Capítulo 25

☆★☆

Creí que las conversaciones con Aura habían sido los momentos más incómodos de mi vida, me equivoqué. Nidia se ha encargado de mi cabello y el de Minerva sin dirigirnos la palabra durante la mañana mientras estuvimos en su salón de belleza. También obligaron a los chicos a pasar por las manos de un estilista. Dimas se resignó a permitir que alguien más se hiciera cargo de su barba, ha quedado genial.

El vocalista ha sido el último, pues llegó después de nosotros al tener que permanecer en el hotel por el asunto de la famosa demanda. Estos días ha parecido tranquilo, me tomó por sorpresa que mencionara de nuevo el problema legal, pensé que las cosas se habían solucionado.

Nos trajeron al club nocturno abandonado donde será la sesión fotográfica. El equipo de Jean ha llegado desde muy temprano para tener todo listo. Es un sitio oscuro, la única luz proviene del equipo de iluminación del fotógrafo.

—¿Es mi imaginación o tu cabello es del mismo tono que mis ojos?

Sostengo un mechón largo e intento escudriñar el color a través de las sombras.

—Eso creo.

Aunque es imposible capturar el tono exacto de los ojos de Dimas.

—Me gusta —dice ty me toma de la mano—. Te ves muy bien.

—Tú también... —sonrío—. ¿Cómo te fue con lo de la demanda?

Él desvía la mirada hacia donde Mike y Jean nos esperan.

—No lo sé.

—¿Qué quieres decir?

—¿Podemos hablar de eso en otro momento? —Besa los nudillos de mi mano que sostiene—. No quiero preocuparte ahora.

Nicolás nos observa con atención, baja la vista al verse descubierto. No ha vuelto a mencionarme nada acerca de su interés por mí, espero que fuera una confusión; de lo contrario, debe ser difícil.

Jean nos conduce de inmediato a una habitación que han acondicionado como vestidor.

—No puedo creer que me maquillarán —comenta Nicolás.

—Primero será el vestuario —puntualiza Nidia que acaba de asomarse de no sé dónde—. Por aquí.

La seguimos al fondo de la habitación donde cuelgan varios atuendos de un largo tubo metálico que no tengo idea de para qué pudo servir cuando el sitio funcionaba. Gabriel y Mike se encargaron de elegir los atuendos adecuados para nosotros. Todos son en tonos oscuros, presiento que parecerá que nos dirigimos más a un funeral que a una sesión fotográfica.

—De acuerdo —dice Nidia al ver lo que hemos elegido entre las opciones—. Ahora cámbiense.

—¿Aquí? —pregunta Mina.

—Sí.

La violinista me mira, luego a los chicos que la rodean.

—¿Con ellos aquí?

—No podemos perder mucho tiempo —contesta Nidia con cierto toque exasperado—. Nosotros esperaremos afuera —añade refiriéndose al equipo de maquillistas—, pero ustedes tienen que cambiarse ya.

La esbelta chica se da la media vuelta para salir en compañía de los tres estilistas que pertenecen al equipo de Jean.

—Sí, bueno —suspira Cedric—. No somos The Witcher para tener camerinos individuales.

—Somos personas —contraataca Mina—. Me niego a desvestirme en frente de ustedes.

—Sólo nosotros dos no te hemos visto desnuda —le recuerda Nico al señalar a Cedric—. No creo que... ¡Ouch!

Mina le lanza una revista con una excelente puntería al darle en la frente.

—¡Cállate, Nico!

Nico tiene razón... No quiero que Dimas la vea desnuda.

—¡No lo golpees en la cara! —grita Gabriel—. ¡Tenemos una sesión fotográfica!

—¡Gracias por la preocupación, eh! —chilla Nico mientras se frota el área rojiza donde le ha pegado la revista—. ¡Excelente amigo!

Dimas ha aprovechado el desconcierto para revisar unas gavetas del fondo, encuentra lo que parecen ser unos manteles algo empolvados.

—Podemos cubrirlas con esto —sugiere el vocalista—. Y luego ustedes sólo se giran cuando sea nuestro turno.

—Me agrada esa idea —admito.

Me agrada cualquier idea que implique que Dimas no verá desnuda a Minerva... ¡Es imposible para una mujer de mi estatura competir con esas largas piernas bronceadas!

Dimas me conduce al rincón opuesto al que se lleva Gabriel a Mina. Con los manteles cubren toda la esquina, por lo que tenemos unos vestidores improvisados.

—¿Nerviosa? —sonríe al verme sonrojada.

—No.

Muero de nervios. No es común que mi novio pueda verme desnuda en la misma habitación donde están otras personas.

—¡Apresúrense! —exclama Nidia del otro lado de la puerta.

—¡¿Qué le pasa a esa mujer?! —grita Mina—. ¡Ya vamos!

Mis movimientos son torpes al despojarme de la ropa. Es hasta que estoy en ropa interior que me percato de la mirada de Dimas, actúa como si no me hubiera visto desnuda hace un par de horas.

—¿Qué? —inquiero con timidez.

—Eres la criatura más hermosa que he visto en mi vida.

Me paro de puntillas y deposito un beso breve en sus labios, pero Dimas se niega a apartarse. Sus pasitos son torpes, pues debe sostener el mantel y no llenarme de polvo en el proceso, así que parecemos dos niños de tres años besándose.

—¡Lánzales la revista! —grita Gabriel.

—¡No! ¡Si lo haces te arrojaré mi violín, Nicolás!

—No empiecen algo que no podrán terminar —silba Cedric con una risita divertida.

—Tiene razón —murmura Dimas con una sonrisa apenada—. Disculpa...

—Está bien.

Dimas me observa cambiarme el sujetador blanco por uno de color negro que está incluido en el outfit, cuando termino de alistarme me da su visto bueno con una sonrisa.

Minerva termina al mismo tiempo, luego de distraer un poco a Gabriel. Ella porta un vestido negro muy corto, con unas medias rasgadas del mismo color y unos zapatos de tacón tan altos que podrían considerarse zancos. Mi atuendo es mi estilo, pantalón ajustado negro y blusa transparente del mismo color; incluso agregaron unas botas con cadenas similares a unas que usé al inicio de Dreamers.

—¿Ya? —pregunta Nidia al entreabrir la puerta.

Mina está a punto de arrojarle la revista, pero la detengo a tiempo. Esta chica se está volviendo un arma mortal con esa revista.

—No —responde Cedric—. Un momento.

Nidia cierra de nuevo sin decir nada más.

—¿Qué le pasa? —me pregunta la chica.

—Larga historia...

Gabriel nos pide que nos giremos mientras ellos se colocan su ropa para el funeral. Minerva me lanza un codazo discreto y señala los espejos desde donde es posible ver a los chicos cambiándose de ropa.

—No —susurro—. Ellos no nos vieron...

—¿Cuál es la diversión de ser las únicas dos chicas de la banda si no hacemos estas cosas?

—Pero...

Me callo cuando Dimas se saca la camisa, sus músculos se tensan con el movimiento. Minerva también lo está observando, ahora soy yo la que le da un codazo.

—Oh, vamos... No estoy ciega.

Rio bajito, la entiendo.

—Además, puedes ver a Gaby si quieres.

—No quiero... ¿Esos son arañazos?

—Oh, sí —silba Mina—. Creo que me excedí.

¿Cree? Gabriel tiene arañazos en la espalda como si un gato salvaje lo hubiera atacado... Si omitimos ese detalle, pues parece que las horas en el gimnasio están dando resultados y... ¿Acabo de pensar eso? ¡Jamás podría hacer algo así! ¿Qué me sucede?

—Y Nico ya no es un niño —opina—. No, no.

Vaya que no.

Ay, Dios. Se van a quitar los pantalones... ¡Madre mía!

—¿Están viendo? —pregunta Cedric—. ¡Tramposas!

Minerva tira de mi muñeca y escapamos de la habitación sumergidas en profundas risas. Nidia espera del otro lado con un cigarro en los labios.

—En un momento terminan —se adelanta a decir Mina.

La estilista hace un gesto afirmativo y se aleja sin decir más.

—Está de muy mal humor —murmura.

—Bastante...

Gabriel interrumpe nuestra plática, sobre el tono morado que lleva Minerva en las puntas del cabello, para avisarnos que están listos.

—¿A quién mirabas? —sonríe Dimas al abrazarme— ¿Eh?

—¡A nadie!

Más o menos, sólo un poquito...

—No importa —dice sin dejar de sonreír—. Me agrada que estés alegre.

—¿No sientes celos...?

—Sí, pero Gabriel me asesina si golpeo a Nicolás.

—¿Por qué todos quieren golpearme hoy? —inquiere éste.

Nos reímos hasta que Nidia regresa con los otros chicos dispuestos a empezar con el maquillaje. Como supuse, parece que íbamos camino a un funeral y nos perdimos.

Gabriel pide que usen poco maquillaje conmigo ya que eso parece gustarle al público. El líder pasa más tiempo vigilando el rostro de su novia y el mío que sentado permitiendo que lo maquillen. Nicolás no termina de creerse que lo maquillarán, Cedric le recuerda que hace un tiempo le dijeron que sería inevitable.

Un rato después estamos listos. Nidia nos conduce con Jean y Mike que están en el escenario ya con el equipo de fotografía listo.

La primera fotografía será de Cedric tocando la batería, pero han colocado un fino polvo arriba de los platillos. Jean se mueve a su alrededor capturando cada momento, repiten un par de ocasiones. Al terminar las revisan en una computadora, comprobamos que hemos hecho una excelente decisión al elegir a Jean.

—Tu turno —me dice Mike—. Sube al escenario.

Si hubiera prestado un poco de atención a los bosquejos que presentó Jean sabría qué tengo que hacer.

—Canta —explica el fotógrafo— o finge hacerlo como está en el bosquejo.

Acepto el dibujo que me entrega Mike, es sencillo. Sólo debo dejar que el cabello cubra mi rostro y sostener el micrófono con ambas manos. Sin embargo, Jean no está satisfecho con nada de lo que hago. Me intimidan las miradas de todo su equipo sobre mí.

—¿Me dejas ayudarte? —inquiere al subir al escenario—. Es sencillo.

—Sí...

Me pide que suba el pie sobre una de las bocinas, pero acomoda hasta el ángulo de mi rodilla. Dimas no está nada a gusto con su contacto, yo mucho menos, quiero golpear a Jean con el micrófono.

—Cristal —musita en lo que acomoda mi cabello—. No eres mi tipo, tranquila.

He escuchado a alguien decir eso, pero no recuerdo a quién.

—No sé de qué hablas.

Jean ríe por lo bajo mientras guía mis manos hasta la posición que quiere.

—No me interesan las mujeres, ¿ya entiendes?

—¿Eres gay? —pregunto sorprendida.

—Sí... ¿Te molesta?

—¡No! —exclamo, pero ya recuerdo que fuera Henrik quien me dijera eso—. ¡Es genial!

El fotógrafo enarca ambas cejas.

—Es la primera vez que alguien se emociona tanto con mis preferencias sexuales.

—No, no quise ser grosera... Lo siento.

—No fuiste grosera —me tranquiliza—. Pero puedes decirle a tu novio que no será necesario enviarme a matar, ¿sí?

Dimas está hablando por el celular como si en efecto estuviera contratando a unos sicarios para tenderle una emboscada a Jean cuando vaya al baño.

—Ahora, no te muevas —me advierte con una mirada seria por arriba de sus gafas—. Tengo el temple para permanecer aquí todo el día hasta obtener la fotografía que quiero.

Algo me dice que no bromea.

Un par de tomas después decide que no está funcionado, necesita que cante de verdad. Minerva reproduce en su celular una canción de Gray que pertenece a los demos que grabamos hace algún tiempo, pero mi cuerpo no quiere moverse con naturalidad. Me he petrificado bajo esas miradas conocidas. Me lleva un rato empezar a moverme a un ritmo lento, es hasta la siguiente canción que consigo cantarla en voz baja.

Cedric golpea una mesa con las baquetas para marcarme el ritmo, de forma casi mágica permito apartar esos miedos al rincón donde los escondía en cada presentación. Es parte de lo que soy, posiblemente ese terror siempre permanezca dentro de mí, pero estoy aprendiendo a no dejarlo dominar mis acciones.

Jean sube, baja, vuelve a subir, vuelve a bajar y da ordenes a gritos para mover las luces. Gray está cantando conmigo desde la parte baja del escenario, Minerva acompaña con unas suaves palmadas, es un concierto privado para los espectadores. Al terminar, recibimos los aplausos del equipo de Jean, hago una reverencia como solía hacer en Dreamers, ni si quiera me he detenido a pensarlo.

—Ahora sí —sonríe el fotógrafo—. Veamos.

Las fotografías que vemos en la computadora son perfectas, mucho más que eso. Mike nos aconseja que subamos las que no se usen para booklet a la página web de la banda que está elaborando el equipo informático de la disquera.

—¿Con quién peleabas? —le pregunto a Dimas.

—Padres —responde con intención de no decir más—. No te preocupes.

Su mirada me dice todo lo contrario y, en verdad, no sé qué hacer. No tengo tiempo para decirle nada más, pues Jean lo llama para la fotografía. Dimas sube al escenario desde donde escucha con toda atención las instrucciones del fotógrafo, es como si le costara concentrarse.

—Algo muy extraño está sucediendo —le digo a Mike al llegar a su lado—, ¿no es así?

—¿Por qué dices algo como eso?

—No lo sé, es un presentimiento...

Mike levanta la vista, descubro que mira a Nidia.

—No sé, Cris... ¿Qué podría estar sucediendo?

—¿Por qué te ha llamado Julieta?

Ni si quiera sé por qué pregunté eso.

—Ah, eso... No quieres saber.

—¿Por qué no?

—Porque te enojarás, Cris. Déjalo así.

—No, dime.

Mi exnovio suspira sin apartar la mirada del vocalista. Dimas podría ser modelo, tiene mucha más facilidad que yo para seguir las instrucciones del fotógrafo, luce natural en él cada pose.

—Julieta no está feliz de que pases mucho tiempo con Eric, es todo.

—¿Por el video?

—No lo sé.

Claro que es por eso.

—Estoy con Dimas.

—La hermana de Eric es un poco paranoica —le quita importancia—. No le prestes más atención, ¿sí?

Hago un gesto afirmativo, pero no estoy de acuerdo. Algo muy extraño está sucediendo, puedo sentirlo. Es como si fuera una sombra a mis espaldas a punto de tirar de mis pies, si giro muy rápido la puedo ver desaparecer por el rabillo del ojo.

☆★☆

Acabo de descubrir por qué los artistas con agendas llenas de viajes, grabaciones, presentaciones y cientos de compromisos jamás tienen ojeras, es porque usan kilos de maquillaje como yo ahora mismo. Mis ojeras son tan grandes que haría sentir inferior a un mapache.

Hace una semana que realizamos la sesión fotográfica para el booklet. Tardamos dos días en tener listas las fotografías. El fin de semana salimos de viaje, me presenté en los siguientes tres conciertos con The Witcher. Gray sólo se presentó en uno, pero no conseguí el valor de subirme con la guitarra, todavía fallo demasiado. Eric se hizo cargo sin dudarlo, estoy en deuda con él.

No sé de dónde saca tantas energías Dimas para no quejarse y lucir igual de atractivo que siempre sin los kilos de maquillaje. Empiezo a sospechar que es de otro planeta.

—¿Por qué me miras así?

—Es el cansancio.

Dimas entrelaza su mano con la mía y recargo la cabeza en su hombro.

—Si te duermes arruinarás el maquillaje —bosteza Mina—, aunque es una idea tentadora.

—Vaya que sí —dice Nico luego de suprimir un bostezo—. Creo que si alguien me empuja me desmayo.

Cedric lo empuja, Nico se tropieza y Gabriel lo sostiene de un brazo.

—No sean dramáticos...

—¿Dramáticos? —chilla Mina.

Gabriel prefiere mantenerse callado ante el tsunami furioso que parece bullir bajo la piel morena de la violinista.

—¿Por dónde empiezo para justificar mi dramatismo? —espeta haciendo énfasis en la última palabra—. ¡Casi se cae el avión!

—No se iba a caer el avión —niega Gabriel—. Fue una turbulencia.

Una turbulencia tan fuerte que me mordí el labio y sangró. Tampoco creo que se fuera a caer, pero no fue divertido.

—¡Estuvimos a punto de ser enviados con el equipaje!

—Eso es verdad —concuerda Dimas—. No puedes negarlo.

—Era eso o veinte horas de autobús —explica Gabriel—. Creí que lo valorarían.

—¡Se iba a caer el avión! —repite Mina—. ¡Y eso no es lo peor!

—No olvides el hotel —al fin bosteza Nicolás—. Si es que eso era un hotel.

Creo que ni a motel llegaba.

—¡Ustedes quisieron acompañar a Cristal desde el primer día!

—¡Somos un equipo! —exclama Mina—. Claro que íbamos a querer acompañarla.

No me hace sentir bien saber que por mi culpa las cosas salieron tan mal. Yano habló conmigo sobre el contrato que estoy incumpliendo, The Witcher y BMusic no sabían que acepté presentarme en esos tres conciertos, por lo que los gastos se redujeron al mínimo. No fue raro terminar en un hotel donde salían cucarachas del baño.

—¿Y ese escalofrío? —me pregunta Nico— ¿Recordaste las cucarachas?

—Sí...

—¡Cucarachas, Gabriel! ¡Eran generaciones y generaciones de cucarachas en cada baño!

—¡Yo no tenía idea! —exclama su novio—. Las cosas mejoraron después, ¿no?

—Es cierto —recuerda Cedric.

Henrik y los demás nos dejaron quedarnos en sus hoteles durante los siguientes días, también viajamos en el autobús en el que iban ellos. El regreso fue en la misma aerolínea de antes, por suerte no perdí una vida en el trayecto.

Con las cucarachas, el avión de la muerte, el viaje en autobús y los nervios por las presentaciones que haría, pues casi no he dormido. MalaVentura regresó a casa por unos días hasta el siguiente fin de semana donde nos volveremos a ver. Ya formamos una especie de familia muy grande y compleja.

—¿Listos? —pregunta Mike al asomarse a la puerta.

El video musical se grabará en el mismo club abandonado donde se realizó la sesión fotográfica. Nuestro presupuesto es muy reducido, pero contamos con un excelente director que conseguimos gracias a Mike.

—Sí, claro —responde Gabriel.

—Los esperamos afuera.

Mike me sonríe y sale del camerino improvisado.

—¿Tienes idea de cuánto nos cobrará por todo lo que está haciendo o si esto está incluido en nuestro contrato? —me pregunta el líder de la banda—. Comienza a preocuparme.

Sospecho que aceptará la paga que le corresponde como parte de nuestro contrato con BMusic y omitirá lo demás.

—No lo sé, le preguntaré si quieres.

—Por favor —sonríe—. Menos mal que tenemos al vocalista millonario o terminaríamos en prisión por no pagar.

Dimas pone los ojos en blanco con una sonrisa en los labios que me contagia.

El equipo de producción va de un lado a otro cargando luces y esquivando los cables regados sobre el suelo. La idea del video musical es muy simple y efectiva para nuestro presupuesto. Nos grabarán por separado como si estuviéramos perdidos, al final nos encontraremos en el escenario, fin; la octava maravilla.

Dimas me entrega su celular al dirigirse hacia donde le ha llamado el director para empezar a grabar su escena. En un instante lo rodean un par de maquillistas que tienen que pararse de puntillas para alcanzar su rostro. Se distrae un poco al mirarme anonadada observándolo y me hace un guiño, es guapísimo.

Me provoca más alegría la emoción en el rostro de mis amigos por grabar un video musical que el hecho de hacerlo. No es el primero que hago, pero sí lo es para ellos; no paran de comentar sobre cada pequeño detalle que ven.

Los chicos me han apoyado durante estos días en los que Fernando ha aprovechado para aceptar cualquier entrevista en la que pueda mencionar mi nombre verdadero las veces que quiera. Mike me dijo que era de esperarse, pues se está colgando de la fama de The Witcher. Los medios de comunicación son un tema peligroso, pronto las noticias se vuelven viejas y dejan de vender, así que en cada entrevista condimenta más sus opiniones sobre mi inestabilidad emocional. En la última entrevista declaró que soy una mala influencia para los jóvenes.

Creo que la cabeza me explotará con todos los pensamientos que almaceno.

Me sobresalta recibir una llamada en el celular de Dimas, la sorpresa no pasa al leer el nombre en la pantalla ¿Por qué llama Julieta a Dimas? Quizá sea hora de saber por qué me odia tanto la hermana de Eric.

—¿Hola?

—¿Quién es?

—Cristal.

Silencio. Sólo se escuchan pasos y personas hablando a través de los altavoces, creo que está en el hospital donde trabaja.

—¿Puedes comunicarme con Dimas?

¿Ni un hola?

—Está ocupado.

—Llamaré al rato...

—Espera.

—¿Sí?

—¿Qué está pasando?

Julieta suspira.

—¿Pasando de qué?

—No lo sé... Primero le hablas a Mike, ahora a Dimas.

—¿Tienen prohibido hablar conmigo o cómo?

—No quise decir eso...

—No tengo tiempo para esto, Cristal. Quizá engañas a los demás, pero a mí no... Dile a Dimas que llamé.

Y cuelga.

¿Qué acaba de suceder?

Nidia continúa sin hablarme y ahora esto, al menos la primera tiene motivos. Julieta está viendo cosas donde no las hay. Me preocupa qué pueda estar contándole a Dimas.

—¿Cristy?

—Llamó Julieta —admito al entregarle su celular cuando se acerca a mí—. ¿Por qué me odia?

—No te odia. —Revisa sus mensajes—. Es complicado.

—¿Es por el video? Si Aura ya dejó eso atrás, entonces...

—Cristy... —suspira—. Ignora a Julieta. Ni si quiera tienes que verla o hablar con ella.

—¿Pero por qué está llamando a Mike? ¿A ti?

—Se preocupa por su hermano. —El tema lo incomoda, ni si quiera puede disimularlo—. Eric ha tenido una vida difícil, hasta yo mismo he sentido esos deseos tontos por cuidarlo un poco. Ella sólo quiere lo mejor para él, le preocupa que el medio le afecte... Sólo es una persona preocupada por su familia.

Dimas desvía la mirada al tiempo en que su manzana de Adán se mueve cuando traga un poco de saliva, está nervioso.

—¿Por qué me mientes?

—No te miento —espeta y gira hacia mí—. Sólo no tiene sentido que te preocupes por Julieta, ignórala.

—¿Está relacionado con la demanda?

—Cristal...

—Dime.

—No, no está relacionado —contesta exasperado—. Debo volver.

Apaga su celular antes de entregármelo, nunca había hecho eso.

Presencio la grabación de su escena desde una de las sillas en un rincón, aunque presto más atención a la pantalla apagada del celular como si así pudiera encontrar las respuestas. Minerva se sienta a mi lado, compartimos una sonrisa tensa.

—No sé si sirva de algo —murmura—. Tal vez debería de hacerle caso a Gabriel y no meterme.

—¿Qué pasa?

—He escuchado sobre esa demanda —confiesa—. No creo que exista.

—¿Por qué?

—Porque los padres de Dimas no lo meterían en eso. Los abogados de la familia Adem pertenecen a uno de los bufetes más prestigiosos del país, una demanda así sería manejada enteramente por ellos.

Es lo mismo que he pensado, pero la preocupación de Dimas es tan real.

—¿Cómo te enteraste de la demanda?

—Dimas le comentó a Gabriel cuando lo escuchó discutiendo con alguien en el celular.

Últimamente se aleja a contestar algunas llamadas y regresa enojado.

—¿Escuchó sobre qué discutían?

—No. Dimas colgó apenas lo vio cerca.

Gabriel se acerca rápidamente como si adivinara que hablábamos sobre Dimas. La violinista finge que conversamos sobre el video musical, el tema anima a los otros dos chicos a acercarse. No obstante, no consigo continuar el ritmo de su plática, permanezco callada con la vista fija en Dimas.

Parece que nadie quiere decirme el por qué del odio de Julieta o qué está sucediendo con esa demanda, si es real o no. Sólo me queda llamarle a Charly y esperar que pueda ser sincero conmigo.

☆★☆

Charly sabe algo. Encontrar el momento para hablar con él ha sido casi una misión para un agente secreto. Primero intenté llamarle al celular durante la grabación del video musical, jamás contestó mis llamadas. Aguardé a los conciertos en los que indudablemente nos veríamos, me ha esquivado rodeándose siempre de personas.

Mi última oportunidad será hoy cuando Dimas se duerma. Sólo necesito lograr escapar del abrazo cálido en el que siempre me envuelve para dormir.

Es cansado pensar que posiblemente así sea nuestra vida de ahora en adelante cambiando de hoteles, ciudades, autobuses, aviones; pero, al mismo tiempo, la idea inyecta alegría en mi corazón. Es indescriptible la energía que corre por mis venas cuando tengo el micrófono en las manos y puedo transmitir todo lo que carga mi alma a miles de personas. Me ha costado salir en estos conciertos después de las declaraciones de Fernando, sólo lo he logrado al recordar lo bien que se siente estar ahí.

Ya no soy esa chica descontrolada que parecía estar bajo el efecto de alguna sustancia ilegal cuando cantaba, sino que puedo dominar mis movimientos y divertirme al mismo tiempo. Es como si esas dos personalidades, que me obligué a separar estos años, se reconciliaran.

Escapar de los brazos de Dimas resulta sencillo, sustituyo mi cuerpo con una almohada. Él apenas se inquieta, de inmediato vuelve a sumergirse en un profundo sueño. Me cambio el pijama por la ropa de la noche anterior y me escabullo de puntillas fuera de la habitación.

Estamos en un hotel bastante lindo, pero nuestras habitaciones están en las plantas bajas mientras que las de The Witcher se encuentran en los pisos superiores. Sólo dormiremos unas horas antes de partir a diferentes destinos por una semana hasta que nos volvamos a reunir en otro concierto. Averigüé con anticipación el número de la habitación de Charly preguntando a los demás por las suyas así que espero acertar por eliminación.

Soy la única persona que deambula por los pasillos, de alguna forma me hace sentir una intrusa. Llamo despacio a la habitación donde debe estar Charly, pero nadie responde. Intento un par de veces más hasta que golpeo con fuerza y la puerta se abre de forma abrupta.

—¿Qué?

Charly tiene la playera al revés y un pantalón deportivo como pijama. Su cabello está revuelto, parece más un muerto viviente que el guitarrista de la banda de rock latinoamericana más famosa del momento.

—Cristal —bosteza sin percatarse de que estuve a punto de golpearle la frente con mis nudillos—. ¿Pasa algo?

—Quiero hablar contigo.

Mis palabras parecen hacerlo despertar de sopetón.

—¿De qué?

Se asoma en el pasillo como si temiera que alguien nos viera hablar.

—Julieta.

—No tenemos nada que hablar sobre Julieta. —Empieza a cerrar la puerta—. Ve a dormir un rato.

Detengo la puerta con mi pie.

—Dime qué está pasando, Charly... ¿Por qué me odia tanto? ¿En verdad cree que me interpondría entre su hermano y Aura?

—¿De qué hablas? —inquiere sin ceder detrás de la puerta—. No es nada de eso.

—¿Entonces?

Charly suspira.

—Julieta sólo se preocupa por Eric —explica—. No es nada contra ti.

La última conversación que tuve con Julieta dice lo contrario.

—¿Cree que voy a lastimarlo?

—Quizá.

—Pero no soy así.

—Yo lo sé. Toni lo sabe, los demás igual, pero ella no. Julieta sólo está cuidando de su hermano.

Tiene sentido, pero ha parecido enojada conmigo.

—Espera —le pido cuando empieza a despedirse—. ¿Sabes algo sobre la demanda?

—¿Cuál demanda?

—A la familia de Dimas.

Charly enarca ambas cejas y niega.

—No tengo idea.

Eso sí suena sincero.

—Ve a descansar, Cris —sonríe—. Julieta debe viajar a visitar a Eric la próxima semana, podrías platicar con ella.

—¿Crees que quiera hablar conmigo?

—No veo por qué no.

—Supongo que lo intentaré.

Charly asiente despacio, está a punto de decir algo más cuando la puerta del frente se abre. Al girarme me encuentro a Gigi terminando de colocarse los tacones sin percatarse de nuestra presencia.

—¿Gigi?

La soprano levanta la vista, esboza una amplia sonrisa como si fuera cotidiano verla salir en la madrugada de la habitación de Toni.

—Hola, Cris, ¿vas a tu habitación?

—Sí...

—¿Vamos?

Hago un gesto afirmativo. Mi expresión debe ser muy cómica porque Gigi y Charly comparten una mirada antes de echarse a reír. La chica me guía hasta el ascensor luego de despedirnos del guitarrista. Sin preguntarle me cuenta el resumen de cómo terminó en la habitación de Toni.

—¿Tienen un tiempo saliendo? —inquiero sorprendida.

—No estamos saliendo —corrige—. Sólo, ya sabes.

Sí, lo sé... Muy bien.

—Está divorciándose, si la prensa se entera...

—Lo enviarán a la hoguera —interrumpe—. Somos cuidadosos.

—Ahora no fuiste cuidadosa.

Gigi me mira desde arriba mientras esperamos por el ascensor.

—Tienes razón. —Pasa un mechón de mi cabello azul detrás de la oreja y sonríe— ¿Alguna vez te dije que era tu admiradora?

¿Gigi mi admiradora? ¿En cuál universo? Gigi es una mujer tan guapa como talentosa, posee una de las voces más hermosas que he escuchado.

—Lo soy —dice cuando nota que no puedo hablar—. Eres genial, Cris. Henrik sufre por no tenerte en MalaVentura, pero le digo que si continuamos con más integrantes terminaremos como coro de Iglesia.

Entramos al ascensor, la luz hace destacar los coloridos tatuajes que tiene Gigi en sus brazos. Me descubre observándolos y sonríe.

—Empecé mi sleeve en el brazo derecho cuando tenía diecinueve años.

—¿Sleeve?

—Una manga, pues —explica—. Me encantan las flores. Cualquier tipo de flor, decidí que quería algo así. Un poco después me decidí por las rosas para empezar a cubrir el otro brazo, pero me falta la mitad.

Yo sólo sé que eso es mucha tinta y mucho dolor.

—Me gusta cómo se ve.

—También a mí —me hace un guiño—. Deberíamos cantar algo juntas sólo como diversión.

—¿Tú crees?

—¡Sí! ¡Sería muy divertido!

Gigi está llena de alegría, me cuesta imaginarme al amargado de Toni como su pareja. No creo que vayan en serio porque Toni no puede ir en serio con nadie, para él la fidelidad es relativa. Para el vocalista de The Witcher es posible amar a una persona y tener sexo con alguien más, pues no estás traicionando su corazón. Claro, Lu nunca le fue infiel, supongo que si fuera al revés no pensaría igual.

La soprano se dirige a su habitación al otro lado del pasillo, nos despedimos con una sonrisa antes de entrar a nuestros respectivos cuartos de hotel.

Mi repentina alegría se esfuma al descubrir a Dimas esperando por mí con el celular en las manos.

—Me llamó Charly —dice.

Nunca vi a Charly como un chismoso.

—Siento que hay algo mal —murmuro—. Mientras no sepa qué es, yo...

—Cristy... —interrumpe—. Confía en mí. No es nada de lo que tengas que preocuparte.

—Siempre dices eso, pero...

Dimas me mira, sus ojos me hacen callar, son preciosos.

Él toma mi mano para guiarme hasta sentarme a su lado.

—Julieta no te odia, sólo tiene miedo.

—¿Por qué?

—Por Eric.

—Pero no estoy interesada en él.

—Lo sé —sonríe—. Pero es su hermano y es lo que los hermanos hacen, protegerse... Menos mis hermanos, esos son diferentes.

El comentario nos hace reír mientras volvemos a recostarnos en la cama. Me acurruco de nuevo en sus brazos como si no hubiera salido de aquí en toda la noche.

—Es broma —suelta como un pensamiento que escapó de su boca—. También mis hermanos me protegen.

La voz de Dimas se dulcifica tanto al hablar de ellos que prefiero callar para no romper el momento.

—Y yo te protejo a ti —añade—. Porque eres mi familia.

Me incorporo sobre un brazo y busco su mirada, no tiene idea de lo que ha provocado con esas palabras.

—¿Qué dijiste?

Cuando era pequeña me pregunté muchas veces cómo sería tener una familia completa, con ambos padres; son pensamientos que me hacían sentir culpable porque mamá se esforzaba en darme todo. Con el paso del tiempo entendí que era normal tener esas dudas, pero aprendí a valorar mucho más cada detalle de mamá. Renuncié a todo cuando era una adolescente, menos al sueño de volver a tener una familia.

—Eres mi familia, Cristy... —sonríe.

Me abraza cuando las primeras lágrimas caen sin decir nada más, permite que su presencia me consuele. Cuando estaba con Mike creí que había encontrado una familia, pero llegó Nidia y comprendí que no era mi lugar. No imaginé que volvería a amar, mucho menos con esta intensidad.

Besa el anillo que llevo en la mano, hago lo mismo con el suyo. Compartimos una sonrisa y permanecemos mirándonos por lo que me parecen horas. Observamos con atención cada detalle del otro, como hiciéramos en el avión, sólo con alguna caricia ocasional para comprobar que la otra persona es real.

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