
—No, espera. —Se sienta a mi lado y niega con vehemencia—. Eso no importa. Hemos salido de cosas peores, ¿recuerdas? Gray está bien, no debe preocuparte eso.
—Pero...
—Dimas tiene razón —interrumpe Henrik—. Pueden obtener el efecto contrario al tener tanta atención arriba.
Claro, es lo que está haciendo Fernando para impulsar su carrera. No era suficiente con la conexión con The Witcher, sino que debía agregar algo más para llamar la atención de los medios de comunicación.
—¿Y qué debo hacer?
Por la mirada que intercambian sé que nadie tiene idea. Dimas enciende su celular con la intención de llamar a Mike, pero éste se le adelanta.
—¿Cris? —escucho a Mike del otro lado de la línea—. ¿Estás bien?
—Sí... Yo no sé... No sé por qué hizo eso...
—Porque es un imbécil —espeta—. Por eso. Negaremos todo, ¿entendido? No hables con nadie de prensa, si no tienes opción, niégalo.
Mike me repite las frases que normalmente necesito escuchar, pero no tienen el mismo resultado. Las palpitaciones en mis sienes me están mareando, estoy en un callejón sin salida. La única forma de desmentir a Fernando es decir la verdad y no estoy lista, nunca lo estaré.
Dimas sale del departamento para hablar con Mike por lo que sospecho que está recibiendo consejos del segundo sobre cómo llevar la situación. No quiero que me cuide como si fuera realmente de cristal, aunque me sienta más frágil que eso.
Henrik me cuenta que estaba en casa de Eric cuando Nico le ha enviado un mensaje avisándole de la entrevista. Dimas y yo dormíamos sin saber que en un rato me enfrentaría a una de las pruebas más duras. Aura asegura que Fernando pudo decir aquello por simple deducción, pero Eric se niega a creerlo.
—¿Pues sabes quién ha sido? —le pregunta su esposa.
Eric se deshace la coleta y asiente.
—Eso creo, pero no estoy seguro.
—¿Quién?
—Tengo que comprobar que sea verdad antes de decir el nombre o Dimas...
Es estúpido no sentir odio por la persona que contó eso a Fernando, pero no lo siento. Quizá estoy demasiado agotada para sentir odio, o la tristeza es más grande que ese sentimiento.
Eric recibe un mensaje en su celular y maldice por lo bajo, el vuelo de su hermana se ha adelantado. Henrik se queda conmigo cuando la pareja abandona el departamento, pero hay algo en la forma en que Eric me ha mirado que me hace sospechar de alguien en especial.
¿Podría ser Julieta la que habló con Fernando? Tiene sentido.
—Cris... —dice el rubio—. ¿Estás bien? Creí que te pondrías, no sé... ¿Alterada?
Muerdo mis labios y hago un gesto afirmativo.
—Sabía que tarde o temprano este momento llegaría.
—¿Cómo puedes saber algo así?
—Porque el pasado siempre te persigue sin importar lo rápido que corras. Ya está aquí y, ahora...
Callo cuando regresa Dimas, sonríe sin que la alegría aflore en su rostro.
—¿Ahora? —insiste Henrik.
Suspiro.
—Ahora no sé qué sigue.
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